Una fe que asombró

Hermanos míos, he aquí el sacrificio que no todos hacen. No todos están dispuestos a mostrarse humildes y humillarse ante Dios y nada más se presentan ante Él solicitando, pidiendo. Cuando le oramos al Padre tenemos que tener mucho cuidado con lo que le pedimos.

Debemos ser muy precavidos de no postrarnos ante su majestuosidad solo demandando aquello de lo que creemos precisamos en nuestra vida diaria, o que a nuestro parecer nos faltan ¿Por qué digo esto? Señalo esto porque tristemente el hombre siempre está poco conforme con lo que posee, familia, amigos, trabajo pero sobre todo vida material.

Aun cuando poseamos riquezas siempre queremos más, no nos basta; cuando finalmente logramos comprar una casa, nos hace feliz por un tiempo y luego la queremos más grande; si es un automóvil nos molesta que sea viejo y queremos uno del año.

Es como si nada de lo que poseemos fuera suficiente para nosotros, todo indica que merecemos más y lo mejor ¿Es cierto, o no? Empero, al acercarnos a Dios con esta bandera de insatisfacción, cuando vamos pidiendo en lugar de agradecer, en ese momento cometemos el pecado. Incurrimos en el pecado de la codicia. ¿A qué se debe esto?

Se debe a que no nos estamos acercando a Dios humillados, vamos a Él solicitando nos complazca, satisfaga un apetito voraz por cosas mundanas y materiales. No vamos en busca de satisfacer su voluntad, de acatar lo que ha sido su voluntad darnos.

Es por ello que nuevamente les digo debemos tener mucho cuidado de no ir a postrarnos ante su magnificencia solicitando una vida material que no necesitamos, pero que creemos merecer. Hagamos memoria de que Dios tiene pleno conocimiento de lo que cada uno de nosotros precisa para vivir y merece (Mateo 6:8).

El centurión se rindió ante Dios y reconoció y confeso que él no era meritorio de la misericordia de Dios, y se aproximo a Jesús humilde. Busquemos entre nosotros y démonos cuenta que hoy ninguno de nosotros somos merecedores de Su bondad (Romanos 3:23).

Así que, nuestro segundo paso para edificar una verdadera fe, sólida y autentica, es aceptando que no somos merecedores de Su bondad, y acércanos a Dios humildes y dispuestos a aceptar sus designios.

Numero tres. La verdadera fe surge y se desarrolla cuando comprendemos el orden de la autoridad.

A lo largo de mi discurso he venido exponiendo sobre el poder de Dios y su autoridad sobre el hombre. Explique cómo este centurión ejercía su poder; él ostentaba poder sobre una soldadesca de cien hombres, y sus mandatos eran ejecutados sin cuestionamientos.

Pongan atención lo que dicta el versículo nueve: “…Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace…”

Lo enunciado sobre la autoridad es sencillamente algo que cuesta trabajo entender a los cristianos, siendo esta la causa por la que muchos caen repetidamente en faltas, en el pecado; y es así que muchos reinciden en la terrible esclavitud de las cosas mundanas.

Hermanos, Jesús es la autoridad suprema (Mateo 28:18). No existe y nunca existirá nadie mayor que Él (Filipenses 2:9-11). Para continuar me gustaría hacer una pausa y exponer otro aspecto sobre la autoridad.

Existen dos tipos de autoridad.

Existe la autoridad suprema, quien es Cristo Jesús, y existe la autoridad delegada que es la autoridad que fue entregada a toda persona que confía en Dios (Juan 14:12). El problema esta en que muchos creyentes no usan la autoridad que Dios nos ha delegado (Lucas 10:19).

author avatar
Predicas Biblicas
Predicas Biblicas un central de sermones cristianos dedicado a evangelizar a las naciones a través de predicas cristianas, estudios biblicos, y mensajes cristianos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio