Estudios Bíblicos
Estudios Bíblicos predica de hoy: Carta a los Colosenses
Estudios Bíblicos lectura bíblica de hoy: Colosenses
Introducción a la Carta
Carta a los Colosenses Parte # 1
La ciudad de Colosas, de donde viene luego el término “carta a los Colosenses”, estaba situada en Asia Menor, actual Turquía, a una distancia de unos 175 km. al oriente de Éfeso. Colosas fue una ciudad próspera, pero cuando Pablo escribió su carta ya estaba en decadencia.
Curiosamente, Pablo no anunció el evangelio en esta ciudad, por lo tanto, no fue su fundador como aparece como con otras iglesias. La fundación de la iglesia se le atribuye a Epafras, compañero y ministrador de las necesidades de Pablo (cf. Colosenses 1.7).
Sin embargo, la influencia de Pablo ejercida en su discípulo, y los consejos dados, se verán como si Pablo mismo hubiera fundado a la iglesia. La comunidad cristiana de ese lugar se componía principalmente de personas procedentes del mundo del paganismo (cf. 1.21; 2.13).
Pablo escribió esta carta después de la visita hecha por su discípulo Epafras, quien le informó acerca de unas herejías infiltradas en la congregación. De acuerdo con la exposición del comentarista Lightfoot, las herejías tenían que ver con la substitución de seres creados, como los ángeles, por la verdadera cabeza de la creación, Jesucristo.
La otra parte de la herejía tenía que ver con la prioridad que los colosenses les daban a los preceptos ceremoniales como su fundamento para enseñanza ética. Pablo contrarresta esa herejía diciendo que la única ética aceptaba para el cristiano es la basada en los valores del reino de Dios.
Hay un consenso desde el siglo II para atribuir a Pablo como el autor de la carta. Colosenses, junto con Efesios y Filemón, forman parte de las llamadas “Epístolas de la cautividad”. Al parecer todas fueran escritas el mismo tiempo cuando Pablo estuvo preso en Roma. Se le atribuye a Tíquico y a Onésimo el haber llevado las epístolas de Filemón y Colosenses a la iglesia de Colosas (4:7-9).
Por cuanto la “herejía colosense” consistió en haber desplazado a Cristo de su preeminencia en todo, Pablo se dedicará a hablar desde el mismo primer capítulo contrarrestando esto y resaltando a Cristo (Cfs. 1:15-23). Si bien aquella herejía no pretendía poner a un lado a Jesucristo, sino suplementarlo, considerando al cristianismo como algo solo para los que iniciaban, pero no como un conocimiento completo, Pablo hace a través de esta carta una a presentación apologética, dejando, como en ninguna otra su posición, eminentemente cristológica.
Personalmente, esta es una de mis cartas preferidas. Ver a Pablo usando su filosofía y su teología para exponer a Cristo en su preeminencia es algo que al lector le fascinará. Animo, pues, a todos los amantes de La Palabra Expuesta a unirnos en un estudio texto por texto de esta carta para sacarle el mejor provecho para nuestro crecimiento espiritual.
Mi anhelo al estudiar esta carta es sentir como Pablo mismo: exaltar a nuestro muy amado el Señor Jesucristo. Si esto hacemos, la carta misma será una de las mayores fuentes de conocimiento para entender mejor a Cristo y su obra como Creador, Sustentador y Salvador.
Entremos, pues, con mucha hambre y sed de la palabra, a estudiar esta insondable carta. Preparémonos para navegar en este anchuroso y gran océano de uno de los más grandes escritos de Pablo. Pidámosle a Dios que nos de entendimiento y sabiduría para entender su palabra de tal manera que al final de este estudio tengamos una mejor visión del Cristo exaltado por Pablo. Que el Señor nos ayude en esta nueva y enriquecedora aventura del estudio bíblico.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 2
La salutación apostólica
“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Colosenses 1:1-2).
La manera cómo se escribía en aquellos tiempos, el nombre del remitente siempre iba de primero, de allí que Pablo usó esa costumbre identificándose como el autor de la carta. Pero el poner su nombre desde el principio también nos indica la paternidad de la carta. Pablo escribió esta carta mientras estaba bajo la custodia Romana de acuerdo con Colosenses 4:3, 4:10 y 4:18, probablemente en Roma alrededor del año 63 a.C.
“Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios […]”. Si bien Pablo no fundó la iglesia, él estaba calificado para escribir esta carta de gran instrucción a los Colosenses por su llamamiento como apóstol, pero no como cualquier apóstol, sino uno que estaba en el ministerio “por la voluntad de Dios”, aquella voluntad revelada en el camino de Damasco mientras él venía persiguiendo a la iglesia. Ese apostolado lo defenderá frente a algunos que dudaban de su llamado.
La palabra “apóstol” del griego apóstolos significa ‘enviado’; pero en este contexto del llamamiento divino, denota a un representante autorizado por Dios; alguien a quien se le ha conferido una comisión especial y el poder de actuar en su nombre. Por eso Pablo se identifica como apóstol de Jesucristo.
Había muchos “apóstoles” por aquel tiempo, pero los apóstoles de Jesucristo fueron únicos, escogidos por él como los doce, y en el caso de Pablo, escogido por el Señor para ser el apóstol a los gentiles (Cfs. Hechos 9:15-16).
“… y el hermano Timoteo”. Pablo siempre estuvo acompañado de alguno de sus discípulos al momento de saludar a sus destinatarios, en este caso fue Timoteo. Este joven había sido compañero de Pablo en su primer viaje por Frigia, donde estaba Colosas. Timoteo fue uno de los grandes discípulos del apóstol. Tan especial fue que le escribió dos cartas de modelos pastorales.
La carta fue escrita a los “a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas”. Todo cristiano debe ser santo (apartado, escogido), pero, sobre todo, cada cristiano debiera ser un fiel hermano en Cristo en su testimonio y en la defensa del evangelio, como parece ser el caso acá en el saludo de Pablo, especialmente al referirse a aquellos que estaban resistiendo los embates de las herejías surgidas en la iglesia. Esta carta fue escrita a ellos para enfrentar las falsas doctrinas.
“Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Aunque el saludo de Pablo fue muy familiar, también fue muy de su corazón. “Gracia y paz” era un saludo totalmente cristiano. Bruce dice que “La Gracia es la buena voluntad incondicional de Dios hacia los hombres y mujeres, la cual se expresa de manera decisiva en la obra redentora de Cristo”.
Que la gracia y la paz sean los más grandes distintivos como hijos de Dios
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 3
La oración con acción de gracias
“Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos […]” (Colosenses 1:3-4).
Lo primero que llama la atención en este texto es la palabra “siempre”. Pablo era un hombre de oración intercesora a favor de sus hermanos. En el caso especial de los hermanos de Colosas, él no los conocía, pero aquí nos dice que está orando por ellos.
Pablo había sido informado por Epafras del estado de la iglesia, de sus problemas y sus luchas con las corrientes doctrinales que pretendían separarles de la fe, pero él dice “siempre orando por vosotros”.
Esta costumbre de Pablo es digna de ser imitada. Él no oraba por sus hermanos de una manera ocasional, sino siempre. ¿Cuántas cosas tenía Pablo en su corazón por las cuales orar? Podemos pensar en sus propias necesidades personales, en todos los discípulos en quienes se había invertido, en cada situación que ameritaba enfrentar en la obra misma, pero él era un continuo intercesor a favor de sus hermanos. Cuánto necesitamos aprender de la vida de oración.
La otra cosa vista en el texto es el tipo de oración. Si bien Pablo va a abordar una serie de situaciones internas de la iglesia, especialmente la del informe de ciertos problemas doctrinales, aquí lo vemos dando gracias a Dios por sus vidas. De esta manera oraba: “damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo […]”. Pablo había aprendido la importancia de la oración hecha al “Padre nuestro”, pero haciéndola en el nombre del Señor Jesucristo.
Nuestras oraciones siempre debieran estar cargadas de gratitud al buen Padre celestial. De él nos viene la vida, el sustento cotidiano, pero, sobre todo, de él nos viene la salvación por medio de muy amado Hijo Cristo. Alguien ha dicho que aquellos que oran más, terminan teniendo mayores razones para estar agradecidos. Que nuestras oraciones estén llenas de gratitud. Que, al pensar en tantos hermanos, oremos por ellos, dando gracias a nuestro Padre celestial.
Pero ¿por qué Pablo oraba con gratitud por los hermanos de Colosas? Porque él había “oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos […]”. En este texto y el que sigue, Pablo va a hablar de las tres joyas imperecederas: la fe, el amor y la esperanza. Los hermanos Colosenses disfrutaban de las tres virtudes más anheladas en la vida de un creyente.
Una fe genuina en nuestro Señor Jesucristo siempre tendrá como compañera al amor. Los hermanos Colosenses no carecían de amor, como si lo fueron los hermanos de Corintios.
Feliz la iglesia donde los hermanos gozan de la fe, la esperanza y el amor.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 4
La esperanza que nos está guardada
“…a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad […]” (Colosenses 1:5-6).
Pablo se enteró del buen testimonio de los hermanos de Colosas. Ellos eran receptores de los que algunos han llamado las “virtudes teologales” del cristianismo: amor, fe y esperanza. Habían puesto su fe en Cristo Jesús, tenían un especial amor por todos los santos; pero, además, ellos tenían una esperanza viva y legítima “guardada en los cielos”. ¡Qué bendición pastorear una iglesia con estas virtudes imperecederas! Bienaventurado el creyente que tiene esto.
La esperanza referida por Pablo no es algo etéreo; más bien es una seguridad, porque está guardada en los cielos por el mismo Cristo, por cuanto él es nuestra esperanza de gloria (1:27). Y esa esperanza vino a ellos no por un mero conocimiento filosófico, sino por la palabra verdadera del evangelio.
La esperanza en un creyente viene por la revelación hecha del evangelio en su vida. El evangelio verdadero profetizado en el AT y ahora revelado en Cristo.
Ese evangelio llegó a ellos, en su mayoría gentiles. Llegó y los transformó, porque ese es el trabajo del evangelio. Es el evangelio del cual el mismo Pablo habla a los romanos, siendo “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). Ese evangelio llegó a ellos, pero también “a todo el mundo”. ¿Cuál mundo? ¿No era eso como hiperbólico? No, era real. El evangelio estaba llenando todo el imperio romano, razón por la cual muchos creyentes fueron expulsados de Roma después.
El evangelio trae frutos y trae crecimiento. Esos frutos tienen que ver con la transformación de vida, un cambio operado en el corazón arrepentido y ahora rendido al Señor. Este es un evangelio dinámico, con estos visibles resultados. El poder del evangelio necesariamente debe traer estos dos resultados en la vida, y quien esto no vive, no ha sido transformado.
Para comprobar este testimonio, Pablo dice que los hermanos de Colosas vivían esta experiencia transformadora “desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad”. El evangelio encarnado en la persona de Jesús es la gracia misma venida del cielo. Se espera entonces una vida cambiada desde el mismo día cuando se oye y se conoce esa gracia divina.
Jesucristo es el evangelio encarnado, enviado de Dios por su infinito amor, para convertirnos en herederos de esa gracia, con el propósito de dar frutos en el extendimiento de su reino.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 5
Epafras, siervo amado y siervo fiel
“… como lo habéis aprendido de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo para vosotros, quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu”. (Colosenses 1:7-8).
Epafras es el hombre clave de esta carta. Él, por ser un discípulo muy cercano de Pablo, y el fundador de la iglesia a los Colosenses, nos merece un comentario especial acerca de su vida y testimonio, del que Pablo se hace eco en esta primera parte de la carta. La vida de este discípulo es una carta abierta con un aprendizaje para hoy.
“… como lo habéis aprendido de Epafras”. Esta simple oración nos revela el reconocimiento de Pablo al trabajo de su discípulo en medio de los Colosenses. No fue de Pablo que ellos aprendieron las primeras lecciones, sino de Epafras. Él se había invertido en su crecimiento y en su vida espiritual como un auténtico pastor de almas. Pablo da su consentimiento a las enseñanzas de Epafras como buenas en doctrina y como sabias en la conducción de ellos.
Pero ¿qué dice Pablo de este discípulo? ¿Cómo lo califica? Epafras era para Pablo un “consiervo amado”. Esta distinción lo ponía igual con él en el ministerio. Era un siervo como Pablo en el mismo ministerio donde ahora trabajan. “Siervo” es la palabra doulos en griego, y es con esa palabra como Pablo se identifica en todas sus cartas (Romanos 1:1). Epafras era para Pablo un “consiervo amado”, especialmente como un discípulo preocupado por el bienestar de Pablo.
Pero, además, Epafras era “un fiel ministro de Cristo para vosotros”. He aquí otro elogio para este discípulo proviniendo de un hombre como Pablo. Pablo reconoció la fidelidad de Epafras como representante suyo ante los hermanos de Colosas, tanto en medio de la congregación como ministro, pero también fue un fiel atendiéndole a él sus grandes necesidades vividas en la cárcel.
Hay muchos “ministros” en el evangelio, pero no todos son fieles. La fidelidad es la calificación más alta para distinguir a un obrero del Señor.
El tercer elogio hecho por Pablo a Epafras tuvo que ver con esta declaración: “quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu”. Si bien Epafras le hablo a Pablo de los problemas de moralidad y herejías que algunos infiltrados estaban trayendo a la congregación, Pablo oyó de él mismo, el profundo afecto de los hermanos de Colosas. Entre ellos se daba el “amor en el Espíritu”; un amor puro y un verdadero, el que no debiera faltar en ninguna iglesia.
La fidelidad de un discípulo es su sello distintivo, es su testimonio visible, nunca salga sin ella.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 6
La oración intercesora de Pablo
“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual […]” (Colosenses 1:9).
Lo primero en observar en el texto es el verbo orar. Si algo nos revela el apóstol Pablo es su vida de oración. Si bien era un hombre de mucho trabajo, más lo era en su intensidad de su oración. Así, pues, la lección mayor de este pasaje es mostrarnos a un hombre de oración personal, pero, sobre todo, a un hombre de oración intercesora. He aquí la manera cómo deberíamos orar.
“Desde el día que lo oímos”. Pablo oyó algo de los hermanos de Colosas que lo impulsó a este tipo de oración. De esta manera, e involucrando a su equipo, se dedicó a orar todos los días. Hubo buenas y malas noticias de parte de Epafras con las que se activó todo un tiempo de intercesión. Las buenas noticias eran por la propagación del evangelio “así como a todo el mundo” (v. 5), mientras que las malas eran por las falsas doctrinas introducidas.
Pablo nos enseña el valor de la oración a favor de otros. Por lo general nuestras oraciones son muy personales. Si oramos, dedicamos más tiempo en hacerlo por nosotros y nuestras necesidades, en lugar de interceder por otros. Sin embargo, Pablo nos habla de no cesar de orar por los hermanos. ¡Qué demostración de amor por los hermanos encontramos en esta revelación!
Pero ¿cuál era el propósito de aquellas oraciones? ¿Por qué aquel grupo dirigido por Pablo se empeñaron en aquella oración intercesora por la iglesia de los Colosenses? Para ser “llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual […]”.
He aquí la oración más necesaria. Nada nos hará más bien en la vida cristiana como el conocer la voluntad de Dios para discernir entre lo malo y lo bueno, entre la toma de decisiones y el vivir rectamente delante de Dios. Si nos llenamos del conocimiento de la voluntad de Dios, el resultado será una vida llena de sabiduría y de inteligencia espiritual.
Orar a favor de otros nos hará más sensibles a sus necesidades y a las nuestras también
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 7
Los otros cuatro propósitos de la oración intercesora
“… para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios […]” (v. 10).
Pablo sigue su oración intercesora añadiendo cuatro elementos más, todos ellos de vital importancia para una vida poderosa en el andar cristiano. Los verbos de esa oración intercesora parecieran ir en secuencia: andar, agradar, llevar y crecer. Estos son el resultado de la primera petición: conocer la voluntad Dios en todo conocimiento sabiduría espiritual.
Para que andéis como es digno del Señor. La vida cristiana se trata de un andar cotidiano. Desde el momento de nuestra entrega al Señor comenzamos a andar en él. Antes de conocer a Cristo andábamos en nuestros delitos y pecados; ahora nuestro andar se ha enderezado.
Los caminos donde el gozo de la carne han sido los preferidos, ahora están cambiados para andar “como es digno del Señor”. Sí, porque ahora tenemos un nuevo dueño y él es digno de mi entrega, de mi amor, de mi servicio y de mi consagración total.
“Agradándole en todo”. Esto significa en TODO. Nuestra condición humana pareciera ser selectiva al momento de escoger aquello donde deseamos agradar a Dios. A veces pensamos que son en las cosas de la iglesia donde debemos agradar a Dios. Pero el texto nos dice “en todo”.
Cuánto desafío tiene este texto para nosotros. Hay áreas en nuestras vidas que son del agrado de la carne, pero no del agrado de Dios. Pecados ocultos no confesados que no agradan a Dios. El llamado de este texto es a una total y completa consagración de nuestra vida al Señor. Si agradamos al Señor “en todo” no importa a quien no agrademos.
“Llevando fruto en toda buena obra”. He aquí el otro gran propósito de la oración intercesora. La vida cristiana ha sido dada para llevar fruto. La metáfora de Jesús como la “vid verdadera” de Juan 15 nos recuerda este mandato: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” v. 8. Los frutos del creyente deben ser hechos “en toda buena obra”, según la gracia recibida, al ser “creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Efesios 2:10).
“Y creciendo en el conocimiento de Dios”. El otro propósito de Pablo en esta oración intercesora por los hermanos de Colosas era este. El resultado final de andar dignamente, agradar al Señor en todo y llevar fruto en toda buena obra, será el crecimiento en el conocimiento de Dios. Esto último es un crecimiento en la intimidad con Dios, lo más deseable en la vida cristiana.
La oración intercesora con estos propósitos nos ayudará a vivir dando siempre frutos.
Desde lo más profundo del corazón del pastor
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 8
La importancia de la fortaleza espiritual
“Fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz […]” (Colosenses 1:11-12).
Pablo incluye en la oración intercesora por sus hermanos de Colosa la importancia de ser fortalecidos en el Señor, pero no con cualquier poder, sino “conforme a la potencia de su gloria”.
Debe entenderse que este poder no es otro sino el poder del Espíritu Santo, operando en nuestras vidas para ser fortalecidos en todo lo emprendido. Todos hemos sido capacitado con este poder, dependerá de nosotros si lo usamos o no para la gloria de Dios.
El ser “fortalecido con todo poder” no es sino el resultado de andar dignamente delante del Señor, agradándole en todo y llevando frutos en toda buena obra. Es el resultado de nuestro crecimiento espiritual. En otras palabras, mi fortaleza espiritual no viene sola. No es el resultado de un simple deseo. Solo nuestra intimidad con el Señor nos dará esta fortaleza.
¿Cuál es el propósito de este poder actuando en nosotros? “Para toda paciencia y longanimidad”. La paciencia es parte del fruto del Espíritu. Cuando estamos fortalecidos con ese poder entonces nuestra vida experimentará la virtud de la paciencia, ese espíritu que espera siempre lo mejor, aunque esté en medio del conflicto. “Longanimidad” tiene que ver también con la constancia, la y la fortaleza de ánimo ante las situaciones adversas de la vida. Es la largura del alma para enfrentar todo tipo de sufrimiento, pero hacerlo con perseverancia hasta el final.
Pablo dice finalmente, que todo lo anterior expuesto, debe producir gozo en nuestras vidas. Sí, porque el gozo, como otra de las virtudes del Espíritu, es la forma visible del contentamiento del alma, y es el gozo con la gratitud lo que nos hará triunfante en medio de cualquier situación donde nos encontremos. Ese “gozo y gratitud” debe ser hecha siempre a nuestro buen Padre celestial, porque él es la fuente de toda bendición en nuestras vidas.
