Fe en la Escritura vs Tradición Humana

Estudios Bíblicos

Estudios Bíblicos Predica de hoy: Fe en la Escritura vs Tradición Humana

Estudios Bíblicos Lectura Bíblica: 1 Tesalonicenses 5:21

Introducción

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy nos encontramos aquí con un propósito divino. Nos reunimos no solo como una comunidad de creyentes, sino como buscadores de la verdad eterna que solo se encuentra en la Palabra de Dios. Vivimos en tiempos donde las opiniones y las tradiciones humanas a menudo se mezclan con la verdad divina, creando confusión y, a veces, desviándonos del camino que Dios ha trazado para nosotros.

Es por eso que el tema de hoy es de suma importancia: ¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestra fe esté fundamentada en la Escritura y no en la tradición humana? Este es un llamado a volver a la fuente de toda verdad y sabiduría, la Escritura, como nos recuerda el apóstol Pablo en 2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia“.

Mantengamos este versículo en nuestros corazones y mentes mientras nos embarcamos en este estudio bíblico. Primero, exploraremos la importancia de la Escritura en nuestra fe, para entender por qué es la base sobre la cual debemos construir nuestras vidas. Luego, delinearemos pasos prácticos que cada uno de nosotros puede tomar para asegurarnos de que nuestra fe esté anclada en la Palabra de Dios. Y finalmente, aprenderemos cómo distinguir entre la tradición humana y la Escritura, para que podamos seguir fielmente la voluntad de Dios.

I. La Importancia de la Escritura en Nuestra Fe

La Escritura es más que un libro; es la Palabra viva de Dios (Hebreos 4:12). Nos da dirección, sabiduría y entendimiento en un mundo lleno de confusión (Salmos 19:7-8). Es el fundamento sobre el cual se construye nuestra fe (Mateo 7:24-25). Sin la Escritura, estamos a la deriva en un mar de opiniones y tradiciones humanas (Colosenses 2:8).

Pero con la Escritura, tenemos una roca sólida sobre la cual podemos pararnos (1 Corintios 3:11). Es la fuente de toda verdad (Juan 8:31-32) y el estándar por el cual debemos medir todas las cosas.

Nos ofrece consuelo en tiempos de angustia (2 Corintios 1:3-4), sabiduría en tiempos de confusión (Proverbios 3:5-6) y corrección en tiempos de error (Gálatas 1:6-9). En resumen, la Escritura es indispensable para una fe sólida y una vida que agrada a Dios (Romanos 12:1-2).

a. ¿Por qué la Escritura es Fundamental?

La Escritura es la Palabra de Dios (2 Pedro 1:20-21), y como tal, es la autoridad final en todas las áreas de la vida y la fe (Isaías 40:8). Nos proporciona todo lo que necesitamos para vivir de una manera que agrada a Dios (Josué 1:8). Nos enseña sobre el carácter de Dios (Salmos 145:8-9), la obra de Cristo (1 Corintios 15:3-4) y el poder del Espíritu Santo (Romanos 8:11).

Nos da principios para vivir una vida santa (Efesios 4:22-24) y nos ofrece promesas para aferrarnos en tiempos difíciles (Isaías 41:10). Sin la Escritura, estaríamos perdidos, sin dirección y vulnerables al error (Jeremías 17:9). Pero con la Escritura, tenemos una brújula que siempre nos señala en la dirección correcta (Salmos 32:8). Es, en resumen, fundamental para nuestra fe y nuestra vida (Deuteronomio 6:6-9).

b. Peligros de Confiar en la Tradición Humana

La tradición humana puede ser útil, pero nunca debe reemplazar la autoridad de la Escritura (Mateo 15:1-9). Jesús mismo advirtió contra este peligro cuando confrontó a los líderes religiosos de su tiempo (Juan 2:13-22). Nos mostró que seguir las tradiciones de los hombres puede llevarnos por un camino peligroso, lejos de la verdad de Dios (1 Timoteo 4:1).

Las tradiciones pueden ser trampas que nos alejan de una relación genuina con Dios (Colosenses 2:20-23). Por eso, es vital que pongamos la Escritura por encima de todas las cosas, para que podamos discernir lo que es verdadero y lo que es falso (1 Juan 4:1).

II. Pasos para Fundamentar Nuestra Fe en la Escritura

La Escritura es la base de nuestra fe (Romanos 10:17). No podemos conocer a Dios ni entender su voluntad sin ella (Isaías 55:8-9). Es por eso que debemos tomar medidas activas para fundamentar nuestra fe en la Escritura (2 Pedro 1:5-7). Esto implica más que una lectura superficial; requiere un estudio profundo y una aplicación práctica (Santiago 1:22).

