Estudios Bíblicos
Estudios Bíblicos Predica de Hoy: La captura de el Arca
Estudios Bíblicos Lectura Bíblica: “55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? / 56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. / 57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Corintios 15:55-57)
Introducción
Idea central: En Cristo tenemos la victoria.
Objetivos:
- a) Comprender que en Jesucristo hemos conocido la Verdad y ninguna doctrina puede separarnos de Él;
- b) Comprender y asimilar que nada puede dañarnos si estamos ligados a Cristo;
- c) Comprender e internalizar que a nada ni nadie debemos temer, si Dios es por nosotros;
- d) Aceptar que, aunque pasemos muchas pruebas, Cristo finalmente nos dará la victoria;
- e) Comprender que Jesucristo tiene la victoria final;
- f) Conocer e interpretar las alternativas que sufrió el arca de la alianza en manos de los filisteos.
Resumen: En el quinto capítulo del Primer libro de Samuel asistimos a la captura, alternativas y liberación del arca del pacto en manos de los filisteos. El arca representa a Cristo, quien alcanzó la victoria sobre el mundo, la carne y el diablo. El auténtico seguidor de Jesús siempre saldrá victorioso sobre toda calamidad, así como el arca fue defendida del diablo.
El arca del pacto del Antiguo Testamento representa al Cristo del Nuevo Testamento. En el arca se guardaban las tablas de la Ley donde estaban escritos los mandamientos de Dios para la Humanidad, así como Jesucristo contiene para nosotros el mandamiento de amor para con Dios, el prójimo y nosotros mismos.
También contenía la vara de Aarón, que reverdeció, símbolo del sacerdocio verdadero, así como Jesucristo establece un nuevo sacerdocio, siendo Él mismo Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.
El tercer elemento del arca es el maná o pan del cielo, con que Israel se alimentaba en el desierto, así como Jesús es nuestro Pan descendido del cielo, quien alimenta día a día nuestras almas.
En el capítulo cinco del primer libro de Samuel asistimos al robo del arca del pacto por parte de los filisteos, como despojo o botín de guerra y vemos los efectos que esto tiene en los enemigos de Israel.
Los cristianos no podríamos sufrir algo así como que se nos robe Cristo de nuestro corazón, aunque sí podría sucederle a alguien que sólo ha sido convencido pero no convertido de corazón al Evangelio.
En el caso hipotético de que Cristo nos fuera robado, indudablemente Dios nos rescataría de esa desgracia. Pero sí podemos ser atacados por las tinieblas hasta el punto de sentir que perdemos a Cristo y la fe en Él, vienen las dudas y la oscuridad. Es el caso de los perseguidos y a veces martirizados.
Examinemos las alternativas que sufre el arca del pacto en manos de los enemigos filisteos y lo que este hecho puede enseñarnos.
¿Qué le sucedió al arca en manos de los filisteos?
El arca es capturada.
“1 Cuando los filisteos capturaron el arca de Dios, la llevaron desde Eben-ezer a Asdod.” (1 Samuel 5:1)
Eben-ezer fue el nombre que Samuel le dio a una piedra como memorial de la ayuda recibida de parte de Dios, después de obtener la victoria sobre los filisteos. Significa “piedra de ayuda”: “12 Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová.” (1 Samuel 7:12).
Pero esto no sucedería hasta el capítulo siete del primer libro de Samuel; el cronista designa el lugar con ese nombre, ya en el capítulo cuatro, cuando se refiere al enfrentamiento entre judíos y filisteos. La palabra “eben-ezer” ha venido a ser simbólica de la expresión “Hasta aquí nos ayudó Jehová.”
Asdod o Azoto era una ciudad-estado filistea, desde el siglo XII a.C. Era famoso su santuario del dios Dagón, en cuyo templo fue mantenida en cautividad el arca del pacto.
Así es que los filisteos, al capturar el arca del pacto, un objeto tan sagrado para Israel, la llevaron a su ciudad-estado. Era un objeto valiosísimo también para los filisteos, quienes pensaban que allí residía el poder del pueblo de Jehová. Todavía hoy algunos piensan que el poder estaba en el arca, o que el poder está en el libro sagrado o en iconos de divinidades.
Estamos rodeados de objetos de distintas clases; algunos tienen una utilidad práctica, como muebles, herramientas, vestuario, vajilla, etc.; otros son de adorno o de ocio, tales como joyas, obras de arte, juguetes, etc.
En el plano simbólico poseemos objetos significativos como símbolos religiosos, libros sagrados, etc. La fe madura no se basa en objeto alguno, no se sostiene en ellos, aunque pueda usarlos como símbolos.
En la época en que acontece el relato, los seres humanos aún no se habían desprendido de esa creencia mágica de atribuir poder a los objetos, a modo de talismanes.
El hecho de perder el arca de la alianza era muy grave para la fe de los israelitas. El diablo les estaba hiriendo en lo que más adoraban. Jehová y el arca del tabernáculo estaban íntimamente ligados para ellos.
Nuestra fe podría ser capturada por el enemigo con la tentación de otras doctrinas, pero siempre será mayor el poder de Dios, si hemos conocido a la Persona de Jesucristo, la Verdad.
El arca es llevada a un templo pagano.
“2 Y tomaron los filisteos el arca de Dios, y la metieron en la casa de Dagón, y la pusieron junto a Dagón.” (1 Samuel 5:2)
Dagón era la divinidad principal de los filisteos con templo en Gaza, Asdod y otras ciudades.
El templo de Gaza fue destruido por Sansón y en el templo de Asdod, sucedió con el ídolo Dagón lo que veremos a continuación. El cuerpo de este dios tenía la forma de un gran pescado con cabeza humana.
Este ídolo representa al diablo, enemigo de Dios y los cristianos. Al adorar a Dagón, los filisteos en verdad adoraban al diablo y eran sus esclavos. Dagón en sí mismo era nada, sólo un icono de barro, piedra o metal, pero tras el cual actuaba el poder del demonio.
¿No actúa el mismo poder tras los ídolos que adoran tantos credos falsos? Sobre todo si esos “creyentes” lo invocan para dañar a otros. No puede ser una buena espiritualidad la que ruega para que ocurran desgracias, enfermedades y muertes a otras personas.