Gigantes y langostas

No debemos pensar que estamos abandonados. No estamos abandonados. Aunque no podamos verlo con nuestros ojos ni escucharlo con nuestros oídos, ni hallemos algo en nuestras manos y andemos en valle de sombra de muerte, no temeremos mal alguno, porque el Señor estará con nosotros; su vara y su cayado nos infundirán aliento. Por eso no estamos abandonados. En lo absoluto.

No somos seres tristes ni enfermos. No digamos: “No tengo alegría y no soy feliz. Siempre estoy triste, enfermo y me encuentro en una situación horrible…” No pensemos de esta manera, porque estos son pensamientos de langosta. Las langostas piensan así, no los gigantes.

Estamos libres de la tristeza y de la enfermedad por medio de Jesucristo, porque Jesús tomo nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades. Cristo es nuestra alegría, nuestra plenitud y nuestra salud.

Tenemos que avanzar con esa convicción. No debemos pensar que somos maldecidos ni fracasados. Mientras estemos en este mundo, puede ser que tengamos tentaciones o dificultades.

Tal vez no nos vaya bien en los negocios o o en la familia. Pero no es el fin de nuestra vida. Si vemos la dificultad y nos volvemos atrás, tenemos pensamientos de langosta. A pesar de que estos enemigos nos pueden rodear Dios es mayor que todos ellos y nos dará la victoria. Si avanzamos por fe, el destino y las circunstancias pueden ser conquistados y cambiados

Y aunque la situación se ponga cada dia peor, sabemos que tener fe es lo que necesitamos para poder vencer a todos los enemigos y avanzar no como langostas, sino como gigantes, alzando nuestros ojos y mirando la cruz. No debemos temblar ante la muerte aunque estemos a punto de morir.

Debemos mirar al nuevo cielo, la nueva tierra y la nueva Jerusalén que ha preparado el Señor para nosotros más allá de la muerte. Así que, como sabemos que Dios nos da la bienvenida y se alegra por nosotros, no debemos mirar y aceptar la muerte y angustiarnos en la desesperación de la muerte. Si pensamos, hablamos y escuchamos estas cosas negativas, seguramente fracasaremos.

En Cristo debemos tener pensamientos de gigantes, porque somos nuevas criaturas. La gracia de Dios, el perdón del pecado, la sanidad y la bendición están siempre con nosotros. Por eso debemos renovar nuestras acciones, las palabras que decimos y nuestros Tenemos que admitir que somos justificados y perdonados ante Dios.

Tenemos que admitir que si recibimos el amor de Dios y su Espíritu Santo debemos dar gracias. Declarar: que “No tengo nada que ver con la tristeza. Cristo es mi alegría. Soy librado de las enfermedades, la debilidad y el dolor. Soy librado de la maldición y la pobreza y tengo libertad. No tengo nada que ver con la muerte y el cielo eterno es mío …”

Tenemos el evangelio de salvación, la plenitud del Espíritu Santo, la sanidad, la bendición. El Espíritu de Dios está con nosotros y nos brinda su ayuda. Ha venido el Espíritu Santo para que no estemos huérfanos, siempre está con nosotros y es enviado por Dios para ayudarnos.

Por lo tanto, si lo aceptamos, le damos la bienvenida, lo recibimos y avanzamos dependiendo de Él, nos ayudará con la unción del poder del Espíritu Santo. Y si tenemos sueños por el Espíritu Santo, podemos pensar que el día de mañana será mejor que hoy, el próximo mes mejor que este mes y el año entrante mejor que este año.

El individuo y el pueblo que no tiene esta expectativa, fracasa. Pero mientras tenemos pensamientos de gigantes en nuestro corazón, sueños y fe de que nadie podrá tocarnos, estaremos totalmente confiados.También tenemos la oración, la fe y la alabanza.

Tenemos que orar siempre a Dios; si estamos en dificultad, siempre demos gracias a Él y vivamos alabándolo. No deben de salir de nuestra boca palabras de resentimiento, queja ni lamentación, sino debemos rebosar de gracias y alabanza en nuestro corazón.

Cuando rebozamos de gracias y alabanza, la puerta del cielo se abrirá, y entraremos en su palacio y podremos vivir con Él.

En Hebreos 10:38 dice: “…Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma…”

Aunque los que tuvieron pensamientos de langosta quisieron regresar a Egipto, Josué y Caleb declararon: “Entremos porque Dios está con nosotros. La tierra es nuestra. El dueño se ha marchado. En ella fluye leche y miel. ¡Vamos!”

Fueron personas con pensamientos de gigante, los que entraron a la tierra prometida; sin embargo, los que tuvieron pensamientos de langosta retrocedieron y murieron en el desierto

La razón por la que Jesús fue crucificado fue para darnos, a usted y a mí, al pueblo elegido espiritualmente, la tierra de Canaán que fluye leche y miel.

Nuestro Canaán está bajo la cruz. Jesús tomó la maldición del desierto en la cruz y logró la tierra de Canaán para la humanidad que sufría desde Adán, en el desierto.

En Números 13:30 dice: “…Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos…” Así nosotros también, si tenemos pensamientos de gigantes y nos presentamos a la cruz por medio de la oración, podemos ocupar la tierra que Él nos ha dado.

En Números 14:8 dice “…Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel…” En verdad hay tierra que fluye leche y miel bajo la cruz.

Fluye leche y miel del perdón, del amor y del Espíritu Santo, del gozo y la sanidad, la prosperidad de la bendición de Abraham, y la vida eterna. Hoy la gente del mundo no ve la tierra de Canaán. Pero si ellos alzaran sus ojos y miraran a la cruz, ahí está la tierra de Canaán que fluye leche y miel.

Pero el que tiene pensamientos de langosta no podrá entrar ahí. Acuérdense de la palabra en Números 14:9: “…Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros esta Jehová; no los temáis…” Solo podrán ocupar la tierra de Canaán en la que fluye leche y miel, si avanzan creyendo en Jesús, porque Jehová estará con ustedes.

El Señor les promete la bendición de que serán prosperados en todas las cosas, tendrán salud, prosperará su alma y recibirán el Espíritu Santo.

© Eduardo Licett. Todos los derechos reservados.

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Eduardo Licett

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