Una sola segunda venida

Estudios Bíblicos

Estudios Bíblicos Predica de Hoy: Una sola segunda venida

Estudio Bíblico Texto Biblico: Hebreos 12

I. PRIMER ARGUMENTO DE LA SEGUNDA VENIDA

a. LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

El primer argumento en pro de un advenimiento postmilenial es que la Biblia establece que la tierra será destruida o “conmovida” una sola vez más:

“La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles” (Hebreos 12:26-27).

Esta conmoción involucra todas las cosas creadas por Dios en los seis días de la creación; para luego recibir un “reino inconmovible” donde mora la justicia (vers. 28). Ahora bien, la destrucción del universo está vinculada con la segunda de Cristo (Mateo 24:29-31 y 2 Pedro 3:9-13). Por lo tanto, el milenio debe ocurrir antes de este catastrófico evento, porque después no habrá tierra para llevar a cabo un milenio, pues entramos a un cielo y tierra nueva (Ap.21:1; 2 Pedro 3:13).

LA DESTRUCCIÓN DE LA TIERRA Y EL UNIVERSO

El autor, en el capítulo doce de Hebreos, contrasta el monte Sinaí, donde Dios promulgó Su ley, y el monte de Sion, desde donde Él hoy nos amonesta. Cuando Dios entregó Su ley en el monte Sinaí la tierra fue conmovida: “...pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo” (vers. 26). Dios promete en este pasaje que en un momento determinado, “una sola vez más”, hará estremecer no sólo la tierra, sino que también el cielo.

La expresión “aún una vez”, significa “sólo una vez más” no dos ni tres, sino que “una vez más”. En esta única ocasión Dios conmoverá no sólo la tierra, sino que también el cielo. Inmediatamente después, el escritor del libro de Hebreos comienza a explicar o interpretar lo que acaba de decir en el versículo anterior. “Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles” (vers. 27).

“La remoción de las cosas movibles”, es decir, la destrucción de toda la materia física. La eliminación de esta tierra y todo el universo que la rodea.

Todo lo creado será completamente destruido

Para dar lugar a las cosas “inconmovibles” y eternas, a los cielos y tierra nueva que Dios creará. “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isaías 65:17; Apocalipsis 21:1). Esta mudanza de las cosas movibles, como cosas hechas, por las inconmovibles o eternas tendrá lugar “una sola vez”, de acuerdo con las inspiradas palabras del autor de Hebreos.

Estos hechos, naturalmente nos llevan a hacer las siguientes preguntas: ¿Cuándo sucederán estas cosas? ¿En qué momento ocurrirá esta conmoción, remoción, o destrucción del universo físico para dar paso al espiritual?

El Señor Jesucristo en el libro de Mateo 24:3 es abordado por los discípulos con este mismo tipo de preguntas:

“Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?

Posteriormente, en el versículo 29 el Señor establece un marco cronológico que demarca con absoluta claridad y precisión los acontecimientos que preceden la destrucción del universo y la segunda venida de Cristo:

“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas”.

La primera cosa que salta a la vista al leer el versículo es el factor tiempo: “E inmediatamente después de la tribulación”. Estas precisiones cronológicas son extraordinariamente importantes, porque nos ayudarán a entender más fácilmente el plan de Dios para el futuro como lo veremos más adelante. El pasaje continúa describiendo eventos cósmicos de colosal envergadura.

Quiero hacer notar que la brevedad de la narración para describir estos fenómenos cósmicos, no minifican en lo absoluto el grueso calibre de los eventos que comienzan a tomar lugar: “El sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas”.

La expresión “conmover”

Es la misma utilizada en Hebreos 12:26-27. Por lo tanto, esta similitud en el lenguaje revela que el evento descrito en Mateo 24:29 es el mismo que se relata en Hebreos, es decir, la destrucción final de la tierra y el universo; y como sabemos que la destrucción de la tierra y el universo sólo puede ocurrir una sola vez, estamos en presencia del temible día del fin del mundo.

Esta misma clase de lenguaje es utilizado por los profetas del Antiguo Testamento para describir, sin sombra de dudas, el colosal evento de la destrucción de la tierra y el universo:

He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; ... el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor. Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes… Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira ” (Isaías 13:9-11, 13).

“…y temblarán los cimientos de la tierra. Será quebrantada del todo la tierra, enteramente desmenuzada será la tierra, en gran manera será la tierra conmovida. Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará” (Isaías 24: 18-20).

Y cuando te haya extinguido, cubriré los cielos, y haré entenebrecer sus estrellas; el sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecer su luz. Haré entenebrecer todos los astros brillantes del cielo por ti, y pondré tinieblas sobre tu tierra, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 32: 7-8).

Muchos pueblos en el valle de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión. El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor…y temblarán los cielos y la tierra” (Joel 3:14-16).

Los fenómenos cósmicos en el sol y en la luna, la conmoción de los cielos y la tierra están presentes en todos los pasajes estudiados, y casi todos ellos están conectados con juicio en el gran día de Dios. Sin vacilar, este lenguaje inequívocamente nos ilustra el “día del Señor”, es decir, la segunda venida de Cristo (véase 2 Pedro 3:10-12).

Después de ver estos pasajes en el Antiguo Testamento volvamos al Nuevo para estudiar un pasaje que ilustra el pánico de que son víctima los seres humanos en todas partes en la inminente segunda venida de Jesucristo.

La inminente segunda venida de Jesucristo

Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas” (Lucas 21:25,26; véase también Marcos 13:24,25).