¿Por qué debemos ser agradecidos con nuestro Padre? Porque “nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz”. Pablo fue un hombre siempre agradecido (1:3), y aquí lo vemos otra vez dando gracias al Padre, de lo cual nosotros debemos ser imitadores, porque ese Padre, además de habernos perdonado, salvados y darnos la categoría de hijos, nos ha hecho participe de una herencia que será exclusiva de los “santos en luz”.
Bendito sea nuestro Dios por darnos tanto, siendo nosotros tan indignos y no merecedores.
Desde lo más profundo del corazón del pastor
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 9
Libres del pecado por la sangre de Cristo
“El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:13-14).
La caída de Adán no solo nos convirtió en pecadores, sino que nos hizo habitar en el reino de las tinieblas, cuyo rey ha sido Satanás quien se encargó de cegar nuestro entendimiento, impidiendo que no nazca la luz del evangelio (2 Corintios 4:4). Pero fue allí donde entró la poderosa intervención de Jesucristo para libranos “de la potestad de las tinieblas”.
Hablar de la potestad de las tinieblas es referirnos a la esclavitud pasada. Es aquel estado de separación de Dios e ignorancia de él donde la vida plena de gozo y satisfacción no tienen significado, por cuanto en esa vida hay un vacío total. Y por ser esclavos de Satanás, no teníamos esperanza de escapar de él y el dominio de las tinieblas. Era como si una fuerza irresistible nos arrastraba hacia un gran abismo de la nada, y mientras más luchábamos, más esclavos nos hacíamos, porque era una lucha en desventaja al hacerla por nosotros mismos.
Pero por la gracia soberana de Dios, cuando aún éramos por naturaleza hijos de las tinieblas, fuimos trasladados del reino de Satanás “al reino de su amado Hijo”. ¡Esto también es una realidad actual! Ahora somos parte de un mundo diferente: las tinieblas han dado paso a la luz. Antes éramos esclavos, pero ahora somos libres en Cristo, hijos de nuestro amado Rey.
¿Y cómo fue esto posible? Por la obra redentora de Cristo. A través de él ahora tenemos “redención por su sangre, el perdón de pecados”. La palabra “redención” lleva consigo la idea de comprar. En la antigüedad la gente podía ir a un mercado y comprar un esclavo para llevarlo a su casa como cualquier otro producto. Jesucristo con su sangre nos ha comprado también. Nos compró en el “mercado” de las tinieblas para ser libres ahora y vivir solo para él.
Hemos sido librados de la tiranía de las tinieblas, cuyos amos eran Satanás y el pecado, para tener ahora una posición real por la muerte de Cristo, quien nos ha hecho reyes y sacerdotes, para ser libres y vivir dentro de su reino; un reino lleno de amor y esperanza.
Por cuanto ahora somos libres, vivamos como los hijos de luz, brillando en las tinieblas.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 10
El Dios que se hizo visible
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Colosenses 1:15).
Este versículo forma parte de uno de los himnos que ya se cantaba en la iglesia del primer siglo. Algunos piensan que cuando Pablo lo escribió, ya era del uso en medio de los creyentes. Pero independientemente de su origen, este pasaje es conocido como uno de los himnos entonados en los cultos de aquellas nacientes iglesias.
Si bien el himno comienza con una declaración, luego le canta a Cristo como el mediador de la creación, para luego mostrarnos a Cristo como el mediador de la redención. Este himno se conoce como el “cristológico-cósmico”, porque muestra a Cristo como redentor, pero también como creador. Él es ambas cosas para nosotros.
Se ha dicho que este himno constituye el centro de toda la carta y es un reflejo de toda su teología. Sigamos, pues, a Pablo en su defensa de la cristología hecha en esta carta.
Pablo plasmó en los versículos anteriores la gran doctrina de nuestra salvación. Nos habló del Hijo entregado por el Padre para hacernos libres mediando su sangre, y constituirnos herederos de su reino al trasladarnos del reino de las tinieblas al reino de la luz gloriosa.
Y de esa doctrina de la gracia salvadora, ahora nos lleva a navegar por el mundo de la teología, al decirnos que Jesucristo es la revelación misma de Dios, y con esto abordar una de las falsas doctrinas introducidas en la iglesia de las que fue informado por Epafras.
¿Cuál era la herejía que Pablo combate al introducirnos este texto? Cuando Pablo afirma del valor cosmológico de Cristo, está develando el sistema falso levantado por los colosenses, donde pretendían bajar de categoría al Salvador, hasta llegar a compartir el puesto de honor asignado por el Padre. Y es frente a esta mal intencionada falsa doctrina que él dice: “Él es la imagen del Dios invisible”. Cristo no podía ponerse al lado de alguien porque él es el rostro de Dios.
Con un solo plumazo Pablo dejó claro quién era Jesucristo. En dos oraciones se nos da a conocer al Cristo como la revelación máxima de Dios, y al Cristo primero, antes de todas las cosas. La frase “el primogénito de toda creación” no significa que Jesucristo fue un ser creado, como falsamente dicen los Testigos de Jehová; él está sobre toda la creación como Dios soberano.
Un comentarista lo define así: “El primogénito” no sólo significa aquel que nació primero (este significado no se aplica a Cristo), sino también el heredero, a quien pertenece la autoridad. Cristo no es el primero en el tiempo, sino el primero en autoridad. Él es sobre todas las cosas.
Este significado se ve en el salmo: “Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra” (Sal. 89:27). Guy Appéré, El misterio de Cristo, trans. Demetrio Cánovas Moreno, Segunda edición. (Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino, 1999), 43.
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). Jesucristo es Dios con nosotros, tributémosle la gloria debida a su nombre.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 11
Jesús, el creador de todas las cosas
“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:16).
Con el presente versículo Pablo arroja mayor luz sobre el anterior, cuando habló de Cristo como el “primogénito de la creación”. Como la herejía que Pablo está combatiendo ponía a Cristo igual que los ángeles en categoría, siendo la primera creación de Dios, ahora es presentado como aquel por quien vienen todas las cosas.
No, de ninguna manera Jesús fue creado por Dios; más bien ese término significa todo lo contrario: Jesús está por encima de toda la creación, por ser su Creador.
De esta manera, y contrario a esto, Pablo nos va a decir que “en él fueron creadas todas las cosas”. Desde el mismo Génesis comenzamos a ver a Jesús como la palabra creadora. Cuando Dios dijo: “sea la luz”, eso fue hecho por la palabra, el “logos”, aquel que después se hizo carne (Juan 1:14). Y fue por ese Verbo (Cristo mismo), por quien todas las cosas “fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3). Jesús es el Creador de todo.
¿Cuáles cosas fueron creadas por Cristo? “Las que hay en los cielos y las que hay en la tierra”. Eso significa que Cristo es el Dueño y Señor del vasto y grande universo. Él es su comienzo y su fin, el Alfa y el Omega. Lo que hay arriba, la inmensidad de seres como las estrellas y las galaxias, son de él; pero también, todos los seres de la tierra, incluyendo desde los millones de insectos hasta el hombre, la corona de la creación, son de él. Cristo es su Creador.
¿Cuáles cosas más fueron creadas por él? Lo visible y lo invisible. El mundo material y el mundo espiritual. Hasta ahora el hombre ha visto muchas cosas de ese inmenso mundo creado, incluyendo las vistas por los poderosos telescopios, pero hay algo que no ha visto (por supuesto, lo invisible), las “cosas que ojo no vio, ni oído oyó… son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9). Lo no visto hasta ahora es lo mejor que nos espera.
Pero ¿qué más creo el Señor? El creo tronos, dominios, principados y potestades. Todas las jerarquías espirituales, las que incluyen a los poderosos arcángeles, ángeles, querubines y serafines, más los otros seres creados que desconocemos, fueron hechos por Jesucristo.
No hay nada, absolutamente nada, donde la mano de Cristo no haya intervenido en su creación.
Al parecer, la herejía de los Colosenses parecía haber sido tomada por una angelología elaborada, la misma clasificada por Pablo donde efectivamente se colocaban a los ángeles como mediadores entre Dios y el hombre. Pero Pablo dijo que esos rangos de seres espirituales ya mencionados, Jesús los creó a todos y finalmente todos le responden a él.
Y “todo fue creado…para él”. Así es, todo fue creado para él, para traerle gloria a su nombre. No fue extraño desde la misma antigüedad escuchar decir al poeta: “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia las obras de sus manos” (Salmos 24:1). La creación entera trae el tributo de su alabanza todos los días a su Creador como expresión de su inmensa gratitud.
Y nosotros, la corona de su creación, debemos ser los primeros en reconocerlo para adorarlo.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 12
Cristo existe antes de todas las cosas
“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten […]” (Colosenses 1:17).
Pablo sigue en estos textos enfrentando la falsa doctrina que había puesto a Cristo como un ser igual a los ángeles. Pero es al contrario, porque además de ser el Creador y su sustentador de este mundo, ha existido “antes de todas las cosas”. Esta postura confrontaba a los que negaban que Jesús era Dios, declarando la eterna existencia de Cristo al ser uno con el Padre.
El comentarista Clarke lo expresa de esta manera: “Como toda la creación existe necesariamente en el tiempo y tuvo un comienzo, y hubo un momento infinito en el cual no existió, lo que fuera antes o anterior a ese tiempo no puede ser parte de la creación; y el Ser que existía antes de la creación, y antes de toda las cosas- toda existencia de cualquier tipo, debe ser el Dios sin principio y Eterno: pero Pablo dice que Jesucristo era antes de todas las cosas; por lo tanto el apóstol concibió que Jesucristo es verdadero y esencialmente Dios”.
“Y todas las cosas en él subsisten”. Cristo no solo es el Creador de todo, sino también su Sustentador. Esto viene a reformar el concepto que un creyente le pertenece al Señor por un triple derecho: de creación, salvación y sustentación. Cristo no dejó a su mundo creado; él sigue a cargo de toda su obra. El salmo 104 es un hermoso poema con el que se describe de una manera elocuente y hermosamente descriptiva, el cuidado y sostén que él tiene de su creación.
De acuerdo con la visión de Pablo, Jesús se constituye en el principio que une todas las cosas, y cuida de una manera personal toda la creación. Él, como el segundo Adán, cuida y embellece el “jardín” de este mundo. Es cierto que el hombre con su pecado se ha encargado de dañar la hermosa creación, tanto que la tierra gime con dolores de parto, y algunos “profetizan” su destrucción total, pero al final de todo no será el hombre quien destruya la tierra, porque el Señor la sostiene y él será quien decida cómo y cuándo la creación ya no existirá más.
Por ahora reafirmamos con Pablo que Cristo es el Señor de la creación, el Dueño del universo, y el Rey de nuestras almas. Esto debe animarnos a confiar cada día más en él, porque nuestras vidas están en sus manos. Por lo tanto, no temamos. Él es el Señor. Vengamos y postrémonos delante de él, reconociéndolo en su grandeza, poder y señorío. Amén.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 13
Cristo, la cabeza de la iglesia
“Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18).
Pablo ha venido debatiendo una falsa doctrina entre los colosenses, cuyo propósito era minimizar a Cristo, comparándolo con las mismas criaturas angelicales. Y su defensa la hace presentando a Cristo como la causa de todo lo creado, con el propósito que “en todo tenga la preeminencia”. Como Cristo es superior a todas las cosas, entonces tiene toda la potestad de ser “la cabeza del cuerpo que es la iglesia”. Con esto afirmamos que no hay nada donde Cristo no esté por encima.
Y si Cristo es cabeza del universo también lo es de su iglesia. Cristo como Creador tiene el primer lugar en el universo, y como Redentor, el primer lugar en la iglesia. Con este concepto Pablo nos hace ver cómo todas las cosas se congregan en Cristo, hasta que el mundo encuentre su perfecta unidad.
También con esto se corrigió la idea de un mundo dividido entre dos poderes: el bien y el mal. Cristo es la unión de todas las cosas, y todas las cosas “en él subsisten”.
“La cabeza del cuerpo que es la iglesia”. Cristo es la cabeza de la iglesia universal, la iglesia que Pablo y Juan definen como la novia y esposa de Cristo. Pero, además de esto, Cristo es la cabeza de la iglesia local. La cabeza de la iglesia no es un hombre, como la iglesia católica ha pretendido con la figura de un papa al frente de ella. La autoridad de la iglesia no reside en el llamado “pontífice”, o una directiva, pastor o sus miembros.
La cabeza de la iglesia es Cristo.
¿Por qué Pablo hace semejante aseveración? Porque él es el principio de todo y el primogénito entre los muertos. De esta manera, Cristo no solo es la causa de todo lo que existe como “principio de todo”, sino también él es la cabeza de todos los que resucitarán entre los muertos. Cristo es nuestra garantía final para la futura resurrección. Él hizo la primera creación en cual vivimos ahora, pero también hará la segunda creación con la resurrección del cual él es la primicia.
¿Cuál es el propósito final de exaltar a Cristo por encima de todas las cosas? “Para que en todo tenga la preeminencia”. Esto es el resumen de los versículos anteriores. Con esto Pablo deja claro quién es Jesús. Él no es una criatura, sino el Creador; él no es alguien igual que los ángeles, sino el mismo Dios. Nada ni nadie está por encima de él. Él es el primero en todo, y, sobre todo.
No tenemos otro creador, sino Cristo; no tenemos otra autoridad, sino Cristo; y no tenemos otro salvador, sino Cristo, para que él también tenga en nuestras vidas “toda la preeminencia”. Amén.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 14
Cristo, el reconciliador de todas las cosas
“Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:19-20).
Pablo ha venido corrigiendo la “herejía colosense” de una manera frontal y ascendente. Cada concepto previamente presentado eleva una y otra vez a nuestro Señor Jesucristo a una categoría de honor y de supremacía. Pero quien tiene la distinción mayor para exaltar y reconocer la grandeza de Cristo es el Padre mismo.
Nadie como el Padre para reconocerlo como igual él.
“Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud”. La palabra “habitase” en esta oración es clave para entender la teología y cristología de Pablo. Era una antigua palabra griega usada en un sentido permanente.
Hay otra palabra para referirse a habitar de forma temporal. Pablo usa acá nos dice que Jesús no era temporalmente Dios, sino Dios permanente. Y la palabra “plenitud”, del griego “pleroma”, significa literalmente: Jesús verdaderamente es Dios.
Y todo esto fue del agrado del Padre. Durante el ministerio terrenal, Jesús oyó por lo menos unas dos veces las palabras: “Tu eres mi Hijo amado en quien tengo complacencia”. La primera fue cuando fue bautizado (Mate 3:17), y la otra cuando estuvo en el monte de la Transfiguración (Mateo 17:5-8). Jesús no hizo nada para desagradar al Padre, eso lo hizo uno igual a él en todo.
“Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas”. Si hay una reconciliación es porque antes hubo una enemistad. El hombre fue creado para ser amigo de Dios, pero el pecado creó una separación entre el Dios santo y el hombre pecador. Y es aquí donde entra la grandeza del amor de Dios en que “siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Su muerte hizo posible “reconciliar consigo todas las cosas”. Eso fue como unir al cielo con la tierra.
¿Significa este texto que hay una “dimensión cósmica” de la salvación? En efecto, este texto lo han agarrado los universalistas para decir que al final todo el mundo será salvo. Pero ¿es esa la idea de Pablo? ¡En ninguna manera!
El asunto es que el pecado afectó al cielo y a la tierra, y solo el sacrificio Cristo en su cruz hace posible el perdón de los pecados de todos los hombres, pero mediante las demandas de las dos condiciones: arrepentimiento para con Dios y fe en Jesucristo.
Y es, en efecto, por medio del sacrificio de Cristo cuando se llega a la verdadera paz. Note el lugar donde Cristo hizo esa paz: en la cruz. Nosotros no hacemos nuestra propia paz con Dios, sino que Jesús hizo la paz por nosotros a través de Su obra en la cruz. Allí la hizo “mediante la sangre de su cruz”. Bendita sea la sangre derramada para alcanzar nuestra paz.
“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20).
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 15
De enemigos a estar reconciliados
“Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él” (Colosenses 1:21-22).
En la anterior entrega Pablo abordó el tema de la reconciliación universal. Con su muerte en la cruz él unió al cielo con la tierra, siendo este el verdadero simbolismo de la cruz. Con sus brazos abiertos en el madero horizontal trajo los hombres que estaban lejos, y con su cabeza puesta en la manera vertical llevó a los hombres a una conexión con el cielo.
¿Quiénes éramos nosotros antes de venir a Cristo? Nuestra condición era completamente perdida. De acuerdo con el planteamiento de Pablo, éramos “extraños y enemigos”. Nada puede ser más triste que escuchar las palabras “nunca os conocí”. La palabra “extraños” significa literalmente “transferidos a otro dueño”. Con la muerte en la cruz se dio una transferencia de propiedad. Antes perteneciamos a Satanás, ahora pertenecemos a Cristo.
Pero, además de extraños, éramos enemigos; nuestra condición no podía ser peor. El pecado puso enemistad entre Dios y los hombres. Esto fue visto desde el mismo comienzo de la creación. El pecado trajo tanta corrupción en el comportamiento del hombre que a Dios le pesó haberlo creado, tanto así que su ira fue derramada y de allí vino el diluvio destructor.
Aquella enemistad se dio en nuestra mente. A pesar de que el hombre tiene todo lo que pudiera tener, en su corazón corre una gran insatisfacción como si al final nada le llena. En su mente hay un estado de rebelión contra Dios mismo. Él siente que nadie le entiende, que vive solo en este mundo vacío, perdido sin saber a dónde ir. Por esta condición no quiere saber nada de Dios.
Entonces ¿qué hizo el Señor? Pues que siendo extraños y enemigos “ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte”. Con su entrega de amor, Dios, por medio de Jesucristo nos reconcilió para no estar más alejados de él y convertirnos sus amigos.
Jesucristo les dijo a sus discípulos “ya no os llamaré más siervos, sino amigos”. Fuimos creados para vivir en armonía con Dios y esto se logra a través de la reconciliación hecha en la cruz.
¿Cuál fue el propósito de esta reconciliación en la cruz? “Presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él”. ¡Qué extraordinaria es la obra del Señor! Una vez que la paz es lograda en nuestros corazones, cuando nos amistamos con Dios por medio de Cristo, él mismo nos llena de la más grande seguridad de nuestra salvación. Vea esto, el mismo Cristo nos presentará un día delante del Padre como si no hubiéramos hecho lo malo. Las palabras “santos y sin mancha e irreprensibles” son todos celestiales, tan contrarios a la vida alejada de Dios.
La reconciliación de la cruz aplacó la ira de Dios para hacer otra vez al hombre su amigo.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 16
La firmeza del creyente
“Si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro” (Colosenses 1:23).
Pablo ha venido tratando el tema de la reconciliación hecha a través de la cruz y por el derramamiento de la sangre de Cristo. Esto hizo posible el acercamiento del hombre que estaba lejos y enemistado con Dios, haciendo la paz, hasta darle el honor de ser presentado delante de él como un hombre santo y sin mancha.
Y es por esta acción tan incompresible y llena de amor que demanda de ese hombre transformado a permanecer firme y sin moverse en lo que ha creído.
“Si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe”. Pablo nos presente en este texto la condición de la salvación. Y si bien pareciera ser que la seguridad de la salvación dependiera de nosotros, la idea del texto, y de acuerdo con la Nueva Traducción Viviente, es que quienes han creído en esta verdad siguen creyendo y se mantienen firmes en ella hasta el final.
El comentarista Bruce lo expresa de esta manera: “Si el evangelio enseña la perseverancia de los santos, también enseña que los santos son aquellos que perseveran hasta el fin – en Cristo. La continuidad es la prueba de esta realidad”.
De Dios tenemos la seguridad de haber cumplido su parte en nuestra salvación, pero es un hecho que él no la cumplirá a pesar de nosotros, sin demandar nuestro consentimiento y nuestro esfuerzo. ¿Cómo hace Dios esto? movimiento nuestra voluntad y estimulándonos a la acción (Filipenses 2:13). Pero esto no vendrá solo, porque habrá batallas y lágrimas; sin embargo, esto no lo haremos en nuestra propia fuerza, sino en el poder de Dios (Colosenses 1:29).
