Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Predica de Hoy: ¿Traicionas al Señor?
Predicas Cristianas Texto Bíblico: Mateo 26:14-16
Introducción
Durante el servicio de la semana pasada toque brevemente el tema de las traiciones que Jesús sufrió en sus últimas horas de vida. Así que hoy dese explorar este tema un poco más. La razón por la que deseo explorar este tema es porque esas mismas traiciones que hirieron el corazón del Señor en ese momento, continúan sucediendo hoy en día.
Así que en la predica de hoy vamos a estudiar las acciones, y la motivación de los discípulos durante las ultimas horas del Señor aquí en la tierra. La razón por la que deseo hacer esto, es porque en el comportamiento de los discípulos del Señor de ese entonces descubriremos tres razones que muchos cristianos tiene en común que traicionan al Señor.
Así que en la predica de hoy vamos a hacer un breve estudio cronológico de lo que sucedió en la vida de los discípulos poco antes de la crucifixión de nuestro Señor.
I. ¿Traicionas al Señor como Judas Iscariote? (Mateo 26:14-16)
Cuando hacemos un analysis de la vida de Judas Iscariote, no es difícil determinar que en realidad no existe mucha diferencia en como él inicio seguir al Señor y muchos de nosotros hoy en día. ¿Por qué digo esto?
Lo digo porque al igual que todos nosotros, Judas comenzó a seguir a Jesús con un corazón dispuesto, y con buenas intenciones. En otras palabras, al igual que todos nosotros se entrego al Señor totalmente, y esta acción produjo que él tuviera enormes privilegios.
Entre uno de los privilegios que Judas tuvo esta el privilegio de poder escuchar las enseñanzas del Señor directamente. Además de esto, también tenemos el hecho de que él pudo físicamente ver, y ser testigo de, lo milagros que el Señor realizo durante Su ministerio.
Pero lamentablemente algo muy severo sucedió en su vida; algo que continua sucediendo en la vida de muchos cristianos hoy en día. ¿A qué me refiero cuando digo que algo muy severo sucedió en la vida de Judas, y la vida de muchos cristianos hoy en día?
Hermanos, lo severo que sucedió en la vida de Judas, y lo severo que sucede en la vida de muchos cristianos hoy en día es que Judas, y muchos cristianos hoy en día traicionan al Señor por el amor al dinero.
En otras palabras, al igual que el discípulo, muchos permiten ser dominados por las cosas no duraderas. Judas era motivado por el amor al dinero [1], y lamentablemente muchos cristianos hoy en día sufren del mismo mal [2].
Ahora bien, con lo que les acabo de mencionar no estoy implicando, ni insinuando, que el deseo de prosperar económicamente es algo maligno que traiciona al Señor. También deseo que quede muy claro que tampoco estoy insinuando un tema acerca de los diezmos y ofrendas.
La doctrina de la prosperidad, que se basa en que mientras más ofrendes o diezmes más recibirás, es una doctrina falsa. Dios no necesita tu dinero, Él es el dueño de todo el oro y toda la plata [3], Dios no necesita tu dinero.
Dios no basa sus bendiciones en lo que tu puedas ofrendar, sino que basa Sus bendiciones en la condición de tu corazón. En otras palabras tu obediencia y fidelidad [4]. Así que no te dejes engañar, Dios no te bendice por lo que puedas ofrendar o diezmar. Dios te bendice cuando le sirves fielmente y perseveras en la santidad [5].
Así que deseo que comprendan que el deseo de prosperar no traiciona al Señor, después de todo, Él quiere sólo lo bueno para Su pueblo. Pero cuando escogemos cambiar el privilegio que Él nos ha entregado, esto es poder reunirnos en este lugar para alabar y bendecir Su nombre, por ganar un poco más de dinero, entonces si estamos traicionando al Señor tal como lo hizo Judas [6]. Cambiamos estar y permanecer ante Su santa y divina presencia por unas monedas de plata. Examina tu vida y preguntante: ¿estoy traicionando a Jesús?
II. ¿Traicionas al Señor como los discípulos en el Monte de Getsemaní? (Marcos 14:33-38)
En el monte de Getsemaní el Señor sólo pidió una cosa de los discípulos. El Señor les pidió que velaran (vers. 34). Y un detalle muy importante a notar aquí, es que el Señor no estaba pidiéndoles que lo defendieran cuando llegaran a arrestarlo, o que pelearan contra nadie para detenerles de prenderle, Jesús sólo pidió que velaran.
En otras palabras que se mantuvieran alertas y en oración. El Señor deseaba que ellos buscaran ser fortalecidos por el Padre, para que ellos pudieran repeler la tentación que estaba a punto de llegar a sus vidas.
¿Qué tentación llegaría a ellos dentro de muy poco tiempo?
Debido al amor que ellos sentían por el Maestro, los discípulos estaban a punto de ser tentados a la violencia. En otras palabras, los discípulos pronto serían tentados a actuar completamente opuesto a lo que el Señor les había enseñado. Lamentablemente, ellos fallaron en mantenerse velando y en oración. Subsecuentemente, Pedro fue vencido por la tentación, y le corto la oreja al siervo del sumo sacerdote [7].
Ahora debemos preguntarnos, ¿por qué existen tantos cristianos que se dejan dominar por los impulsos de la carne tal como fue dominado Pedro en Getsemaní? La respuesta a esta pregunta es fácil.