El vívido lenguaje de Lucas hace estremecer a cualquiera que lea estas cosas, pero también alienta a aquellos creyentes que en angustiosa vigilia esperan al Redentor en aquellos momentos de tribulación:

Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28).

Ahora bien, todos estos devastadores y portentosos fenómenos cósmicos, paralelamente relatados por Mateo, Marcos, y Lucas, son acompañados por la gloriosa segunda venida de Cristo:

Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30).

La segunda venida de Cristo será como el relámpago

La segunda venida de Cristo será como el “relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente” (vers. 27). El libro de Apocalipsis dice que “todo ojo le verá” (1:7). Esta venida será un evento grandioso, universal, visible a todos los que moran bajo el cielo y al mismo tiempo consumará el misterio de Dios, y sellará el destino eterno de todo ser humano que haya vivido en esta tierra. En esta única segunda venida es donde ocurre la resurrección general de los muertos y el “arrebatamiento” al cielo de los creyentes que estén con vida en ese momento:

Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31).

Por lo tanto, el orden de los eventos es como sigue: Primero, la tribulación: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días…” (Mateo 24:29a). Luego, la manifestación de fenómenos cósmicos de colosales proporciones (vers. 29b). En seguida, la segunda venida de Cristo en gloria y majestad (vers. 30). Y posteriormente, la reunión de todos los redimidos de todos los tiempos: “de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (vers. 31).

El momento de la segunda venida

La reunión de los creyentes que estén con vida en el momento de la segunda venida también es amplificada en Mateo 24:40: “Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada”.

Este es el mismo “arrebatamiento” descrito por el apóstol Pablo en su epístola a los Tesalonicenses: “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17); y es la misma verdad establecida en su primera epístola a los Corintios: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios 15:51-52).

El resto de los seres humanos que queden con vida en la tierra, por cuanto hicieron iniquidad, morirán en la destrucción de la tierra y el universo, y pasarán por medio de la muerte al juicio del “gran trono blanco” para luego ser lanzados a un lago de fuego y azufre que arde por los siglos de los siglos (Apocalipsis 20:10-15).

TESTIMONIO DE HAGEO

El profeta Hageo al igual que los escritores evangélicos, conecta la destructiva mano de Dios con la segunda venida de Cristo:

Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Hageo 2:6-7).

El pasaje dice: “…y vendrá el Deseado de todas las naciones”, esto es, sin sombra de dudas, la segunda venida de Cristo. “…y llenaré de gloria esta casa”; obviamente, esta casa es el tabernáculo de Dios en los cielos y tierra nueva donde morará con los hombres: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo” (Apocalipsis 21:3).

La segunda venida de Cristo es obviamente una sola

Ahora bien, este pasaje citado por Hageo es el que el autor de Hebreos interpreta como la “remoción de las cosas movibles” o destrucción del universo; aunque el escritor del libro de Hebreos no menciona la segunda venida de Cristo, sí lo hace el profeta Hageo; y eso es suficiente para establecer el punto; no obstante, el autor de Hebreos registra la ulterior manifestación de un “reino inconmovible” (Hebreos 12:28) que sólo puede darse en los cielos y tierra nueva, en la nueva Jerusalén, un mundo espiritual, eterno, donde la gloria de Cristo será la luz de las naciones por los siglos de los siglos.

Mateo 24:29-30 relata los fenómenos cósmicos que culminan con la destrucción o “conmoción” del universo y acompañan la segunda venida de Cristo. Hageo conecta esta misma destrucción o “conmoción” con la venida del “Deseado de todas las naciones” (Hageo 2:7) el cual es Cristo. Esta es la misma destrucción que el escritor de Hebreos interpreta como “aún una vez” o una vez más.

Por lo tanto, la segunda venida de Cristo es obviamente una sola, no dos, como lo plantea el premilenialismo, y esta única segunda venida da término a la historia universal con la completa destrucción de los actuales cielos y tierra que nos rodea para dar entrada a los “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13).

Maravillosamente, Dios ha provisto bastante más argumento para elaborar este marco de escatología.

EL TESTIMONIO DE JUAN

El apóstol Juan en el libro de Apocalipsis también registra un evento con similares características a las mencionadas en Mateo y otros libros de la Biblia:

Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; ... el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; ... las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar” (Apocalipsis 6:12-14).

La similitud del lenguaje hace obvio que estamos en presencia del mismísimo evento que venimos analizando. Fenómenos en el sol y la luna, en ambos pasajes las estrellas caen del cielo, con la única particularidad que en el pasaje de Apocalipsis se amplifica la idea mencionando que la luna se vuelve como sangre y las estrellas caen a la tierra.

La tierra pareciera ser el epicentro o punto de convergencia de las estrellas del universo. Si una estrella, del tamaño del sol, se acerca a regular distancia de la tierra, esta se evaporaría en cuestión de segundos. Es claro que este pasaje está relatando el mismo evento que Mateo en el capítulo 24:29.

Veamos más información.

EL TESTIMONIO DE PEDRO

En el sermón de Pedro a los israelitas en Hechos 2:20 leemos: “El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto”.

El lenguaje de Pedro aquí es el mismo que el encontrado en Mateo 24:29 y Apocalipsis 6:12-14 con la única exclusividad que Pedro agrega una pista muy importante. El apóstol conecta estos fenómenos que ocurren en el sol y la luna con el “día del Señor”. Luego, Pedro, en su segunda epístola amplifica la descripción del “día del Señor”, y los eventos que le acompañan son de la misma naturaleza que los que venimos estudiando:

El día del Señor: La segunda venida

Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas … esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2 Pedro 3:10-12).