“Y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído”. La salvación misma plantea ese sentido de firmeza a través de la fe y la esperanza que trae el evangelio. De las tres virtudes que mueven la vida cristiana: el amor, la fe y la esperanza, presentadas ya por Pablo a los colosenses (v. 3-5), ahora les recuerda a la fe y a la esperanza como una fuerza que nos mantiene arraigados en el evangelio para no ser movidos jamás de él, sino permanecer firme hasta la venida de Cristo.
Y cuál es ese evangelio del que debemos permanecer fundados, firmes y sin movernos, el evangelio del “cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo”. No hay otro evangelio, sino este. Este es el evangelio de Cristo, el predicado por Pablo, del cual fue “hecho ministro”. En efecto, es el evangelio que nos da la paz y la seguridad de nuestra salvación.
Por lo tanto, y frente a la reconciliación hecha por Cristo, permanecemos firmes y sin movernos.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 17
Gozo en medio del sufrimiento
Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos” (Colosenses 1:24-26).
Pablo era un hombre de muchos sufrimientos, pero jamás perdió su gozo. En otra carta describió sus padecimientos como “una leve tribulación momentánea” (2 Corintios 5), dando como resultado “un excelente y eterno peso de gloria”. Las prisiones donde Pablo estaba preso no producían quejas, sino gozo, porque sus padecimientos obraban para el bien de los demás.
¿Cuál fue el propósito de los padecimientos de Pablo por los Colosenses? Cumplir en su carne “lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia”. Pablo fue un “siervo sufriente” por Jesucristo, pero también por su la iglesia. Observemos que aun cuando él no fue el fundador de la iglesia, padecía las aflicciones de Cristo por ella. Si la iglesia prospera y va en victoria, no importa cuán grande sean nuestras aflicciones como sus siervos.
Ya Cristo había padecido por su iglesia. La cruenta muerte en la cruz tuvo ese propósito, a fin de presentársela a sí mismo una iglesia “santa, sin mancha y sin arrugas”, pero las aflicciones que faltaban por causa del ministerio de la iglesia misma no habían acabado. Los fieles discípulos tendrían que completar esos sufrimientos, aun ofrendando sus vidas.
Pablo sentía todo esto por la iglesia, porque él había recibido de parte de Dios una comisión que lo había hecho ministro “según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros”.
Pablo estaba equipado por el Señor para acometer esta tarea, la cual cumplía con profundo gozo. Él no fue un paracaídas en el ministerio, o un falso apóstol como lo algunos lo tildaban. Él mismo no se puso donde estaba; Dios lo puso para ser ministros según su “administración”.
¿Cuál fue el propósito de este llamamiento? “Para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios”. Este es el propósito de todo llamado por el Señor para su santo ministerio, ni más ni menos. La tarea nos ha sido impuesta.
Nuestro ministerio es anunciar su palabra, pero hacerla “cumplidamente”; eso significa que no debemos faltar a ella reteniéndola o adulterándola. La palabra de Dios nos fue dada para predicarla, enseñarla y vivirla. Somos llamados para ser hombres de la palabra. Ella debe ser la razón de nuestra vida y de nuestra entrega.
Y si bien esa palabra había sido un “misterio” oculto para muchos, ahora ha sido revelado por el evangelio de Cristo y “manifestado a sus santos”. Los colosenses habían sido influenciados por los misterios de las religiones paganas, viviendo en oscuridad, pero el evangelio llegó a ellos en el poder de Cristo como un misterio revelado. La palabra de Dios jamás estará oculta para nadie.
Bendito sea el misterio del evangelio que ha quedado descubierto a través de Jesucristo.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 18
Cristo, nuestra esperanza de gloria
“A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).
Si bien la Biblia nos muestra a Dios eligiendo a Israel como su pueblo dentro de los demás sobre la tierra, tanto así que la historia de nuestra salvación proviene de los judíos, porque nuestro salvador fue judío, él es un Dios con un amor universal. Su amor no es exclusivo, sino “de tal manera”.
Por lo tanto, los gentiles (donde somos nosotros) hemos sido injertado en el olivo verde, para ser parte de la salvación. Ese también es un misterio revelado.
A los gentiles también Dios quiso “dar a conocer las riquezas de la gloria”. ¡Que maravillosa verdad nos ha dejado Pablo con este texto! El misterio que había estado oculto “desde los siglos y edades” ha sido revelado a los gentiles. Así que no solo los judíos disfrutaron de esas riquezas de su gloria, sino también los gentiles. Y ese misterio revelado no forma parte de una doctrina o ritos, sino ha sido manifestado a través de Jesucristo, la esencia misma del evangelio.
Cuando Pablo escribe “las riquezas de la gloria” nos está hablando del lenguaje mismo del Antiguo Testamento, porque es una referencia a la “gloria de Dios”, la manifestación visible de su presencia. Esa gloria venía temporalmente y nadie podía acercarse a ella, pero esa gloria ha sido revelada en Jesucristo mismo.
De esta manera, la gloria que fue el privilegio de Israel ha sido revelada y está presente hoy entre todas las naciones. Cuando alguien conoce a Cristo y disfruta de esa santa unión, participa de esa gloria revelada. ¡Bendito misterio!
Como dijimos, Israel disfrutó de la gloria de Dios, pero ella iba y venía. Finalmente, el profeta Ezequiel nos habla de la gloria de Dios abandonando el templo por los pecados del pueblo de acuerdo con Ezequiel 10. Y después de ese tiempo la gloria de Dios ha sido revelada en Cristo, siendo ahora él “nuestra esperanza de gloria”. Esta esperanza se confirma porque Cristo está en nosotros. La gloria de Dios ha venido al “tabernáculo” de nuestro corazón para morar.
Nadie más en esta vida puede tener una esperanza viva como el que tiene a Cristo en su corazón. Él no es cualquier esperanza, sino una “esperanza de gloria”. ¡Bendita esperanza!
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 19
Perfectos en Cristo
“A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí” (Colosenses 1:28-29).
Con el presente texto finalizamos el primer capítulo de esta extraordinaria carta. Hasta aquí Pablo ha hecho una defensa férrea de las herejías más perniciosas infiltradas en medio de aquellos fieles hermanos, quienes eran recipientes de las tres imperecederas virtudes, a las que todos anhelamos para una vida feliz y victoriosa como son: el amor, la esperanza y la fe.
La gloria revelada en Cristo, con su esperanza viva para cada creyente, es la que Pablo anuncia y lo hace “amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría”. La visión evangelizadora de Pablo era como la de su Maestro en la Gran Comisión: a todo hombre y a todo el mundo.
El anuncio de su mensaje tenía un doble propósito: amonestar y enseñar a todo hombre. He aquí también nuestra tarea. Ambas cosas deben ser hechas “en toda sabiduría”.
¿Cuál era el propósito de Pablo al trabajar tan arduamente de esta manera? “Presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”. La meta de Pablo era traer a aquellos hombres en quienes se había manifestado la esperanza de gloria, a una madures en Cristo, de manera que no dependieran de él. Y al decir “a todo hombre” seguía contrarrestando a los falsos maestros en Colosas quienes creían que el camino a la salvación era para algunos hombres exclusivos.
¿Y qué hacía Pablo para lograr esta meta con cada uno de ellos? Pues Pablo lo hacía luchando y trabajando “según la potencia de él”. Pablo como apóstol, misionero, pastor y discipulador entendía que para poder presentar a todo hombre con una madurez espiritual debería dedicarse de esta manera a eso, pero no lo hacía en sus fuerzas, sino en la potencia del mismo Cristo, lo cual, de acuerdo con el mismo testimonio de Pablo, “actúa poderosamente en mí”.
Mis amados, qué ejemplo nos deja Pablo en este texto. Qué reto tan grande para todos aquellos quienes tenemos la responsabilidad de conducir a hombres y mujeres en el conocimiento de Cristo. La madurez espiritual de nuestras ovejas demanda un gran trabajo y una gran lucha.
Cuando el poder de Cristo actúa en nosotros, la madurez espiritual será el resultado de todos aquellos que están bajo nuestra responsabilidad. No se espera menos de esto en nosotros.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 20
Alcanzando las riquezas del pleno conocimiento
“Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro; para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:1-3).
Aunque Pablo no fundó la iglesia de los Colosenses no por eso dejó de sufrir por ella. Él llevó junto con su discípulo Epafras la lucha de las cosas que pasaban en la iglesia. Aquí vemos el corazón de Pablo, su pasión y amor por las iglesias con las que estaba relacionado. Algunas de ellas “nunca han visto mi rostro”, pero no por eso deja de mencionar la deferencia que tiene por cada una de ellas. De igual manera Pablo se sentía responsable por todos esos hermanos.
Al abrir su corazón intercesor por los hermanos de Colosas y de Laodicea dice: “quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros”. Pablo supo de las herejías infiltradas en la iglesia y esto le produjo esta enorme lucha, como si fuera un soldado en plena batalla. Su preocupación era por el peligro que corrían de descarriarse por otros sistemas doctrinales. Nada causa más preocupación a un pastor al ver a su iglesia siendo engañada por falsas doctrinas.
¿Cuál era la situación planteada entre estos hermanos? Que si bien todos ellos estaban dando frutos “en toda buena obra”, y habían hecho de la fe, la esperanza y el amor sus virtudes características, al parecer estaban ansiosos de querer algo nuevo. A lo mejor se sentían cansados de la rutina diaria, y esto les estaba motivando a ser tentados a buscar algo “más profundo”.
Y en esa grande lucha del apóstol él tenía un solo objetivo: “que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento”. Pablo supo del amor y la unidad de los hermanos, de allí venía su preocupación porque tales vínculos se rompieran entre ellos, por estar dando oído a otras enseñanzas que les impidieran alcanzar “las riquezas de pleno entendimiento”, lo de más valor para la edificación de sus almas.
¿Cuál era la meta final de Pablo en su intercesión por estos hermanos? Que ellos pudieran conocer “el misterio de Dios el Padre, y de Cristo”. Como ya hemos mencionado anteriormente, las doctrinas engañosas combatidas por Pablo hablan de los “misterios” de religiones paganas, dadas a lo oculto y reservado, pero cuando se alcanzan las riquezas del “pleno entendimiento”, entonces se logra conocer también el misterio de Dios Padre y de Cristo.
Y ese misterio fue revelado en Cristo, por cuando en él “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. No tenemos porque ir a otro lugar en busca de otro conocimiento, como pretendían los falsos maestros infiltrados en la iglesia. Con esto Pablo no solo refutó la herejía al poner en evidencia que la verdadera sabiduría no está oculta como manifestaban los gnósticos, sino que está depositada en Cristo con acceso para cada todos los hombres.
El conocimiento y la sabiduría de Cristo ahora está revela y al alcance de todos nosotros.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 21
El gozo que trae el buen orden
“Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas. Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo” (Colosenses 2:4-5).
El celo de Pablo por las iglesias era evidente.
La lucha de la cual habla en todo este pasaje era justificada. Los falsos maestros engañadores había que combatirlos con la sana doctrina, y esa era la que Pablo proclamaba. Las ovejas, por su indefensa natural, pueden ser engañadas y llevadas por “todo viento de doctrina”, y eso amerita una defensa frontal y sin demora.
Pablo vio un peligro inminente en medio de la iglesia de los colosenses, por eso habla, diciendo: “para que nadie os engañe con palabras persuasivas”. El engaño, por ser un instrumento usado por el padre de la mentira, viene siempre camuflado con “palabras persuasivas”. ¿Y acaso no fue así como Satanás engañó a Eva? La función de todo engañador es engañar. Nunca veremos en ellos anunciar su falsa doctrina, porque casi siempre es similar a la verdad, de allí su peligro.
“Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros”. Pablo, físicamente hablando, no podía estar con los hermanos porque ni los había visto y por estar preso. Sin embargo, él si podía estar con ellos en espíritu. Ya hemos hablado la manera cómo Pablo intercedía por esa iglesia, y era a través de la oración que él estaba con ellos. Él podía estar preso, pero la oración estaba libre. La oración nos hace estar presentes, aunque estemos lejos.
La presencia de Pablo en espíritu con sus hermanos producía en él un profundo gozo, llevándolo a mirar “vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo”. Este es un texto hermoso. Se ve el corazón de Pablo lleno de una satisfacción. Es cierto que la prisión le daba sufrimiento, y estaba limitado, pero el imaginarse a la iglesia haciendo las cosas bien, le traía inmenso gozo.
Pablo no solo veía el “buen orden” de la iglesia, sino también su firmeza de la “fe en Cristo”. El comentarista Vaughn, ve en las palabras orden y firmeza un aspecto militar. De esta manera lo describe: “La situación de los colosenses era como la de un ejército bajo ataque, pero sus líneas continuaban sin romperse, y su disciplina intacta, y su ‘fe en Cristo’ firme”.
Feliz la iglesia que enfrentan con vehemencia las falsas doctrinas, cuyo fin es apartar a los hermanos de la genuina fe, y dividirlos hasta arrastrarlos a sus creencias y sutiles engaños. Cuando esto hacemos nuestro gozo será evidente y la firmeza en el Señor será siempre nuestro sello distintivo. La mejor manera de combatir el error es viviendo en la verdad.
El gozo de ver el buen orden en una iglesia es una clara señal de un iglesia sana y victoriosa.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 22
Como creímos, andemos
“Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Colosenses 2:6-7).
Esta exhortación paulina abunda en una serie de verbos cuyo más grande propósito era recordar a los hermanos colosenses lo que ellos eran en cuanto a su formación, doctrina y convicciones, traídas por su pastor Epafras. Aunque las falsas doctrinas pudieran ser una amenaza, ellos no tenían por qué ceder a ellas, considerando la firmeza con la que ahora están viviendo.
Pablo vio el buen orden que había en la iglesia por el cual se goza en gran manera, porque la manera como ellos habían “recibido al Señor Jesucristo”. La manera cómo alguien recibe a Cristo, determina la forma cómo camina en él. Esto debe decirse por la visión de Pablo, porque cualquiera que posea Cristo o, mejor dicho, que sea poseído por Cristo, lo tiene todo.
El imperativo clave de este texto es “andad en él”. Observamos en esta declaración que no es simplemente “con él”, sino “en él”. Cuando esto hacemos no habrá lugar para andar deambulando de un lugar a otro, buscando nuevas experiencias, porque Jesucristo es suficiente para nuestra salvación y satisfacción espiritual y emocional.
Estamos completos en él.
Entonces ¿cómo debemos andar en el Señor?
Pablo habla de estar “arraigados y sobreedificados en él. Arraigarse en Cristo significa profundizar en él por cuanto esa es la función las raíces, ir siempre hacia abajo para asegurar la firmeza de lo que está arriba. Y sobreedificarse en él es poner todo el andamiaje de nuestra fe en Cristo.
Nuestra fe debe ser profunda, bien arraigada en Cristo, y que sobre esa fe se levante el edificio de nuestros principios y creencias.
Pero, además, ese andar en él es para estar “confirmados en la fe”. Cuando lo anterior es una vivencia en nuestras vidas (estar arraigados y sobreedificados), el resultado será el de una fe fortalecida en la verdad; en esa verdad donde fuimos enseñados (“así como habéis sido enseñados”), lo cual nos lleva finalmente a abundar en gratitud por todo lo recibido.
En todo lo expuesto por Pablo hay algo sumamente ilustrativo. En la vida cristiana, nosotros andamos, pero a su vez estamos arraigados y de igual manera estamos sobreedificados. ¿Cuál fue el propósito de Pablo al mezclar estas metáforas? Que permanezcamos firmemente arraigados, pero continuemos creciendo. El cristiano jamás dejará de crecer.
Nuestras raíces, nuestra edificación y nuestro andar cristiano, todo debe ser “en él”.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 23
Que nadie os engañe
“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8).
En este texto Pablo se pronuncia oficialmente acerca de los falsos maestros quien pretendían desviar la fe genuina de los hermanos de Colosas. Era evidente la amenaza del engaño, y ahora es confrontada. El engaño no se viste feo, sino siempre viene con un ropaje atractivo y seductor, así como vino la serpiente antigua y tentó a nuestros primeros padres. El engaño del error lo fue en el pasado, y sigue hoy, porque su fin es confundir nuestra fe por medias verdades.
Y es frente a esto que Pablo exclama: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas”. Observemos el imperativo “mirad” de Pablo. Es su llamado de atención. En todo este contexto, donde venía asomando el “iceberg” del error, con este imperativo pone al descubierto a los engañadores de oficio. Para Pablo, el engaño venía “por medio de filosofías y huecas sutilezas”. Otra traducción habla de “filosofías huecas y disparates elocuentes”.
La frase os engañe tiene la idea de “ser llevados lejos como presa”. Como hacen los animales depredadores al capturar a sus víctimas. Otra idea para esta frase es el ser robado y asaltado. Los únicos bienes que los colosenses habían adquirido era el haber recibido a Cristo como la fuente de su salvación, sin embargo, los maestros falsos gentiles y los judíos, se estaban esforzando por privarlos de este privilegio a través de una descarada y atractiva sutileza.
¿En qué consistía el engaño de estas filosofías? Las “filosofías y huecas sutilezas”, las que amenazaban a aquellos sencillos creyentes, eran una extraña mezcla ecléctica de gnosticismo primitivo, filosofía griega, ocultismo local, y misticismo judío. O sea, una especie de coctel con un veneno muy peligroso, utilizando al pecado y la promiscuidad de una manera sutil, aunque no eran evidentes. Eran filosofías atractivas a la razón y parecían muy inteligentes.
Para Pablo, estas filosofías eran “según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo”. Por lo tanto, eran vacías, de allí el término “huecas”, cuyo fin no era el de edificar, sino destruir. Tradiciones y rudimentos, son palabras terrenales, pero sin la autoridad de las Escrituras. En efecto, no son “según Cristo”. De esta manera, solo la presencia de Cristo como la verdad absoluta podrá disipar el engaño que pretende infiltrarse en la iglesia del Señor.
La única manera como alumbrar el error es confrontarlo con la verdad de la palabra.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 24
En Cristo habita toda la plenitud
“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.” (Colosenses 2:9-10).
He dicho en algunas ocasiones que Pablo es el intérprete de Cristo. Ciertamente hay tres evangelios encargados de escribir su historia de una manera biográfica, y Juan lo presenta como el Verbo hecho carne, pero es Pablo quien nos presenta a Cristo en su más singular revelación como Dios.
Él usó toda su inspiración filosófica y teológica para darnos a conocer el mejor cuadro de la cristología conocida hasta ahora. Él nos presenta “toda la plenitud de la Deidad”.
Los infiltrados engañadores en la iglesia de Colosas estaban trayendo “filosofías huecas” con sus tradiciones humanas, confundiendo la fe de aquellos fieles hermanos, al hablarles de Cristo como inferior a Dios, negando con ello su divinidad.
Ante esto, Pablo categóricamente les dice que en Cristo “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Para Pablo, Cristo no es un Dios a media o inferior. Ha habido desde antes una tendencia de minimizar a Cristo.
Las herejías gnósticas, las combatidas por Pablo en esta carta, enseñaban acerca de una separación entre el mundo espiritual y el material, por lo tanto, el cuerpo humano era malo y corrupto.
Los más conocidos con esta herejía eran los “docetistas”, quienes proclamaban que Jesús no tuvo un cuerpo humano real, solo aparentó ser. Mientras que el “cerintianismo” decía que el “Jesucristo hombre” estaba separado y era distinto al “Cristo espiritual”.
El comentarista Trench, hablando la “plenitud de la Deidad”, ha dicho: “En el Hijo habita toda la plenitud de la Deidad absoluta; no eran simples rayos de gloria divina los que le cubrieron, iluminando Su Persona por algún tiempo y con un esplendor que no era de Él; sino que Él era, y es Dios absoluto y perfecto; y el apóstol usa la palabra theotes para expresar esta Deidad esencial y personal del Hijo”. Jesucristo es 100% humano y también 100% divino.
