Mensajes Cristianos
Mensajes Cristianos Texto Biblico: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” (Hechos 2:41-42)
Tema: Vivir el cristianismo junto a los hermanos
Introducción
En el libro de los Hechos de los Apóstoles vemos qué aconteció con los discípulos de Jesús después de su Resurrección. Este pasaje que leímos se ubica inmediatamente después de la venida del Espíritu Santo y el discurso de Pedro a los que se habían reunido a escucharlos.
Cuando Pedro habló y anunció lo acontecido a Jesús de Galilea, su muerte y resurrección, muchos se convirtieron. Recibieron la palabra y fueron bautizados.
Desde el inicio la Palabra está en el centro. Mediante ella escuchamos sobre los misterios de Cristo. Mediante ella se nos anuncia la salvación para el que siga a Jesús.
Pero no basta con recibir o escuchar la Palabra. Dice el texto que perseveraban en la doctrina de los apóstoles. O sea que oían, ponían en práctica y continuaban oyendo. Era algo que se hacía con perseverancia.
El ser humano adquiere hábitos mediante la repetición de actos. Es así como echan raíces los vicios, pero también las virtudes. Lo que escuchamos en la Palabra, debe ser repetido y practicado, para que se vuelva carne nuestra.
Los que se bautizaban, perseveraban también en la comunión unos con otros. La comunión es la unión entre los cristianos. No podemos vivir nuestra fe en soledad. Necesitamos del hermano que nos ayude a avivar la llama de la fe. Para que nos exhorte, nos edifique, y también para nosotros ser apoyo de la fe del hermano.
El partir el pan, y las oraciones, son prácticas espirituales muy necesarias. Está bien, y no debe faltar nunca, la oración personal. Pero en el principio, lo más importante para la Iglesia de Cristo era la oración en comunidad.
La Venida del Espíritu Santo
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.” (Hechos 2:1)
Cuando estaban en comunidad los apóstoles fue cuando recibieron el Espíritu Santo. No fue en la oración personal. Por eso decíamos que es tan importante y parte del fundamento de la Iglesia.
Dice la Escritura que estaban “unánimes”. Esta palabra viene del griego, y significa “una sola alma”. Era tal la unión de los cristianos que parecían una sola cosa.
Así deben ser nuestras asambleas. Deberíamos ser una sola cosa, un mismo sentir. Tendrían que estar desterradas de nuestras reuniones las rivalidades, los rencores, las envidias.
No tendríamos que estar pendientes de quién se sienta dónde, quién hace tal ministerio. Lo único que debería preocuparnos es la oración ferviente y la presencia del Espíritu Santo en nuestra reunión.
La oración verdadera nos unirá. Porque escucharemos la voz de Dios en nuestros corazones y veremos en nuestro interior lo malo para desecharlo, y las inspiraciones de Dios para seguirlas. Pero debe ser una oración sincera, no una palabrería vacía de amor.
“Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas.” (Hechos 2:44)
Los cristianos estaban juntos. No como un ganado. No como un amontonamiento de gente. Sino como una familia, que comparte todo, porque los une el amor.
Tenían en común todas las cosas, porque lo material no les importaba ya. Habían experimentado tanto gozo con la doctrina de Cristo que les era predicada, que ya no querían preocuparse de otra cosa que la oración en común y llevar el nombre de Cristo a los demás.
La fe crea un vínculo más fuerte quizás que el que da la sangre. Porque lo que aquí une es la alabanza al mismo Dios, el amor a sus mandamientos y el deseo de que otros también participen de la salvación. Es un vínculo espiritual muy fuerte, que si es verdadero, es irrompible.
Y no es simplemente algo humano, si bien tiene su base en el afecto que cultiva el hombre. Es un mandamiento de Jesús: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:34-35).
Conclusión
Debemos imitar a las primeras comunidades de cristianos en su amor fraterno, su perseverancia en la escucha de la Palabra y en la oración en común. Es la manera de que el Espíritu Santo descienda sobre nosotros. Si así lo hacemos, seremos testimonio vivo ante los que no creen. Verán en nosotros el Reino de Dios que quiere instaurar Cristo, por el amor que nos tenemos.
© Hilda Hernández. Todos los derechos reservados.