Las tres cosas perdidas

Predicas Cristianas

Prédica de Hoy: Las tres cosas perdidas

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Lucas 15:6

Introducción:

¿Les ha pasado alguna vez que nadie quería jugar con ustedes? ¿Les ha dicho alguien no te queremos y no queremos que juegues con nosotros? O tal vez les han dicho: Eres muy pequeño o no sabes jugar. Si les han dicho esto alguna vez seguramente se pusieron tristes, ¿verdad?

Cuando el Señor Jesús estaba en el mundo, había ciertos hombres llamados publícanos y nadie los quería. Los estudios bíblicos nos enseñan que su oficio era el de cobradores de impuestos.

A veces los publícanos cobraban más dinero del que era debido y se guardaban la diferencia. Por eso la gente les llamaba ladrones y los odiaban. Pero el Señor Jesús amaba a los publícanos de la misma manera que nos ama a todos.

Desarrollo:

Un día, el Señor estaba enseñando a un grupo de publícanos y otras personas se acercaron a mirar y escuchar. Entre ellos se decían cosas feas del Señor Jesús. Él sabía perfectamente lo que sentían y lo que decían así que les contó una historia de tres cosas que se perdieron para mostrarles lo mucho que Dios nos ama a todos.

Dios odia las cosas malas que hacemos, pero que nos ama a nosotros.

En el país donde vivía el Señor Jesús, los pastores acostumbraban a vivir junto a su rebaño de ovejas. Estaban con ellas día y noche. Las llevaban a pastar donde hubiera pasto verde y tierno; a las aguas limpias y quietas para que pudieran beber; a la sombra fresca para que descansaran.

A cada oveja le daban un nombre. Las amaban muchísimo. De noche dormían cerca para protegerlas de los ladrones y de los animales feroces.

El Señor Jesús contó una historia de un pastor que tenía cien ovejas. Las cuidaba con todo cariño, pero a pesar de ello, de alguna manera una de ellas se extravió. Cuando el pastor se dio cuenta que faltaba, puso a las noventa y nueve a salvo en el redil, y salió a buscar a la extraviada.

Teniendo tantas, ¿por qué se habrá molestado en buscar a una sola? Porque la amaba. Nunca dejaría de buscarla hasta hallarla. La tarea no era fácil.

El pastor anduvo sobre rocas escarpadas; se metió a los arroyos y torrentes donde corría agua fría; trepó a los cerros y cruzó desfiladeros peligrosos donde abundaban los animales feroces, tales como lobos, osos y hienas que vivían allí.

El pastor tenía solamente su cayado de palo o su vara para protegerse. Nada de esto le arredró; por el contrario, continuó buscando por todas partes; llamando, siempre llamando a la oveja perdida por su nombre.

¡Escuchen! Allá a lo lejos se dejó oír un débil balido. ¡Era la oveja perdida! ¿Qué feliz se sintió el pastor al escucharla! ¡Con qué rapidez corrió a socorrerla! Aunque el pastor estaba lejos del hogar, cansado, con hambre y con frío, levantó a la oveja y la puso sobre sus hombros y así la llevó a través de todo el largo camino de vuelta al hogar. Al llegar comenzó a llamar a gritos a sus familiares y amigos para que se regocijaran con él por haber encontrado a la oveja perdida.

El Señor Jesús estaba enseñando en realidad acerca de las personas. Habló de las ovejas porque nos parecemos a estos animalitos en muchas maneras.

Nos hemos alejado de Dios y no podemos hallar el camino para volver a Él. La Biblia dice: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas” (Isaías 53:6); pero escuchen lo que dice Mateo 18:11: “El hijo del hombre ha venido a salvar lo que se había perdido.”

Igual que el pastor, el Señor Jesús vino para encontrarnos, para podernos llevar de vuelta a Dios. El dijo: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). El Señor Jesús que es el Hijo de Dios dio su vida por nosotros cuando murió en la cruz.

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