Y por esa plenitud que habita en Jesús, nosotros estamos “completos en él”. Si Cristo no fuera Dios no estaríamos completos. De esta manera él vino, no solo para vivir con los hombres, sino en los hombres. Cuando le conocemos, él viene a morar en nuestros corazones por su Santo Espíritu para identificarse y hacerse uno con nosotros. No tenemos necesidad de más nada. Estamos completos en él. Para qué buscar otras satisfacciones si él ha satisfecho nuestra vida.
Al habitar en Cristo toda esa plenitud divina, él se constituye en “la cabeza de todo principado y potestad”. Y es por esa autoridad de Jesús sobre lo creado que demanda nuestra adoración.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 25
Circuncidados en Cristo
“En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo” (Colosenses 2:11).
Si algo conocía bien Pablo era el rito de la circuncisión. Cuando habló de su propia formación y origen no vaciló en decir que era judío, de la tribu de Benjamín, “circuncidado al octavo día” (Filipenses 3:5). Aquella fue la circuncisión hecha en la carne con la que Dios hizo su pacto con Israel a través de la obediencia de Abraham. Pero ahora Pablo habla de una nueva y más significativa circuncisión, no hecha en el prepucio del hombre, sino en su corazón.
Entre los colosenses no solo se había infiltrado una falsa doctrina gnóstica y docetista, sino también una de las más perversas, introducida por los judaizantes, de las cuales Pablo combate en sus cartas, especialmente la escrita a los Gálatas.
Esta fue traída por los judíos quienes enseñaban todavía el sistema legalista, acerca de la necesidad de circuncidarse como un añadidura, y si bien no fue para ser salvos, si para ser más santos, según ellos.
La mayoría de los colosenses provenían del mundo pagano, por lo tanto, ninguno de ellos conocía la circuncisión efectuada en el pueblo judío. Sin embargo, Pablo les asegura una circuncisión no hecha en la carne, sino espiritual, de allí su declaración: “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano”. Por cuanto en Cristo estamos completos, también hay una nueva circuncisión. En Cristo todas las cosas son hechas nuevas.
No era necesario este rito estrictamente judío, por cuanto al conocer a Cristo “el cuerpo pecaminoso carnal” fue echado fuera de nosotros. ¿Qué significaba esta nueva circuncisión? Significaba echar de nosotros el viejo hombre. Es literalmente despojarse de una pieza de ropa sucia, símbolo de esa vida dominada por nuestra naturaleza carnal. La sangre de Cristo nos despoja de esa vida, dándonos una nueva.
La nueva circuncisión fue hecha “en Cristo”. Cuando Pablo habla “también fuisteis circuncidados” es una referencia a un hecho histórico definido. Esto se conoce como la conversión, el nuevo nacimiento, la circuncisión interior del corazón. Con esto Cristo hizo posible nuestra entrada a las bendiciones del Nuevo Pacto. ¡Bendita bendición!
Cuando conocemos a Cristo dejamos el Antiguo Testamento por el Nuevo Testamento.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 26
Sepultados y resucitados con Cristo
“Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Colosenses 2:12).
Pablo nos sigue hablando de todas las bendiciones de las que ahora gozamos en Cristo. En su combate contra las herejías suscitadas en la iglesia, ha venido exaltando a Cristo, colocándolo no solo por encima de todo lo creado, y como autoridad de la iglesia, sino también asegurándonos que nosotros estamos completos en él.
La argumentación esgrimida hasta acá pone a Cristo como suficiente en todo y para todos. No hay nada que no tengamos en Cristo.
“Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él”. Con este argumento Pablo les dice a los hermanos colosenses que ellos no necesitan ser circuncidados en la carne, sino ser bautizados en Cristo.
Cuando un nuevo creyente se bautiza está testificando de la obra operada en su corazón, vista en su nuevo nacimiento. El bautismo nos ilustra nuestra muerte y resurrección a través de Cristo. Es el testimonio de nuestra identificación con él.
Pablo pareciera estar diciéndonos que la circuncisión como parte del pacto abrahámico, no es importante como es la circuncisión espiritual, que Jesús hace en la vida de todo creyente. De esta manera, si tú quieres una ceremonia que marque una verdadera transformación espiritual en tu vida, dirige tu mirada hacia tu bautismo y no hacia la circuncisión. El simbolismo del bautismo es mucho más grande y mayor, al compararlo con la circuncisión hecha en la carne.
El comentarista Vaughn dice sobre esto lo siguiente: “El énfasis del versículo, sin embargo, no está en la analogía entre la circuncisión y el bautismo; ese concepto, aunque implícito, pronto se descarta, y el pensamiento cambia al bautismo como símbolo de la participación del creyente en la sepultura y resurrección de Cristo”.
“Mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos”. Con esta declaración Pablo se adelante en afirmar también que, si bien el bautismo tiene toda esta simbología siendo aun superior sobre la circuncisión, nada de esto es posible si no obra la fe en el poder de Dios, aquel que levantó al mismo Cristo de entre los muertos. Nosotros somos testigos de ese poder cuando Cristo vino a nuestros corazones y fuimos por él perdonados y salvados para siempre.
El bautismo es nuestro gran símbolo de nuestra unión con Cristo en su muerte y resurrección.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 27
El perdón de nuestros pecados
“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándonos los pecados” (Colosenses 2:13).
Pablo no detiene su pluma cuando escribe una cadena de acontecimientos, aquellos que vienen al momento de recibir a Cristo, siendo lo opuesto a la vida cuando no teníamos la esperanza de la salvación y de la vida eterna. Contrario a la falsedad traída por los docetistas y los judaizantes, respecto al tema de la circuncisión en la carne y a la salvación por gracia, Pablo desnuda nuestra condición pasada, comparándola con la gloriosa condición presente por medio de Jesucristo.
¿Cómo era la condición antes de venir a Cristo?
Estábamos “muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne”. Cuando pensamos en la muerte de algo, o de alguien, estamos declarando un estado sin vida material. Para los efectos de lo señalado por Pablo, este es un estado de muerte espiritual, y el agente de esa muerte es el pecado (Romanos 5:12). Por otro lado, la incircuncisión de la carne era el estado de muerte en la que vivían los gentiles.
¿Qué hizo el Señor para cambiar aquella condición espiritual?
Pues nos “dio vida juntamente con él”. El dar vida por parte de Jesús es la experiencia gloriosa del nuevo nacimiento. Fue el “nuevo soplo” de vida por medio del Espíritu Santo. Esta es la experiencia conmovedora a través del cual pasamos de muerte a vida, de la oscuridad a la luz, de ser enemistados a llegar a ser amigos de Dios. Y esa vida fue “juntamente con él”, aquella consumada por Cristo en la resurrección.
Y la forma más subjetiva, pero también visible de esa experiencia, fue el perdón de los pecados. El ser perdonado es quedar libre de su maldición hecha en el Edén, y a su vez es saber que ya no estamos más bajo la condenación de la ley, aquel juez que nos juzgaba si fallábamos en una tilde. Pero más aún, es quedar en las manos de Cristo, y no en las de Satanás, el acusador de nuestras almas, Satanás.
Así, pues, fuimos perdonados y ya el pecado no debe reinar más en nosotros. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 28
El acta está anulada
“Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:14-15).
Pablo no ha ahorrado tinta para seguir escribiendo sus argumentos contra la falsa doctrina introducida en los colosenses, destacando la obra completa y concluida de la cruz, la cual no solo nos ha salvado y perdonado nuestros pecados, sino que, a través de ese mismo evento de la muerte de Cristo, ha quedado anulado todo el peso de la ley que nos condenada, y los enemigos de nuestra salvación fueron despojados de su dominio y expuestos públicamente.
“Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros”. El acta de los decretos es una referencia a una lista de nuestra deuda moral delante de Dios. Era, en efecto, una deuda impagable que ninguna persona imperfecta podía cancelar en su totalidad. Pero esa lista fue anulada por el alto precio pagado a través del sacrificio perfecto, el de nuestro Señor Jesucristo.
El término acta acá es una palabra general para un documento escrito a mano, con un sentido legal, para ser aplicado a un prisionero, especialmente cuando confiesa los daños hechos. También es una figura financiera vista como un libro contable mostrando nuestra bancarrota delante de Dios. Pero ese documento condenatorio ha sido anulado completamente.
De acuerdo con el comentarista Vincent, “la antigua palabra griega traducida como anulando es una palabra compuesta de la palabra ungir y del prefijo que significa completamente. La idea es que algo fue completamente anulado, y en el antiguo mundo el término era usado para blanquear una pared o recubrir una pared con oro. Esto significa que las acusaciones en contra de nosotros fueron anuladas y cubiertas por completo”.
Y ese documento que nos era contrario, fue quitado de en medio nuestro al ser clavado en la cruz. Sí, Jesús, además de pagar el acta de los decretos que pesaba en contra nuestra, la quitó de en medio, y la clavó en la cruz. Los clavos de sus manos y de sus pies abolieron aquello que nos condenaba para siempre. Todo lo que judicialmente nos señalaba fue abolido en la cruz.
Con ese mismo acto Jesús despojó “a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. He aquí otra figura de profundo significado. Se trata de un desfile de un triunfante vencedor, quien trae consigo los enemigos derrotados, exhibiéndolos públicamente para vergüenza de ellos mismos. La Cruz es la victoria de Cristo sobre todos los principados y potestades, comandados por Satanás, nuestro acusador.
No hay ningún enemigo ni en el cielo ni en la tierra sobre el cual Cristo no haya triunfado.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 29
Que nadie juzgue por la comida o la bebida
“Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Colosenses 2:16-17).
Para Pablo, Cristo es el gran vencedor sobre todos sus enemigos. Con su triunfo en la cruz exhibió a sus adversarios públicamente, y de esta manera, Cristo es el Rey soberano a quien seguimos y por medio del cual vivimos. Y ese reinado sobre nosotros anula el vivir bajo las tradiciones de los hombres. Nuestra obediencia y sumisión absoluta es a Cristo.
“Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida”. La frase “por tanto” tiene la función de conectar lo que precede. Por cuando Jesús ganó tan gloriosa victoria en la cruz, sobre todo dominio y potestad, nadie debe juzgarnos en lo relacionado con las comidas o las bebidas, y en ningún otro asunto, propio de aquel marcado legalismo. En Cristo estamos completos y no debemos ser forzados a vivir otra vez en los rudimentos de la ley. No cabe el juicio por lo que hacemos ahora.
Los falsos maestros seguían impulsando una agenda legalista en medio de los colosenses. Su empeño era en guardar ciertas prácticas, tales como “días de fiesta, luna nueva o días de reposo”. Todo esto era disposiciones de la ley antigua, pero al venir Cristo, ya eso fue abolido. Y no es que la ley en si era mala, sino que todas esas cosas antiguas fueron una “sombra de lo que ha de venir”. Como bien dijo Pablo, la ley fue el ayo que nos llevó a Cristo.
Tanto los días de reposo como las comidas y bebidas, observadas bajo la Ley de Moisés, ya no son obligatorios para el pueblo del Nuevo Pacto. La sombra ya pasó, ahora la realidad nos ha llegado. Ahora en Cristo, las comidas son puras (1 Timoteo 4:4-5), y cualquier día que guardemos le pertenece a Dios. De esta manera, los cristianos quedamos libres de estas dietas y también del juicio de tales cosas. Así que, no juzguemos a otros si no practican esto.
“Pero el cuerpo es de Cristo”. Si bien el judaísmo con todo su legalismo ponía una carga pesada sobre los hermanos, creando conflictos a su nueva fe, siendo esto una sombra de lo venidero, ahora Cristo se hizo presente con su cuerpo visible, cumpliendo lo no revelado. La revelación progresiva nos llevó hasta Jesucristo ‘(Hebreos 9:9-11). Cristo es el antitipo de todos los tipos que mostraban una realidad futura. No seguimos más en la sombra.
Los modernos judaizantes nos quieren llevar otra vez a esa “sombra”, pero ahora hemos quedado libres de todas las ataduras de la ley antigua, para vivir en la gracia, traída por Cristo.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 29
Que nadie nos prive de nuestra nueva libertad
“Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (Colosenses 2:18-19).
Este texto es la cara oculta de lo que hemos venido hablando acerca de los engañadores de oficio infiltrados en la iglesia. Si bien Pablo venía revelando algunas de las acciones del error, aquí lo desnuda totalmente. Él no menciona quien estaba enseñando lo contrario a la sana doctrina, traída por los responsables de conducir a la iglesia, pero era obvio la proliferación la cizaña.
“Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles”. En los textos anteriores Pablo confrontó la “herejía colosense” presentando a Cristo como superior a los ángeles por cuanto en él habita “toda la plenitud de la Deidad”; Jesucristo mismo es Dios. Sin embargo, un movimiento ascetista proponía una falsa humildad por medio de la adoración a los ángeles. Era falsa porque desplazaba la legítima adoración a Dios.
La experiencia de ayer lo sigue siendo hoy. Como los hombres han tenido miedo de encontrarse con Dios, entonces han tratado de conseguir su favor mediante sus buenas obras, sacrificios personales, o a través de mediadores creados con sus manos para intervenir a favor de ellos. El culto a los ángeles busca eso. Para muchas personas, el sacrifico de la cruz parece no ser suficiente, de allí el remplazo de las criaturas por el Creador.
Tres cosas ponían en evidencia su desviación: se entremetían en lo que no habían visto, tenían una mente carnal hinchada por una vanagloria, y no aceptaban a Cristo como la Cabeza de todo, incluyendo a la iglesia. Y esa mente pecaminosa y arrogante es la característica típica de los propagadores de los modernos judaizantes, quienes, al considerarse mejor, humillan a los que siguen un evangelio sencillo.
Frente a toda esa malgama de falsedad al no reconocer a Cristo como suficiente y superior, Pablo lo afirma como la Cabeza de todo, trayendo como resultado que quienes estamos conectados a su cuerpo, nos nutramos y nos unamos “por las coyunturas y ligamentos” hasta llegar a crecer “con el crecimiento que da Dios”.
Cuando somos fieles a la Cabeza, que es Cristo, nuestro crecimiento en el Señor será lo verdadero, tan contrario al error.
Las falsas doctrinas siempre serán contrarias a la verdad de las Escrituras, trayendo como resultado confusión en lo que se cree y retraso en el crecimiento “que da Dios”.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 30
No más sometidos a los preceptos humanos
“Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne” (Colosenses 2:20-23)”.
La palabra de Dios en si misma se nos revela como perfeta y pura. Ella no está sujeta a las mezclas de las tradiciones humanas y eso es lo que vehementemente Pablo combate en esta carta cuando confronta el empeño de los merodeadores del engaño, pervirtiendo la fe prístina de los seguidores de Jesús, proponiendo o añadiendo costumbres de los hombres, y no las de la palabra. Si andamos en Cristo no hay necesidad de regresar al antiguo legalismo.
En este texto las preposiciones “no” y “ni”, repetidas varias veces, describen de una manera perfecta a la religión legalista, la cual casi siempre se define más por lo que no hacemos que por lo que hacemos. El cristianismo es una religión de principios absolutamente morales; y también de límites morales definidos. Sin embargo, cuando hablamos de su fundamento, el cristianismo es una religión positiva, sin enfrascarse en los “no” o en los “ni”.
Habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo. Con esto Pablo nos recuerda nuestro vivir por encima del legalismo. El haber muerto y resucitado con Cristo (Colosenses 2:12), nos da la garantía que ya no andamos bajo los rudimentos de la ley, porque Cristo ahora es nuestro fundamento, contrario a los preceptos “no manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres)”. Así era el legalismo de ese momento.
La expresión “no manejes, ni gustes, ni aun toques.” formaba parte de las numerosas prohibiciones religiosas, cuyo fin era esclavizar a incontables personas: hasta los cristianos. Por supuesto que estas prohibiciones siempre apuntan a las cosas perecederes, sin que tengan alguna importancia cuando las comparamos con lo eterno. Cuando vemos a hermanos hablando este tipo de lenguaje religioso, sabemos que estamos en presencia de un legalista.
Entonces ¿cuál es el beneficio que traen estas prohibiciones? “Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.” El legalismo pretende mostrarnos un mayor grado de espiritualidad y de piedad, pero al final es sólo apariencia.
Quienes propugnan el regreso a la ley antigua, muestran una fachada en la adoración de Jesucristo, porque su fin es la adoración del hombre, adulando su orgullo y gratificando sus pasiones.
Para Pablo, toda esta cadena de prescripciones humanas “todas se destruyen con el uso”. Nada de tales cosas tienen valor alguno cuando Cristo lo ha llenado todo.
Según lo dicho por Bruce “son cosas que llegan a un fin en el mismo acto de ser usados. El manejarlas, el comerlas, y cosas por el estilo implican su destrucción. El alimento, una vez que se come, deja de ser alimento. Estas no son las cosas más importantes; estas cosas no son las máximas realidades”.
Cristo nos ha hecho libres, ya no más esclavitud de esas ataduras antiguas y humanas.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 31
Buscando las cosas de arriba
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Colosenses 3:1).
Pablo ha dejado ahora los argumentos contundentes con los que combatió la “herejía colosense” para enfocarse en la vida espiritual de los hermanos afectados por esas falsas doctrinas. He aquí una consideración de la vida cristiana práctica, la enfocada en Cristo, en quien estamos todos completos y quien debe ser el objeto de nuestra más diligente búsqueda en esta nueva naturaleza.
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo”. Pablo ya había abordado este tema en Colosenses 2:12 cuando usó la ilustración del bautismo. Por cuando el “resucitado” con Cristo nos habla de nuestra nueva naturaleza, la disposición de nuestro corazón debiera ser conforme a esa resurrección.
¿Qué hizo Jesús en su resurrección? Por un lado, dejó la tumba y se encumbró hacia el Padre. En este mismo sentido, nosotros debemos hacer lo mismo. Después que Cristo resucitó duró 40 días ministrando a los suyos, de igual manera debemos hacer nosotros también. Resucitar con Cristo es hacer lo que él hizo.
Después de condenar a los falsos maestros, Pablo pudo enfocarse en condenar también algunos de los pecados de los colosenses, pero en lugar eso se resaltó las cosas positivas de las cuales ellos ahora gozan.
Su propósito más bien era elevar los corazones y mentes de sus hermanos hacia las cosas celestiales, hacia arriba donde está Cristo, la fuente de la verdadera vida. El llamado a sus hermanos es a luchar no solo contra el pecado, sino a levarse sobre ellos.
Entonces, si hemos resucitado en Cristo, ¿qué debemos hacer? Pues debemos “buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado”. Cuando Cristo resucitó su mirada estuvo dirigida hacia el cielo donde pronto se reuniría con su Padre.
El creyente, por su naturaleza todavía terrenal, tiene su mirada en las cosas de la tierra, pero el llamado de este texto es a conectar nuestros pensamientos y corazones con el cielo, porque allí está nuestro Señor Jesucristo.
El creyente debe amar y buscar las cosas de arriba, porque con mucha facilidad nos levantamos y no siempre nuestra primera mirada es a las cosas de arriba, sino a las de abajo con todos sus afanes que trae cada día. Nuestra mirada debe ser en buscar el cielo, porque allí está el amado Cristo “sentado a la diestra de Dios”, como la mayor garantía para nuestras oraciones, al saber que él intercede por nosotros. Bendita sea esa seguridad celestial. Busquemos lo de arriba.
El hombre fue hecho para mirar hacia arriba, solo los animales viven buscando lo de abajo.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 32
Mirando siempre hacia arriba
“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2).
Pablo prosigue su argumentación en la vida práctica para sus lectores colosenses. Como quiera que haya sido, estos sensibles hermanos estaban siendo arrastrados por falsas enseñanzas, cuyo único propósito era empañar su mirada en las cosas celestiales por las terrenales. Y es que nada afecta más la vida espiritual como cuando perdemos nuestro enfoque en la mirada hacia el cielo. He aquí un imperativo bíblico para regresar nuestra visión a la fuente de nuestra salvación.
