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Predicas Cristianas
Predicas cristianas predica de hoy: Como niños
Predicas cristianas lectura bíblica de hoy: “Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía”. Marcos 10:13-16
Introducción
A los discípulos, Jesús “les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios” Marcos 4:11, y por eso dejaron todo para seguir a Jesús. Ellos buscaban la presencia de Dios ya que querían formar parte de su reino, pero un día trajeron algunos niños para que los bendijera y esos mismos discípulos se opusieron.
“Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él” Marcos 10:14-15.
Mateo 18:3 nos dice: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. Y esto es porque un niño confía sin reflexionar, y no puede vivir sin confiar en quienes le rodean. Y para encontrar a Dios, lo que mejor disponemos es de nuestro corazón de niño pues éste permanece siempre abierto ya que quiere ser amado.
Según el pasaje que leímos, los discípulos actúan como los adultos y no permiten que los niños, que son la alegría personificada, se acerquen a Jesús. Como cristianos tenemos que redescubrir el niño interior, pues esto crea una armonía de espíritu y de unidad con el Señor.
Descubrir el niño interior
Descubrir el niño interior que llevamos dentro nos ayuda a despertar a la vida en Cristo. Nos ayuda a contemplar las maravillas con que nos topamos cada día, a valorar más el ser que el hacer. Como cristianos necesitamos volver a la niñez para darnos cuenta de todo. Necesitamos volver a la niñez para vivir sin apuros, para invertir también tiempo en el descanso y el juego con nuestros hijos y nietos.
Debemos orar con los ojos bien cerrados como los niños, pidiendo al Amigo Eterno que nos enseñe a disfrutar de lo que tenemos. Orar que nos haga conscientes de lo que vemos que sucede con nuestras vidas, de lo que tocamos, gustamos y olemos. Rogarle que nos dé ojos espirituales para descubrir los grandes tesoros diarios y vivir en alegría y gratitud al dador de todas nuestras cosas. Pedirle que nos dé el valor de ser nosotros mismos, y no dejarnos llevar por una vida de normas ni por el qué dirán. Orar con alma de niño, y disfrutar de todo y con todo.
Las preocupaciones
A nosotros, los adultos, nos cuesta mucho sonreír. Las preocupaciones nos quitan el gozo de poder disfrutar. Nos cuesta mucho sonreír, hemos perdido la capacidad de gozarnos por pequeñas cosas, de gozar cada momento presente aun cuando sabemos que nunca volverá.
Necesitamos hacernos como niños para gozar cada momento presente, para deleitarnos con todo lo bello de la vida como si lo miráramos por primera vez. Pero sobre todo, para entrar en el reino de los cielos, pues Jesús “dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
El adulto ha aprendido a pensar y actuar de una forma autómata y rígida dentro de un marco de normas y leyes establecidas por los hombres. Además de aprender a preocuparse de los negocios que le permitan incrementar su egoísmo y egocentrismo, de lo que pensarán los demás y dirán de él, pero por otra parte, el adulto ha perdido la capacidad de maravillarse, de asombrarse por los grandes y pequeños acontecimientos diarios.
A base de normas
El adulto funciona a base de normas que lo convierten en serio y competitivo, por lo que ha dado su importancia y prioridad al trabajo, a la ocupación, a tener cosas materiales. Ha convertido en estas sus metas, aunque para ello tenga que dejar de sonreír, o deba vivir amargado, y a veces, hasta lo llevan a enfermar estas cosas pues descubrieron que se reciben aplausos si se actúa de acuerdo a las expectativas de los otros.
Estaban un día los doce apóstoles y Jesús “les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor. Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos”… tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió” Marcos 9:33-37
Nos damos cuenta que Jesús los sacudió para que se den cuenta de sus categorías. De la posición de humildad que debían asumir en función del ministerio que les había sido entregado. “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos”. Pues el problema es que muchos asumen que en razón de lo que el Señor les entrega. Sea en lo económico, laboral, social o espiritual, pasan a una posición superior que asumen como propia, olvidándose que todo lo que poseemos, incluso la vida misma, es del Señor.
