El poder sanador de la iglesia

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas – Texto Biblico: Santiago 5:12-20

INTRODUCCIÓN

¿Había pensado en la iglesia como un hospital? Sí, la iglesia desde que fue fundada ha sido un lugar para sanar a todos los que a ella se allegan. En consecuencia, algunos ya están sanos, otros en el proceso de sanarse y algunos todavía tienen “quebrantos”.

Esto nos lleva a la pregunta, ¿cuántas clases de enfermedades hay en la iglesia? ¿Cual piensa usted que son las más visibles y las más comunes? Algunas de esas enfermedades se ven, mientras que otras permanecen ocultas. En el pasaje de hoy Santiago nos presenta a la iglesia como un lugar donde todos debieran ser sanados. Para ello habla de la oración del justo, de la confesión de las faltas y de la restauración del extraviado.

En sus consejos finales abunda en exhortaciones que tienen la misión de sanar al enfermo físico, pero también de sanar las relaciones quebrantadas por el pecado. Semejante cuadro nos muestra a la iglesia como un hospital y con un poder sanador. En una visión de la iglesia del primer siglo encontramos que la mayoría de sus integrantes fueron personas que estuvieron enfermos y luego fueron liberados.

Algunas enfermedades la producía Satanás

Algunas enfermedades la producía Satanás, siendo la posesión demoniaca con todas sus manifestaciones, la más visible. Se nos habla de muchos ciegos, cojos y paralíticos sanados y liberados. Abundaban, como el día de hoy, enfermos de arrogancia, orgullo y adicciones a muchos vicios.

Pero la iglesia ejercía su poder sanador por medio del Espíritu Santo. Esta es la bendición más grande de la iglesia del Señor. ¿Quién no necesita de ella para ser sanado? A la luz de lo que Santiago nos ha dicho, veamos en qué consiste el poder sanador de la iglesia a través de cuatro énfasis particulares de este pasaje. Acompañemos a Santiago en esta invitación final.

I. El Poder sanador de las palabras (vers. 12)

1. Palabras comprometedoras (vers. 12)

Cada palabra que sale de nuestra boca tiene un poder sanador o destructor. Esto plantea que hay un gran compromiso en lo que decimos o prometemos, por lo tanto debemos tener cuidado cuando encendemos el “motor de la lengua”. El presente texto tiene relación con el 5:9.

Santiago, quien pareciera tener un doctorado en el tema de la lengua, nos ha hablado de un ambiente de “queja hacia los demás”, siendo los que están más cerca los más afectados por ellas. ¿Quién es el que se queja más en su casa? ¿Qué tanto se queja de la iglesia?

En esta ocasión, Santiago regresa al tema del habla que tiene que ver con las promesas, muchas de las cuales no cumplimos. En el texto él dice que de nada nos sirven los juramentos. Hay ocasiones cuando las dificultades nos apremian que solemos hacer promesas, muchas de las cuales se convierten en falsos juramentos.

Santiago nos dice que eso no debiera hacerse, “ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento”. ¿Sabía que al que más ofendemos con nuestras promesas es a Dios? Tome en cuenta lo siguiente. Cuando algo nos pasa, hacemos promesas de una mejor conducta, pero una vez superado el problema, pronto las abandonamos.

Debiéramos con frecuencia ir a Eclesiastés 5:4-5, de modo de no hacer promesas y después no cumplirlas. Vea las promesas incumplidas que les hacemos a las personas, incluyendo las que le hacemos a nuestros hijos, a los padres y entre los esposos y esposas.

2. Palabras afirmativas (vers. 12b)

Por todos es sabido que el valor de las palabras se ha devaluado de una manera rápida. Y si bien es cierto que eso sería normal entre aquellos que no tienen temor a Dios, lo lamentable es que entre muchos cristianos las palabras quedan entredicho. Santiago nos dice “… que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación”.

El sentido de estas palabras es que debemos ser honestos en todo lo que decimos o prometemos. En relación con nuestros hermanos, estas palabras deben tener un sentido de afirmación. En nuestro trato con nuestros hermanos, las palabras deben estar saturadas gentileza, bondad, amabilidad y sobre todo, deben estar llenas de profundo amor cristiano.

Una de las cosas que esperaba Pablo de la iglesia a los filipenses era que su “gentileza fuera conocida de todos los hombres”. En una iglesia donde los hermanos se aman entrañablemente, de corazón puro, no habrá lugar para las palabras ásperas u ofensivas. Ningún hermano ofenderá a otro en aras de defender alguna posición, sino que dirá la verdad en amor, lo cual es muy distinto a decirla ofendiendo. La iglesia debiera ser el lugar donde las palabras traigan sanidad. Que nadie se enferme por mis palabras.

II. El poder sanador de la oración (verss. 13-15)

1. La oración sana al afligido (vers. 13)

La iglesia a la que se dirige Santiago era una comunidad llena de pruebas y tribulaciones. La carta comienza y termina con este reconocimiento. Frente a esta verdad, Santiago recomienda desatar el poder sanador que hay en la oración.

Santiago reconoce que hay enfermos de gran aflicción porque no ejercen este poder. Al igual que muchos hermanos de ese tiempo que eran sometidos a persecuciones, trayendo como resultado el desaliento, hoy ésta es una enfermedad que invade el espíritu y deja fuera de combate hasta los cristianos más fuertes. Santiago pregunta: “¿Está alguno entre vosotros afligido?”.

Su remedio es: “Haga oración”. ¿Por qué esta recomendación? Porque cuando oramos estamos desatando el poder del cielo a favor de esa situación particular. Cuando oramos, invitamos al mismo Padre celestial a tocar nuestro sensible corazón y a levantar nuestro ánimo acongojado. Invitamos al Espíritu Santo a que nos traduzca lo que queremos decirle a Dios mientras oramos. Es en ese momento cuando la oración se constituye en nuestro bálsamo sanador. Ningún refugio será más poderoso que el que nos produce la oración. Haga uso de ese poder para sanar su espíritu.

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