“Poned la mira en las cosas de arriba”. Era evidente la amenaza que estaba desviando la mirada de la iglesia por alguna seducción “más atractiva”, suplantando la suficiencia en Cristo. Enfrentados a una cosmovisión en total competencia con lo recibido, con los ingredientes del deísmo, el paganismo y el agnosticismo, los colosenses se encontraron con la tentación de mezclar el evangelio con otras filosofías, en lugar de lidiar con aquello que estaba desviando su atención.
La fuente de nuestras victorias espirituales no proviene de la tierra, sino de arriba. Las mentes cristianas enfocadas en los bienes del cielo son mentes triunfadoras. Muéstreme a un creyente con una continua mirada al cielo, de donde proviene su alimento y fortaleza, y yo le indicaré a una persona vigoroso, cuya fe se agiganta en medio de las pruebas, propias en la tierra.
Pero no todas las cosas terrenales son malas; el pecado ha pervertido muchas de ellas. Hay muchas cosas terrenales donde nuestra mirada debiera recrearse, sobre todo en aquellas donde vemos las huellas del que “lo hizo hermoso en su tiempo”. La hermosura de la creación debiera llevarnos a mirar con admiración la acuarela de Aquel pintor, cuyo pincel le puso los tonados colores a la naturaleza, que al contemplarla, tengamos sobradas razones para nuestra alabanza.
“Poned la mirada…no en las de la tierra”. La Biblia nos dice que el corazón del hombre natural, aquel cuyos pensamientos no han sido transformados, no se preocupe por las cosas celestiales, porque actuará siempre con un propósito distinto al espiritual, y diferente a los valores eternos. Pero para aquel cuya vida está completa en Cristo, su mirada será siempre celestial.
Alcemos nuestra mirada hacia arriba, de allí viene nuestro socorro y nuestras bendiciones.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 33
La vida escondida en Cristo
Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:3-4).
Hemos dicho que Colosenses es la carta de la Cristología. En ninguna otra se encumbra tanto la figura y preeminencia de Cristo como en esta. Pablo ha pasado de usar sus argumentos teológicos y hasta filosóficos, para refutar también las “filosofías huecas”, hasta llegar a esta parte práctica de la carta, hablándonos de la nueva posición que ahora tenemos en Cristo.
“Porque habéis muerto”. Esta declaración proviene del imperativo anterior, cuyo llamado ha sido el de poner la mirada en las cosas arriba “donde está Cristo sentado”. Pero aún más, proviene de nuestra resurrección hecha a través de Cristo. La “muerte” acá es la del mundo; se trata de aquella vida caracterizada por “nuestros delitos y pecados”. A esa vida ya hemos muerto, y ahora gozamos de la promesa de una vida “escondida con Cristo en Dios”.
Hay un misterio sublime en esta profundidad teológica de la que Pablo nos habla. Ahora nuestra vida está escondida, oculta para los hombres y para el mundo, por cuanto hemos muerto a él, pero muy presente delante de Dios, reservada para el día de la gran manifestación. Nuestra vida escondida en Cristo aguarda ahora el día cuando Cristo volverá otra vez.
Y esa vida enigmática, indefinible, que desconcierta el entendimiento del mundo, y a veces el nuestro, algún día se revelará su misterio, todo lo que tiene que ver con el significado oculto de las cosas. El asunto es que Cristo ha tomado nuestra vida, de allí la idea de “estar oculta en él”, pero él regresará y revelará esta vida y todos la verán como fuimos conocidos.
Y note como Pablo nos habla de esa vida y su manifestación. No es cualquier cosa lo que nos espera. Esa vida oculta en su presencia, ahora aguarda por el día cuando seremos “manifestados con él en gloria”. Esa vida pareciera no tener valor o significado para el mundo; pero no es el mundo quien nos califica, sino el Señor.
Un comentarista bíblico lo dice así: “Cuando Él se manifieste, pues, el mundo descubrirá la verdadera vida, mientras que con demasiada frecuencia la imagen que reflejamos de la misma en nuestra propia existencia está borrosa, distorsionada, descolorida, débil y manchada por el pecado. Cuando Él se manifieste, todas las cosas serán hechas nuevas”. Guy Appéré, El misterio de Cristo, trans. Demetrio Cánovas Moreno, Segunda edición. (Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino, 1999), 100.
Bendita sea esta vida que nos ha sido dado, aunque invisible para el mundo, ella está escondida en Cristo hasta su manifestación gloriosa.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 34
Lo terrenal que debe morir en nosotros
“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas” (Colosenses 3:5-7).
Pablo nos ha venido hablando en este pasaje de la muerte y la resurrección del creyente, todas logradas en la vida que ahora tenemos en Cristo. Y en ese mismo contexto, y por la nueva vida adquirida, nos ha hablado de los imperativos “buscad y poned” para poner nuestra atención en las cosas de arriba, más que en las de la tierra.
Pero ¿hay otra mayor demanda para nosotros?
El nuevo imperativo de este texto nos dice: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros”. Pablo pareciera decirnos: ‘si bien ustedes han muerto y resucitado en Cristo, como prueba de su seguridad eterna, deben seguir matando “el cuerpo de muerte” porque al parecer sigue reinando en nosotros’. Y para esto, el apóstol enumera una lista de esos pecados más comunes que batallan en nuestra carne, siendo todos ellos objetos del desagrado divino.
Hay un enemigo batallando en nuestro cuerpo llamado “pecado”. Pero ese enemigo tiene muchas formas, y Pablo le declara la guerra de una manera frontal. Él reconoce que ni aun los cristianos estamos exentos de seguir en ellos. Al parecer Pablo fue informado de la presencia de estos pecados morales en la iglesia, y por eso los va a enumerar en secuencia, porque cada pecado descrito acá va llevando a otros en total degradación.
¿Cuáles son esos pecados ofensivos ante los ojos de Dios? “Fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría”. Esta lista es una referencia directa a los pecados sexuales, y todos ellos son un atentado contra nosotros mismos, porque “el que fornica contra su propio cuerpo peca” (1 Corintios 6:18).
Nada le hace más daño a la vida espiritual como la práctica de estos pecados ocasionados por las pasiones de la carne.
Y ¿cuáles son las consecuencias de la práctica de tales pecados? Que “la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia”. No podía ser de otra manera. Dios es absolutamente santo para ver el mal.
Él descargó toda su ira contra su Hijo cuando llevó nuestros pecados, por lo tanto, ahora su ira será descargada para los hijos que viven en esta desobediencia. “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo” nos va a decir después Hebreos 10:31.
Pero Pablo al final nos alienta diciendo que estas cosas pertenecieron a la vieja vida “cuando vivíais en ellas”. Frente a esto, el reto más sagrado debiera ser, vivir consagrados al Señor, golpeando nuestro propio cuerpo, para no pecar contra Dios con estos pecados de la carne.
Desear algo más de lo que nos ha sido dado, incluyendo estos pecados, es avaricia e idolatría.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 35
Los pecados de la lengua
“Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Colosenses 3:8).
Pablo anteriormente nos dejó una lista de los más notorios pecados de la carne. El hecho de ponerle nombre a cada uno fue un recordatorio de cuán ofensivo son a la santidad de Dios y a la santidad del cuerpo. Y ahora, como si escribiera otra lista, nos va a presentar lo que vamos a considerar como los pecados de la lengua y los pecados del carácter.
Estos primeros versículos están llenos de imperativos. Pablo comenzó invitándonos a “poned” nuestra mirada en lo de arriba; después nos animó a “buscad” las cosas de arriba. Luego nos exhortó a “haced” morir lo terrenal en nosotros, para luego invitarnos a “dejad” aquello que afea nuestra alma y nuestro espíritu y contrista al Espíritu de gracia dado.
“Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas”. El “pero” de este texto conecta lo dicho anteriormente. Los pecados de la carne parecieran ser los más escandalosos, mientras que esta otra lista es considerada por muchos como pecados “insignificantes”, que los creyentes podemos pasar por alto por su poca peligrosidad.
Pero ¿será cierto esto?
¿Cuáles son esos pecados no tan “escandalosos” que abundan en nuestro ser? Ellos son: “ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca”. La Biblia le dedica muchos textos al uso de la lengua, y en su mayoría lo hace para hablar de ella como la responsable de decir cosas con las que se pone de manifiesto lo que hay en el corazón.
Un vistazo a esta lista nos revela a una persona que ha perdido su dominio propio, dejándolo al control de su lengua.
La ira y el enojo son pecados por medio de los cuales podemos dar cabida al diablo (Efesios 4:27). Al estar en ese mismo contexto son las oportunidades que aprovecha el enemigo para que ofendamos al Señor y no seamos efectivos en su obra.
La malicia es aquella intención solapada cuyo origen es de algo malo concebido en la mente y después ejecutado por la voluntad.
Mientras que la blasfemia y las palabras deshonestas son aquellos pecados pronunciados por la lengua, dejando al descubierto una fuente dulce y amarga que corren dentro del corazón del hombre de acuerdo con lo dicho en Santiago 1:26 y 3:1-9. Así, pues, cuando Pablo habla del imperativo “dejad” nos confronta a despojarnos de esa fea manera de reaccionar en algún momento, pero también de lo ofensivo que son las palabras corrompidas de nuestra boca.
Que nuestros labios se abran para la alabanza al Señor, horrándole con el buen uso de la lengua.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 35
Despojarse de lo viejo y vestirse de lo nuevo
“No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos” (Colosenses 3:9-11).
Por la manera cómo Pablo escribe y describe a los colosenses, pareciera ser un testigo en lugar de alguien que vive en la distancia. No sabemos si el trabajo de los falsos maestros hizo tanto daño en medio de ellos que los llevó a una desviación de su vida espiritual, vista en toda esta lista de pecados, tanto de la carne como del espíritu. De esta manera, sea por prácticas reales o por advertencia, el apóstol se adentra en la iglesia para revelar un estado espiritual preocupante.
A los pecados de la lengua y del carácter, Pablo añade el de la mentira, uno de los más feos y detestables en los no cristianos, y cuánto más lo será en alguien que ha conocido la verdad. Y la mentira a la que Pablo se refiere va más allá de la personal, para referirse a una colectiva, cuando habla de “no mintáis los unos a los otros”. La mentira es lo opuesto a la verdad cristiana.
La razón para no seguir mintiendo es porque nos hemos despojado “del viejo hombre con sus hechos”. Antes de conocer a Cristo, la vieja naturaleza prevalecía en nuestras vidas. La característica de ese “viejo hombre” era el de una complacencia de la carne, cuyos hechos eran notorios porque respondían haciendo el mal. No hay nada bueno en esta naturaleza caída.
Con este imperativo, Pablo nos hace ver que, en Jesucristo, los santos de Dios son personas diferentes. Que nuestro andar corresponde a una nueva naturaleza y por esta razón debemos revestir al hombre viejo por uno nuevo “el cual conforme a la imagen de el que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”. Ese hombre nuevo fue creado en Cristo, así como el primer hombre fue creado por Dios del polvo de la tierra.
El hombre viejo debe morir en nosotros, para que nazca el nuevo. Esa muerte corresponde a quitar el vestido viejo y ponerse el nuevo, y ponerse uno limpio. Todo en nosotros estaba completamente sucio, y contaminado; cada fibra de nuestro ser estaba corrompida, por eso la muerte a ese viejo hombre fue la única respuesta, para dar cabida a la renovación del nuevo hombre, creado a la imagen de Dios.
Los falsos maestros excluían a los que no comulgaban con sus propias “doctrinas”. Pero Pablo nos va a mostrar la incorporación de todos aquellos a quien el Señor también ha hecho nuevos, así sean griegos o judíos, circuncidados o no, incultos o incivilizados, esclavos o libres. Todos los que vivían sin esperanza, ahora son salvos porque “Cristo es el todo, y en todos”. Nadie queda excluido cuando conoce a Jesucristo.
Despojemos al viejo hombre, y vistamos al nuevo, renovándolo “hasta el conocimiento pleno”.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 36
El vestido de un hijo de Dios (primera parte)
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia” (Colosenses 3:12).
Hasta ahora Pablo ha descrito la condición espiritual de la iglesia. Si bien los colosenses eran depositarios de las tres virtudes imperecederas como lo eran la fe, la esperanza y el amor (1:4-5), le dedicó varios textos para revelar ciertas tendencias pecaminosas, seguramente promocionadas por los falsos maestros. Y como Pablo les ha exhortado a despojarse de tales prácticas, ahora les desafía a vestirse con el vestido de un hijo de Dios.
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios”. El nuevo hombre no lo crea una ideología política, porque sería una especie de robot que solo respondería a la doctrina de quienes lo concibieron. Pero el hombre de quien habla Pablo ha sido es escogido por Dios. Y en esto concuerdan las palabras de Cristo a sus discípulos cuando les dijo: “No me escogisteis vosotros a mí, sino que yo os escogí a vosotros” (Juan 15). La doctrina de la elección es vigente en toda la Biblia.
El acto de despojarnos fue el lado negativo de la obra santificadora operada por el Espíritu Santo en nuestras vidas. Pero ahora se presenta el lado positivo de esta nueva obra hecha en el corazón. Una vez que los pecados han sido expuestos delante de nosotros, ahora es el tiempo para dar a conocer las virtudes, y con ello ver cuál es la vestimenta de ese nuevo hombre.
¿Cómo debe vestirse un escogido de Dios? Todo privilegio implica una responsabilidad, y toda bendición un deber. De esta manera se espera mucho de aquellos a quienes Dios ha escogido y apartado para ser objeto de su llamado. Por lo tanto, las primeras prendas de ese vestido son: “santos y amados”.
La santidad es lo contrario a la impureza. El nuevo vestido debe ser limpio, mientras que el ser “amados” son los bellos colores de ese nuevo vestido.
Un escogido de Dios también se viste de “de entrañable misericordia”. Esto habla de alguien afectuoso y sensible al tacto. El comentarista Clarke dice de esto: “El apóstol quería que sintieran el más mínimo toque de la miseria de otro; y así como sus ropas son puestas sobre sus cuerpos, así su sentimiento más tierno debe estar siempre al alcance de los miserables”.
El resto de las demás virtudes con las que se viste a ese nuevo hombre, son “de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia”, siendo estas las mismas que provienen del fruto del Espíritu (Gálatas 5). A la virtud de la compasión, el hombre nuevo le añade la mansedumbre, imitando a su Maestro, quien nos enseñó a vivir de esta manera, porque él era “manso y humilde de corazón”. Un cristiano orgullo es una contradicción de términos.
Las virtudes de la bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, le dan belleza al alma, cuya expresión final es la belleza del rostro. Quien vive el fruto del Espíritu, se viste de todo lo bueno, puro y santo de esta nueva naturaleza. Asegúrese de tener siempre puesto su nuevo vestido.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 37
El vestido de un hijo de Dios (segunda parte)
“Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13).
Pablo ha venido hablando del hombre nuevo creado a la imagen de Cristo. Para eso ha usado la figura del nuevo vestido, solo hecho para los escogidos por Dios. Este nuevo vestido, más que ser visto por los adornos externos, es una referencia al hombre interior, a la vestimenta del corazón. Porque si nuestro corazón está revestido con la santidad de Dios, las demás virtudes de nuestra vida solo serán un reflejo de todo lo que está dentro.
“Soportándoos unos a otros”. La expresión “unos a otros” aparece una variedad de veces en el Nuevo Testamento. La finalidad de ella es hacernos sentir la bendición de pertenecer al cuerpo de Cristo y edificarnos mutuamente. Soportarse acá es aceptarnos tal como somos, con todas nuestras debilidades y fallas. ¡Esto no siempre es fácil! Y en esto deseáramos que los demás fueran mejores de lo que son: más amantes, más compasivos, más amables, más pacientes…
Pero en honor a la verdad, debemos reconocer que no es fácil soportar las irritaciones, las críticas, las palabras duras o amargas y los desplantes con los que muchas veces somos afligidos por nuestros propios hermanos en la fe. Ciertamente no somos perfectos; y tampoco lo es la Iglesia. Pero sin esta aceptación, la iglesia no puede vivir. Necesitamos ser tolerantes, mostrar los frutos de compasión y la bondad; pero, sobre todo: frutos de humildad, mansedumbre y paciencia.
¿Cómo hacemos realidad lo anterior? “Perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro”. Además de soportarnos, el creyente tiene otra deuda con su hermano, y esa es la de perdonarnos mutuamente. Esto tampoco es fácil. Lo más común pareciera ser guardar alguna raíz de amargura, en lugar de poner en libertad al que me ha ofendido por medio del perdón.
¿Cuál es la medida del perdón en nosotros? “De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Dios da el primer paso hacia nosotros con el perdón; sin embargo, el hombre solo se reconcilia si la parte ofendida anhela el perdón. Vinet dice: “Para perdonar realmente, debemos hacer algo más que perdonar: el mal debe ser vencido por el bien y, siguiendo el propio ejemplo de Dios, donde hay mucho pecado debe haber mucha más gracia”.
A quien más se le perdona mucho, debiera estar más presto para perdonar a quienes le ofenden.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 38
El vestido de un hijo de Dios (tercera parte)
“Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Colosenses 3:14)
Pablo finaliza con este texto su largo discurso acerca del vestido nuevo de un escogido de Dios. Hizo todo un recorrido de las nuevas virtudes que deben adornar esa vida nueva, llegando a la cumbre de todas ellas.
Con esta declaración pareciera exponer el asunto más grande de lo que ahora somos poseedores. Si la vida está carente de este amor, está vacía de lo demás.
“Y sobre todas estas cosas vestíos de amor”. He aquí la prenda más importante de este nuevo vestido. Cuando Pablo habla del “sobre todas las cosas” habla del amor como la suma de todas las cosas anteriormente citadas. Nada es más poderoso como el amor, porque cuando amamos incondicionalmente, estamos cumpliendo lo que Dios requiere de nosotros en las relaciones.
Lo anterior expuesto acerca de soportarnos y perdonarnos solo es posible si estamos “vestíos de amor”. Cuando la Biblia nos dice que “el amor cubre multitudes de pecados”, nos coloca en la posición de enfrentar todas las ofensas, porque el amor llega a ser como la coraza contra el cual se estrella lo malo, y al final será ese mismo amor el que paga bien por mal.
Guy Appéré, en su comentario “El Misterio de Cristo”, ha dicho lo siguiente: “No hay palabra que esté más manoseada que el “amor”. Es el único valor hacia el que el mundo pudiera mostrar aún algún respeto, pero con demasiada frecuencia está asociado con lo más bajo, superficial, efímero y egoísta en el mundo”.
La forma cómo el mundo concibe al amor, es más el de un sentimiento en lugar de verlo como acto en sí. El amor no reacciona como una respuesta a lo que me da otra persona; más bien, el amor, por ser espontaneo, se da sin esperar nada a cambio. Juan lo dijo de esta manera: “En esto consiste el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros” (1 Jn. 4:10).
El amor no crece a partir de una relación; simplemente el amor se crece, venciendo cualquier desagravio, y se dirige al desagradecido sin esperar nada de él.
¿Por qué Pablo dijo todo esto del amor? Porque es “el vínculo perfecto”. Es perfecto porque es el poder construido detrás de la compasión, así como la humildad, mansedumbre y paciencia. El amor une todas las demás virtudes. El mismo Pablo lo puso como la primera virtud del fruto del Espíritu, dejándonos ver que lo demás proviene del amor. Si tenemos al amor, lo tenemos todo.
El vestido del amor nos hace ver delante de los hombres el resto de las demás virtudes.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 39
La paz de Dios
“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.” (Colosenses 3:15).
El apóstol Pablo ha venido hablando del vestido de un escogido de Dios. En su larga lista de virtudes ha hecho referencia al fruto del Espíritu. Y es un hecho que, si esto no es la distinción del “ornato del espíritu”, sería imposible soportarnos y perdonarnos los unos a los otros.
Así pues, no es extraño que Pablo introduzca la importancia de tener la paz morando en nuestros corazones, porque ella es el rostro verdadero de las demás virtudes.
“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones”. Nos merece un comentario anticipado la expresión de Pablo “la paz de Dios” y “la paz con Dios”. Esta última llega a ser un hecho en el mismo momento cuando nos amistamos con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Eso se conoce como la reconciliación con Dios; el acto mediante el cual somos amistados con Dios. Pero “la paz de Dios” es la experiencia diaria de la vida llena del fruto del Espíritu.
Los manuscritos más antiguos traducen esta frase como “la paz de Cristo”. Y eso fue lo que él anticipadamente había dejado a sus discípulos, cuando les dijo “la paz os dejo, la paz os doy” (Juan 14:27). Por lo tanto, la paz de Dios es la misma de Cristo, porque él es Dios. Nada produce más evidencia de ser un hijo de Dios como el saber que somos gobernados por la paz de Dios.
El corazón necesita gobierno, porque de lo contrario estará siempre a la deriva. Ya Jesús había dicho que de allí salían o buenos o malos pensamientos. De esta manera, nada le hará más bien a nuestro turbado corazón como el ser gobernado por la paz. El término “gobernar” es militar, por lo tanto, la paz llega a ser el soldado apostado alrededor de nuestro corazón para cuidarlo, pero también para embellecerlo.
La paz de nuestro rostro es la paz del corazón.
Pablo nos dice que a esa paz “fuisteis llamados en un solo cuerpo”. Cuando somos incorporados a la vida de la iglesia, venimos a contribuir a promover y adelantar esa paz. La ‘paz’ aquí no es la paz personal e interna, aquella que acompaña a ese estado de confianza en el amor de Dios, sino que es una paz que debe gobernar a la comunidad, al cuerpo de cristo como un todo.
En la iglesia todos debemos contribuir para mantener esa paz.
Y como resultado de todo esto, Pablo nos introduce en otro imperativo: “sed agradecidos”. Esta oración no está aislada de las demás. Más bien es como la coronación de todo lo antes dicho. Que no se nos olvide nunca ser agradecidos por tantos dones recibidos. Si nos es difícil dar, pues por lo menos seamos agradecidos. La gratitud es tan solo el reconocimiento del bien recibido.
El hombre estará en sí mismo en paz con Dios cuando esté reconciliado con Jesucristo.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 40
La palabra de Cristo morando en nuestros corazones
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Colosenses 3:16).
Cuando Pablo escribió este extraordinario texto, seguramente los hermanos colosenses estaban escuchando mucha palabrería de hombres. Los falsos maestros se habían dado a la tarea de traer sus filosofías con sus huecas sutilezas, creando entre ellos la confusión propia de esos extravíos.
Y en este sentido, el apóstol sabe de otra palabra que no es de humana sabiduría, para ser atendida y vivida. Las palabras falsas deben ser sustituidas por la palabra de Dios.
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros”. Hay dos cosas que resaltan a la vista en esta declaración. Siempre leemos de “la palabra de Dios”, pero aquí tenemos “la palabra de Cristo”.
¿Por qué esta distinción? Pues que esa “palabra” es Cristo mismo en su revelación y en su morada en cada corazón. Y esa palabra encarnada, poderosa y transformadora, debe morar “en abundancia en vosotros”, para reflejar la vida misma de Cristo en cada uno de nuestros actos.
La expresión “more en vosotros” pareciera ser una alusión a la Shejiná (gloria de Dios); aquella misma que venía ocasionalmente al tabernáculo y al templo. Cuando Cristo murió se rompió el velo que conducía al lugar santísimo.
Con ese acto, Cristo vino a ser morada permanente en nosotros, y aquella gloria antigua que venia en ocasiones especiales, ahora es una realidad permanente porque tomó el templo de nuestros corazones como morada permanente.
Y la manera cómo la palabra de Cristo abunda en nosotros es por medio de la enseñanza y la exhortación. Esto significa darle honor y lugar a la palabra en la vida personal y como cuerpo de Cristo. Nada puede sustituir la eficacia y la sabiduría de la Biblia como nuestra “regla de fe y práctica”.
Estamos asistiendo a una generación que es dada a lo novedoso y moderno, y la palabra de Cristo pudiera estar siendo reemplazada por la “abundancia” de este mundo.
¿Cuál es el resultado de la abundancia de la palabra de Cristo en nosotros? Que viviremos “cantando con gracia en vuestros corazones al Señor”.
He aquí un efecto directo de vivir en esa palabra. Jesucristo dijo que de “la abundancia del corazón habla la boca”. Cuando la palabra de Cristo mora en nuestros corazones, con total libertad, el resultado será el de un corazón gozoso, cuya lengua le cantará al Señor “salmos e himnos y cánticos espirituales”.
La palabra del Señor no tiene sustitutos. Los llamados “adoradores” modernos ponen un gran énfasis en la música y las canciones, pero según el orden de Pablo, es la palabra la que conduce a la alabanza. Lo más importante no es la adoración, sino la predicación. Porque no puede haber verdadera adoración, sin conocimiento de la voluntad de Dios, revelada por la palabra.
Si la palabra de Cristo mora en abundancia en nosotros no importa si tengo otra escasez.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 41
Haciendo todo en el nombre del Señor
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” (Colosenses 3:17).
Pablo sigue al final de este capítulo dando instrucciones prácticas y motivando a los hermanos a quienes no ha visto a mantener su “vestido nuevo” a través de una vida cristiana con propósito.
Y para lograr esto les dijo anteriormente que pusieran la palabra de Cristo en el centro de sus vidas. Al vivir de esta manera, los resultados serán lo expresado en el texto de la ocasión.
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho”. Este texto es una especie de “termómetro espiritual” que nos mide la temperatura de nuestros hechos, hasta el punto de saber si en todo lo que hago, el nombre del Señor está siendo glorificado.
Nos revela también esta declaración que mis palabras y mis hechos son parte integral de mi vida, y todos ellos deben ser debidamente medidos por la nueva naturaleza que ahora tengo en el Cristo.
“Hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús”. Pablo nos ha hablado ampliamente de la vestimenta de “el hombre nuevo”. Se espera de ese nuevo hombre una vida totalmente dedicada a Jesús. Su continuo deseo será de hablar cada palabra, pensando en el nombre del Señor; pero aún más, él buscará hacer las cosas que puede hacer en el nombre del Señor Jesús, y perseverará a pesar de la dificultad que todo es todo esto demande.
Pablo nos ha resumido en una frase la verdadera adoración. No son frases piadosas o meras expresiones sentimentales, ni tampoco se trata de un manual de instrucción devocional. Más bien es un imperativo breve, cuya meta es revolucionar toda nuestra vida, dándole propósito, significado, dignidad, grandeza y santidad. Es hacer de nuestros pensamientos y de nuestros hechos continuos un culto al Señor, sin la rigidez de un programa de adoración.
“Dando gracias a Dios Padre por medio de él.”
Porque las acciones de gracias dirigidas a nuestro Padre celestial son el fin de todo lo que hacemos. Nuestros actos no son para revelar cuán bueno somos y qué bien nos portamos. ¿Podemos decir que nuestra adoración tanto en la Iglesia, en el trabajo, en la escuela, en la tienda, en la cocina o en nuestra oficina, es realmente una expresión de tal gratitud? La gratitud determina la clase de cristiano que somos.
Que mis palabras y mis actos sean pensados, y hechos, en el nombre de Jesús.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 42
La sujeción en el Señor
“Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor” (Colosenses 3:18).
De la exaltación cristológica, y la refutación de las herejías gnósticas y doscetistas, Pablo se sigue extendiendo en un plano totalmente práctico, orientando y aconsejando a los hermanos colosenses. Pablo era un teólogo y filosofo, pero sobre todas las cosas él era un pastor con una visión de las relaciones familiares, de allí estas recomendaciones finales.
Casadas, estad sujetas. La palabra griega traducida como “sujetas” es esencialmente prestada del argot militar. Literalmente significa “estar sometido en rango”. Es como la figura de un ejército organizado en niveles de rango, con generales, coroneles, comandantes, capitanes, sargentos y soldados.
En esa cadena de mando hay niveles superiores, y uno está obligado a respetar a aquellos de un rango mayor. Esto es lo que Pablo tiene en mente cuando escribe.
En la aplicación de todo esto bien sabemos que, como persona, un soldado puede ser más inteligente y diestro que su general. Sin embargo, por el nivel de autoridad representado, el soldado está por debajo del rango del general. Él no se somete a su superior como persona, sino por el hecho de ser el general.
Este mismo principio se aplica a la esposa. Ella no somete al esposo porque él se lo merezca; en todo caso, se somete a él simplemente porque es su esposo.
Así pues, la sumisión es el deber de las esposas. Pero esta sumisión no significa someterse a un señor severo y tirano, sino a su propio marido, de quien se espera una dedicación con un servicio afectuoso. El apóstol Pedro les va a recomendar a ellos un tratamiento delicado, como a vaso más frágil y como a coheredas de la gracia del cielo (1 Pedro 3:7).
El asunto de la sujeción de la mujer a su marido no es un capricho “machista”, o el de un patriarcado implacable ante el cual los llamados movimientos “feministas” tienen que rebelarse. Antes de la entrara del pecado en el mundo, ya existía el principio del esposo como cabeza de la mujer (1 Timoteo 2:13).
En el orden, Dios creo primero a Adán y después a Eva, para ser una “ayudante” (Génesis 2:18-20). El principio de la sujeción es esencialmente divino en su orden.
Y Pablo para no dejar la impresión que la “sujeción” es una palabra mala, nos dice que esta debe ser “como conviene en el Señor”. Esto es bueno afirmarlo, porque hoy día hay muchos malentendidos en los roles que deben ocupar el marido y la mujer dentro del matrimonio. Cada vez hay propuesta a favor de una supuesta “emancipación” de la mujer, con el resultado de la unidad familiar desintegrada. El principio de la autoridad no es sinónimo de esclavitud.
Una mujer santa y amante de su Señor no va a sentir que el sujetarse a su marido es una pesada carga. Más bien este principio establece una protección y cuidado de parte de su marido hacia ella y a sus hijos. Esta sujeción a su marido es netamente voluntaria. Ella lo hace porque el hombre con quien vive fue escogido por Dios, y su sujeción a él es por amor a la autoridad mayor (el Señor), y por amor a la autoridad delegada (su marido).
No es ninguna sorpresa que el mundo rechace el diseño de Dios, aunque el pueblo de Dios debería estar celebrando alegremente lo establecido. Dios no se equivocó en su diseño.
La mujer que ama a su Señor no tendrá problemas en sujetarse a su marido por obediencia.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 43
Amando a nuestras esposas
“Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas” (Colosenses 3:19).
Pablo seguramente fue informado de algunos problemas de la iglesia que iban más allá de los ataques de las falsas doctrinas. Por seguro había alguna distorsión de los roles familiares y sociales con la que fue consultado, y por eso está dejando su parecer, comenzando con su consejo a la mujer, al hombre, los hijos, los padres y hasta los sirvientes.
“Maridos, amad a vuestras mujeres”. La mujer en los tiempos bíblicos era considerada como un objeto para ser usado, incluyendo el de tener hijos y satisfacer las necesidades de su esposo. Con la venida de Cristo, la mujer fue reivindicada a una posición distinta, entre ellas, el ser amada por su marido. De esta manera, Pablo con el imperativo de “amad” impone en el marido una obligación que iba más allá de ver a su mujer como una propiedad para ser tomada o desechada.
Lo primero en distinguirse en este deber del marido para con su esposa, es el tipo de amor hacia ella. Se trata del amor “ágape”, el amor con el que Dios nos ama. Esto puede definirse como un amor sacrificado, generoso y exclusivo. La palabra va más allá de una mera emoción; apunta más bien a negarse a uno mismo por el bien de otro; a preocuparse por la persona amada.
Si el marido debe amar a su esposa con el amor “ágape” ¿qué implicaciones tiene para sí mismo? Por un lado, este es un amor que ama sin cambiar con las circunstancias. Es un amor que se entrega completamente, sin demandas de retribuciones. Es un amor que ama aún si es rechazado.
Pero sobre todas las cosas, el amor “ágape” da, porque esa es su naturaleza, sin demandar o esperar algún pago por su entrega. Ese amor solo piensa en ella, sin recibir nada a cambio.
“Y no seáis ásperos con ellas”. Este imperativo sería el lado negativo, para advertir a los maridos la manera cómo tratarlas. La palabra “áspero” nos viene de una raíz semejante al verbo picar. Literalmente significa ejercer presión sobre algo con una punta bien afilada, como la de un cuchillo. La idea del verbo es la de no tratarlas de una manera brusca, torpe o herir sus sentimientos. Pedro nos dice que las consideremos “como a vaso más frágil” (1 Pedro 3:7).
La meta de nuestro amor como esposos es como Cristo amó a su iglesia, no menos de eso.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 44
La obediencia de los hijos
“Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor” (Colosenses 3:20).
Para Pablo, el orden de autoridad y la sumisión en el contexto de la familia y la sociedad era tan importantes como lo es para Dios en la revelacion de Su propio ser. Vea esto, la primera persona de la Santa Trinidad es llamada el Padre; la segunda persona es llamada el Hijo. Y en esos títulos hay una relación inquebrantable de absoluta sumisión a la autoridad.
Pues este orden visto en los rangos militares, de superior a menor; así como a nivel de gerencia con un jefe a la cabeza y sus subalternos, se demanda con el presente imperativo familiar, diciendo: “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo”. Si bien a las esposas se les pide sumisión, a los hijos se les demanda obediencia. ¿Cuál es la diferencia? Pues que se puede ser obediente, aunque necesariamente no serlo de todo corazón.
Una historia de un hijo cuyo corazón era rebelde desafió a sus padres con esa postura. Debido a que era extremadamente inquieto y desobediente, sus padres habían insistido infructuosamente a que se sentaran, finalmente exclamó: “¡Me voy a sentar, pero por dentro, seguiré parado!”. Ese tipo de reacción es muy común entre algunos hijos; pudieran someterse a la autoridad de sus padres, pero en su corazón cobijar una raíz de rebelión y desobediencia.
La desobediencia siempre será sinónimo de fracaso. Los hijos rebeldes y contumaces a la larga son hijos fracasos, una vergüenza para la familia y con mucha frecuencia llegan a ser un problema social. Contrario a esto, los hijos obedientes son hijos prósperos, felices y el gozo de sus padres. La obediencia de un hijo es la mejor manera de ver el cumplimiento del orden divino. Y ese orden se logra cuando desde pequeño se “instruye al niño en su camino” (Proverbios 22:6).
¿Por qué es importante la obediencia en el corazón del hijo? “Porque esto agrada al Señor”. Si no hubiera otra razón previa para la obediencia de un hijo, esta es la más importante. Cuando un hijo respeta la autoridad de su padre, está respetando el orden de autoridad dado por Dios en otras áreas de la vida. Jesucristo fue nuestro modelo en esto, porque al estar sujeto a su Padre levantó los elogios del cielo, cuando dijo: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”.
La obediencia en un hijo será su mejor presentación para una vida feliz y próspera.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 45
La precaución de los padres
“Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten” (Colosenses 3:21).
En lo anterior expresado por Pablo, se les pidió a sus hijos hacer su parte, pero ahora se les demanda a los padres hacer la suya. La manera como los padres actúan pareciera condicionar la reacción de sus hijos en su tipo de conducta. En esta lista de sumisión y obediencia, la intervención de los padres ayudará para bien o para mal el comportamiento final de los hijos.
“Padres, no exasperéis a vuestros hijos”.
He aquí uno de los deberes más cruciales para ser atendidos por los padres. Se distingue en este texto la palabra “padres” en plural para reconocer la responsabilidad del hombre y la mujer en la formación de sus hijos. La advertencia de “no exasperéis” a los hijos es una clara referencia a no ser demasiados duros con ellos, a estar siempre demandándoles y en algunos casos hasta hacerlo mostrando ira.
Hay hijos que llevan las marcas físicas y emocionales en su vida por el mal trato de unos padres que no entendieron el concepto de una disciplina hecha en amor, cambiándola por un castigo ensañado con resultados severos, y en algunos casos hasta dañinos, porque la una niñez que diera haber sido feliz ahora acusa traumas, rencores y hasta odio en su corazón hacia sus padres.
Entonces ¿qué nos quiso decir Pablo cuando habló de no exasperar a los hijos? El enfoque es a no abusar de nuestra autoridad. Hay una diferencia entre lo que es la disciplina y los regaños o actitudes de crítica. Toda disciplina debe ser hecha en amor, eso está indicada en la Biblia. El padre que ama disciplina dice el Señor.
Cuando a un hijo se le habla y se le corrige en amor, destacando en él también sus virtudes, él valorará la autoridad de sus padres.
“Para que no se desalienten”.
Los hijos que se crían en un ambiente de hostilidad, recibiendo siempre maltratados verbales y físicos, no sentirán el amor y el apoyo de sus padres como debe ser, sino que verán a todo el mundo como si estuviera en su contra. Es nuestro deber como padres el ser bondadosos, amables, perdonadores y pacientes con nuestros hijos como Dios lo es con nosotros. En lugar de exasperarlos debemos reconocerlos y animarlos siempre.
Los hijos que se levantan en un ambiente de amor llegan a ser hijos felices y triunfadores.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 46
Agradando a Dios en el servicio
“Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios” (Colosenses 3:22).
Pablo tocó en toda esta lista de sumisión y obediencia a todo su entorno social, culminando con una parte de ella (los esclavos), quienes eran los más visibles en una sociedad dominada por un imperio que gobernó a placer, y dominó las clases, especialmente a los más desposeídos. Si bien Jesucristo trajo una emancipación al hombre, la esclavitud fue un hecho real en esos tiempos.
La condición de un esclavo de los tiempos bíblicos y la de los hombres de nuestra era, dista completamente. Cuando se habla de los “siervos”, estamos hablando de los esclavos, quienes no podían ofrecer su trabajo por un salario, ni cambiar de patrón como podemos hacerlo ahora por las libertades que gozamos.
Literalmente sus derechos están conculcados. Las únicas alternativas que tenían, era obedecer para evitar una situación aún peor.
Pero, paradójicamente, estos esclavos eran libres debido al tema del nuevo hombre que hace Cristo. Por lo tanto, en la medida que los cristianos se revisten del nuevo hombre, mostrarán una actitud completamente distinta hacia aquellos quienes son sus superiores (amos en este caso) y patronos y supervisores en el contexto moderno. A ellos como a los de hoy el imperativo es el mismo “obedeced en todo a vuestros amos terrenales”; y en esto, Pablo ve sus razones.
Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales.” ¿Estaba Pablo con esta declaración llamando a una resignación como lo hacían los filósofos estoicos de someterse a todo lo que ocurriera sin mejorar su condición? ¡De ninguna manera! Él no está promocionando un evangelio para mantener a las masas en la esclavitud como condición social. En todo caso, su posición de animar a esta obediencia es porque ellos se han vestido del hombre nuevo también.
De esta manera, la recomendación del apóstol para ellos, quienes ahora viven en la libertad del evangelio es a no servir “como los que quieren agradar a los hombres”, porque eso sería hacer las cosas como siempre se hacen, sino más bien hacerlo “con corazón sincero, temiendo a Dios”. No es trabajar para complacer al hombre, sino hacerlo para complacer a Dios quien no pagará como lo hace un amo cruel, sino que su recompensa será gloriosa y eterna.
Pablo le envió a Filemón a su esclavo y fugitivo Onésimo, como un hombre nuevo, quien recibió la libertad espiritual en la cárcel, y ahora le era útil a él, y lo sería mejor a su amo de quien huyó.
Cuando Cristo nos hace libre, obedecemos de corazón a todas nuestras responsabilidades.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 47
Haciendo todo como para el Señor
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:23-24).
Pablo cierra esta parte de la sujeción y la obediencia con un texto sorprendente. Si lo anterior expuesto considera como una pesada carga, hablando del estar sujeto al esposo, a los padres y a los amos, la visión acá apunta a hacer las cosas, teniendo como meta en el corazón al Señor. Que cualquiera responsabilidad en la vida debe tener como fin el agrado del cielo.
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón”.
