Ser profetas en nuestra tierra

Mensajes Cristianos

Mensajes Cristianos Lectura Biblica: Marcos 6:1-3Salió de allí y fue a su tierra, y sus discípulos lo siguieron. 2 Y cuando llegó el sábado, él comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos quedaban atónitos cuando le oían, y decían: —¿De dónde le vienen a este estas cosas? ¿Qué sabiduría es esta que le ha sido dada? ¡Cuántas obras poderosas son hechas por sus manos! 3 ¿No es este el carpintero, hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también sus hermanas aquí con nosotros?” (RVA 2015)

INTRODUCCIÓN

El Señor Jesús se presenta en su tierra, el lugar que lo vio crecer desde niño y convertirse en un hombre. En esa tierra, Jesús no se destacó, sino que pasó por uno más. Hasta que a los doce años, yendo al Templo por la pascua, se separa de sus padres y luego lo hallan entre los doctores de la ley.

Todos estaban maravillados con su inteligencia  y sus respuestas. Pero fue esa sola vez la que nos narra el Evangelio, en la que Cristo llamó la atención en su infancia. Sobre el resto de su vida hasta su bautismo en el Jordán, solo encontramos silencio.

Por esto consideramos que fue una vida oculta en el silencio, el trabajo y la oración, preparándose para su misión, para su hora. Es muy bello pensar que si Jesús se preparó durante 30 años para sus 3 años de ministerio, ¡cuánto más debemos prepararnos nosotros para evangelizar con la Palabra!

 A partir de allí comprendemos la actitud de aquéllos que se sorprenden al escucharlo y verlo obrar. Todos lo conocían allí, conocían a sus parientes, lo habían visto desarrollarse. ¿Cómo habla de cosas de las que nunca nos habló? ¿Cómo tiene tanta autoridad su palabra y sus milagros? ¿No es tan común como nosotros?

Con esto el Señor nos da una lección de humildad. Él podría haber aparecido desde el principio cubierto de gloria, sin embargo, nos mostró que vino a rescatar a la humanidad, desde dentro de ella misma, con todas sus debilidades y sufrimientos.

No limitemos el poder de Jesús en nuestra vida

Los de su tierra no recibieron a Jesús como el Mesías. Se dejaron engañar por la apariencia de debilidad que asumió el Señor. Era uno más, ¿cómo iba a ser el Mesías?

Y así actuamos muchas veces nosotros. No dejamos que Cristo actúe en nuestras vidas, sino que esperando las apariciones gloriosas de Dios, dejamos pasar a nuestro lado a Jesús como peregrino.

Si estuviéramos atentos a la voz de Dios, la oiríamos en las cosas sencillas de la vida. Quizás diciéndonos que tenemos que dejar de ser tan soberbios y aprender de los demás. Quizás diciéndonos que esa manera de actuar no es la correcta, a través de un hermano que consideramos menos sabio que nosotros.

De esta manera a veces nos perdemos los milagros de Jesús en nuestra vida, por no estar atentos. Si las personas que vivieron con Jesús hubieran estado alertas a los signos de Dios, hubieran tenido la dicha de estar junto al Maestro y aprender de su sabiduría. No hubieran recibido el reproche de Cristo: “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.” (Marcos 6:4)

También nos puede pasar esto cuando somos nosotros los que predicamos. Cuando queremos llevar la Palabra a los que son de nuestro círculo íntimo, muchas veces tendremos tropiezo. Porque nos conocen y ven en nosotros solo la debilidad que nos deja el pecado. No pueden ver inmediatamente el Espíritu que nos anima a llevar la Buena Nueva a los hermanos, para que se salven.

Como nosotros conocimos a Jesús, y lo dejamos entrar en nuestra alma, experimentamos la misericordia de Dios. Cuando queremos que otros también participen de esta alegría, podemos llegar a ser piedra de tropiezo para ellos.

Tenemos que pedir en la oración con mucho fervor, que podamos ser reflejos límpidos del amor de Dios. Que los hermanos vean en nosotros el cambio de vida que propone Cristo, como algo cumplido, acabado, verdadero y real.

Porque de lo contrario podríamos caer en la hipocresía, en estar hablando de labios para afuera del poder del Mesías, pero sin llevarlo en el corazón verdaderamente.

Por esto, pidamos con el Salmo: “Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación.” (Salmo 25:5)

Conclusión

Estemos atentos, para no perdernos la aparición de Cristo en nuestras vidas. A veces se presentará en lo cotidiano, en lo común, y por eso lo dejaremos pasar de largo. Pensando que no tiene nada para enseñarnos, un hermano puede estar hablándonos en nombre de Jesús. Por esto, estemos alertas a la aparición del Mesías en nuestra vida.

Y cuando seamos los que anunciamos la Palabra, tratemos de desaparecer. Ya que es necesario que Cristo crezca, y nosotros disminuyamos.

© Elena Torres. Todos los derechos reservados.

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Elena Torres
Fiel servidora del Señor. Aunque no soy pastora, me gusta compartir lo que el Señor pone en mi corazón con mis hermanas en Cristo. Espero que estos mensajes te sirvan de bendición,

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