Sostenían sus manos

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No sé cuantos de ustedes están prestando atención a lo que sucede a nuestro alrededor, pero les puedo decir con plena confianza que el ministerio esta en grave problema.

Ahora bien; permítanme detenerme aquí por un breve momento y hacer una aclaración. Cuando digo el ministerio esta en grave problema, no me estoy refiriendo a este ministerio en particular, ya que gloria a Dios todo aquí marcha perfectamente bien, y todos nos podemos considerar grandemente bendecidos. Así que cuando hablo del ministerio me refiero al Cuerpo de Cristo aquí en la tierra, me refiero a la iglesia en su totalidad.

El ministerio está en grave problema debido a la apostasía, negligencia, y desánimo por parte del pueblo de Dios. Y los cultos y religiones que solo sirven para alejar al hombre de la presencia de Dios, continúan un ataque incansable en contra de la verdadera doctrina de Cristo. ¿Por qué sucede esto?

La razón principal por la que esto sucede es porque existen muchos siervos de Dios que han abandonado el campo de batalla porque se han cansado de batallar. En otras palabras existen muchos que han abandonado el campo de batalla, y le han cedido el territorio al enemigo.

Existen muchos que han permitido que las fuerzas del enemigo les desalojen del lugar que Dios le ha entregado. Es por eso que en el día de hoy deseo que analicemos unos versículos del Antiguo Testamento que nos revelaran lo que la iglesia necesita; hoy estaremos analizando lo que hace falta en todo momento en toda congregación. Pasemos ahora a la Palabra de Dios.

Éxodo 17:8-13Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim. 9Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano. 10 E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. 11 Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. 12 Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. 13 Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.

Como acostumbro a decir, para lograr tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros en el día de hoy, nos será necesario hacer un breve repaso de historia. Lo primero que debemos notar es que esta batalla en Refidim tomo lugar poco después de que el pueblo de Israel recibiera una bendición de Dios.

Deseo que notemos este detalle porque esto es un patrón que el enemigo usa con frecuencia. En otras palabras, el enemigo con frecuencia lanza un fuerte ataque en contra del creyente después de una bendición. ¿Por qué digo esto? Digo esto porque cuando analizamos el capitulo desde el inicio, no es difícil encontrar que el pueblo de Dios estaba desanimado, y en camino a la rebeldía.

Esto es algo que queda muy bien reflejado en Éxodo 17:2-3 cuando leemos: “Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos agua para que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová? 3 Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?

Sin embargo, no obstante este inicio de rebeldía Dios derramo una gran bendición sobre ellos. Dios se glorifico ante ellos para que no cupiese duda alguna en sus mentes que Él les supliría y guardaría en ese caminar. Esto es algo que queda bien documentado en Éxodo 17:6 cuando leemos: “He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel.”

Creo que con estos pequeños detalles todos podemos reconocer el patrón del enemigo; ya que el ataque de Amalec tomo lugar acto seguido de ellos recibir una gran bendición. Así que manteniendo estas cosas en mente, continuemos ahora con nuestro estudio de hoy.

Ahora debemos preguntarnos, ¿continúa sucediendo esto hoy en día? La realidad del caso es que lo que le sucedió a ese pueblo no es muy diferente a lo que nos sucede a nosotros individualmente, y lo que le sucede al ministerio. Digo esto porque cuando tomamos el tiempo de analizar nuestra vida, muchos encontraremos que los ataques más fuertes que hemos recibido han sido acto seguido de una gran bendición.

Los amalecitas eran una tribu nómada y predatoria, y el ejército de nuestro enemigo no es muy diferente. El ejército de nuestro enemigo esta constantemente buscando a las personas que no están completamente firmes, esta buscando a las personas que se puedan encontrar en una situación igual o similar al pueblo de Dios en ese entonces, buscando a personas que estén en comienzo de un camino de rebeldía, a personas que no estén confiados en la gracia y providencia de Dios.

Están buscando personas en el pueblo de Dios para atacarles, y robarles las bendiciones que Dios le ha entregado. Es por eso que en 1 Pedro 5:8 encontramos que se nos advierte: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.”

Ahora bien, ¿qué lección debemos nosotros aprender de este acontecimiento histórico? Existen tres puntos esenciales que debemos aprender.

Primero; tenemos que reconocer que todos en el mundo, especialmente todos los que seguimos a Cristo tenemos un enemigo en común. Aquí Moisés y este pueblo tenían a los amalecitas que les querían destruir. De igual manera nosotros tenemos que reconocer, que nosotros estamos en un estado de guerra en contra del ejército de las tinieblas.

Esto es algo que queda bien claro en las palabras del apóstol en Efesios 6:12 cuando leemos: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”

Una cosa que he dicho en numerosas ocasiones, y que me escucharan repetir en el futuro, es que nuestro enemigo es muy astuto en sus tácticas, y tratará cualquier cosa en cualquier momento para destruirnos. Nuestro enemigo no desaprovechara la oportunidad cuando estemos cansados y nuestra guardia este baja. Algo que también he dicho en numerosas ocasiones y que no me canso de repetir es que el principal campo de batalla es nuestra mente, y el enemigo la usa para tratar de plantar engaños, tentación, inspirar malos pensamientos, confusión, dudas, temor, desánimo, etc.

Y es por eso mismo que en Efesios 4:23 encontramos que se nos dice: “y renovaos en el espíritu de vuestra mente.” La guerra espiritual esta siendo peleada desde hace ya mucho tiempo, y el pueblo de Dios ha sufrido grandes perdidas.

En la batalla que estamos analizando en el día de hoy encontramos que participaron dos ejército; los amalecitas y el pueblo de Israel. En la guerra espiritual participan dos ejércitos también; el ejército de Dios y los poderes de las tinieblas.

La realidad acerca de nuestro adversario es que él es un gobernador poderoso y malvado. Nuestro enemigo, al igual que el ejército amalecita viene a destruir y robar, algo que es completamente opuesto al propósito de Dios. Es como nos dice el Señor en Juan 10:10 cuando leemos: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”

Es verdad que nuestro enemigo tiene gran poder; es verdad que nuestro enemigo tiene un ejército a su disposición que no descansa; es verdad que nuestro enemigo es astuto en sus ataques; pero con todo lo inteligente que es, con todo lo malvado y canalla que es, existe algo que no deja de ser. Satanás es un enemigo derrotado.

Esto es algo que queda bien claro en Colosenses 2:15 cuando leemos: “y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” Dile a la persona que tienes a tu lado: ¡Jesús destruyo las obras del diablo!

Segundo; si queremos vencer los ataques del enemigo tenemos que hacerlo unidos como el ejército de Dios que somos. En estos versículos que estamos usando hoy leemos: “Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano”.

Quiero que notemos algo aquí que es de extrema importancia. Quiero que notemos que aquí Moisés no le dijo a Josué que reuniera a todos los varones para acudir a la batalla, aquí Moisés le dijo que escogiera varones para que salieran pelear. ¿Por qué es este detalle de suma importancia?

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José R. Hernández
Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto, en Hialeah, FL. Graduado de Summit Bible College. Licenciatura en Estudios Pastorales, y Maestría en Teología.

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