No todas las cosas se hacen de corazón, especialmente aquellos trabajos donde vemos injusticia y donde el trato por el trabajo mismo no es compensando con un justo reconocimiento. Pero para el creyente, el principio es el mismo. El creyente hace su trabajo no pensando tanto en el “ojo del amo”, sino en los ojos de Dios.
Entonces ¿en quién debemos estar pensando hacemos nuestro trabajo? Pablo, además de animarnos a ponerle corazón al trabajo hecho, nos dice que lo hagamos “como para el Señor y no para los hombres”. Si este texto tiene conexión con el anterior que habla de los siervos con sus amos, patrón a jefe, démonos cuenta de que estamos cumpliendo nuestro llamamiento espiritual, y finalmente sirviendo a Cristo. Si la visión del trabajo es Cristo, la carga será menos pesada.
¿Cuál será el resultado de hacerlo todo como para el Señor?
Pues “que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia”. Cuando leemos del galardón venidero, descubriremos la satisfacción da trabajar en el área que sea, sabiendo que también estamos sirviendo a Dios. Es verdad que las condiciones de trabajo están lejos de ser perfectas, pero la visión de lo que nos espera hará más ligera nuestras penurias terrenales. Dios será el mejor jefe para la paga final.
Y Pablo termina este texto, recalcando el final y el propósito para quien hacemos todas las cosas: porque a Cristo el Señor servís. Es bueno reconocer siempre que el Jefe supremo de todos nuestros trabajos es Cristo el Señor. Y de ese Jefe la Biblia nos enseña que es justo y fiel, y como alguien lo expresó: “El Señor no paga al final de la quincena, sino al final de la jornada”.
Cuando todo lo hacemos de corazón y para el Señor, el Señor se encargará del pago final.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 48
Para Dios no hay acepción de personas
“Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas. Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos” (Colosenses 3:25;4:1).
Pablo va a finalizar toda esa sesión hasta llegar al 4:1, siguiendo toda una lista de los que están bajo autoridad y su obediencia, pero apuntando todo, finalmente, al señorío de Cristo. Si este texto forma parte de la relación esclavo a amo, o empleado a patrón, todo deberá ser visto bajo una sujeción en el Señor, porque él es más justo en su trato y su relación con sus hijos.
Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere: Otra vez, este texto tiene que ver con lo anterior expuesto acerca de los siervos con sus amos. Si un trabajador cristiano tuviera un desempeño pobre en su trabajo, él debe saber que la exigencia de su jefe no será menos por ser cristiano, porque, al contrario, por el ser el siervo o empleado cristiano, nos hace más responsables, porque nuestro servicio debe estar a la altura de nuestra nueva naturaleza.
El comentarista Clarke, dice a este respecto lo siguiente: “Es posible para un siervo infiel el hacer mal y defraudar a su amo en una gran variedad de formas sin ser detectado; pero que todos recuerden lo que aquí se dice: el que hace mal, recibirá por el mal que ha hecho; Dios lo ve y lo castigará por su falta de honestidad y confianza”.
“Porque no hay acepción de personas”.
De todos es sabido que no hay garantía en la tierra de un trato justo por parte de aquellos para quienes trabajan. Esto lo fue ayer y lo sigue siendo hoy. El “acepción de personas” puede significar algunas veces significa que los malos trabajadores son injustamente recompensados, pero a los buenos se penalizan y se les dejan sin recompensa. Pero este tratamiento injusto recibirá al final, o una recompensa o un castigo justo.
“Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos.”
Pablo, siguiendo con su misma línea de pensamientos acerca de la sumisión y autoridad, ahora se vuelve a los amos. Sin denunciar explícitamente aquella práctica habitual y mal sana de la esclavitud, se va a enfocar en socavar sus fundamentos. Sin mostrar por ellos alguna simpatía o consideración, va a demandar más de ellos. ¿Qué les pide acerca de esos siervos? Que sean justos y rectos con aquellos.
“Justo y recto”.
Con este imperativo para los amos, se les pide ir más allá de ser amables o agradables con los esclavos. Se ha dicho que uno puede ser amable y hasta agradable con los animales, pero solo somos justos y rectos con los seres humanos. Con la petición de Pablo hay un reconocimiento revolucionario, porque los esclavos eran una cosa, un objeto más.
¿Cuál era el punto de referencia para la justicia de esos amos? “Sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos”. Con esta declaración. Pablo coloca al esclavo en un mismo nivel de igual humano con su amo. Viéndolo de esta manera, si el esclavo tiene un amo ante quien responde, el amo tiene otro superior (Dios), ante quien dará cuentas. Y con esto pudiéramos concluir que lo que Pablo dijo en ese tiempo fue como la semilla de la libertad de la esclavitud.
Un jefe cristiano debiera ser el más considerado, porque tiene por encima de él el Jefe Mayor.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 49
El imperativo de la oración
“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4:2).
Con este capítulo cuatro de la carta, Pablo busca animar a los colosenses sobre su vida de oración. Atrás ha quedado su gran defensa doctrinal y su más alta definición acerca de la cristología bíblica. Ahora se va a referir a las características de la vida de oración a la que un cristiano debe dedicarse.
Seguir a Pablo en esto es ver también lo que él creía de la oración.
“Perseverad en la oración”. La traducción del imperativo “perseverad” tiene la idea de “entregarnos de continuo a ella”. No hay en la Biblia ningún ejemplo respecto a la oración que no tenga el elemento de la perseverancia. Perseverad en oración es la demanda de un gran esfuerzo.
Esto lo decimos porque el espíritu está presto, pero la carne es débil. La oración es una lucha y hasta que no lo veamos así, nuestra oración serán frases para aplacar nuestra conciencia.
¿Por qué tenemos que perseverar en la oración? Bueno, mis amados, hay muchas razones, pero creo que lo primero es porque la oración tiene muchos enemigos. La oración tiene tantos enemigos que nuestro amado Jesucristo cuando, consideró la importancia de ella al comienzo de su ministerio, Satanás vino para tentarle durante cuarenta días. Usted no tiene muchos inconvenientes para sus diversiones, pero lo tendrá cuando decide orar más en su vida.
“Velando en ella con acción de gracias”
El otro imperativo es “velar en oración”. ¿Qué diferencia hay entre perseverar y velar? Bueno, que si bien es cierto que velar conlleva la idea de perseverar, sobre todo en algún tiempo prolongado de oración, el verbo acá no habla tanto de duración en la oración, como de su intensidad y autenticidad. Literalmente significa mantenerse despierto. ¿Se duerme usted cuando ora? ¿Divagan sus pensamientos cuando ora?
El llamado constante es a velar en la oración. Oremos con persistencia, pero también con vigilancia; no nos volvamos soñolientos o perezosos cuando oremos, sino mantengámonos despiertos con la ayuda de la oración misma. Es a través de la oración que nos mantenemos alertas y vigilantes en la vida cristiana (1 Tesalonicenses 5:6).
Pero también nuestras oraciones deben ser hechas “con acción de gracias”. Esto no debe faltar en nuestras oraciones, porque nos olvidaríamos de Aquel por quien proviene nuestra fortaleza espiritual para renovarnos como el águila y quien sacie de bien nuestra boca (Salmo 103). La acción de gracias es no olvidarnos de ninguno de Sus beneficios con los que somos coronados.
La perseverancia en la oración es el mayor secreto de una vida cristiana victoriosa.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 50
Orando para que se abran puertas
“Orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar” (Colosenses 4:2-3).
Pablo comenzó esta sesión hablando del imperativo “perseverad en la oración” y lo hizo llamando a la vigilancia, por cuanto la oración tiene muchos enemigos, pero también trayendo acciones de gracias, porque no solo debemos estar presto para pedir, sino también para agradecer.
Ahora les pide a sus hermanos interceder por él. Ya él lo había orado por ellos, pero ahora necesita de sus oraciones para que la palabra del evangelio se siga predicando con poder.
Además de animar a sus hermanos a orar por ellos mismos de una manera vigilante, ahora Pablo les pide, “al mismo tiempo”, a orar por él y también sus compañeros de ministerio. Los ministros del evangelio siempre estamos dando, y algunos fuera del contexto del evangelio, esperan que seamos las últimas personas necesitadas del sostenimiento en la oración. Sin embargo, si el mismo Señor necesitó de oración de sus amigos, cuánto más nosotros, sus débiles discípulos.
“Para que el Señor nos abra puerta para la palabra”.
Pablo está preso cuando escribe esto. Pero ahora pide, además de una protección personal y de sus compañeros, que el Señor les abra puerta ancha y franca para predicar el evangelio. Todas las oraciones son importantes, pero las hechas para el avance del evangelio, es una de las más importantes. Orar al Señor por “puertas abiertas” es entrar en el mismo deseo Dios que no quiere que nadie se pierda.
¿Por qué Pablo demandó oraciones para que se abrieran las puertas al evangelio?
Su razón era por dos cosas en particular. La primera era para nuevas oportunidades de predicar el evangelio, porque él está preso, y la segunda era “a fin de dar a conocer el misterio de Cristo. Pablo les pide a sus interceder a Dios por nuevas oportunidades para proclamar el misterio de Cristo, el Evangelio, y le ayudara a aprovechar al máximo esas puertas cuando se vayan abriendo.
Y en esa misma petición les da a sus hermanos otra razón poderosa, la misma que debemos pedir nosotros cuando nos dedicamos al trabajo de la evangelización “para que lo manifieste como debo hablar”. Predicar el evangelio no es un asunto fácil.
Necesitamos del poder intercesor de nuestro Señor Jesucristo y de la llenura del Espíritu Santo. Si no tenemos esto será difícil saber lo que vamos a hablar. Pablo y los discípulos hablan con denuedo porque contaban con ese poder.
Muchas puertas se han cerrado al evangelio, solo la oración intercesora podrá abrirlas otra vez.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 51
Rendimiento el tiempo
“Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo” (Colosenses 4:5).
“Andando sabiamente para con los de afuera”. Pablo sigue con sus exhortaciones enfocado ahora en la manera cómo debe ser nuestro caminar para con los de afuera.
Su énfasis va a ser respecto a la manera cómo nos movemos el ámbito más allá de la iglesia. Nuestro testimonio no es tanto como nos portamos con los hermanos de la iglesia, sino cómo es nuestro vivir con los que no tienen mí misma fe. Vivir “sabiamente” es un arte que bendice a propios y a extraños.
En el texto anterior Pablo nos habló de la vida oración, pero esa vida no debe reducirse al “clóset de oración”. El vivir del cristiano es práctico de allí la necesidad de un testimonio creíble y convincente para para con los de fuera. Una vida cristiana genuina y radiante ha de hacer, sin duda, pensar y preguntar a muchos que no encuentran satisfacción en sus propias vidas
Afuera tenemos a un mundo que no conoce a Cristo y las oportunidades para con ellos son frecuentes, de allí que debo aprovechar el tiempo para hablarles bien de Jesús; hablarles bien de la iglesia, y sobre todo, dejar delante de ellos un buen testimonio para que vean que vale la pena seguir al Cristo que predicamos y que es bienvenido a la iglesia donde nos congregamos. La sabiduría en nuestro hablar y testimonio será un imán para con los de afuera.
De acuerdo con la opinión de Bruce “Circulaban relatos distorsionados de la conducta y las creencias cristianas; era importante que los cristianos no dieran color a estas calumnias, sino que más bien las desmintieran con su forma de vida habitual”.
“Redimiendo bien el tiempo”. La palabra “redimir” significa literalmente “comprar las oportunidades”. El sentido de esta frase es que el tiempo es corto y las oportunidades se desvanecen en seguida. Hace muchos años se dijo que los “días son malos” y eso no ha cambiado. Esto significa que debemos estar conscientes de cómo vivimos por la misma condición que los tiempos se nos van y con ello las oportunidades.
Es interesante que el verbo “redimir” es el mismo que se emplea para describir la redención que Cristo logró en la cruz. El precio pagado por Cristo, ahora debemos pagarlo redimiendo el tiempo, hablando a otros de esta salvación que ahora tenemos en Cristo. No desperdiciemos el tiempo hablando con los de afuera de otras cosas que no sea del tema de la salvación de su alma.
La manera cómo andamos para con los de afuera refleja cómo vivimos para con los de adentro.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 52
Hablando con sabor espiritual
“Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:6).
Mucho tiempo atrás el sabio Salomón dijo lo que Pablo les recomienda a su hermanos colosenses: “Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene” (Proverbios 25:11).
Una palabra bien dicha es una joya valiosa, capaz de lograr cambiar un estado de ánimo y hasta arreglar los desacuerdos. Las palabras de un cristiano deben traer el sabor de lo que hay en el corazón, pues de “la abundancia del corazón, habla la boca”.
“Sea vuestra palabra siempre con gracia”.
En cada conversación dejamos impreso en los demás la manera en que pensamos o lo que somos. De allí que la recomendación de Pablo es para que nuestra conversación esté llena gracia, no tanto que sea graciosa. No siempre una persona graciosa es una persona llena de gracia. La idea es que seamos agradables y amables a la hora de hablar, sobre todo con el inconverso. Que Cristo esté presente siempre en cada conversación.
Las palabras llenas de gracia tienen que estar dirigidas por el Señor, pues la palabra “gracia” nos viene del regalo que él nos ha dado. Hablar con gracia es usar el idioma del cielo. ¿No nos dice la Biblia que hemos sido salvos por gracia?
Vivimos por gracia y debemos hablar con esa gracia. Cristo nunca usó una mala palabra, porque, aunque le habló muy fuerte a los fariseos, tanto que los trató de hipócritas, todos se admiraban de cómo hablaba. Nuestro hablar debe ser en amor.
“Sazonada con sal”.
Jesucristo ya nos había dicho que nosotros somos la “sal de la tierra”. Esta distinción desde el principio nos hace ver que somos llamados para hacer la diferencia en la tierra. De hecho, la palabra “sal” se refiere a la influencia que los creyentes ejercemos para impedir la maldad y para preservar al mundo de la corrupción espiritual.
Las palabras corrompidas al parecer son las que más abundan por todas partes. Pablo alentó a los hermanos de Éfeso para que tuvieran apercibidos del tipo de palabras que hablaban. Entre tantas amonestaciones está aquella que dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea Buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).
¿Cuál es el propósito de hablar con gracia y con sazón?
“Para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. Hablar bien debe ser un arte; y responder bien es el resultado de ese aprendizaje. Pedro, quien tuvo un carácter fuerte, tuvo que aprender la lección de cómo hablar a la esposa, porque nos ha dicho que no seamos ásperos con ellas. Se dice que más hieren las palabras que los golpes. El cristiano ha aprendido el idioma del amor y le ayudará al momento de responder.
Cuando mis palabras están llenas de gracia y sazonas con sal jamás serán una ofensa para otros.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 53
Tíquico, amado y fiel ministro
“Todo lo que a mí se refiere, os lo hará saber Tíquico, amado hermano y fiel ministro y consiervo en el Señor, el cual he enviado a vosotros para esto mismo, para que conozca lo que a vosotros se refiere, y conforte vuestros corazones” (Colosenses 4:7-8).
Con esta parte final de la carta, Pablo nos habla de “los hermanos que están detrás de la escena”, Tíquico fue uno de los más cercanos colaboradores de Pablo, quien aparece unas cinco veces en el Nuevo Testamento. Efesios 6:21, 22 nos da más detalles de este discípulo muy parecidos a los de Colosenses.
De él sólo sabemos lo que Pablo va a decirnos. No hay una frase, algún discurso o algo que haya escrito, pero su presencia como fiel ministro de Jesucristo va a ser la diferencia.
¿Quiénes son los hermanos al estilo Tíquico? Son hermanos muy amados. Él representa a esos sencillos hermanos que reflejaban la belleza del amor de Cristo en sus rostros. Son humildes, pero cariñosos, corteses y preciosos.
Ciertamente no son los hermanos que están al frente de la iglesia como las figuras que acaparan más la atención, pero si son los que trabajan detrás de las cámaras, detrás del escenario para que todo luzca hermoso; por eso son muy amados.
Pablo sabía que esos hermanos le hacen un gran bien a la iglesia. Esos hermanos contribuyen a levantar a los caídos. Ellos trabajan siempre para lograr la armonía y la paz en la iglesia. Son los que siempre buscan el bienestar de los demás, antes del suyo propio. Ellos buscan la exaltación, aunque él tenga que menguar. Son hermanos muy amados según la distinción de Pablo.
“Todo lo que a mí se refiere, os lo hará saber Tíquico…”.
La manera como Pablo comienza hablando de este hermano es extraordinaria: Es como si dijera: ‘Lo que ustedes desean saber y preguntar, pregúnteselo a Tíquico; él es la persona indicada para hablarles de mí y de mi ministerio’. Pablo sabia de su fidelidad para con él, pero sobre todo para con la iglesia, su doctrina, su trabajo y en sus necesidades.
“Y conforte vuestros corazones”.
Tíquico también fue enviado a los hermanos de Colosas para consolarlos. No todos pueden hacer este trabajo, pero Pablo lo recomienda de esta manera. Se dice que el hombre a quien Pablo elogia en 2 Corintios 8:22, era Tiquico, por ser él uno de sus más cercanos colaboradores.
Nada es más edificante para alguien que al llegar a la iglesia, cargado con un gran desánimo, encuentre a un “Tíquico” dándole una palabra de aliento.
El nombre “Tíquico” significa “afortunado y feliz”.
También significa “hijo de la fortuna”. Y si alguien hizo honor a su nombre fue este discípulo. No en vano Pablo lo llama “amado hermano”, “fiel ministro”, “consiervo del Señor” y uno cuyo ministerio fue de confortar los corazones.
Los hermanos “Tíquicos” no buscan los aplausos, porque ellos siempre están detrás de la escena.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 54
Onésimo, el ruego del amor
“Con Onésimo, amado y fiel hermano, que es uno de vosotros. Todo lo que acá pasa, os lo harán saber” (Colosenses 4:9).
En uno de los estudios anteriores nos referimos a las líneas de autoridad, obediencia y sumisión dichas por el apóstol. En ese contexto, Pablo habló a las esposas y a los hijos, pero también habló de los siervos (esclavos). Y fue en ese sentido que Pablo envió a Filemón, a su esclavo y fugitivo Onésimo, como un hombre nuevo quien recibió la libertad espiritual en la cárcel, llegando a ser útil el que antes le fue inútil.
Se lo enviaba como un “esclavo” libre, pero en el Señor.
Una de las tareas que se le encomendó a Tíquico fue el de llevar de regreso a Onésimo a Filemón, el esclavo que había huido de su casa, pero que ahora viene como un nuevo hombre (Colosenses 4:9).
Tan nuevo es que Pablo lo llama “amado y fiel hermano”. Onésimo nos muestra la historia de un hombre que cometió un error, pero fue eso lo que llegó a conocer a Cristo. La falta de Onésimo lo dejó en capacidad de encontrar el camino de regreso a casa.
La historia de este hombre y su relación con Filemón es digna de ser comentada. Pablo va a decir que ciertamente Onésimo fue inútil para su amo, pero ahora, después de su conversión fue útil para Pablo y lo seguirá siendo para quien fue su amo. Salió de Colosas como un fugitivo, pero ahora regresa como un convertido.
La presencia de Onésimo en este saludo de Pablo a sus hermanos muestra que las heridas del corazón son sanadas para llegar a ser mejores personas.
Onésimo era un esclavo (Filemón 26). Lo que sabemos de los esclavos es que eran ignorantes, incultos y rebajados a niveles degradantes. Todos ellos eran productos de los mercados. Alguien iba aun mercado de frutas o de carnes, y además de comprar las necesidades para la casa, podían comprar y traer a un esclavo para su casa. Esto hace más interesante la presencia de Pablo en este relato, porque va a hablar a Filemón de recibir a Onésimo como un hombre de Dios.
“Amado y fiel hermano, que es uno de vosotros”. Pablo, al final la breve carta dirigida a Filemón nos deja a todos sorprendidos cuando aborda este tema de su “ruego por amor”. Su determinación en que Filemón reciba y trate bien a Onésimo, lo lleva a la decisión de pagar la deuda en las que había incurrido Onésimo por la falta cometida (v. 18, 19). La restitución es el camino para que haya una mejor relación con Dios y con los hombres.