La mayor razón por la que tantos ceden a los impulsos de la carne es porque han completamente desatendido su condición espiritual. En otras palabras, han desatendido su tiempo de devoción y comunión con Dios. Más simple todavía, la mayoría del pueblo de Dios no ora, o solo ora cuando tienen la soga al cuello.
No podemos permitir que nuestra vida de oración y servicio a Dios sean interrumpido, porque de permitir esto, eventualmente nos dejaremos guiar más por la carne que por el Espíritu Santo que ahora mora en nosotros. Así que de la tercera manera que traicionamos a Jesús, es cuando desatendemos nuestra vida de devoción y servicio a Dios, y cedemos a los deseos de la carne.
III. ¿Traicionas al Señor como lo hizo Pedro? (Mateo 26:73-74)
Pedro negó al Señor tres veces, ahora debemos preguntarnos ¿por qué actuó Pedro de esta manera? La realidad es que lo que condujo a Pedro a actuar de esta manera, es lo mismo que conduce a muchos a actuar similarmente. ¿Qué sucedió con Pedro en ese momento, y qué le sucede a muchos hoy en día?
Lo que le sucedió a Pedro es que él tenía miedo de lo que le pudiera suceder y permitió ser intimidado por la multitud. Lo mismo sucede a muchos creyentes hoy en día. Muchos creyentes hoy en día no están dispuestos a proclamar a Jesucristo, y a permitir que Su fe en Dios les identifique porque temen lo que se pueda decir de ellos, o han sido intimidados por los que viven en el mundo.
Hermanos, el enemigo de las almas usa el temor y la intimidación como arma poderosa, debido a que a nadie le gusta ser rechazado por nadie. Todos deseamos ser aceptados y alagados; a todos nos gusta tener muchas amistades y ser popular. Pero ¿de qué nos vale ser las personas más aceptadas y alagadas si no tenemos a Dios? [8].
Hermanos, el temor de lo que se pueda pensar de nosotros es lo que detiene que las bendiciones de Dios lleguen a nosotros.
No sé si esto es algo que le ha sucedido a algunos de ustedes, pero cuando yo primero me convertí al Señor la mayor parte de mi familia me rechazo por completo. Esto, por supuesto, me causo gran tristeza y dolor.
Lo que me sucedía era que cuando me encontraba en reuniones familiares, en muchas ocasiones se hablaban cosas que como cristiano yo sabía que desagradaban a Dios, e iban directamente en contra de mis principios cristianos. ¿Qué hacia yo?
Debido a que no quería continuar siendo rechazado por mis familiares y amistades, en vez de hablar en contra de lo que estaba sucediendo, yo me mantenía en silencio.
El temor del rechazo me tenía mi boca cerrada
El temor y la intimidación a lo que ellos pensaran de mi me mantenían prisionero al mundo. Este mismo temor es el que detiene que muchos actúen de la manera que Dios espera, y desea que actuemos. El temor de lo que puedan pensar o hablar de nosotros causa que neguemos a Jesús con nuestras acciones.
El temor de lo que se pueda pensar o decir de nosotros causa que traicionemos nuestra fe. Esto es algo que no podemos permitir que suceda, ya que como fieles seguidores de Cristo no podemos avergonzarnos de Él, ya que esto producirá graves consecuencias [9].
Para concluir
En la predica de hoy solo hemos explorado tres maneras de traicionar a Jesús. Somos culpables de traicionar a Jesús tal como lo traiciono Judas cuando cambiamos el privilegio y la bendición que Él nos ha dado de poder reunirnos en este lugar para alabar y bendecir Su por el amor al dinero. Esto es, escogemos trabajar para ganar un poco más, en vez de asistir a la iglesia.
En la predica de hoy les he demostrado que somos culpables de traicionar al Señor cuando permitimos ser dominados por los impulsos de la carne, y desentendemos nuestra condición espiritual. Esto es, nuestro tiempo de devoción y oración a Dios.
En la predica de hoy les he detallado que traicionamos al Señor cuando escogemos no congregarnos en nuestra iglesia para juntos, y en armonía, rendirle a Dios la adoración y devoción que Él merece.
Pensemos en esto por un breve momento. Un día tiene 24 horas, esto significa que una semana consiste de 168 horas. Ahora pregunto, ¿es mucho pedir que le dediquemos dos horas a la semana al que entregó todo por ti y por mí? [10]. En la predica de hoy hemos visto que traicionamos al Señor cuando no testificamos, y defendemos nuestra fe debido al temor.
Dejemos de jugar a la iglesia y ser cristianos encubiertos; esto no habla de tu fe, o edifica la iglesia. Dejemos de traicionar el Señor con nuestras acciones, y/o faltas de ellas. Así que al ser confrontados con las tentaciones que nos impulsan a traicionar a Cristo recordemos lo que Él nos ha dicho en: Marcos 14:21 “A la verdad, el Hijo del hombre se irá tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.” (NVI).
Ahora sólo queda una pregunta en la que debes reflexionar: ¿estas traicionando a Jesús?
Buenos días y bendiciones.
[1] Juan 12:4-6
[2] 1 Timoteo 6:10
[3] Salmos 24:1; Hageo 2:8-10
[4] Deuteronomio 28:1-14
[5] Levítico 20:7; 1 Pedro 1:16
[6] Lucas 22:3
[7] Juan 18:10–11
[8] Marcos 8:36
[9] Marcos 8:38; Lucas 9:26
[10] Juan 3:16
© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.
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