Abre mis ojos

Mensajes Cristianos – Predicas Cristianas

“…Abre mis ojos, y miraré, las maravillas de tu ley…” Salmos 119:18

Existe una verdad indiscutible, y es que la Palabra revelada de Dios es una de las mayores providencias que nosotros podamos tener de parte de Él. Es una ventana abierta a otra dimensión.

Por medio de ella venimos a la fe: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17); por medio de ella somos santificados: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (Juan 17:17); por medio de ella somos vivificados: “Porque tu dicho me ha vivificado” (Salmos 119:50 b); Por medio de ella somos consolados: “Me acordé, oh Jehová, de tus juicios antiguos, y me consolé.” (Salmos 119:52); en fin, nos faltaría espacio para describir todas las aplicaciones a nuestras vidas de su maravillosa Palabra.

Ahora también existe otra verdad que sucede en la actualidad y es que, como cristianos muchas veces no podemos ver el maravilloso tesoro que tenemos en la Palabra de Dios, así como lo veía el salmista: “Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata.” (Salmos 119:72). Y el principal problema de esto está en nosotros, sí, en que no podemos ver. El pecado nubla nuestra visión para no poder ver las maravillas que existen en la Palabra de Dios.

Siendo cristianos, muchas veces nuestra visión se nubla y lo que esto provoca es que no apreciemos las perlas preciosas que en la Palabra de Dios podemos hallar. En el mundo físico es necesario ver para poder disfrutar o apreciar algo.

De igual forma debe ser en el mundo espiritual debemos poder ver para poder apreciar y disfrutar. Por tal razón una persona que no ha nacido de nuevo, no puede ver mucho menos disfrutar la Palabra de Dios y por ella ver la gloria de Dios en Cristo: “en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2 Corintios 4:4).

Nosotros que hemos creído, hemos nacido de Dios, y ya no tenemos cegado el entendimiento, no somos ciegos, se nos ha dado visión, ahora vemos ¡Gloria a Dios! “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” (2 Corintios 4:6).

Pero como lo he mencionado antes, y es algo triste, permitimos que nuestra visión se nuble. Y no disfrutamos de aquello que debemos disfrutar, la Palabra de Dios. No permitamos eso, unámonos al clamor del salmista: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”. Puesto que en la Palabra de Dios existen innumerables cosas maravillosas ¡Oh fuente inagotable de riquezas que satisfacen el alma!

Clamemos a Dios que abra nuestros ojos, y tengamos presente que sin la ayuda sobrenatural de Él no podremos ver las bellezas en su Palabra. Tú puedes hablarle a un ciego sobre la belleza del mundo y la naturaleza a su alrededor, él podrá comprender aprender la teoría y principios básicos de lo que tú le hablas, pero debido a su condición no podrá disfrutar ni apreciar sus bellezas.

Así que, nuevamente, clamemos a Dios para que abra nuestros ojos, Él se deleitará en responder esa oración, y tú disfrutarás de las maravillas de su Palabra, y por ende disfrutarás de Él, y medio de eso Él será glorificado…

Bendito sea nuestro Dios por medio de Jesucristo…

© John Henry. Todos los derechos reservados.

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John Henry

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