El aceite esta en ti

Predicas Cristianas

No se sabe con exactitud qué es la unción, pero si sentimos algo lindo decimos que la alabanza está ungida, algunos dicen que la unción es algo que te llega, que te toca y quedas como pisando nubes, pero en la calle les ladra un perro, entonces comienzan a insultar  y se les cae la unción al piso.

Parece que la unción es algo que se pone y se saca, pero la verdad es que la unción no es así, pues Dios ungió a Saúl como rey y así quedó, y lo mismo sucedió con David; fueron ungidos para ser reyes se hayan portado bien o mal, fueron elegidos, escogidos, y revestidos de una posición; la unción es lo que Dios te da para que funciones dentro de sus planes, es la posición que el Señor te da.

En la antigüedad se ungían a los sacerdotes, a los profetas y a los reyes, otra persona no era ungida porque los oficios de Dios eran esos y se les ungía con el aceite de la santa unción, y ese aceite no se podía usar para otra cosa porque la unción era única y nadie podía cuestionarla, quitarla o reemplazarla.

Leamos la Palabra de Dios en Levítico 8:10 al 12

“Y tomó Moisés el aceite de la unción y ungió el tabernáculo y todas las cosas que estaban en él, y las santificó. Y roció de él sobre el altar siete veces, y ungió el altar y todos sus utensilios, y la fuente y su base, para santificarlos. Y derramó del aceite de la unción sobre la cabeza de Aarón, y lo ungió para santificarlo”.

La unción tiene relación directa con la santificación, y santificar significa apartar para una función determinada, solamente para la función que se le asigna.

De manera que un rey no podía ser sacerdote; los elementos del tabernáculo no se podían usar para otra cosa porque habían sido ungidos, había sido apartado para el servicio de Dios.

Y del mismo modo los cristianos somos apartados para vivir la vida que Dios ha determinado para nosotros y funcionar dentro del propósito que Él tiene para cada uno; el cristiano está ungido para servir en la función que Dios le ha asignado, y aunque puede, no debe funcionar en otra cosa que no sea lo que el Señor le ha dado.

Samuel ungió a Saúl como rey, pero se portó mal desobedeciendo y pecando, y cuando hubo pecado el Espíritu de Dios se apartó de él; el Espíritu Santo puede venir, contristarse, y apartarse, pero la unción sigue sobre la persona; cuando decidimos honrarnos a nosotros mismos haciendo lo que nos parece o queremos, el Espíritu Santo ya no nos llena aunque seguimos teniendo la unción.

El Espíritu Santo puede operar más o menos en tu vida, pero la demanda de la unción que está sobre ti te pesará toda la vida, y tendrás que rendirle cuentas a Dios por esa unción que Él ha derramado sobre ti; y quiero decirte que Dios unge a todo el que llama a su reino como Jesucristo ha sido ungido por Dios y todas las cosas han sido puestas debajo de sus pies, y opera bajo la unción de Rey de todos los reyes y Señor de todos los señores, y aun sobre los demonios.

Algunos creyentes quieren servir a Dios pero a su modo y a fin de que su carne se sienta cómoda, quieren servir a Dios pero no quieren ir a la cruz y menos negarse a sí mismos.

Hay que darse cuenta de que la unción le costó la cruz a Jesús, y la unción que hay sobre ti es la misma que hay sobre el Señor; si eres cristiano has sido ungido, el aceite está en ti, y te ungió para dar buenas nuevas a los necesitados, para sanar a los quebrantados de corazón, para dar libertad a los cautivos, vista a los ciegos, y para poner en libertad a los oprimidos a través de Jesucristo.

No puedes decir que no sabes cuál es la voluntad de Dios para tu vida, no puedes decir que en la iglesia no te tienen en cuenta; en la iglesia se han dado cuenta quién eres, pero eres tu quien debe salir a la calle a ver dónde hay un quebrantado de corazón, donde hay un necesitado a quien consolar, o alguno que necesite ser liberado, pero sal y hazlo porque Dios te ha ungido para eso.