Esto establece fehacientemente que el “día del Señor” y la segunda venida de Cristo es el mismo evento. Pedro expresa lo que los burladores dicen en relación a la segunda venida de Cristo: “Y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación” (2 Pedro 3:4).

El “día del Señor” o la segunda venida de Cristo

Luego, Pedro continúa reflexionando acerca de la incrédula actitud del mundo antediluviano que pereció anegado en agua, y nos exhorta diciendo: “Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (vers. 7).

Y concluye la idea con los calamitosos eventos que acompañan el “día del Señor” o la segunda venida de Cristo.

Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán” (Verss. 10-12). Y puesto que la tierra y el universo serán destruidos sólo una vez, siendo esta la ocasión, de acuerdo con Hebreos, estamos en presencia del día final, el fin del mundo.

Este es el día de Dios, grande y manifiesto de que hablaron todos los profetas del Antiguo Testamento. Después de esto, sólo entramos a un mundo espiritual y eterno: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13; véase Apocalipsis 21:1).

EL TESTIMONIO DE PABLO

Por otro lado, el apóstol Pablo para establecer el principio de retribución y consuelo en la segunda venida de Cristo aporta vital información. Pablo le escribe a los tesalonicenses lo siguiente:

Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron…” (2 Tesalonicenses 1:6-10).

Este pasaje clarifica enormemente el panorama. Pablo escribe a estos hermanos para consolarlos por causa de las muchas tribulaciones que algunos les estaban causando. Pablo les dice que cuando Cristo venga con sus ángeles les dará reposo y a aquellos que los atribulan, su debida retribución.

Aquí tenemos nuevamente el mismo evento que en el libro de Mateo 24:29-31, 2 Pedro 3:10-12; Apocalipsis 6:12-14. La segunda venida de Cristo acompañado de Sus ángeles “en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo”. La revelación de Cristo como se ilustra en este pasaje sella definitivamente el destino eterno de toda persona en esta tierra.

En un abrir y cerrar de ojos: La segunda venida

Los justos “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta” (1 Corintios 15:52), serán raptados y transformados para ir a vivir en las moradas que Cristo fue a preparar (Juan 14:2). Y los injustos serán destruidos con el “resplandor de su venida” (2 Tesalonicenses 2:8) para luego ir a terminar a un lago de fuego y azufre que arde por los siglos de los siglos, preparado para el diablo y todos los que le siguen (Apocalipsis 20:10,15).

La tierra y las obras que en ella hay serán quemadas, los elementos serán fundidos y deshechos, y el cielo se desvanecerá como pergamino que se enrolla para no haber nunca más memoria de él.

Los hechos registrados en este pasaje deberían inmediatamente hacer sonar una alarma con luz roja a aquel que cree que Cristo viene a instaurar un reino de mil años aquí en la tierra en Su segunda venida, porque este pasaje es explícito al establecer que la suerte de todo individuo en esta tierra queda sellada en la manifestación de Cristo, no existe una “segunda oportunidad” para nadie después de esto, como lo postula el premilenialismo.

Los que son atribulados encontrarán reposo en Su venida; y los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo recibirán la pena de eterna perdición. El destino de ambas clases queda finiquitado, porque la tierra y el universo es destruido completamente, no queda tierra para empezar un milenio con Cristo reinando en ella, ni tampoco queda gente sobre la cual Cristo pueda reinar. Por lo tanto, si va a haber un milenio, y sin duda lo habrá, tiene que ser antes de Su segunda venida.

La segunda venida de Cristo con sus ángeles

Resumiendo la información que hasta aquí tenemos, la segunda venida de Cristo con sus ángeles es acompañada con la destrucción del universo (Mateo 24:29-31); y puesto que el universo va a ser destruido sólo una vez, de acuerdo con Hebreos 12:26-27, el último evento aquí en la tierra es la gran tribulación: “E inmediatamente después de la tribulación…”.

La gran tribulación es el último registro histórico en esta tierra para después dar lugar a la gloriosa segunda venida del Mesías, el día del Señor, cuya venida definirá el destino eterno de toda persona en esta tierra (2 Tesalonicenses 1:6-10), para luego proceder a la total destrucción de la tierra y el universo que la rodea. Por lo tanto, el milenio debe ocurrir antes del fin del mundo.

El milenio debe ocurrir antes del fin del mundo

APOCALIPSIS 20:3-15

El capítulo 20 de Apocalipsis nos da este mismo delineamiento: Primero, el milenio (vers. 3), al final del milenio Satanás es suelto “por un poco de tiempo”, en este breve periodo de tiempo la gran tribulación toma lugar.

Los versículos 7 al 9 amplifican un poco más el ministerio de Satanás en este breve periodo. Satanás es suelto para confabular una última insurrección contra Dios, engañando a las naciones, bajo el mando del Hijo de perdición, cercando a Jerusalén, ciudad símbolo de la causa del Mesías; pero Dios hace descender fuego del cielo (vers. 9) y los destruye completamente. Posteriormente, el pasaje da a entender la consumación de las cosas, puesto que Dios envía a Satanás al infierno y da entrada al juicio final en un gran trono blanco donde Dios juzgará a cada persona que haya vivido en esta tierra (vers. 10-15).

La lógica de las Escrituras es sorprendente, cualquiera se puede dar cuenta que el criterio en la interpretación de todos los pasajes vistos es literal. Ninguno de ellos fue torcido o manipulado para forzarlo a decir otra cosa que lo que realmente revela.

