Valores cristianos – Parte I

“Cada cabeza es un mundo”, dice un refrán y si bien es cierto que no somos iguales en cuanto a manera de pensar o de vivir, lo que no debemos pasar por alto, es que nuestro denominador común es la dignidad que nos hace personas, que nos convierte en individuos de valor; lo que le ofrecemos a nuestro semejante debería ser por regla lo mismo que deseamos para nosotros.

Con esto en mente, ¿seríamos capaces de juzgar y condenar a otro por hechos que probablemente en igualdad de condiciones nosotros también haríamos, y quién sabe si hasta peor?

No debemos olvidar el caso de la mujer adúltera (Juan 8: 1 – 11), y que luego de ser presentada ante el Señor, para que recibiera el juicio que le diese muerte, él obrando ante la dignidad de ella, consideró también la condición de los otros que la acusaban y por eso expresó: ”El que de vosotros esté libre de pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” y como ya expliqué en A Juicio del Espíritu, Jesús no habló de quién estuviera libre de adulterio en específico, sino de “pecado” en general.

Todos contamos con virtudes y también con defectos. Bueno sería, no olvidar eso.

  • Puntualidad:

Este valor en particular se construye por el esfuerzo de estar a tiempo en el lugar adecuado. Se refiere a una disciplina por estar a la hora para cumplir  con nuestras obligaciones. Se vuelve necesaria para dotar a la personalidad de cada individuo con carácter, orden y eficacia; ya que estamos en la situación de realizar más actividades, de ejecutar nuestra trabajo de mejor manera y así ser, merecedores de confianza.

Un texto que en la biblia representa mucho este valor, es el que podemos leer en Eclesiastés capítulo 3 verso 1:

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”

En lo personal, encuentro a la falta de puntualidad uno de los mayores disgustos del ser humano, porque resulta verdaderamente desagradable que por el incumplimiento en el horario de otra persona, no pueda yo ejecutar mis tareas con tranquilidad, llegar a mi destino, cumplir con mis objetivos y encima de todo, ganarme la reputación no merecida de ser impuntual e irresponsable.

Entiendo que pueden presentarse imprevistos en el camino que nos obligan de un modo u otro a cambiar el orden que teníamos planificado inicialmente para una determinada acción, sin embargo, es debido al conocimiento que la experiencia, las enseñanzas y los consejos recibidos en diferentes momentos de nuestras vidas, nos han dado respecto a esos diferentes escenarios que se pueden presentar, que debemos armar esos planes considerando también los imprevistos.

Ser puntual va de la mano con ser responsable. Difícilmente, se podrá alcanzar una buena reputación si carecemos de uno de estos dos valores.

Para pensar en puntualidad hay que pensar en el tiempo y en la administración del mismo. La percepción del tiempo varía de persona a persona y también de situación a situación; por ejemplo: ¿cuánto vale un segundo para una persona que está a punto de ser arrollada por un vehículo? ¿Cuánto valen cinco minutos extras para alguien que presenta un examen muy complicado e importante? ¿Cuánto vale media hora cuando se llega tarde al aeropuerto? ¿Cuánto vale un día más para despedirse del ser amado?

Puntualidad implica seriedad, compromiso, entrega, disposición y la firme voluntad de aprovechar el tiempo, porque de todos los recursos no renovables existentes en el planeta, es el tiempo el que peor cobra su ausencia. Porque nunca vuelve atrás y tampoco se adelanta aunque lo persigamos de cerca.

  • Responsabilidad:

De este valor hablé un poco en el punto anterior. Está referido al cumplimiento del deber. Hablar de responsabilidad, tiene que ver con una obligación adquirida, que puede ser de tipo moral o legal, ya que se trata de cumplir con aquello que se ha prometido. La responsabilidad va asociada a la confianza.

Por naturaleza, confiamos en aquellas personas que son responsables, ponemos nuestra fe y le damos nuestra lealtad a quienes de manera estable cumple con lo que ha prometido.

En el libro de Eclesiastés capítulo 5 versos 1 al 6 encontramos la demanda de este valor en específico; que no solo afecta a nuestras vidas en general sino que incluso nos compromete delante de Dios.

Particularmente, quiero llamar la atención sobre los versos 4 y 5 que dicen así:

“Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.”

El tema con la responsabilidad es tan serio e importante que aún Dios mismo puede verse involucrado por tu negligencia. ¿Cómo aspiras a un cargo de liderazgo en la iglesia cuando no has demostrado que eres una persona responsable? ¿Cómo quieres que te tomen en serio para desarrollar cualquier proyecto si tus antecedentes dejan tanto para desear en términos de responsabilidad? ¿Podrías quedar a cargo de la vida de otra persona si tú mismo no cuidas de ti?

Tu falta de responsabilidad puede generar de forma automática una espiral sin fin de malos momentos y resultados, que no sólo te van a perjudicar a ti sino a otras personas. Con lo cual te conviertes además, en un ser egoísta que no echa de ver la suerte de su prójimo cuando deja todo de lado y se exime de cumplir sus deberes.

Una persona irresponsable demuestra que no tiene compromiso, que no sabe ni quiere  trabajar en equipo, que carece de interés por el cometido, que le importa poco o nada lo que su falta de deber pueda acarrear sobre otros. Una persona sin responsabilidad demuestra claramente que no le importa nada ni nadie.

Los irresponsables no son dignos de confianza. Para muestra baste leer en el evangelio de Mateo capítulo 25 versos 14 al 30.

Aquel que a pesar de tener cinco talentos para trabajar, no escatimó en esforzarse y presentar al cabo del tiempo señalado, el fruto del trabajo y de la inversión recibió todos los elogios por parte de su Señor; mas, quien apenas teniendo un solo talento no hizo nada para trabajarlo ni multiplicarlo, recibió la reprensión, fue sancionado con castigo eterno y despojado de su talento, que fue a parar a manos del que tenía cinco.

No pienses que comprometerte con Dios y no cumplir no tiene su recompensa. Pues, como está escrito: “Si en lo poco me eres fiel, en lo mucho te pondré”; no importa el tamaño del compromiso que hayas adquirido, o que tarea debas ejecutar, si no lo cumples serás tenido por irresponsable y mentiroso. Una persona indigna de recibir confianza. Si no cumples una pequeña asignación, ¿Cómo esperas que se te encargue algo más grande e importante?

Las personas que cumplen con su palabra son de gran estima delante de Dios. ¿Quieres decepcionarlo y de paso provocarle a enojo? La responsabilidad es tu mejor carta de presentación ante el mundo. Asegúrate de dar la mejor impresión.

CONTINUARÁ EN LA SEGUNDA PARTE

Redactado por: Emily Sánchez

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