Estudios Bíblicos
Estudios Bíblicos Predica de Hoy: ¿Por qué nos bautizamos?
Estudios Bíblicos Lectura Bíblica de Hoy: Mateo 3:13-17
Tema: Sermón acerca del bautismo
INTRODUCCIÓN:
Se cuenta de un pastor quien realizó una sencilla ceremonia de boda en su oficina. Acto seguido fue con el nuevo esposo a prepararse para su bautizo. El predicador se alegró mucho de que el joven declarara su compromiso con Cristo el mismo día que le profesaba su amor a su esposa.
Cuando el pastor y el candidato entraron al baptisterio al comienzo del servicio, el pastor quedó atrapado en la euforia espiritual del momento. Condujo al candidato al lugar apropiado, levantó su mano hacia el cielo y dijo: “¡Feliz y santa es la hora cuando un hombre y una mujer se unen en los lazos del matrimonio – y también en el bautismo!
En el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ¡Amén!”. Por lo tanto, cada aniversario de boda ese hombre recordaría el día en el que selló su compromiso con Cristo y con su novia. Pero no siempre el bautismo es tan significativo para muchos.
No todos le dan la importancia que esto demanda. Bien se podía decir que la voluntad para bautizarse está totalmente relacionada con la experiencia al momento de mi entrega al Señor.
Lo que vemos en la Biblia es un binomio inseparable: “El que creyere y fuera bautizado será salvo”. Ver, pues, a un nuevo creyente tomar la decisión de bautizarse, es ratificar su compromiso y su identificación con Cristo. ¿Por qué nos bautizamos?
I. NOS BAUTIZAMOS POR UN ACTO DE OBEDIENCIA
1. “Por tanto id y haced discípulos… bautizándoles…” (Mateo 28:19-20)
Después de la resurrección de Cristo, él les dejó a sus discípulos tres instrucciones que siguen siendo el corazón mismo de nuestra obra evangelística y misionera: hacer discípulos, bautizar a los que creen y enseñarles sus mandamientos. Hay otras religiones que bautizan a su gente como parte de sus rituales para otros propósitos de sus cultos, pero nuestra razón responde a las palabras de Cristo.
Él nos ha ordenado hacerlo al haber instituido su Gran Comisión. Bien podríamos hablar de otras razones para bautizar, pero la nuestra es porque Jesús nos dijo que lo hiciéramos. La Gran Comisión tiene dos imperativos para ser cumplidos. El primero es “id”. Esto habla de salir, de buscar y encontrar a alguien para hablarle de Cristo.
Normalmente en ese encuentro, al hablar de Cristo, presentamos el plan de salvación, y es allí donde se da el otro imperativo “haced discípulos”. Ese es el momento de explicarle a la persona lo que Felipe le explicó al etíope: “Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús” (Hechos 8:35). Felipe obedeció el mandato sobre la necesidad de bautizar al etíope.
2. “Enseñándoles todas las cosas que os he mandado”
En ese acto de obediencia, Jesús habló de la necesidad de enseñar todas las cosas con la finalidad de hacer discípulos estables, sólidos y preparados para toda buena obra, pero también para estar firmes frente a las tormentas de la vida.
Se cuenta que un equipo de camarógrafos de noticias de televisión estaba asignado en el sur de Florida filmando la destrucción generalizada del famoso huracán Andrew. En una escena, en medio de la devastación y los escombros, una casa permaneció levantaba sobre sus cimientos.
El dueño estaba limpiando el jardín cuando un reportero se le acercó, y le preguntó: “Señor, ¿por qué su casa es la única que queda en pie?” preguntó el reportero. “¿Cómo te las arreglaste para escapar de los severos daños del huracán?”. “Yo mismo construí esta casa”, respondió el hombre.
“También la construí de acuerdo con el código de construcción del estado de Florida. Cuando el código requería armazones de techo de 2×6, usé armazones de techo de 2×6. Me dijeron que una casa construida de acuerdo con el código podría resistir un huracán. Lo hice, y la casa resistió la prueba del huracán. Supongo que nadie más por aquí siguió el código”. Eso es obediencia. La obediencia es una característica de los seguidores de Cristo.
