Vivir sin esperanza

Predicas Cristianas

Nadie puede vivir sin esperanza porque si la pierdes estás muerto, ¿Pero que es la esperanza, es desear que algo pase, o es la certeza de que eso que deseas va a pasar?; tener esperanza no es desear sino tener certeza de que eso que quieres tarde o temprano va a llegar.

Vivir sin esperanza es tener la certeza de que lo que sueñas nunca va a llegar, es estar derrotado antes de intentarlo, porque cuando llega el problema y te golpea, ¿cómo vas a dar pelea si no tienes esperanza?; vivir sin esperanza es vivir rendido en una pelea que no terminó, porque cuando uno pierde la esperanza pierde el rumbo, y luego pierde todo.

Confiar, creer, soñar, eso es tener esperanza, saber que aunque el mundo se nos venga encima, y por más imposible que parezca, hay alguien que nos va a salvar; la esperanza no es un deseo, es una certeza de que después de todas las tormentas sale el sol, de que aún en la peor crisis, no hay crisis que no sea vencida.

La esperanza es el motor de la gente feliz porque no es soñar lo posible, sino soñar lo imposible, es ver un brote verde en el desierto, porque la esperanza es lo que queda cuando no queda nada ya que está hecha de futuro.

Siempre pensamos en lo que nos estamos perdiendo deseando cosas que no tenemos, y en realidad todo lo que necesitamos para ser felices está ahí, en la esperanza, creemos que la felicidad es algo difícil de alcanzar y hasta nos convencemos de que nunca vamos a ser felices.

Leamos la Palabra de Dios en Tito 2:9-14

Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador. Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”.

La depresión afecta a más de 350 millones de personas en todo el mundo y se ha convertido en un mal de nuestro tiempo, pero Dios puede ayudar para salir de este cuadro crítico, y lo hace comenzando por la esperanza, pues vivir con esperanza es saber vivir con Dios.

Vivimos en un mundo incierto, porque el hombre ha preferido tomar el rumbo de creerse autosuficiente, independiente, y sin necesidad de Dios, ha preferido ser faro para sí mismo y brújula de sus propios pasos, y con esto ha dejado de lado al único que le puede dar la seguridad y la certeza en su caminar, que es Dios.

Y una de las lecciones que debemos aprender es que las cosas ni mejoran por sí mismas, ni empeoran por sí mismas, la vida mejora cuando reconocemos que yo no puedo ser quien debería ser hasta que sea todo lo que debería ser, y me convierta en lo que debería convertirme.

El hombre busca la felicidad sin saber dónde, los materialistas aseguran que es cuando logran obtener todo lo quieren; los emocionalistas dicen que es un estado de ánimo que no necesariamente implica alegría, y el común de la gente resume la felicidad en tres cosas: salud, dinero y amor.

Pero Jesús muestra que el concepto de felicidad para un creyente es distinto al del mundo al pensar y actúa como discípulo de Cristo, pues la fuente de nuestra alegría está en el que nos ha elegido para salvación, y la fe en Jesús nos garantiza la alegría eterna en los cielos, y es nuestra esperanza.

El hombre se ha empeñado en darle valor a las cosas que pasan brillando sin tener ningún valor, mientras que vivir con Dios es vivir anclados a seguridades eternas, es vivir con justicia y paz.

Es escoger el camino del bien; pero vivir con Dios también es vivir con los criterios sobrenaturales y apoyándonos no en seguridades humanas que son pasajeras y superficiales, sino con esperanza y la visión de la vida eterna, lo que hace que mi presente se convierte en algo cierto, seguro, que me fortalece la imagen de mi futuro.

Vivir con Dios es creer que siempre hay una solución a los problemas y pensar que no estamos solos, pues Dios está conmigo, me ayudará, y dará fuerzas para superar cualquier dificultad o sufrimiento, por lo que el hombre de Dios permanece alegre y no enojado, ni resentido, ni desanimado, y mucho menos angustiado.

Cuando hablamos de esperanza hablamos de fortaleza, de una actitud ante la vida de la mano de Dios, de una forma de estar en el mundo no siendo del mundo, pero entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo Juan 9:5, pues como decía Aristóteles, la esperanza es el sueño del hombre despierto.

