Trabajadores de Dios

Bosquejos Biblicos

Bosquejo Bíblico – Base Bíblica: 1 Corintios 3:6-9

Introducción

Cuando formamos parte de una iglesia o un ministerio exitoso, enfrentamos el peligro de creer que dicho éxito se debe indispensablemente a nuestro trabajo, o nuestro aporte.

Erróneamente, cuando tenemos posiciones de liderazgo en iglesias exitosas, puede llegar a nuestra mente la idea de que sin nuestro aporte, nuestra sabiduría, nuestro talento, o nuestra experiencia, tal obra no se hubiese consolidado como lo hizo, o no hubiese alcanzado el éxito que posee actualmente.

Es por ello que Dios ha colocado en mi corazón, escribir el bosquejo bíblico de este mensaje titulado: “Colaboradores de Dios” con el objetivo de que cada persona que reciba este mensaje puede reflexionar con respecto al papel que cumple Dios, y el que cumplimos nosotros en Su obra.

Desarrollo

El apóstol Pablo, fue sin ningún tipo de duda, un pilar fundamental en la propagación del evangelio, en la explicación de la doctrina de la doctrina de la iglesia, y  en el establecimiento de la iglesia de Cristo en varios lugares del mundo conocido en aquella época.

En su primera carta a la iglesia de Corinto, encontramos el pasaje que sirve como base para este bosquejo bíblico, en el cual se nos resume el papel que tiene el creyente, y la perspectiva que debe tener con respecto a la obra de Dios.

Hay cuatro puntos que quiero destacar en este bosquejo bíblico basándome en 1 Corintios 3:6-9, y son siguientes:

1. Dios es el que da el crecimiento (1 Corintios 3:6).

Aunque es cierto que las personas tienen cierta importancia en una obra, o en una congregación, esa importancia es completamente minúscula con respecto al aporte que Dios hace.

Aun cuando las estrategias otorgan resultados, el crecimiento no lo dan las estrategias. A pesar de que hay ministros talentosos, el crecimiento no lo dan ministros talentosos; aunque la congregación consta de recursos abundantes, no son los recursos abundantes los que dan el crecimiento; necesitamos entender que el único que da el crecimiento es Dios.

Es el Dios que respalda las estrategias, el que respalda a los ministros, el que respalda a los recursos, el que produce el crecimiento de Su obra.

Salmo 127:1 dice que “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”; es decir, de nada sirve emprender proyectos donde no contamos el respaldo de Dios. Podemos tener la total seguridad de que si una congregación tiene éxito, es porque Dios la está edificando.

El apóstol Pablo sabía esto, y por eso es que en otras palabras les dice a la Iglesia de Corinto: Yo planté, Apolos regó, pero lo que realmente importa, es que Dios dio el crecimiento, porque si eso no ocurría, de nada hubiese servido mi trabajo ni el de Apolos.

2. Dios es el que recibe el reconocimiento (1 Corintios 3:7).

En este versículo, el apóstol Pablo nos enseña que la trascendencia de los trabajadores de la obra es ínfima en comparación, con la que tiene Dios, quien es el que da el crecimiento.

Cuando ocupamos puestos de liderazgo en iglesias exitosas corremos con el peligro de anhelar ese reconocimiento para nosotros, en vez de entender que ha sido Dios apoyándonos en cada paso, y Él es el que merece llevarse la gloria.

Cada cristiano debe comprender que estamos de paso por esta tierra, y aunque servimos a Dios con nuestros talentos, con nuestros dones, y con todo lo que podamos hacer, lo que verdaderamente importa es contar con el respaldo de Dios porque sin él, la obra no crecería como lo hace.

El elemento diferencial entra distintas congregaciones, es el crecimiento que Dios le otorga a cada obra, entendiendo que Dios no nos dará algo mayor a lo que podamos administrar (Mateo 25:15), y si hay algo que el ser humano le cuesta administrar, es el reconocimiento, que a la larga, puede transformarse en orgullo.

3. En la misma escala (1 Corintios 3:8).

Lo primero que debemos resaltar en este punto es que en el cuerpo de Cristo, todos somos miembros, pero no todos tenemos las mismas funciones (Romanos 12:4).

Y como cada quien realiza una función, su recompensa será proporcional al esfuerzo que lleve a cabo por cumplir con la función que le corresponde.

Es necesario entender que tenemos un Dios galardonador (Hebreos 11:6), y que hay recompensa para nuestra obra (2 Crónicas 15:7).

Pero el hecho de que nuestra recompensa sea más grande o más notoria que la nuestros compañeros en la obra, no quiere decir que nos convierta en personas más importantes que otros creyentes. Debemos considerar a cada persona como superior a nosotros mismos (Filipenses 2:3).

Esto nos ayuda a entender que en la Obra de Dios estamos en la misma escala, aunque tengamos distintos cargos en nuestras congregaciones.

4. Somos trabajadores de Dios (1 Corintios 3:9).

Simplemente somos siervos de Dios, somos obreros de su obra, pero hay que entender que a final de cuentas, es su obra y no nuestra.

El no entender esto, puede hacernos creer que tenemos ciertos derechos o privilegios como dueños de una obra que sencillamente no somos.

Aunque es cierto que la Biblia nos dice que somos administradores de las cosas de Dios (1 Corintios 4:1-2).  El ser administrador no implica ser dueño. El administrador es alguien que vela por los recursos y bienes de su amo, pero no es el amo.

Mientras más rápido comprendamos que somos trabajadores y no dueños, menos sufriremos las consecuencias de tener una perspectiva errada de la Obra de Dios, y esperar privilegios que no nos corresponden.

Conclusión

Para concluir este bosquejo bíblico, podemos decir que somos simples colaboradores de Dios, estamos en esta tierra para cumplir una función, al igual que muchísimos creyentes alrededor del mundo.

Debemos comprender que estamos llamados a servir a Dios con excelencia para ver la recompensa de nuestra labor, sin que ellos nos haga confundir al esperar privilegios que no le corresponden a los trabajadores como nosotros.

Entendamos de una vez, que por muy buena que sea nuestra organización o nuestro equipo de trabajo en una congregación, es Dios el que da el crecimiento, y es sólo Él el que merece el reconocimiento. A Él sea toda la honra, la gloria, el honor, la alabanza, el poder, y la majestad, por los siglos de los siglos, amén.  

Redactado por: Roger Rosales para Prédicas Cristianas.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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