A juicio del Espíritu

Bosquejos Bíblicos

Prédica de Hoy: A juicio del Espíritu

Bosquejos para Predicar Texto Principal: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” 1 Corintios 10:23

INTRODUCCIÓN

Cuando un caso es llevado ante un tribunal, en especial cuando una persona está siendo acusada de algún delito por parte de la Fiscalía, se dice que: “Es inocente, hasta que se demuestre lo contrario”; y precisamente por esa razón, se lleva a cabo el juicio.

Según Wikipedia, el Juicio es el conocimiento razonado que le permite a una persona distinguir lo bueno de lo malo o forjarse una opinión sobre determinado valor.

De modo que, en el transcurso de un Juicio, la persona cuya culpabilidad se presume es expuesta al escrutinio de todos aquellos elementos que puedan corroborar o desmentir tal condición.

Diferencia entre Juicio y Juzgado

“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.” Mateo 7:1-2

Ya se explicó lo que es un juicio. Ahora bien, cuando se habla de Juzgado, lo primero que salta en todos los conceptos del diccionario es el lugar donde se lleva a cabo dicho juicio, sin embargo, como acabamos de leer en el texto del evangelio de Mateo, Juzgado es aquella persona sobre quién recae el juicio, es decir, de quien se presume inocencia o se sospecha culpabilidad.

No es lo mismo, emitir un juicio de valor sobre algo o alguien que ser el objeto del juicio de alguien más. Las perspectivas cambian según el lugar que se ocupe en la sala de un tribunal. Por esa razón, el texto leído en Mateo refiere de forma tajante el No Juzguéis…, porque el acto de juzgar es una espada de doble filo que apunta para ambas direcciones.

Recordemos el caso de la mujer adúltera que fue presentada ante Jesús (Juan 8:1–11). Quienes la juzgaban y pedían su castigo, que según la ley (Deuteronomio 22:22) no era otro que el de morir apedreada, fueron enfrentados por Jesús de una forma sutil y contundente. Él les dijo: “…El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7)

Poco a poco, los que le señalaron de pecadora y digna de muerte se fueron dispersando del lugar hasta que sólo quedaron Jesús y la mujer.

Aquí, es necesario traer varias cosas a colación

1) Para juzgar con propiedad a otra persona se necesita indefectiblemente estar libre de aquello que queremos acusar. Es decir, si quiero acusar de glotonería, yo mismo no debo ser un glotón. De lo contrario, me convierto no sólo en pecador sino también en hipócrita porque pido el castigo contra otros por algo que yo mismo practico; por lo tanto, si lo que se busca es el juicio justo, ambos deberíamos ser juzgados y castigados en igualdad de condiciones.

2) La misericordia y las segundas oportunidades van de la mano. De todos los presentes en aquel juicio improvisado, Jesús era el único con la autoridad moral para juzgar y cumplir la sentencia prevista en la ley contra tal mujer, pero no lo hizo. De hecho, sus palabras para ella fueron un “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿ninguno te condenó?” (verso 10), “…Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (verso 11).

3) En la multitud de juicios, el castigo se vuelve obligatorio. ¿Qué habría pasado si en lugar de retirarse del lugar a causa de su conciencia, todos los que acusaban a la mujer se hubieran quedado y sostenido su juicio contra ella? ¿Habría sido apedreada?

De no consentir en la aplicación de la sentencia, ¿Jesús habría invalidado la ley? Recuerde lo que el mismo Jesús dijo en Mateo capítulo 5 verso 17: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.”

4) Jesús fue ratificado por aquellos hombres como Juez justo. Si bien la intención inicial era provocarle o tratar de encontrar en él alguna falla con qué poder acusarle, lo cierto es que todos a una, reconocieron las aptitudes y calificaciones de Jesús para discurrir en cualquier caso.

5) Lo que se critica se practica. Este refrán popular, tuvo tanta vigencia en aquel entonces como la tiene hoy en día. Aquellos hombres no pudieron mantener su juicio contra la mujer porque reconocían que en sí mismos no estaban exentos de ese pecado en particular o de cualquiera otro semejante.

6) “El que esté libre de pecado”, Jesús no dijo “el que esté libre de adulterio” sino de pecado, o sea que no era un asunto de discriminación del crimen sino de generalización. Si pecas aún en una sola cosa, una vez, eres pecador. Sin excepción. Así que, ¿puede un pecador juzgar a otro pecador justamente?

Todo me es lícito

El propósito de la ley no era la limitación de las “libertades” de las personas sino el crearles conciencia sobre lo bueno y lo malo; sobre cómo sus acciones podrían repercutir negativa o positivamente sobre otros y no sólo sobre ellos mismos.

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