Jesús buscó un niño
Buscó entonces Jesús un niño “y lo puso en medio de ellos”, lo pone en medio de esa reunión de los futuros responsables de la Iglesia y les dice: “El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí”. Jesús se identifica a sí mismo con ese niño, que es un niño cualquiera. Sin importar si tiene dinero, si tiene posición social, o si se encuentra en una posición superior en la vida terrenal.
Nos pone la atención sobre los niños porque quiere que como cristianos tengamos una atención con prioridad hacia los más necesitados, sobre los que para el mundo cuentan poco y por eso se les trata como cualquier cosa ya que no tienen poder ni prestigio. Pero que como cristianos, como sus representantes en la tierra hasta el final de los tiempos, debemos saber que son el paso obligado para vivir en comunión con el Señor, entendiendo lo que dijo el Señor al decir “que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” Mateo 25:40.
El Señor también nos quiere hacer entender que en Cristo, recibir un niño es como recibir una promesa suya, pues un niño crece y se desarrolla. Y el reino de Dios nunca será en la tierra una realidad concretada, sino una promesa con un crecimiento permanente e imprevisible, como los niños son imprevisibles, vienen cuando el Señor lo permite, aunque muchos crean que no es el mejor momento como creían los discípulos, pero el Señor nos dice que hay que recibirles porque están ahí, como debemos de recibir la presencia de Dios cuando se presente, en el buen o en el mal momento, ya que Él permanentemente nos dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” Apocalipsis 3:20, por lo que debemos velar y orar para recibirle cuando venga, siempre al imprevisto, a tiempo o a destiempo.
Promesas
Piense por un momento cuántas veces le ha prometido algo a un niño. ¿Se ha dado cuenta que un niño no se olvida de lo que le prometen y aunque esa persona le falle si le vuelve a prometer algo ese niño vuelve a confiar en él?
Dios jamás le ha fallado a alguien y nunca lo hará, pues “Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” Números 23:19
Entonces…, ¿por qué a veces no confiamos en Él? Hoy nos invita nuevamente a que tengamos ese corazón de niño que confía plenamente en las promesas de su padre y espera tranquilamente pues está seguro que cumplirá su promesa. Dios es fiel y cumple cada una de sus promesas, solo hay que creer y esperar pacientemente.
Leamos juntos Hebreos 4:16 “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”, y después de leer este versículo les preguntaría: ¿Qué tan seguro está el pueblo de Dios de que cuando ora el Señor le responderá?
Nos sorprenderíamos de ver las veces que oramos a Dios, y en algunas de nuestras oraciones no creemos lo que estamos orando. Ese es un grave error. El versículo nos dice que nos acérquemos confiadamente ante el trono de la gracia, y hallaremos misericordia y gracia para el oportuno socorro.
Esto nos dice que el secreto de la oración está en que creamos que vamos a recibir lo que estamos pidiendo. Esto es, siempre y cuando lo que pidamos esté dentro de la perfecta voluntad de Dios. Pues al hacer esto estamos reconociendo que Dios es Todopoderoso, y entregamos el control de la situación en que nos encontramos.
Conclusión
La palabra de Dios dice que “sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” Hebreos 11:6, por lo que hoy deberíamos considerar de qué manera nos estamos acercando al trono de la gracia.
¿Cree realmente que tiene un Dios Todopoderoso que lo ama? Entonces no le ponga límites a sus oraciones ya que “si puedes creer, al que cree todo le es posible” Marcos 9:23. Y si crees que la respuesta se está tardando sigue pidiendo aún más confiado. Cree con más fe. Cree con la seguridad de que cuando en el reloj de Dios sea el momento exacto la respuesta llegará a tu vida.
© Julio Torres. Todos los derechos reservados.