También significa que debemos buscar el discernimiento del Espíritu Santo (1 Corintios 2:12-14) y la sabiduría de otros creyentes (Proverbios 27:17). Solo entonces podremos estar seguros de que nuestra fe está construida sobre la roca sólida de la Palabra de Dios (Mateo 7:24-25).

a. Estudiar la Palabra de Dios

El estudio de la Escritura es más que una actividad; es una disciplina espiritual que fortalece nuestra fe (Hechos 17:11). Los bereanos fueron elogiados porque “recibieron la palabra con toda avidez, examinando las Escrituras todos los días para ver si estas cosas eran así”. No se conformaron con escuchar; buscaron confirmación en la Palabra de Dios.

Estudiar con cuidado y atención es una orden directa del apóstol Pablo (2 Timoteo 2:15). Nos insta a “esforzarnos” para presentarnos a Dios como obreros aprobados. Este esfuerzo implica más que una lectura superficial; requiere un estudio profundo y reflexivo.

Comparar la Escritura con la Escritura es vital para evitar malentendidos (Isaías 28:10). “Mandamiento sobre mandamiento, renglón sobre renglón”, nos enseña que la Escritura se interpreta a sí misma y que debemos buscar el contexto completo.

El uso de herramientas adicionales como comentarios y diccionarios bíblicos puede enriquecer nuestro entendimiento (Proverbios 15:22). “En la multitud de consejeros hay seguridad“, nos recuerda que la sabiduría colectiva puede ser una ayuda valiosa en nuestro estudio.

Meditar en la Palabra de Dios es otra práctica esencial (Salmos 1:2). La meditación nos permite absorber la verdad de la Escritura y aplicarla a nuestras circunstancias personales.

Finalmente, la aplicación de la Escritura a nuestras vidas es el objetivo último de nuestro estudio (Santiago 1:22). “Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores“, nos desafía Santiago. El conocimiento sin aplicación es inútil; debemos vivir lo que aprendemos.

Así que, el estudio de la Escritura es una disciplina multifacética que requiere esfuerzo, herramientas y aplicación práctica. Es la base sobre la cual se construye una fe sólida y duradera. Por lo tanto, hagamos del estudio de la Escritura una prioridad en nuestra caminar con Dios.

b. Orar por Discernimiento

La oración es una herramienta indispensable para cualquier creyente que busca entender la Escritura (Filipenses 4:6-7). “Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios“, nos dice Pablo en su carta a los Filipenses. Esta es una invitación a llevar todas nuestras inquietudes, incluso nuestras preguntas sobre la Escritura, ante Dios.

Pedir la guía del Espíritu Santo es esencial para entender la Palabra de Dios (Juan 16:13). Jesús mismo nos dijo que el Espíritu nos guiará a toda la verdad. No estamos solos en nuestro estudio; tenemos un Maestro divino dispuesto a instruirnos.

La oración también es el medio por el cual podemos recibir revelación divina (Efesios 1:17-18). Pablo oró para que los Efesios tuvieran “espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él“. Esto nos muestra que la revelación y la comprensión vienen como respuesta a la oración.

Además, la oración nos abre a la sabiduría y el entendimiento que solo pueden venir de Dios (Colosenses 1:9). Pablo también oró para que los Colosenses fueran “llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual”. Esto nos recuerda que la sabiduría divina está disponible para nosotros si la buscamos en oración.

¿Que les estoy diciendo con todo esto? Lo que les estoy diciendo es que la oración no es solo un acto de devoción; es una necesidad para entender la Escritura. Nos conecta con Dios, nos abre a la guía del Espíritu Santo y nos permite acceder a la sabiduría y el entendimiento divinos. Sin oración, nuestro estudio de la Escritura sería incompleto y nuestra comprensión limitada. Por lo tanto, hagamos de la oración una parte integral de nuestro estudio bíblico.

c. Consultar Fuentes Confiables

Consultar fuentes externas es una práctica valiosa para profundizar en nuestra comprensión de la Escritura (Proverbios 11:14). “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; pero en la multitud de consejeros hay seguridad“, nos dice el libro de Proverbios. Esto nos muestra la importancia de buscar múltiples perspectivas para obtener una comprensión completa.

Los comentarios bíblicos, por ejemplo, ofrecen una riqueza de conocimiento y contexto histórico que puede iluminar pasajes difíciles o complejos de la Biblia (Hechos 18:24-26). Aquí vemos el ejemplo de Apolos, un hombre elocuente y versado en las Escrituras, que fue instruido más plenamente en el camino del Señor por Priscila y Aquila.