II. NOS BAUTIZAMOS COMO TESTIMONIO PÚBLICO
1. “¿Qué impide que yo sea bautizado?” (Hechos 8:16)
Definitivamente cada profesión de fe vista en el Nuevo Testamento fue confirmada a través del bautismo. Observemos estos casos. Felipe le predicó de Jesús al etíope, y la petición inmediata fue la de ser bautizado. No sabemos si hubo más personas en aquel bautizo, pero allí estaba un hombre con un deseo en su corazón de confesar y testificar a Cristo, y lo hizo a través del bautismo.
Cuando el carcelero de Filipos respondió a la predicación de Pablo y Silas, él y los miembros creyentes de su familia fueron bautizados (Hechos 16). Él y toda su familia testificaron en presencia de los demás acerca de la experiencia de la salvación por medio de Cristo. Lo mismo pasó con Lidia de acuerdo con (Hechos 16).
Cornelio con toda su familia y sus sirvientes fueron bautizados después de la predicación de Pedro (Hechos 10). Para todos ellos, el bautismo era un testimonio público de su decisión, una expresión externa de su nueva fe y forma de vida. Al bautizarte, al igual que estos hermanos citados, estás diciéndole al mundo que no te avergüenzas del evangelio. Que confiesan públicamente a Cristo como tu salvador y Señor.
2. Somos bautizado en la muerte de Cristo (Romanos 6:1-4)
Así es, al momento de ser bautizados testificamos de la triple obra salvadora de Cristo: Su muerte, sepultura y resurrección. Como el bautismo es un símbolo, al momento que esto ocurre, nuestra imaginación se va a la sepultura, la tumba y su resurrección a la vida. La figura de un nuevo creyente caminando en el agua, sumergiéndose y saliendo, nos muestra lo que Jesús hizo para salvarnos.
El testimonio de Pablo sobre esto lo confirma de acuerdo con (1 Corintios 15:1-4). Lo que Pablo había recibido por información de otros o por revelación directa del Espíritu, era que “que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”.
Eso es el simbolismo público del bautismo. Por otro lado, el bautismo es también un testimonio de lo que sucede con la salvación misma. De acuerdo con Romanos 6:3 al momento de la salvación hemos sido “bautizados en Cristo Jesús” y “en su muerte”. Hay muchos bautismos, pero ser bautizado en Cristo es la experiencia más grande.
3. Somos bautizados frente a testigos de este acto (Mateo 3:7).
El bautismo de Jesús fue en el rio Jordán donde se dice que había mucha agua, pero también mucha gente. Jesús fue bautizado teniendo como testigos a fariseos, soldados y la gente del pueblo.
Él tuvo como testigo a la gente que después le condenarán y a soldados romanos, los encargados de las ejecuciones de la cruz. Pero, sobre todo, el bautismo de Jesús tuvo como testigos al Espíritu Santo en forma de paloma y al Padre quien afirmó desde los cielos su complacencia, diciendo: “tú eres mi Hijo amado”.
Es una bendición para el nuevo creyente contar también con los testigos de ese acto. Los que acompañan hoy a estos nuevos creyentes están siendo testigos de la fe depositada de estos amados en Cristo y la decisión de decirles a todos que mueren a su vieja vida y se levantan para andar en vida nueva.
Anhelamos que este acto público sirva para predicar a todos los presentes el glorioso evangelio de Cristo. Que la valentía de estos creyentes al dar este paso de obediencia sirva para provocar en cada presente el tener una experiencia similar de salvación y también un día ser parte de un momento similar a este. Que el Padre celestial también sienta regocijo por tu bautizo.