Pablo aprendió el secreto de estar contento, y lo llama secreto porque es algo que muchas personas nunca llegan a aprender; es incluso una dificultad que tienen los no creyentes para entender lo que hace que los creyentes están felices.

“Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” Juan 12:24

Para tener fruto hay que desvivirse primero con lo que uno está haciendo, para valorar las cosas hay que esforzarse por ellas; Cristo murió antes de resucitar, entregó por amor su vida para que nosotros la tuviésemos en plenitud.

El Hijo de Dios entendió que la vida tiene que vivirse desde la esperanza pues así daremos sentido a lo que hacemos y lucharemos por eso; cuando hay un futuro, una meta, tiene sentido todo lo que hacemos, aunque tenga que ser con esfuerzo.

Los creyentes están felices porque saben que Dios está con ellos, pero les hace infelices acordarse que son pecadores, porque el pecado el obstáculo para disfrutar la comunión con Dios; la experiencia del amor de Dios es más importante que cualquier cosa que el mundo puede ofrecer, aún en medio de los problemas.

El no creyente piensa que entre más tenga tendrá más felicidad, pero los cristianos saben que eso es momentáneo, y que lo que les hace realmente felices es cuando desean solamente las cosas que Dios ha escogido para ellos; una persona que posee muchas cosas pero que desea más, siempre será miserable, mientras que aquél que posee pocas cosas pero que no desea más, siempre será feliz.

La esperanza es uno de los motores que impulsa al cristiano al futuro que espera, es lo que nos motiva y da fuerza para continuar cuando no encontramos salida, y es uno de los pilares sobre los que se sustenta el evangelio:

“porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?” Romanos 8:24

El presente, aunque doloroso, se puede vivir y aceptar si nos lleva hacia un futuro, y si podemos estar seguros que este futuro es tan grande que justifica el esfuerzo del camino.

El cristiano puede vivir el presente porque sabe que hay un futuro, un proyecto por el que nos esforzamos, el de la vida presente en la tierra que ha sido regalada en cada uno de nosotros, donde se nos pide que vayamos construyendo y enriqueciendo el camino a la vida eterna con Cristo; ahí está la esperanza cristiana, teniendo como modelo al Hombre perfecto que entregó Su vida por una humanidad nueva, libre de toda atadura.

Es posible vivir con esperanza porque es posible construir un mundo nuevo; es posible vivir con esperanza porque desde la libertad podemos rechazar aquello que nos esclaviza; es posible vivir con esperanza cuando intentamos mostrar el mensaje cristiano que apuesta por la vida;

Es posible vivir con esperanza porque así nos lo muestra Jesús que muere por cada uno de nosotros, siendo únicos e irrepetibles, creados a imagen de Dios; pero también es verdad que el camino tiene que hacerse con esfuerzo, sacrificio, pero sabiendo que al final será lo que el Señor nos ha prometido.

Los cristianos somos felices viviendo para Dios, sabiendo que la pobreza de espíritu crea esperanza, pues son “bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” Mateo 5:3, mientras que la felicidad del mundo está en la prosperidad material, y por esto no pueden entender que la pobreza es una demostración de felicidad, “porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” 1 Corintios 1:18; pero el evangelio no está hablando de la pobreza material, sino de pobres en espíritu.

Y un pobre de espíritu es verdaderamente rico y feliz, pues su riqueza la recibe cuando oye la Palabra de Dios y la cree; un creyente es feliz porque está seguro que tiene el perdón, la salvación y un lugar reservado en el cielo; es feliz porque tiene la compañía permanente de Cristo, su ayuda, la respuesta a sus oraciones, y los tesoros acumulados en el cielo que son las riquezas de gracia que el Señor le ha dado.

Un cristiano sabe que la máxima felicidad proviene del conocimiento de Dios, y con el paso del tiempo, el creyente descubre que la única fuente de felicidad verdadera es Dios, y es la esperanza que le acompaña siempre, pues en el cielo, Dios será la única fuente de felicidad; pero aquí en la tierra podemos comenzar a disfrutar esta felicidad que se encuentra solo en Dios buscándole de todo corazón, con humildad, obediencia, y sujeción a Su Palabra.

© Luis Coria. Todos los derechos reservados.

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Luis Alberto Coria
Mi nombre es Luis Alberto Coria, estoy casado con Nora Griselda Correa y tenemos cuatro hijos. Soy un fiel seguidor de la palabra de Dios.

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