Los diccionarios bíblicos y las concordancias también son herramientas útiles. Nos ayudan a entender el significado original de las palabras en hebreo o griego, lo que puede cambiar nuestra interpretación de un versículo o pasaje.

Sin embargo, es crucial recordar que todas estas fuentes son creadas por humanos y, por lo tanto, están sujetas a error. Por eso, debemos comparar siempre lo que aprendemos de estas fuentes con la Escritura misma (1 Juan 4:1). “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios“, nos advierte Juan en su primera epístola.

Si encontramos que una fuente externa contradice la Escritura, debemos ser cautelosos y rechazar esa enseñanza (Gálatas 1:8). La Palabra de Dios es nuestra norma final y cualquier enseñanza debe ser medida por ella.

En resumen, aunque las fuentes externas pueden ser extremadamente útiles para enriquecer nuestro entendimiento de la Escritura, nunca deben reemplazarla ni contradecirla. La Escritura siempre debe ser nuestra fuente primaria y final de verdad y autoridad.

d. Comprobar con la Comunidad Cristiana

La comunidad cristiana no es solo un lugar para socializar, sino un recurso invaluable para fortalecer nuestra fe (Hebreos 10:24-25). En la iglesia, nos reunimos no solo para adorar a Dios, sino también para edificarnos mutuamente en la fe. La Biblia nos dice que debemos considerarnos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. Esto es especialmente crucial en tiempos donde la fe puede ser desafiada.

La sabiduría colectiva del cuerpo de Cristo es una fuente rica de conocimiento y discernimiento (1 Corintios 12:12-27). Cada miembro tiene un papel único y esencial en el bienestar espiritual de la comunidad. Algunos son maestros, otros son profetas, y otros tienen dones de sanidad o servicio. Todos estos dones son dados por el Espíritu Santo para edificar la iglesia.

Sin embargo, la comunidad cristiana no es infalible. Por eso es crucial que todo lo que aprendamos o escuchemos en la comunidad sea comparado con la Escritura (Hechos 17:11). Los bereanos fueron elogiados porque recibieron la palabra con toda avidez, pero también examinaron las Escrituras todos los días para ver si estas cosas eran así. Este es un modelo que todos debemos seguir.

Si algo que escuchamos en la comunidad no está en línea con la Escritura, tenemos la responsabilidad de rechazarlo y corregirlo si es posible (Tito 1:9). No podemos permitir que las tradiciones o enseñanzas humanas se interpongan en nuestra relación con Dios (Marcos 7:8).

En resumen, la comunidad cristiana es un recurso esencial para el crecimiento espiritual, pero siempre debe ser equilibrada y confirmada por la verdad inmutable de la Escritura. Este es el camino seguro para una fe sólida y una vida cristiana fructífera.

III. Cómo Distinguir la Tradición Humana de la Escritura

Para distinguir entre la tradición humana y la Escritura, debemos ser como los bereanos, que “recibieron la palabra con toda avidez, examinando las Escrituras todos los días para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11).

Esto significa que debemos ser diligentes en nuestro estudio de la Palabra de Dios (2 Timoteo 2:15), orar por discernimiento (Santiago 1:5) y buscar la sabiduría de otros creyentes (Proverbios 15:22). Solo entonces podremos estar seguros de que nuestra fe está fundamentada en la verdad de Dios y no en las tradiciones de los hombres (Colosenses 2:8).

a. Examinar a la Luz de la Escritura

Toda enseñanza o tradición debe ser examinada a la luz de la Escritura, como nos enseña el apóstol Pablo en 1 Tesalonicenses 5:21. Esto no es una opción; es un mandato divino para proteger nuestra fe y nuestra relación con Dios.

Al comparar todo lo que escuchamos o practicamos con la Palabra de Dios, nos convertimos en guardianes de la verdad (Isaías 8:20). No podemos permitir que cualquier enseñanza entre en nuestra vida sin someterla al escrutinio de las Escrituras.

Si encontramos que una enseñanza o tradición no está en línea con la Escritura, la decisión es clara: debe ser rechazada (2 Juan 1:10). No podemos comprometer nuestra fe por el bien de la tradición o la comodidad. La Palabra de Dios es nuestra única y final autoridad en todos los asuntos de fe y conducta (2 Timoteo 3:16-17).