La suma y ordenamiento lógico de todos los pasajes que se relacionan con la segunda venida de Cristo establecen claramente un marco de escatología postmilenial, es decir, Cristo viene con sus ángeles después del milenio, una sola vez, no en secreto, sino con gran voz de trompeta, para culminar la historia universal con el apoteósico evento de la destrucción de la tierra y el universo, dando entrada a un nuevo orden de cosas, espirituales y eternas, por el poder de Dios, y confinando a la pena de eterna perdición a aquellos que no conocieron a Dios ni recibieron “el amor de la verdad para ser salvos”.

III. TERCER ARGUMENTO DE LA SEGUNDA VENISA DE CRISTO

a. LA RESURRECCIÓN GENERAL DE LOS MUERTOS

El tercer argumento en pro de un advenimiento posmilenial, postribulacional es el hecho que cuando Cristo regrese ocurrirá la resurrección general de los muertos:

“En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:1-2).

Este pasaje relata un tiempo de angustia sin precedentes en esta tierra. Mateo 24:21-29 describe esta misma tribulación, y esto lo podemos inferir por la similitud del lenguaje, y por el hecho que esta tribulación es dramáticamente única en la tierra: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”. Daniel conecta este “tiempo de angustia” o tribulación con una resurrección general de muertos: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (12:2).

La gran tribulación con la segunda venida de Cristo

Y Mateo relaciona la gran tribulación con la segunda venida de Cristo: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días … Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; … y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (24:29-31).

Mateo no menciona una resurrección, pero fácilmente podemos concluir que este es el escenario por la información que Pablo nos entrega acerca de la segunda venida de Cristo en donde los muertos son resucitados.

Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:15-17).

La segunda venida de Cristo está conectada con la resurrección de los muertos

Y esto ocurre “inmediatamente después de la tribulación” (Mateo 24:29). El Señor, con voz de mando y con trompeta de Dios descenderá del cielo para concluir la historia universal y para pagar a cada uno según sus obras.

La trompeta escuchada en Primera de Tesalonicenses 4:16 es la misma que encontramos en 1 Corintios 15:52: “En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”; y esta voz de trompeta es la misma que escuchamos en Mateo 24:31: “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos…”.

Por lo tanto, la resurrección de los muertos es un evento postribulacional único que involucra ambas clases de muertos, justos e injustos para comparecer ante el trono de Dios en el juicio final.

Daniel, utiliza la expresión: “En aquel tiempo” al comienzo del pasaje, estableciendo un marco de tiempo específico para el cumplimiento de los eventos en análisis, corroborando que la resurrección de los muertos será un evento único a ocurrir al final de los tiempos. La resurrección general de los muertos, buenos y malos, es perfectamente deducible por la descripción que hace el profeta Daniel: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2).

Los impíos son castigados y los santos son recompensados:

Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (12:3). Todos los pasajes hasta aquí estudiados están en perfecta armonía unos con otros y establecen que la resurrección general de los muertos ocurre después de la gran tribulación en la segunda venida de Cristo.

Cristo dice en el evangelio de Juan: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:28-29).

Cristo nos exhorta a no sorprendernos por el hecho que en un día, es más, en una hora específica, los que están en los sepulcros escucharán Su voz y resucitarán; unos para bendición y otros para perdición. Quiero hacer notorio que si Cristo utilizó la palabra “hora” fue una precisión Suya para establecer que la resurrección de ambas clases ocurrirá simultáneamente para luego ser juzgados en el juicio final.

La tierra entregara a todos los muertos

La tierra abrirá su boca para entregar a todos los muertos de todas las edades para comparecer delante del trono de Aquel que escudriña “la mente y el corazón” (Apocalipsis 2:23), para ser juzgados según sus obras. Este pasaje bíblico inequívocamente corrobora el hecho que, tanto justos como injustos, serán levantados del polvo de la tierra al mismo tiempo. Ellos “oirán su voz” y resucitarán, unos para vida eterna y otros para condenación.

El pasaje en 1 Tesalonicenses 4:16 dice: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero”. La voz escuchada en este versículo es, sin vacilar, la misma voz omnipotente escuchada en Juan 5:28: “oirán su voz “, y a la orden de esta “voz” resucitarán todos los muertos, los que hicieron lo bueno y los que hicieron lo malo, unos para vida eterna y otros para condenación.

La voz de Cristo, la trompeta final, y la resurrección de los muertos son tres eventos que van de la mano, y todos ellos ocurrirán sólo una vez, cuando Cristo vuelva a la tierra para destruirla y para pagar a cada uno conforme a sus hechos.

Cualquier ser humano puede comprender que el lenguaje normal de toda la Biblia da a entender esta sucesión de eventos. Esta es la perfecta lógica de las Escrituras que define categóricamente el curso y orden de los eventos del futuro.

Estableciendo un marco de escatología postmilenial.

Es decir, que Cristo viene por segunda y única vez después del milenio, inmediatamente después de la tribulación, con voz de mando, con trompeta de Dios, y los muertos resucitarán incorruptibles, y los que viven serán raptados al cielo; los que queden en esta tierra serán destruidos por un fuego intenso (2 Pedro 3:10-12), quizás, proveniente de las estrellas que caen a la tierra (Apocalipsis 6:13), y pasarán a juicio a través de la muerte.

Vamos ahora a un pasaje encontrado en el libro de los Hechos:

Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos” (Hechos 24:14-15).