No vuelvas a preguntar cuál es la voluntad de Dios para tu vida, tienes que vivir para bendecir a aquellos que están lejos de Dios, lejos de la verdad, en oscuridad, enfermos y atormentados:

“porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios. Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones” 2 Corintios 1:20-22.

Si hoy le abres tu corazón, el Señor te llenará con ese fuego que necesitas para hacer Su obra, pero mira que Jesús no andaba haciendo planes, andaba haciendo sanidades y liberando cautivos, cumpliendo con el plan de Dios; si te propones hacer la voluntad del Padre, el Señor te llenará hoy con la presencia, el poder y la autoridad del Espíritu Santo que es el equipamiento que Dios te da para que puedas cumplir tu función.

Cuando Jesús predicó a la multitud, sus discípulos le dijeron que la multitud tenía hambre, y Jesús les dice que les den ellos mismos de comer, hasta que Andrés llega con un niño que tenía cinco panes y dos peces para veinte mil personas; el milagro está en nuestras manos si tenemos la fe para los milagros, el milagro está cuando nos atrevemos a creerle a Dios ya que el aceite ya está en nosotros, y aunque no estés muy seguro, Dios llama lo que no es como si fuese y por eso nos ha dado principios para hacer bajar Su gloria a la tierra.

Un paso de fe, un talento, no sé qué será lo que Dios ha puesto en tus manos para el milagro, el problema es que muchas veces menospreciamos lo que tenemos y buscamos la fe de otros, o lo que otros tienen, pero es porque ni se han dado cuenta de lo que tienen en sus propias manos y se preguntan si la fe que tienen les va a alcanzar para lograr el milagro que quieren.

El Señor está derramando Su fuego de limpieza, está santificando pero también está quemando la paja que es el pecado; Dios está limpiando el grano, separando el trigo de la paja pues el trigo debe de quedar limpio, entonces permitamos que el Señor queme esa paja de pecado que nos aparta Su presencia y de la santidad.

Dios te llenará con el fuego, con el poder y la autoridad del Espíritu Santo

Abre tu corazón pues no es el Señor el que frena tu llenura sino que eres tú porque pones tus planes y deseos antes que la misión que te encomendó y no quieres someterte y ser obediente; toma la decisión de negarte a ti mismo y abraza la misión y el propósito de Dios; déjate llenar de la unción que está sobre ti y pídele que te llene con su Espíritu Santo ahora.

Pero déjame decirte que si se enciende el fuego del Espíritu es para aprovecharlo, es para moverse, no para seguir a Jesús de lejos y como espectadores, sino como siervos y discípulos, pues están los que toman las lámparas, pero no el aceite, dicen que se dan pero no se entregan, son los que se enojan, critican, se molestan, o se duermen porque no están encendidos y pierden la bendición de la presencia de Dios.

Y también están los que mantienen viva la fe puesta en Jesús, son los que mantienen encendida la llama del Espíritu, son los que continuamente tienen completo el nivel del aceite de la unción, son los que están siempre listos para servir pues están velando.

Para mantener el fuego ardiendo hay que poner el combustible necesario, y se aviva el fuego con la Palabra, sin descuidar los dones del Espíritu y la presencia de Dios en tu vida, pues el aceite de la unción ya está en ti; el problema es que muchos cristianos tienen la lámpara sin usar, les falta llevar la fe a la acción, desatienden su vida espiritual y viven sin fe, en la oscuridad mientras el Señor les demanda a estar velando en Él.

Si tenemos el aceite nuestra luz debe brillar, es nuestra la responsabilidad de mantenernos activos y dispuestos para toda buena obra, aun mientras haya cristianos cabeceando, durmiendo, y que no están velando, “por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” 2 Timoteo 1:6-7.

© Luis Coria. Todos los derechos reservados.

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Luis Alberto Coria
Mi nombre es Luis Alberto Coria, estoy casado con Nora Griselda Correa y tenemos cuatro hijos. Soy un fiel seguidor de la palabra de Dios.

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