El Gran Tema de la Fe

CAPÍTULO 11: (Estudio 11D) La Fe Que Sostiene Como Viendo al Invisible

Así nos habla el escritor, en la continuación de su descripción de estos héroes de la fe:

22 “Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos”.

He aquí otro personaje digno de imitar su fe. Su vida es un testimonio de lo que significa agradar a Dios desde la juventud, por encima de unos hermanos perversos y un padre engañador y complaciente. Después que se dio a conocer ante sus hermanos, y sabiendo del Dios de la promesa, y que el destino final para su gente era llegar a la tierra prometida, vislumbró por fe el día cuando eso sucedería, y por esa misma fe pidió que sus huesos fuesen llevados a esa tierra en lugar de ser embalsados y enterrados en Egipto, sabiendo que con toda propiedad lo hubieran podido hacer.

Como ya lo habíamos dicho anteriormente, la fe auténtica va más allá de la muerte, y aunque no se cumpla en vida la promesa, queda pendiente para la posteridad su cumplimento. Entonces José, como un tipo de Cristo, es un modelo de la fe del creyente.

Mis hermanos, un elemento interesante en la vida de José fue reconocer que su pueblo sería esclavizado, pero que llegaría el día cuando ellos serían liberados, y cuando eso sucediera, entonces sus huesos también quedarían en libertad. ¡Eso es tener fe! Así que, cuando él estaba próximo a morir, expresó su confianza en una liberación futura.

Semejante fe nos debe ayudar a ver el día de nuestra total liberación, y el cumplimiento de las promesas divinas. El pueblo de Dios camina hacia la tierra prometida y debe superar cada etapa donde se vea alguna esclavitud, declarando que a libertad fuimos llamados. ¡Vivamos con la fe de un José, que se mantuvo con la visión puesta en la tierra prometida!

Ahora el escritor nos trae a la memoria otro gigante de la fe, nos referimos a Moisés. Esto dice:

23 “Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey”.

Mi amada gente, si bien es cierto que Moisés es una de las figuras más extraordinarias del Antiguo Testamento, y de los más reconocidos por el pueblo de Israel, él no sería nada si no hacemos justicia a lo que dice este texto. Por la fe de sus padres, corrieron todo el riesgo de ser muertos por desobedecer el orden del rey.

Así que si Moisés fue un gigante en la fe, anteriormente había tenido unos padres, y en especial una madre, llenos de fe, escondiéndole después que nació, por tres meses. Al hacerlo, Dios bendijo la fe de sus padres. Así que podemos llamar la fe de ellos como “la fe que toma riesgos”. La fe debe tomar riesgos para que sea fe.

Pero veamos ahora a Moisés ya crecido, manifestando también una gran fe:

24 “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón”, 25 “escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado”, 26 “teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”.

Mi apreciada gente, cuando uno lee el versículo 24 de esta galería de la fe, está obligado a comentar lo que hizo Moisés en medio del más grande, dominante y temido imperio, como lo fue el de Egipto con sus faraones. Rehusar llamarse “hijo de la hija de Faraón”, parecería una locura.

Eso implicaba perder todos los privilegios, quizás hasta poder llegar a ser un futuro monarca de aquella nación. En esto consiste la fe de un real creyente. Al rehusar lo que sería una vida de placer, de reconocimientos, privilegios y “deleites temporales del pecado”, por la otra que se identificaba con los maltratados del pueblo de Dios. ¡Así fue la fe de Moisés! La fe que menosprecia lo que los hombres más aman, por lo que Dios tiene reservado para los que siguen su voluntad y su Palabra. Así fue la fe de este hombre.

Y luego el autor nos dice:

27 “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”.

Mis amados, la fe de un hombre como Moisés lo empujó a salir del palacio real, para luego vivir en la más indeseable condición; sin embargo, consciente de esto prefirió vivir en el desierto, en compañía de Dios, que vivir en el palacio en compañía de dioses paganos.

La fe real

La fe real es aquella que no le teme a la ira del rey humano, si ésta obedece al Rey de los cielos. La fe real es aquella que nos hace salir de lo seguro y cómodo, para transitar por el camino de Aquel que aunque no se ve, pues es “invisible”, al final Él será el encargado de llenar la vida de un significado más grande que no lo puede dar un palacio.

Mi muy amada gente, ver a Moisés desechando los atractivos de los deleites temporales, es ver a un hombre realmente de fe. Verlo escoger los vituperios de Cristo en lugar del pecado, es mostrarnos la manera de un hombre realmente lleno de fe.

Es esa fe la que le sostendrá cuando tenga que enfrentar al faraón, al cual seguramente éste conocía muy bien, pero sobre todo, al verlo con una fe capaz de creerle a Dios y ser testigo de los más sorprendentes milagros. Así también nosotros, necesitamos levantar nuestra fe por encima de aquello que nos da una satisfacción pasajera.

El autor también nos presenta otro elemento que hizo a Moisés un gigante de la fe, cuando nos dice:

28 “Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos”.

¿En qué consistía la fe de celebrar la pascua, la que sería instituida y que hasta Jesús la comería después? La presente fe consistía en su creencia en la promesa de aquel que reconoció como su invisible Dios, creyendo además que el ángel destructor pasaría, no entraría y no tocaría a los primogénitos en las casas rociadas con la sangre (Ex. 12:23). Esto es en esencia el significado de la palabra pascua, “pasar”.

Él creyó en la sangre derramada y colocada en el dintel de las casas, figura de lo que después haría Cristo al morir en la cruz. A través de lo cual habría una destrucción de los primogénitos egipcios, pero los de Israel estarían a salvo. ¡Así fue la fe de este hombre! La fe del creyente debe celebrar con certeza la promesa divina, la que al final se cumple a favor de su pueblo.

Y finalmente, el autor nos dice esto respecto a la fe de Moisés:

29 “Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados”.

Amada familia, ¡la fe tiene niveles que necesitan ser explorados! Creer que Dios puede abrir caminos en el mar, es un asunto que rompe toda lógica e imaginación humana. Creer que Dios puede trazar un canal en una masa de agua para que una multitud, de unos dos millones de personas que incluía ancianos, niños, animales, hombres y mujeres, verdaderamente es un acto de fe.

Previo a esto, cuando Moisés oraba a Dios por la queja de una muerte segura para la gente, por la acción del ejército egipcio que los perseguía, y aceptando el reto divino para que dirigiera al pueblo a marchar, Moisés creyó en el poder de Dios y con la vara levantada, golpeando el agua, estas se amontonaron para que este glorioso milagro ocurriera.

En consecuencia mis amados, necesitamos despertar la fe que está en nosotros para ver los milagros modernos. Necesitamos poner nuestra fe en lo alto, para creer que Dios es capaz de hacer cosas que jamás hemos visto antes, y que pensamos que jamás pasarían.

Que Dios nos dé el gozo de vivir por fe y no por vista, de tal manera que toda nuestra vida sea un milagro viviente tanto que otros puedan imitar mi fe. Que seamos hombres y mujeres de fe. Que también nuestros nombres se inscriban en una galería de fe, como la de este capítulo 11. Que así sea. Que el Señor nos bendiga ricamente. Amén.

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Julio Ruiz
Pastor en Virginia en los Estados Unidos, con 42 años de experiencia de los cuales 22 los dedicó en Venezuela, su país de origen. El pastor Julio es Licenciado en Teología y ha estudiado algunas cursos para su maestría en Canadá.

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