Estudios Bíblicos
Estudios Bíblicos Predica de Hoy: Hermenéutica
I. ANÁLISIS HISTÓRICO
1.1. PATRÍSTICAS: Siglos III al V d.C.
Al comienzo del siglo III, la interpretación de los textos sagrados estaba especialmente bajo la influencia de la llamada Escuela Catequística de Alejandría. Como gran centro cultural de la antigüedad, Alejandría fue la confluencia de un rico encuentro entre la cultura helenística y las tradiciones religiosas judías, las influencias fueron mutuas. El neoplatonismo, el gnosticismo y las corrientes de filosofía griega popular hicieron que esta Escuela ajustara su interpretación de la Biblia a lo que consideraban un método natural para armonizar filosofía y religión: el método alegórico.
Este método alegórico era muy popular debido a que los filósofos estoicos, principalmente, lo habían aplicado para su interpretación de la literatura homérica. Era, pues, un camino ya trazado y listo para que los cristianos lo transitaran. Desde el lado del judaísmo, Filón de Alejandría había puesto todo el peso de su autoridad y prestigio a favor de este método, y lo convirtió en un sistema que incluso aplicó a las narraciones más sencillas del AT.
Por el lado del cristianismo, Clemente de Alejandría y su discípulo Orígenes, aunque afirmaron que tenían que aplicarse reglas especiales para la interpretación de la Biblia como Palabra de Dios y que debía reconocerse el sentido literal de los textos, consideraron que la interpretación alegórica era la más apropiada para descubrir el verdadero sentido de las comunicaciones divinas.
Clemente de Alejandría fue el primero en aplicar el método alegórico a la interpretación del NT y propuso el principio de que “Toda Escritura debe ser entendida alegóricamente”. Según Clemente, el sentido literal sólo podía proporcionar una fe elemental, mientras que el alegórico conducía al sentido más profundo y, por lo tanto, verdadero.
Su más destacado discípulo, Orígenes, lo sobrepasó en cultura clásica yen influencia. Sin duda, fue el más importante intérprete bíblico de su tiempo, pero sin duda su valor permanente está no tanto en su interpretación como en su crítica textual de la Escritura. Él ilustró de un modo extenso y sistemático el tipo alejandrino de interpretación. Su teoría hermenéutica está expuesta en el siguiente principio: “El significado del Espíritu Santo es siempre claro, simple y digno de Dios. Todo lo que parece oscuro, inmoral, o intrascendente en la Biblia, sirve simplemente como incentivo para hacerlo trascendente…” llevándolo más allá del sentido literal.
Orígenes consideró la Biblia como un medio para la salvación del hombre y, porque según Platón, el hombre se compone de tres partes: cuerpo, alma y espíritu, aceptó en la Biblia un sentido triple: el significado literal, el moral y el mítico o alegórico. En su práctica exegética tendió a menospreciar el sentido literal y ocasionalmente se refirió al sentido moral, pero constantemente empleó el método alegórico, con el cual creía encontrar el verdadero conocimiento del texto bíblico.
Hacia finales del siglo III se inició, tal vez por Diódoro, primer anciano o presbítero de Antioquía y después del 378, Obispo de Tarsis, quien escribió un verdadero tratado sobre la interpretación, la llamada Escuela de Antioquía. Los dos más grandes discípulos y maestros de esta Escuela fueron: Teodoro de Mopsuestia y Juan Crisóstomo. Estos dos hombres se diferenciaron mucho en todos los aspectos.
Teodoro tenía puntos de vista muy liberales sobre la Biblia, mientras que Crisóstomo considera que todas sus partes eran infalible Palabra de Dios. La exégesis de Teodoro fue intelectual y dogmática; la de Crisóstomo más espiritual y práctica. El primero fue famoso como exegeta e intérprete; el segundo opacó a todos sus contemporáneos como orador de púlpito, y fue reconocido por el esplendor de su elocuencia (Crisóstomo= boca de oro).
Ambos propusieron como principio exegético la necesidad de reconocer el sentido original de la Escritura a fin de sacar provecho espiritual de ella. No sólo le atribuyeron gran valor al sentido literal de la Biblia, sino que conscientemente repudiaron el método alegórico de interpretación. En la práctica exegética, Teodoro tenía una gran capacidad para ver en la Biblia el factor humano, pero lamentablemente su teoría de la inspiración lo llevó a negar la autoridad divina de varios libros. En contra de la interpretación alegórica, defendió el método histórico-gramatical, con lo cual se adelantó en mucho a su época.
