Sirvamos a Dios con humildad

Bosquejos Bíblicos

Bosquejos Biblicos Texto Biblico: Lucas 14:7-14

Introducción

Un pecado que es común a todos los hombres es el orgullo. Porque es el origen de muchos otros pecados, en los que caemos al estar confiados en nuestras propias fuerzas frente a la tentación. Dios aborrece de los que tienen un espíritu orgulloso, porque por su orgullo se alejan de Dios y dejan de solicitar su auxilio. En cambio, al humilde, Dios le promete que será enaltecido en el momento oportuno, y que poseerá el reino de los cielos.

I. Dios resiste a los soberbios (1 Pedro 5:5-6)

a. El hombre, debido a la herida del pecado, tiene un espíritu orgulloso.

Se tiene a sí mismo en una estima muy superior a sus merecimientos. Es por esto que cae fácilmente en la soberbia del espíritu, la que hace de nosotros seres temerarios que se acercan al peligro del pecado confiados en sus fuerzas. En realidad, lo que debemos hacer es estar humildemente sujetos a Dios, pidiéndole siempre que nos proteja y aleje del mal (vers. 5).

b. El orgulloso confía en sus propias fuerzas.

Considerando que a él nada le puede pasar porque conoce su capacidad. Por esto el que tiene este defecto, mira a los demás sobre el hombro, como si fueran inferiores a él.

Lo que no tiene en cuenta el orgulloso es que estamos todos hechos de barro, y todos somos débiles comparados con el poder de Dios. Por esto a Él debemos rendirle culto con humildad, buscando agradarle en todo y pidiéndole a él mismo la fuerza para no caer en la tentación (vers. 6).

c. Ninguna cosa que hagamos tiene que ser motivada por el orgullo.

Incluso lo que el mundo llama honra u honor, no debe ser tenido en cuenta por el cristiano. Porque el creyente sabe que todas estas cosas son vanas, y que por el Evangelio padeceremos siempre muchas humillaciones.

No debemos olvidar que seguimos a Jesús, que es manso y humilde de corazón. Él es nuestro ejemplo, y si meditamos en las Escrituras, siempre veremos que se conducía con humildad (Mateo 11:29-30).

d. El orgullo muchas veces es ocasión para caer en otros pecados.

A veces, por no reconocer que somos débiles, nos acercamos más de lo debido a la tentación. Otras, resistimos reconocer que no tenemos razón, motivados por nuestro orgullo. Si no sabemos aceptar que la fuerza espiritual viene del Espíritu Santo, confiaremos con temeridad en nuestra naturaleza, y caeremos fácilmente en el pecado (Proverbios 16:18).

II. La humildad es amada por Dios (Santiago 4:10)

a. Si reconocemos que nada podemos sin el favor de Dios, seremos verdaderamente fuertes.

Porque el poder no provendrá de nuestra naturaleza mortal, sino del don del Espíritu Santo que vive en nosotros por el bautismo.

Frente a la tentación, será Él quien nos aparte de la ocasión, mostrándonos en el corazón que nos alejaríamos de Dios si lo ofendemos con el pecado. Por eso seremos enaltecidos, porque mediante la humildad, llegaremos al cielo donde no pueden entrar los soberbios (Santiago 4:10).

b. Cuando Cristo vino al mundo, vino humildemente.

En su vida, no mostró nunca una actitud altanera o soberbia. Podría haber venido con todo su poder, rodeado de sus ángeles a exigirnos la conversión del corazón o el castigo eterno. Pero decidió mostrarse en su debilidad de hombre, para llevar a los hombres a Dios. Para que imitemos esta humildad y mediante ella ganemos el gozo de vivir en la presencia de Dios (Colosenses 3:12).

c. Para el perdón de los pecados es necesaria la humildad.

De lo contrario, no hay verdadero arrepentimiento ni conversión. La conversión nace con el reconocimiento de que somos débiles y hemos caído en la tentación, alejándonos de los preceptos de Dios.

Por esta actitud de humildad es que logramos el perdón divino, porque el corazón contrito y humillado es lo que desea Dios para nuestro crecimiento espiritual (Salmo 51:17).

Conclusión

Por nuestra naturaleza herida, tendemos a ser orgullosos. Eso hace que nos acerquemos con demasiada confianza a las ocasiones de pecado, confiados en nuestras propias fuerzas. Por el orgullo nos sentimos superiores a nuestros hermanos, cuando en realidad somos todos hijos de Dios rescatados por la sangre de Jesús derramada en la cruz.

Sabemos por las Escrituras que seremos perseguidos y humillados por predicar el Evangelio. Por esto debemos ejercitarnos en la humildad, sabiendo que es la virtud del cristiano. Para ser enaltecidos, antes debemos humillarnos, como nos propone Jesús en la parábola del banquete (Lucas 14:7-14; Proverbios 15:33). 

La humildad es una virtud amada por Dios.

Y principalmente, es una condición para ser perdonados de nuestros pecados, que antes reconozcamos nuestra pequeñez y entreguemos un corazón verdaderamente arrepentido al Señor (Miqueas 6:8).

© Julio Torres. Todos los derechos reservados.

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Julio Torres
Nacido en hogar cristiano, me gusta estudiar la biblia y predicar el evangelio de Jesucristo.

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