Pablo, más que pretender enseñar la simultaneidad de la resurrección de ambas clases de muertos, pareciera ser que está estableciendo la certeza del cumplimiento de este evento, porque en aquel entonces, no habían personas que enseñaran que la resurrección de justos e injustos estaba separada por un periodo de mil años. Pero, no obstante, la naturalidad del lenguaje utilizado por Pablo da clara impresión que la resurrección es un solo evento y comprende a ambas clases, justos e injustos, al mismo tiempo.

Cristo nos ilustra la misma verdad en el libro de Mateo:

Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 13:49-50).

La palabra resurrección no se encuentra en el texto, pero podemos perfectamente extrapolar que el escenario es la resurrección de los muertos por la interpretación que el Señor hace de la parábola del trigo y la cizaña en Mateo 13:37-43.

Cristo, en una oportunidad reprende a los judíos por su incredulidad, y les dice:

Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar” (Mateo 12:41).

De este pasaje podemos sacar una importante verdad por implicación. El Señor dice que los ninivitas se levantarán en el juicio final y condenarán a esa generación, porque los ninivitas se arrepintieron a la predicación de Jonás; y esto los pone en calidad de justos ante Dios en el día del juicio; y ellos se levantarán simultáneamente con aquellos injustos que Jesús reprende por su incredulidad. Todos resucitarán al mismo tiempo en el día del Señor.

El pasaje no menciona la palabra resurrección, pero utiliza la expresión levantar que es fígura de la palabra resucitar. El Señor utiliza algunas veces la expresión levantar para significar resurrección: “Porque como el Padre levanta a los muertos…” (Juan 5:21); “…aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:31). Pedro, refiriéndose a Cristo, dice: “…al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hechos 2:24), etc.

Luego el versículo 42 establece la misma verdad: “La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar” (Mateo 12:42). En ambos casos los inicuos y los justos se levantarán simultáneamente para ser juzgados en el día del juicio.

Apocalipsis 20:11-15 es otro pasaje que nos ilustra la misma verdad:

Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; ... los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. ... el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. ... la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”.

El apóstol Juan nos relata el grandioso evento de la resurrección de los muertos y el juicio final. En este colosal escenario, Juan dice haber visto a los muertos, “grandes y pequeños” ante la presencia de Dios. La expresión “grandes y pequeños” sólo puede significar totalidad, es decir, todos los muertos estaban ante Su presencia no sólo los perdidos como establece la postura premilenial para este pasaje bíblico.

La terminología “grandes y pequeños” es utilizada en otras cuatro ocasiones en la Biblia, todas ellas dan a entender totalidad en su respectivo contexto: “…y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes…” (Apocalipsis 11:18).

Es decir, a todos aquellos que temen Su nombre. Luego, otro pasaje dice: “…Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes” (Apocalipsis 19:5), es decir, todos Sus siervos que le alaban, indistintamente. “Para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballo y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes” (Apocalipsis 19:18). En este caso, la expresión “pequeños y grandes” es como una especie de resumen, significando la inclusión de todos.

Finalmente dice: “Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos…” (Apocalipsis 13:16). Aquí, la expresión “pequeños y grandes” significa todos sin excepción, es decir, todos los ricos y todos los pobres; todos los libres y todos los esclavos; cada uno de ellos, sin exceptuar a nadie.

Y si totalidad es el entendimiento normal de todos estos pasajes, ¿Por qué entonces deberíamos creer que “los muertos, grandes y pequeños” en Apocalipsis 20:12 es una excepción? ¿Cómo podríamos creer que “grandes y pequeños” sólo significa una clase de muertos, en este caso perdidos solamente, cuando el lenguaje es como el agua de claro al describir la resurrección general y simultánea de justos e injustos? Los muertos, “grandes y pequeños” son todos los muertos desde la sangre justa de Abel hasta la destrucción de la tierra y los cielos.

El pasaje luego dice que el mar entregó los muertos que había en él, y que también la muerte y el Hades entregó los muertos que había en ellos. Ahora bien, ¿Qué clase de muertos son resucitados en este momento? ¿Sólo los perdidos para ser condenados o todos los muertos en general?

El lenguaje incluye, indiscutiblemente, a todos los muertos. Si en este grupo de muertos sólo estuvieran los perdidos ¿para qué abrir el libro de la vida? ¿Para qué darse la molestia de verificar quien está inscrito o no en el libro de la vida si todos estos muertos son sólo los perdidos en espera de ser condenados y ser lanzados al lago de fuego? Nótese, que el pasaje dice: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (vers. 15).

Esto da a entender que en ese momento existe la posibilidad de que alguien este inscrito en el libro de la vida, como también de que no lo esté. Por lo tanto, la resurrección aquí en discusión contempla a ambas clases, justos e injustos, para ser recompensados o castigados de acuerdo a “las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (vers. 12).

El pasaje también enseña que los muertos serán “juzgados”, según sus obras (vers. 12-13). El pasaje no dice que los muertos serán “castigados”, según sus obras, ni tampoco dice que los muertos serán “recompensados”, según sus obras, como si hubiera una sola clase de personas presentes en el juicio, por la simple razón que se está llevando a efecto un proceso judicial que obliga a ambas clases de muertos, justos e injustos, a estar presentes para que sean juzgados, según sus obras, sean buenas o sean malas, y así poder emitir un juicio. Dentro de los varios significados que el Diccionario Sopena le da al término “juzgar” quiero que veamos dos: (1) “Sentenciar como juez y árbitro. (2) Comparar dos o más ideas y establecer sus mutuas relaciones.”