Además, este proceso de examinar todo a la luz de la Escritura nos hace más fuertes en nuestra fe (Efesios 6:17). Nos ayuda a estar alerta contra las falsas doctrinas que pueden desviarnos (Colosenses 2:8). También nos prepara para ser líderes y maestros efectivos en la comunidad de creyentes, capaces de corregir y guiar a otros en la verdad (Tito 1:9).

Por último, este acto de discernimiento no es solo una tarea individual, sino también comunitaria. Debemos animarnos mutuamente a permanecer fieles a la Escritura y corregirnos cuando nos desviamos (Hebreos 3:13). En resumen, el examen cuidadoso de todas las enseñanzas y tradiciones a la luz de la Escritura es fundamental para una fe sólida y una vida cristiana auténtica.

b. Buscar la Voluntad de Dios en Oración

La oración no es solo un acto de devoción; es una herramienta poderosa para el discernimiento espiritual (Filipenses 4:6). Cuando nos enfrentamos a enseñanzas o tradiciones que no sabemos si provienen de Dios o de los hombres, la oración se convierte en nuestra primera línea de defensa. Al orar, nos conectamos directamente con Dios, el autor de toda verdad (Juan 14:6). Le pedimos que nos revele su verdad y que nos guíe en el camino correcto (Salmos 25:4-5).

En la oración, el Espíritu Santo puede iluminar nuestra mente y corazón (1 Corintios 2:10-12). Nos ayuda a entender las Escrituras de una manera que va más allá del conocimiento humano (Efesios 1:17-18). La oración también nos protege de ser engañados por falsas doctrinas o tradiciones humanas que se desvían de la verdad de Dios (Colosenses 2:8).

Además, la oración nos da la humildad para aceptar cuando estamos equivocados (Santiago 4:6). Nos prepara para recibir corrección y ajustar nuestras creencias y prácticas según la voluntad de Dios (Hebreos 12:11). En resumen, la oración es indispensable para asegurarnos de que nuestra fe esté fundamentada en la Escritura y no en la tradición humana.

Conclusión

Hermanos y hermanas, hemos recorrido un camino espiritual importante hoy. Hemos aprendido que la Escritura es la base inquebrantable de nuestra fe (2 Timoteo 3:16-17). Hemos visto cómo la tradición humana, aunque a veces útil, nunca debe eclipsar la verdad divina que se encuentra en la Palabra de Dios (Mateo 15:1-9).

Hemos explorado pasos prácticos para anclar nuestra fe en la Escritura. Desde el estudio diligente de la Palabra (Hechos 17:11), hasta la oración por discernimiento (Filipenses 4:6), y la consulta con fuentes confiables y la comunidad cristiana (Hebreos 10:24-25). Cada uno de estos pasos nos acerca más a Dios y fortalece nuestra fe.

Pero, ¿qué significa todo esto si no lo aplicamos en nuestras vidas? Santiago nos advierte: “Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Santiago 1:22). No basta con saber que la Escritura es importante; debemos vivirla cada día.

Así que, al salir de aquí, les insto a que tomen lo que han aprendido y lo apliquen. Vuelvan a la Escritura, sumérjanse en su verdad y dejen que guíe cada aspecto de sus vidas. Oren sin cesar, busquen el consejo de otros creyentes y nunca dejen de aprender.

Recuerden siempre que nuestra fe no es una tradición pasajera, sino una relación viva con el Dios eterno, fundamentada en su Palabra inmutable. Y en esa Palabra, tenemos todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3).

Que el Señor les bendiga y les guarde, y que su Palabra resida siempre en sus corazones. Amén.

Oración Final

Querido Padre celestial, nos postramos ante Ti con corazones agradecidos por este tiempo de estudio en Tu Palabra. Te damos gracias por ser la fuente de toda verdad y sabiduría . Señor, te pedimos que lo que hemos aprendido hoy no se quede solo en nuestras mentes, sino que penetre en nuestros corazones y se refleje en nuestras acciones.

Padre, te pedimos que nos ayudes a ser fieles guardianes de Tu Palabra, discerniendo siempre entre la tradición humana y la verdad divina. Que el Espíritu Santo nos guíe en todo momento, iluminando nuestro entendimiento y fortaleciendo nuestra fe.

Señor, bendice a cada persona aquí presente. Que podamos ser luces en este mundo, reflejando Tu amor y Tu verdad a todos los que nos rodean. Y cuando enfrentemos dudas o desafíos, que volvamos siempre a la roca sólida de Tu Palabra.

Te lo pedimos todo en el poderoso nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Amén.

Espero que este estudio bíblico sea de bendición para tu congregación.

© José M. Vallín. Todos los derechos reservados.

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