Como lo expresó Martin Lutero: “Todos nosotros somos los Onésimo de Dios. Somos esclavos, que nada merecemos. Todos hemos hecho cosas que están mal y nos hallamos ante la presencia de Dios, que es justo y santo, a pesar de lo cual el Señor Jesús dice: “Si en algo te hizo daño, o te debe, ponlo a mi cuenta, yo lo pagaré”, y es lo mismo que dice Pablo en este caso.
En este “ruego por amor” que le hizo Pablo a Filemón, el dueño de Onésimo, se ve el cambio de dirección en su vida, mejorando las relaciones rotas, y, sobre todo, en la manera cómo se hizo eco de un hombre que era igual a cualquier otro producto del mercado, pero tiene un valor eterno por haber conocido al salvador.
Cuando Jesucristo nos da su libertad, lo hace para que seamos útiles y provechosos.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 55
Aristarco, la fidelidad a toda prueba
“Aristarco, mi compañero de prisiones, os saluda” (Colosenses 4:10).
Entre esos “hermanos detrás de la escena”, Pablo nos presenta a Aristarco. La fidelidad y entrega de este discípulo nos va a demostrar que la adversidad no disminuye en ningún momento el afecto que se tenga por el amado.
Aristarco es presentado como un hombre para todas las estaciones; como el amigo del mal tiempo. Fue uno de los más cercanos colaboradores de Pablo, y el pastor fundador de la iglesia a los Colosenses como dijimos en la introducción.
Nadie como él para enfrentar todo tipo de circunstancias, pero en ningún momento lo vemos quejándose o abandonando el ministerio al que fue llamado. Fueron muchos los escenarios donde su vida estuvo en peligro; en no pocos casos hasta en peligro de muerte, pero eso no le importaba, porque al final de sus días lo vemos junto con Pablo, siendo su compañero de prisión.
Con Aristarco llegamos a entender que la fidelidad se comprueba cuando más cerca podemos estar con las personas que demandan nuestro amor y entrega, sobre todo aquellos que, como Pablo, fueron indispensables para la causa gloriosa del evangelio.
Aristarco se menciona cinco veces por su nombre en el Nuevo Testamento; y esto será suficiente para tener una idea de quién fue él. Su nombre significa “líder asombroso”. Y eso fue este hombre en todo lo que hizo para el reino.
En la ocasión cuando Pablo fue a Éfeso a predicar (Hechos 19:29), y toda la ciudad fue alborotada por la predicación del evangelio debido a la “amenaza” a la gran diosa Diana, tanto Pablo como los discípulos estuvieron a punto de morir. Y allí, en medio de semejante y peligrosa confusión, está Aristarco junto con un tal Gayo, secuestrados por la multitud. Pero Aristarco aprendió el valor de la fidelidad; son esos momentos cuando la fidelidad debe ser demostrada por amor al amigo.
Pablo menciona a este discípulo como un compañero de prisiones (Colosenses 4: 10ª). La cárcel donde Pablo llegó preso, después de apelar al Cesar, es Roma. Aristarco pudo haberse quedado en Jerusalén, o regresar a su casa, pero está con Pablo. Él no había hecho nada, pues era Pablo quien seguía con su visión de llegar a Roma, sin embargo, Aristarco no se separó de él jamás. La definición que Pablo hace de este discípulo es “mi compañero de prisiones”.
La fidelidad de Aristarco lo llevó a morir por el evangelio. No es muy común ese tipo de fidelidad en este tiempo. No somos tan fieles cuando las cosas están normales, menos en la adversidad. ¿Estaría dispuesto a morir por acompañar a alguien sin que usted haya hecho nada? Puesto esto fue lo que pasó con Aristarco. Una tradición también dice que él fue decapitado por Nerón.
La fidelidad verdadera es comprobada en los momentos de elegir entre vivir o morir.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 56
Marcos, el fracaso que nos hace útiles
“Marcos el sobrino de Bernabé, acerca del cual habéis recibido mandamientos; si fuere a vosotros, recibidle” (Colosenses 4:10b).
Juan Marcos es otro de los discípulos de quien Pablo hace referencia en la carta que dirige a los hermanos Colosenses. De él sabemos que era sobrino de Bernabé, quien a su vez era levita. Los levitas eran los ayudantes de los sacerdotes, lo cual nos hace pensar que Marcos tenía alguna relación con este oficio por la conexión con su tío. El término “ayudante” hace honor a su vida.
Así, pues, Juan Marcos no fue ni apóstol, ni profeta, ni pastor, ni líder, ni un maestro, solo fue un ayudante. Él era uno de esos “hermanos detrás de la escena”. Entonces como “ayudante” estuvo con Pedro, quien fue su padre espiritual. Ayudó a Pablo en el ministerio cuando estuvo preso; ayudó a Bernabé en uno de sus viajes misioneros; y sobre todas las cosas, ayudó a la composición del canon bíblico al escribir el primer evangelio de los cuatro que tenemos.
Pero antes de esto, le sucedió algo que lo marcó para siempre: fue un desertor del trabajo encomendado (Hechos 15:36-41). Aquella decisión prematura afectó el carácter del mismo Marcos, la confianza de la iglesia en Antioquia y decepcionó grandemente a Pablo. Pero Bernabé ayudó a restaurar al que había fracaso. Bernabé es el hombre de la reconciliación. De esta manera, mientras Juan Marcos era un fracaso para Pablo, para Bernabé era un “discípulo en construcción”.
En Job 14:7 nos encontramos con un texto que resume la vida de Juan Marcos, de quien hemos hablado como alguien que fracasó, pero que su fracaso lo transformó en utilidad: “Porque si el árbol fuese cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, al percibir el agua reverdecerá, y hará copa como planta nueva”.
Un fracaso no es el fin de la vida. Un fracaso es la oportunidad para levantarse. Es la ocasión del aprendizaje correctivo para llegar a ser mejores instrumentos para bendecir a otros. Siempre saldrá una planta nueva del árbol que ha sido cortado. El agua trae otra vez vida donde todo estuvo muerto. Levántese mi hermano. No se anule espiritualmente. Lo mejor puede venir después del fracaso. Dios no ha terminado con nosotros, él sigue moldeándonos para su gloria excelsa.
Dios sigue trabajando en nuestros fracasos; seguimos siendo una obra en construcción.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 57
Jesús, llamado Justo
“Y Jesús, llamado Justo; que son los únicos de la circuncisión que me ayudan en el reino de Dios, y han sido para mí un consuelo.” (Colosenses 4:11).
De los anteriores discípulos de Pablo tenemos mucha historia y muchas referencias de sus ministerios, especialmente en relacionados a la ministración de las ayudadas de Pablo, pero de este discípulo, a quien el mismo Pablo lo denomina Justo, no tenemos ninguna otra referencia, sino la suministrada en este mismo texto.
Sin embargo, el solo hecho de llamarlo de esta manera nos da una idea que, a diferencia de Demas quien lo abandonó, este Jesús debió ser muy especial para él.
El nombre de “Jesús” equivalía a Josué en el idioma hebreo. Al ser la circuncisión indicaba que era judío. Esta referencia nos indica la presencia algunos israelitas, judíos, en la iglesia de Colosas. Sin embargo, no eran muchos; por los anteriores mencionados, la mayoría de la membresía de los hermanos en Colosas provenían de los gentiles. Es notorio que Pablo lo mencione como un judío de la circuncisión, porque nos revela la universalidad de la iglesia del Señor.
Pero ¿por qué Pablo menciona estos hermanos? Porque ellos, como los otros, le ayudaban “en el reino de Dios”. La visión y la tarea de Pablo consistía en la predicación constante del evangelio. Su presencia en Roma responde a su anhelo de llevar el evangelio hasta el corazón del imperio mismo como ahora lo está haciendo. Este hombre, llamado Justo, se unió a al trabajo más glorioso de la tierra: la extensión del reino de Dios. Este ayudó en aquella evangelización mundial.
Adam Clarke escribe una conclusión lógica respecto a “los únicos de la circuncisión”: “Es por lo tanto evidente de que Pedro no estaba en ese momento en Roma, de ser así él hubiera sido mencionado en dicha lista; por lo que no debemos de suponer de que él estaba en la lista de aquellos quienes predicaban de Cristo de una manera excepcional, y de motivos impuros: ciertamente no hay evidencia de que Pedro hubiera visto a Roma.”
“Y han sido para mí un consuelo”.
Esta es otra nota significativa. Ciertamente no sabemos mucho de estes Jesús, sin embargo, Pablo lo destaca como alguien cuya vida y dedicación para él en la cárcel, le había sido de profundo consuelo. Ya hemos hablado de esos hombres, compañeros de Pablo en las prisiones, y el hecho de contar aquellos cuya misión servía de consuelo, era muy significativo porque Pablo enfrentaba muchas presiones, y si algo necesitaba era de consuelo.
Muchos de los hombres que han extendido el reino, permanecen en el anonimato, pero ahora en el cielo gozan de ser llamados “buen siervo”, disfrutando de los galardones dados por el Padre.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 58
Epafras, siervo de Cristo
“Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere. Porque de él doy testimonio de que tiene gran solicitud por vosotros, y por los que están en Laodicea, y los que están en Hierápolis” (Colosenses 4:12-13).
Como hemos dicho desde el principio, Pablo no fundó la iglesia a los Colosenses, ese privilegio lo tuvo Epafras. Por lo tanto, y a parte de las características que revelan en él a un hombre con un carácter digno de ser imitado, Epafras fue pastor. Pablo escuchó muy buenas noticias de la iglesia en Colosas.
En el informe tan positivo que le fue entregado de los hermanos, Epafras tuvo mucho que ver en su formación. Sus características lo revelan como un “siervo de Cristo”.
Cuando Pablo escribió la carta a la iglesia de Colosas (1:7, 8), lo primero que hizo fue mencionar a su pastor Epafras. En ese saludo hace una distinción especial de agradecimiento por su vida. Los hermanos Colosenses habían encontrado en Epafras una especie de “escuela” donde aprendieron acerca de Jesús. Pablo sabía muy bien de la dedicación de este hombre, a quien llama “consiervo y compañero”. No muchos podían hacer esto con un hombre como Pablo.
“Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo”. Epafras era un siervo. Pablo tiene mucho gusto en transmitir a esos hermanos el saludo de quien tanto les ha servido. Con la revelación de esta identidad, Epafras no era un desconocido para ellos. No se veía a sí mismo de manera diferente o de una posición más alta que otros sirvientes dentro de la iglesia.
“Siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere”.
Pablo identificó a Epafras como un ferviente hombre de oración. No era cualquier tipo de oración que él hacía por ellos, sino una que era “encarecidamente”; es la palabra agonízomai, de la que se deriva agonía. Es una oración de intercesión donde hay un desgaste de energía física y mental. La oración para que tenga victoria debe tener esta característica. Nuestras oraciones deben tener esta lucha para ser efectivas.
“Porque de él doy testimonio de que tiene gran solicitud por vosotros”.
Es posible que no tengamos más detalles de la vida de este amado hermano, pero lo que Pablo nos ha dicho de él es suficiente para pensar en la huella que dejó en la vida de otros. En esto vemos no solo la fidelidad de vida en el carácter de Epafras, sino en la determinación del trabajo de la obra del Señor. Era evidente que Epafras había sido fundamental en la fundación de las tres iglesias.
Epafras fue un discípulo fiel que sirvió en las sombras, pero tuvo un impacto grande y duradero que fue visto por todos. No sabemos mucho de Epafras, como sabemos de Pablo, pero lo que hizo con su vida, y en la de otros, es suficiente.
Los hermanos “Epafras” son auténticos siervos para levantar el ministerio de los “Pablos”.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 59
Lucas, el otro discípulo amado
“Os saluda Lucas el médico amado…” (Colosenses 4:14)
A Lucas se le conoce como “el médico amado”, y a Juan como el “discípulo amado”; pero en esta consideración es necesario hacer justicia a la vida de Lucas, hablando de él como uno de los discípulos de mayor ayuda en la vida de Pablo. Si Bernabé introdujo a Pablo al ministerio público, y se gozó en verlo despegar como el gran apóstol Pablo, Lucas fue necesario en su vida, no solo por su oficio de médico, sino por su dedicación, casi exclusiva a la vida Pablo. Lucas como médico llegó a conocer muy bien a “su paciente”, sobre todo, por las tantas enfermedades de Pablo.
¿Puede imaginarse cómo calmaba Pablo el aguijón de su carne, por cuanto el Señor no se lo había quitado? Lucas fue el doctor de cabecera de Pablo, acompañándolo aún hasta Roma en su travesía final. Dios no sanó a Pablo de sus males, pero le asignó un médico para asistirlo en su vida. No fue raro oírle decir “solo Lucas está conmigo”.
Lucas no solo fue el “médico amado”, sino un discípulo con un peso en su corazón por el perdido. No solo fue un médico del cuerpo, sino también un “médico del alma”. En él se conjugaba una gran sensibilidad cuando veía a las personas como eran, y por eso las amaba y las atendía. Nadie como Lucas para hacer su trabajo físico y también espiritual.
Lucas fue un fiel compañero en todo para Pablo. Imagínese a Pablo en un viaje misionero llevando sus notas del sermón, y a Lucas llevando su maletín de médico. Imagínese a Pablo medio muerto después de una gran paliza, y luego siendo atendido por Lucas. Pero, sobre todo, imagíneselo en alguna de las cárceles, atendiéndolo; con razón lo llamó el “médico amado”.
Hay mucha bendición en un discípulo que va más allá de las palabras, para convertirse en un compañero del mismo viaje con su apreciado guiador. Lucas pudo dedicarse a su profesión, y seguramente le hubiera ido muy bien, especialmente en aquellos tiempos donde los médicos escaseaban, pero prefirió ser un compañero de Pablo. No todos los hombres pueden ser un Pablo, pero muchos sí pueden ser un Lucas; eso es, un compañero que ayuda a llevar la carga.
Y Lucas, además de médico, fue un historiador. Su primer libro es una de las obras más hermosas jamás escritas. La forma como escribió y describió a Cristo no ha sido igualada todavía. Pero, además de su primer libro, Lucas escribió Hechos, la historia del nacimiento de la iglesia; y es en ese libro donde vemos a Lucas narrando la historia de Pablo a quien se dedicó por completo. Así que, si Juan fue el discípulo amado para Jesús, Lucas fue el discípulo amado para Pablo.
Lucas nos revela el sacrificio, la dedicación y la visión de un auténtico discípulo.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 60
Demas, el discípulo desertor
“Os saluda Lucas el médico amado, y Demas” (Colosenses 4:14)
Demas acompañó a Pablo durante su primer encarcelamiento romano (Colosenses 4:14; Filemón 24). Esto significó que Demas fue un discípulo cercano del gran apóstol Pablo.
Pero Demas va a pasar a la historia como el hombre que abandonó a su amigo. Esta nota va a sonar muy negativa cuando la comparamos con los demás discípulos, ya citados, quienes además de haber sido fieles en todo, estuvieron dispuestos hasta morir por la causa que Pablo predicaba y defendía.
Ver a Lucas y a Demas en el mismo saludo de Pablo es la visión de un líder feliz de sus acompañantes, pero saber después de la deserción de Demas por los atractivos del mundo, es imaginarse a Pablo pasando por la prueba de la deserción. Pablo al igual que Jesús con un Judas, experimentó la traición del amigo; ambos estuvieron cerca de la obra y misión del evangelio.
En efecto, de acuerdo con 2 Timoteo 4:10, Demas desamparó a Pablo “amando más a este mundo”. En una nota muy desgarradora, Pablo se siente solo, afirmando que solo Lucas estaba con él. Cuán cercano pudo ser Demas para Pablo que, al abandonarlo, se sintió tan solo.
Así, pues Pablo con una sola oración nos deja ver el dolor de su corazón, y hasta donde la fidelidad es comprometida cuando hay algo fascinante, distinto a la fe una vez dada a los santos.
La palabra griega traducida como “desamparado” significa “abandonar completamente, con la idea de dejar a alguien en una situación extrema”. He aquí la cara de la infidelidad; el alto costo de dejar al maestro y el evangelio, por ganar al mundo.
Nada trae más dolor al corazón de un pastor como el saber que un discípulo abandona su fe por seguir al mundo. La fascinación por el mundo sigue siendo un fuerte enemigo de la fe. La deserción lo fue ayer y lo es hoy.
Era, en efecto, un compañero, pero los atractivos de la gran ciudad lo sedujeron. Pero ¿qué pudo haber pasado con Demas? A lo mejor vio los magníficos salones de los Césares, las casas de los ricos, el brillo de un mundo de música, amores venales, fiestas y mucho vino. Demas vio a un mundo “mejor” que una mal oliente cárcel, rindiéndose a sus encantos, y a todo lo deslumbrante de la Roma corrupta. Así menospreció la gloria eterna, por los placeres temporales del mundo.
La fidelidad del discípulo se pone a prueba cuando es confrontado con los atractivos de la carne.
Estudios Bíblicos – Carta a los Colosenses Parte # 61
Las recomendaciones fínales
“Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros. Decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor. La salutación de mi propia mano, de Pablo. Acordaos de mis prisiones. La gracia sea con vosotros. Amén” (Colosenses 4:16-18).
Con estos versículos llegamos al final de la carta. Ha sido una travesía larga, pero valió la pena, porque una carta como esta, con tan profundo significado no podía comentarse tan ligeramente; haberlo hecho así hubiera sido un desperdicio de un contenido cargado de la más fina escritura, así como del más elevado conocimiento de Pablo como escritor sagrado del canon bíblico.
Todavía hay lecciones finales para aprender de esta inigualable epístola, la llamada “carta de la cristología”. Dios tiene la potestad de revelarse a los hombres de una manera directa, sin ningún intermediario, sin embargo, en esta parte lo hemos visto escoger a hombres para darse a conocer.
Esta serían las recomendaciones para leer la carta a otros hermanos al considerar su contenido pertinente para ellos también. Pablo pensaba en todos los creyentes a la vez.
“Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros.”. No sabemos que estaba pasando entre los hermanos de Laodicea, pero Pablo aprovechó el envío de la carta a los colosenses para que su contenido sirviera de igual edificación y advertencia a los hermanos de ese lugar.
Con esta recomendación observamos que la iglesia de Colosas no era una iglesia aislada. Por cuando ellos eran parte del cuerpo de Cristo, estaban llamados a compartir juntos con las otras iglesias de su área las bendiciones recibidas. ¡Cuán importante es este llamado! Las iglesias aisladas tienden a extinguirse, y se pierden del compañerismo al no compartir unos a otros.
Nos necesitamos mutuamente, eso parece ser el mensaje de Pablo en esta parte final. Otros necesitan de lo que Dios nos ha enseñado, pero de igual manera, nosotros necesitamos de los que otros han recibido para nuestro propio provecho y aprendizaje. Ninguna iglesia lo sabe todo. Lo que está siendo de bendición a nosotros podía ser también para otras si compartimos.
“Decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor”. No sabemos mucho de este Arquipo, como supimos de los anteriores discípulos. Algunos han pensado que él pudo ser pastor en Colosas, así como lo fue Epafras. Pero el llamado de Pablo no debiera interpretarse como si él anduviera desordenado, sino más bien a permanecer fiel a lo recibido de Dios.
“La salutación de mi propia mano, de Pablo”. He aquí el sello que certifica la autenticidad de la carta. Seguramente Pablo usó a un secretario (escriba) para copiar el contenido del mensaje a los colosenses, pero su deseo final es ponerle su sello personal, así como hacer una particular petición.
¿De qué se trataba? Pablo necesitaba consuelo y respaldo: “Acordaos de mis prisiones.” He aquí un grito pidiendo oración. Las cárceles al final quebrantan aún a los más grandes hombres.
“La gracia sea con vosotros. Amén”. Esta carta no podía finalizar de otra manera. Lo que sostiene la vida de un creyente no es su propia suficiencia, sino la suficiente gracia divina.
© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.