Ahora bien, la etimología de la palabra exige que debe haber dos ideas o conceptos para comparar, estableciendo sus mutuas relaciones con el objeto de emitir un juicio o sentenciar. De igual forma en el juicio final, para poder juzgar y emitir juicio es menester que ambas clases de muertos estén presentes, puesto que si no es así, cómo se podría “comparar o establecer mutuas relaciones”. Ambas clases de muertos deben estar juntos para poder juzgar y dictaminar sentencia, para poder serle fiel a la etimología del término “juzgar”.

Suponer que este juicio es sólo para los perdidos es destruir la perfecta armonía del contexto, y destruye la esencia del significado del término “juzgar” en favor de una postura escatológica absolutamente artificial, como lo es el premilenialismo.

Creo oportuno hablar acerca de un pasaje bíblico que habla de una “primera resurrección” en Apocalipsis 20:4-5:

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; ... vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección”.

Para el entendimiento de este pasaje lo primero que hay que definir es la ubicación de los tronos vistos por el apóstol Juan. El pasaje dice que: “…reinaron con Cristo mil años”, por lo tanto, si su reinado es con Cristo, estos tronos están donde Cristo está reinando, es decir, a la diestra de Dios en las alturas; y, obviamente, desde allí ellos reinan con Él.

Ahora definamos la naturaleza de este especial grupo de personas. El pasaje dice que son: “las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios”; es decir, son mártires por la causa de Cristo, por lo tanto, esto descarta la posibilidad que esta primera resurrección incluya a todos los salvos de todas las edades al comienzo del milenio como lo plantea el premilenialismo.

El porcentaje de mártires a través de todas las edades pasadas, es insignificante en comparación al grueso total de salvos en la historia de esta tierra. La resurrección general de muertos es al final de los tiempos en la segunda venida de Cristo.

Pero la resurrección que tenemos en este pasaje es de una reducida elite de creyentes mártires, a los cuales Dios facultó para que resucitaran como primicias al comienzo del milenio (1 Corintios 15:23), para presenciar, desde el cielo, el cumplimiento del propósito eterno de Dios que hizo en Cristo el Señor (Efesios 3:11).

No se puede ser dogmático en la identificación de este pequeño cuerpo de mártires por la dificultad del lenguaje simbólico en el que todo el libro de Apocalipsis está escrito, pero parece ser que estos mártires son aquellos: “…que siguen al Cordero por dondequiera que va” (Apocalipsis 14:4-5).

Este es el total de hermanos, desde la sangre justa de Abel hasta el comienzo del milenio que dieron sus vidas por la causa del evangelio. Su hora ha llegado, ya que “no aceptaron rescate, a fin de obtener mejor resurrección” (Hebreos 11:35-40).

Dios, que no olvida, ha provisto un premio para ellos. Cristo los resucita para que reinen a Su diestra mientras que el evangelio irrumpe victorioso contra las “puertas del Hades” aquí en la tierra. Ellos también parecieran ser el grupo de hermanos que Juan menciona en otros lugares del libro de Apocalipsis: “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el números de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos” (Apocalipsis 6:9-11; véase también Apocalipsis 7:4-8; 14:1-5).

IV. CUARTO ARGUMENTO DE LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

a. EL JUICIO FINAL

El cuarto argumento en pro de un advenimiento posmilenial, postribulacional es el hecho que en la segunda venida de Cristo todos los seres humanos resucitarán para comparecer simultáneamente ante el trono de Dios en el día del juicio final.

Este juicio no será solamente para juzgar la culpabilidad o inocencia de cada ser humano allí presente, sino para poner de manifiesto y para conformidad de todas las criaturas inteligentes en el universo de Dios, que los juicios del Señor son justos y verdaderos.

En aquel día solemne, el Omnipotente, revindicará Su obra redentiva en Jesucristo, el Señor; y abrirá los portales celestiales para eterna bendición a aquellos que recibieron el amor de la verdad para ser salvos y confinará a la pena de eterna perdición, separados de Su presencia a aquellos que no conocieron a Dios, ni obedecieron el evangelio de Jesucristo: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre“ (Filipenses 2:10-11).

Todos estarán de pie ante el trono de Dios en este grandioso escenario; aquellos que están inscritos en el libro de la vida comprenderán y apreciarán la misericordia que Dios tuvo para con ellos y le expresarán eternamente su gratitud en los cielos nuevos y tierra nueva que Dios ha preparado para ellos; y aquí también cesará la arrogancia de los soberbios, y la altivez de los fuertes será abatida, cuando Dios se levante para juzgar la tierra y los que en ella moran, y los que no se hallaron inscritos en el libro de la vida fueron lanzados a un lago de fuego y azufre que arde por los siglos de los siglos (Apocalipsis 20:10, 15).

Para establecer el hecho que tanto justos como injustos serán juzgados simultáneamente estudiemos algunos pasajes bíblicos relevantes:

 Un pasaje bíblico que comunica con fuerza el hecho que el juicio final es un evento único que ocurre al final de los tiempos se encuentra en el libro de Los Hechos de los Apóstoles:

“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (17:30-31).

Dios ha establecido un día para juzgar al mundo en justicia por medio de Cristo, es decir, el Señor ha designado un momento específico para juzgar a todo ser humano que haya vivido en esta tierra. Dios no ha establecido un día para juzgar a los justos y otro día para juzgar a los injustos con un intervalo de mil años entre ambos eventos. Por lo tanto, si el juicio final es un solo evento que se realizará en un punto específico en el tiempo, esto significa que ambas clases de personas, justos e injustos, deben estar presentes.

El apóstol Pablo nos dice que:

Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios. Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Romanos 2:5-16).

