El afecto es el tesoro más hermoso que Dios nos concedió. Cuando sentimos que nadie nos ama, quizá la primera persona a la que volvemos, es a nuestra madre, porque ellas conocen de ese amor profundo, ese amor de concebir un ser humano.
Tener la oportunidad de criar es muy valioso, las madres cristianas deben hacer saber a sus hijos que son amados. Una persona llena de amor puede hacer maravillas en un mundo que parece roto, y siempre va a saber agradecer a sus educadores.
Ese amor viene de distintas maneras, no solo en abrazos y ternura. Amar también es disciplinar como lo hizo Jesús con sus discípulos. Amar es enseñar obediencia, alentar a continuar a pesar de las dificultades e inculcar el camino de la Verdad.
“Sí soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” Hebreos 12:7
Madres Cristianas: Paciencia
“Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” Efesios 4:2
Recuerdo también las miradas fulminantes de mi madre. Su actitud siempre fue la más cristiana de las cristianas, pero en cuánto su paciencia estaba por agotarse, era como destapar una olla de agua hirviendo. Nosotros aprendimos a conocer sus límites y respetarlos.
Los niños y adolescentes en especial, requieren de mucha paciencia. Ellos no conocen éste mundo, no saben cómo manejarlo. Las madres son las primeras profesoras, y para desenvolverse a través de la voluntad de Dios, deben edificar con un carácter lleno de paciencia.
En los momentos de cólera, destapar la olla solo va a hacer que te quemes. Mejor busca dirección y paciencia en Nuestro Padre. Él siempre tiene respuestas dónde nosotros no logramos ver mas que humo.
Conclusión
Ser una madre cristiana no es fácil, pues el acto de ser madres no queda solo en dar a luz, sino que trae consigo responsabilidades mayores. La relación entre madre e hijo debe consolidarse a través de la instrucción bíblica.
Ella debe construir un hogar lleno del amor de Dios, hacer de Jesús un lugar seguro, preservando que su hijo busque y aprenda de él voluntariamente cuando crezca.
Todo lo que absorbemos desde niños, tiene repercusión en el futuro, así que las madres cristianas deben saber aconsejar, enraízar a su hijos en el Evangelio y sembrar en ellos los valores que lo harán un ser humano ejemplar.
Llevar a cabo todo esto es un ejercicio constante de paciencia, pues sí hoy decimos una cosa pero en momentos desesperados, hacemos otra; la enseñanza será errada. Deben ser capaces de sostener la Palabra de Dios hasta en los momentos más difíciles, sus hijos van a estar agradecidos y sus alegrías serán incontables.
Redactado por: M. Uzcategui para publicación exclusiva en predicasbiblicas.com
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