III. NOS BAUTIZAMOS PARA SER PARTE DE LA IGLESIA
1. “Y el Señor añadía cada día a la iglesia…” (Hechos 2:47b)
La iglesia desde el mismo comienzo concibió el concepto de hacer miembros en su seno a aquellos que habían nacido de nuevo como resultado de recibir a Cristo. Sin esto, nadie formaría parte de la comunión de los santos. Cuando llegó el día de Pentecostés, también se cumplió la llegada del Espíritu Santo.
Ese día Pedro predicó su primer sermón. La gente quedó muy compungida y se preguntaron “¿qué haremos?”. La respuesta de Pedro fue: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (v. 38).
Después del sermón de Pedro, tres mil personas recibieron la salvación por medio de Cristo, y se bautizaron, y se añadieron a la iglesia ese mismo día. Esto comprueba que el bautismo es la puerta de entrada a la iglesia del Señor.
Entiéndase con esto, primero, la experiencia de la conversión. No se añade a alguien a la iglesia sin ser un creyente bautizado. El único caso que tenemos de un creyente que no pudo bautizarse en la Biblia fue el ladrón arrepentido. Bueno, en su caso, él estaba partiendo con Cristo mismo, según la promesa hecha. Para los demás esta es la condición.
2. Ser parte de su comunión (v.47a)
Con el bautismo el creyente entra a la iglesia como miembro, pero entra comprometido con su Señor. De los creyentes de la iglesia del primer siglo se nos dice que ellos perseveran en comunión en el templo, y en el compañerismo, “partiendo el pan en las casas”.
También perseveran en la doctrina de los apóstoles y la adoración al Señor. La iglesia le da la bienvenida a ese nuevo miembro; esta es su nueva familia. Ahora le toca a la iglesia guiar y dirigirlo para que, de igual manera, él o ella, sea parte activa de la vida de la iglesia.
Con esa bienvenida le estamos involucrando en sus actividades, donde él ahora será parte también. En la iglesia, el nuevo miembro utilizará sus talentos y sus dones; se comprometerá a ser un testigo del evangelio para que otros también conozcan a Cristo. Es en la iglesia donde se espera que el nuevo miembro va a crecer y se convierta en un creyente maduro.
Al bautizar a un creyente y darle la bienvenida no sabemos si estamos en presencia de un líder, maestro, diácono o diaconisa, o a lo mejor en un anciano y pastor de la iglesia. Ninguno de nosotros cuando creímos y nos bautizamos sabíamos en qué dirección nos llevaría el Señor, pero lo cierto es que ese acto de obediencia le permitió a Dios usarlo para bendición del creyente mismo y la iglesia.
CONCLUSIÓN:
Una maestra de una iglesia contó la historia de un jovencito que se iba a bautizar. El asunto fue que se estaba riendo de algo que sucedió la primera semana de clases. Dijo que uno de los niños pequeños de su clase le anunció con orgullo que sería bautizado el próximo domingo.
Ella le dijo que era realmente genial, y él le dijo que iba a llevarse unos lentes de natación. Tenía curiosidad acerca de por qué el joven quería usar sus anteojos durante el servicio de bautismo. Cuando ella preguntó, el niño respondió: “¡Para que poder ver mis pecados lavados!”.
Bueno, nadie ve sus pecados lavados una vez que se bautice, pero en la simbología que esto tiene, si podemos ver que, al ser sumergido en agua, hay una muerte (de allí la sepultura) a la vieja vida, y al levantarse hay una resurrección para andar en novedad de vida nueva.
Nos bautizamos, pues, por obediencia porque Jesucristo lo hizo y lo ordenó; también nos bautizamos porque queremos testificar públicamente nuestra identificación con Cristo, y de igual manera, porque a través del bautismo nos unimos a la iglesia a través de su membresía para ser parte de su comunión. La Biblia nos dice: “el que creyere y fuese bautizado será salvo”.
Hay mucha gente que fueron bautizados (a lo mejor como bebés), pero no son salvos. Y ciertamente el bautismo no salva, pero no se concibe a un creyente que no quiera bautizarse. Jesús se bautizó para que se cumpliera toda justicia.
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Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.