El apóstol establece que habrá un juicio en el cual Dios pagará a cada uno conforme a sus obras: ira y enojo, para aquellos contenciosos que no se arrepintieron, ni obedecen a la verdad; y vida eterna para aquellos que, “perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad”. El pasaje dice que Dios: “pagará a cada uno conforme a sus obras”.

La expresión: “a cada uno”, da a entender que todo ser humano, de ambas clases, estará en la presencia de Dios para ser juzgado conforme al evangelio de Jesucristo. Los “secretos de los hombres” significa los secretos de todo hombre que haya vivido en este planeta, sea judío o gentil, los cuales serán revelados en la presencia de Aquel que escudriña la mente y el corazón, y que pagará a cada uno según sus obras (Apocalipsis 2:23).

La expresión: “…pagará a cada uno conforme a sus obras” es idéntica a la encontrada en Mateo: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (16:27). Este pasaje es definitivo para el efecto de establecer un juicio simultáneo de ambas clases, porque conecta este “juicio” con la venida del Señor Jesucristo con sus ángeles, es decir, cuando Cristo regrese, ambas clases de muertos serán juzgados simultáneamente de acuerdo con Romanos 2:5-16, y esto destruye la hipótesis de la existencia de dos juicios distintos, uno para los perdidos y otro para los salvos con un intervalo de mil años.

Posteriormente, Marcos amplifica la idea de Mateo 16:27, diciendo: “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (8:38). Marcos establece que Cristo en Su segunda venida se avergonzará de aquellos que se avergüencen de El y Su palabra. Esta clase de manifestación es sólo demostrable y factible de realizarse en un contexto de juicio.

En Mateo 10:32-33 dice: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”. La generación que existió y vivió durante el ministerio de Jesucristo aquí en la tierra será juzgada en presencia de Dios, basándose en su “negación” o “confesión” en la persona del Hijo del Hombre.

Este momento de “rendir cuentas” no puede ser otro evento que el juicio final, y establece que tanto los que “confesaron” Su nombre como los que le “negaron” estarán en presencia de Dios; y si esto se aplica a la generación que vivió en tiempos de Jesús, también se aplica a todas las otras, porque el juicio de Dios será uno sólo, e incluirá a todo ser humano, creyentes e incrédulos.

Luego, Mateo 7:22-23 dice: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

Este pasaje establece retribución para aquellos incrédulos que reclaman ciertos derechos en relación a algunas obras que hicieron, pero aparentemente no llenaron el vaso de justicia que Dios exige, porque los desconoce, y les increpa a apartarse de El.

La expresión: “apartaos de mí” es singularmente usada en contexto de juicio, y la encontramos sólo una vez más en Mateo 25:41: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel y no me visitasteis…”. Este pasaje, simplemente, es una amplificación del pasaje que el Señor describe en Mateo 7:22-23, con la única diferencia que aquí el Señor ilustra el juicio de ambas clases de personas, figurativamente representadas como “ovejas y cabritos” (Mateo 25:32-33).

Todos estos pasajes establecen armónicamente la premisa que el juicio final contempla la presencia de todo ser humano para que sea juzgado según sus obras.

Para establecer más fehacientemente el punto, estudiemos una de las parábolas dichas por el Señor:

De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 13:40-43).

No es un principio exegéticamente válido extraer doctrina de parábolas, pero sí podemos obtener doctrina de una parábola interpretada por Cristo mismo, como es en este caso. En este pasaje, el Señor interpreta la parábola del trigo y la cizaña que enseñó inicialmente en Mateo 13:24-30, y nos ilustra que en Su segunda venida, la cual es acompañada de Sus ángeles, los injustos serán arrancados de Su reino para ser echados en un horno de fuego; y los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. Este es el mismo lenguaje encontrado en el libro de Daniel que dice: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3).

En el libro de Mateo encontramos la segunda venida de Cristo con Sus ángeles en directa conexión con “el fin de este siglo” para juicio de aquellos que hacen iniquidad. En esta venida, también los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. Incuestionablemente, esto establece que en la segunda venida de Cristo el destino de todo ser humano se define eternamente, la cizaña al horno de fuego y el trigo al granero. El lenguaje no puede ser más gráfico para ilustrar un juicio simultáneo de ambas clases.

Demos ahora paso a otro importante pasaje de la Escritura que es categórico para establecer el punto que venimos tratando:

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (Mateo 25:31-32).

Aquí nuevamente tenemos una descripción de la segunda venida de Cristo en compañía de sus ángeles. Este pasaje es simplemente una extensión de los eventos que ocurren en Su segunda venida, la cual comienza a relatarse en Mateo 24:29-31.

Por la descripción que Cristo hace de la situación, y por el epílogo de este proceso judicial es fácil suponer que estamos en presencia del juicio final: “E irán éstos [los injustos] al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:46).

Ahora bien, el texto bíblico ilustra a Cristo sentado en un trono de gloria para juzgar a las naciones, es decir, Dios juzgará a todos los seres humanos de todas las nacionalidades de todos los rincones de la tierra. No debemos entender este pasaje como si Dios fuera a juzgar a los países en términos nacionales, eso no puede ser, puesto que todos sabemos que en todos los países hay gente justa e injusta.

En el juicio final, Dios sólo tratará con personas individualmente, las cuales deberán rendir cuenta de sus hechos. El evento en el cual: “serán reunidas delante de él todas las naciones” (vers. 32) es el mismo evento encontrado en Apocalipsis 20:12: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios”. En este juicio, Dios, dará un tratamiento personalizado a cada ser humano que haya vivido en esta tierra, por lo tanto, aquí podemos establecer que en el juicio final Dios juzgará simultáneamente ambas clases de personas, justos e injustos, y serán separados al mismo tiempo unos de otros, tal como hacen los pastores con sus rebaños que se mezclan con los cabritos. El destino de ambas clases queda aquí sellado por la eternidad.