Otro tipo, digamos, intermedio es el que surgirá en las iglesias de Occidente. Toma elementos del método alegórico y de la escuela de Antioquía. Pero su rasgo más distintivo será un elemento totalmente desconocido hasta entonces y que, con el correr de los siglo, tomará una fuerza decisiva en la historia de la exégesis en Occidente: este principio es la autoridad de la tradición y de la Iglesia en la interpretación de la Biblia. Se le atribuyó un valor de regla y norma a la enseñanza de la Iglesia en la esfera de la exégesis. Este es el tipo de interpretación que se desarrollará particularmente con Jerónimo y Agustín de Hipona.
La fama de Jerónimo se basó en su traducción al latín de los textos bíblicos conocida como La Vulgata, más que en sus interpretaciones bíblicas. Siendo un gran conocedor del hebreo y del griego, su trabajo exegético consistió en una gran cantidad de notas lingüísticas, históricas y arqueológicas. Agustín, aunque tenía un conocimiento más deficiente de las lenguas originales, es decir, no era principalmente un exegeta, tenía una gran habilidad para sistematizar las doctrinas de la Biblia aunque no era un gran intérprete de ella.
Sus principios hermenéuticos eran mejores que su exégesis; considera que el intérprete debe estar equipado con la filología, la historia y la crítica, pero más importante es el amor que debe tener hacia el Autor, Dios. Defiende la necesidad de respetar el sentido literal y de basar lo alegórico sobre el sentido literal. Sin embargo, más de una vez, se dejó llevar por la interpretación libre alegórica. En los casos en que la interpretación fuera dudosa, Agustín propuso la famosa “regula fidei”; es decir, la autoridad de la fe de la Iglesia. Agustín en la práctica adoptó una exégesis basada en cuatro enfoques: histórico, etiológico, analógico y alegórico. Será esta cuádruple forma de interpretación la que se desarrollará profundamente en toda la Edad Media occidental.
1.2. MEDIEVAL: Siglos V al XV d. C.
Durante la Edad Media, la mayoría de los cristianos, incluyendo a muchos de entre el clero, vivió en la más completa ignorancia de la Biblia. Los que la conocían, la conocían sólo a través de la traducción latina de la Vulgata y las citas contenidas en los escritos de los Padres. Era considerada como un libro lleno de misterios, que sólo podía ser entendido de un modo místico. En un sentido muy general, la interpretación bíblica se guiaba por cuatro principios: el sentido literal, el tropológico, el alegórico y el analógico. Durante esta época se estableció definitivamente el principio de que la interpretación bíblica debía someterse a la tradición y a la doctrina establecida por la Iglesia.
Era considerado como un principio de sabiduría leer la Biblia acompañada de los comentarios de los Padres. Esta fue la famosa regla establecida por San Benito y que fue adoptada ampliamente por casi todos los monasterios. Esta famosa regla se expresó en la fórmula de Hugo de San Víctor: “Aprende primero lo que debes creer y después ve a la Biblia para hallarlo allí”. Durante esta época no se desarrolló ningún principio nuevo de interpretación, pues ésta estaba atada de pie y de manos por la costumbre de la tradición y de la autoridad de la Iglesia, la cual era estudiada con mayor diligencia que la Escritura misma.
Aunque se aceptaba el cuádruple sentido de la Biblia, algunos empezaron a ver ciertas incongruencias. El mismo Tomás de Aquino, aunque practicó la alegoría, por lo menos en teoría consideraba el sentido literal como el fundamento necesario para la interpretación.
Quien rompió las argollas de esta cadena fue Nicolás de Lyra, quien, sin abandonar el sentido cuádruple tradicional, hizo un uso práctico de sólo dos: el literal y el místico, fundando este último en el primero. Insistió en la necesidad de estudiar el texto en el original, y se quejó de que el sentido místico chocara muchas veces contra el sentido literal, y por eso exigió que para efectos de fijar la doctrina de la Iglesia debía usarse solamente el literal.