El juicio final para ambas clases de personas también es descrito en otro lugar de la Escritura:

Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra” (Apocalipsis 11:18).

El principio de que ambas clases de personas son juzgadas simultáneamente es perfectamente deducible por la claridad del lenguaje bíblico en este pasaje. El escenario es el juicio en el gran trono blanco donde Dios se sienta a juzgar: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios...” (20:11-15). Todos los seres humanos estarán allí presentes para ser juzgados: Sus siervos, profetas, santos, grandes y pequeños, y los que destruyen la tierra. Este pasaje establece, en forma elocuente, una vez más, que el juicio de los justos e injustos ocurre al mismo tiempo.

V. EL QUINTO ARGUMENTO DE LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

El quinto argumento en pro de un advenimiento posmilenial, postribulacional es el simple hecho que el Nuevo Testamento revela una sola segunda venida de Cristo.

Esta proposición parece demasiado obvia, pero en vista que el premilenialismo ha establecido que la segunda venida de Cristo se ha de efectuar en dos fases, se hace necesario esclarecer que su segunda venida es en una sola fase.

Ahora bien, la idea de un advenimiento en dos fases procede de un marco de pensamiento premilenial, que plantea que en la primera fase de esta segunda venida, Cristo viene secretamente en las nubes para llevarse a todos sus santos al cielo antes que ocurra la gran tribulación, y la segunda fase de esta venida, siete años después, Cristo viene con sus santos a establecer un reino físico de mil años en esta tierra.

Esta postura en realidad plantea “dos venidas”, pero ¿enseña esto la Biblia? Absoluta y categóricamente no. La Biblia enseña que habrá una sola segunda venida de Cristo, y cuando venga, déjenme decirles, no será en secreto, “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27). Esto es exactamente lo opuesto a una venida en secreto. Luego el apóstol Pablo hablando de la segunda venida del Señor dice: “…con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo” (1 Tesalonicenses 4:16).

Este es el pasaje que se utiliza para enseñar una “venida en secreto”, pero lo que el versículo describe, a toda vista, es todo lo contrario. El pasaje dice que Cristo vendrá “con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios…”.

Parece obvio que Dios intenta hacer notoria Su venida, aun más notoria que cuando descendió en el monte Sinaí para promulgar Su ley con gran voz de bocina y grande estruendo, de tal forma que estremeció los cimientos de la tierra donde estaban los judíos, “...pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo” (Hebreos 12:26). Así como la tierra será destruida una vez más, así también Cristo regresará a esta tierra sólo una vez más, y cuando lo haga será visible a todos.

Cada pasaje que describe la segunda venida de Cristo en el Nuevo Testamento posee su propio sello distintivo, es decir, no todos los pasajes relatan los mismos eventos que acontecen en Su venida, en algunos casos, por ejemplo: la segunda venida de Cristo está conectada con la destrucción del universo y un rapto, como en Mateo 24:29; en otros pasajes está conectada con la resurrección de los muertos, como en 1 Corintios 15:51,52; en otros, a un rapto y resurrección de los muertos, como en 1 Tesalonicenses 4:16-17.

Para ilustrar sorpresa, como en 1 Tesalonicenses 5:2-7; y en otros, está conectada con el aniquilamiento del hombre de pecado 2 Tesalonicenses 2:8; etc. Cada pasaje que describe la segunda venida de Cristo posee características propias, utilizadas por Dios, para ilustrar mejor la verdad que desea comunicar.

El Señor muestra los eventos que son pertinentes a Su venida en contexto con la temática que se viene discutiendo, no se puede esperar que Dios nos repita las mismas palabras y los mismos eventos en cada caso, y no por esto vamos a pretender establecer otra venida, porque las palabras no son estrictamente las mismas.

Hablar de una “tercera” venida de Jesucristo a todos nos sacaría una sonrisa de la cara, pero eso es lo que el premilenialismo realmente enseña, y todo esto simplemente para poder darle cabida al supuesto reino terrenal que el interpretador premilenial trae preconcebido en su mente. Un error siempre trae consigo otro, no se puede esperar que el fruto del error sea la verdad y viceversa.

Si el premilenialista descarta la idea de un reino terrenal en su mente, él podría armonizar y organizar sin dificultades la escatología bíblica, y así no tendría para que hacerle “gimnasia” y forzar los claros pasajes del Nuevo Testamento y concluir con desatinos como el decir que la segunda venida de Cristo es en dos fases, que es lo mismo que decir que viene una tercera vez.

Cristo vuelve, una vez más, al final de los tiempos: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27). Este pasaje, aparte de establecer la certeza de la única segunda venida del Señor con todos sus santos ángeles (véase Mateo 24:30-31, 2 Tesalonicenses 1:7), también comunica que viene a ejecutar juicio “a cada uno según sus obras” (véase Mateo 25:31-46).

Cristo vendrá a esta tierra una sola vez más, y cuando lo haga será con gran “poder y gran gloria” (Mateo 24:30), y su presencia se hará manifiesta de tal forma que “todo ojo le verá” (Apocalipsis 1:7). El resplandor de Su gloria en Su venida alumbrará toda la tierra y destruirá la última resistencia del enemigo (2 Tesalonicenses 2:8), y todas las tribus de la tierra se lamentarán “y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”.

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