Tiempo de alabanza

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: Tiempo de alabanza

Introducción

La alabanza es el mejor mecanismo para expresar la adoración que sentimos hacia Dios. No es un acto de capricho humano o si se quiere puede ser divino; en cualquier caso, es una bendición poder decirle a Dios lo mucho que lo amamos, lo mucho que nos importa y lo que significa para nosotros su presencia en nuestras vidas.

Sería una asfixia para el alma, callar la grandeza de Dios, en especial cuando Él mismo le proveyó al ser humano la capacidad de hablar, lo cual merece una seria y profunda consideración porque de todos los seres creados y que el libro de Génesis relata en su primer capítulo, fue la humanidad quien recibió el conglomerado completo de dones para alabarle.

Veamos lo siguiente:

• El libro de los Salmos capítulo 148, es una exhortación de Dios hacia la creación para que le alabe; comienza su orden con los cielos, seguido de las alturas y dentro de ellas, los ángeles y sus ejércitos. Un poco más allá también, el sol, la luna y todas las estrellas; en resumen, los cielos de los cielos.

Empero, ninguno de los astros celestiales tiene la facultad de expresar con voz lo que siente ni mucho menos hacerlo con alegría. Tan sólo se mueven, se mueven las veinticuatro (24) horas del día y en algunos casos, como el Planeta Tierra en particular, giran sobre su propio eje.

• En cuanto a la creación terrenal, los monstruos marinos y todos los abismos comienzan la lista. Le siguen los elementos: fuego, granizo, nieve, vapor y viento de tempestad.

Por todos es sabido, que los eres acuáticos no poseen extremidades superiores, como brazos y manos que les permitan aplaudir (aunque hay sus excepciones como las focas, y tal vez, los delfines con sus aletas), de hecho, no poseen piernas que les permitan ponerse sobre sus pies y saltar o danzar, tan sólo emiten sonidos que Dios y ellos mismos entienden, mas no pueden ser compartidos.

• Si de los elementos naturales se trata, sólo apareen por temporadas, que permiten completar las cuatro (4) estaciones del año: el fuego que arde sobre la tierra y la purifica, el granizo que sana la llama y abre posibles heridas, la nieve que cicatriza y prepara el terreno para que brote la semilla y el vapor que hace subir hasta la presencia divina, el resultado de esa purificación. Estos elementos se necesitan mutuamente para ofrecer sacrificio de alabanza a Dios, no sirven de nada por separado.

El viento tiene el don de rugir, ya sea en una suave brisa o en una imponente tormenta; en cualquier caso, se deja escuchar y se pasea por el mundo sin rumbo fijo, nunca se detiene, se proyecta hacia los cuatro (4) extremos de la Tierra en donde pueda ser oída la voz de Dios.

• Continuando la lista de seres que alaben a Dios, los montes y todos los collados, así como los árboles deben alabar a Dios, pero ellos no se pueden mover, simplemente permiten que el viento empuje sus ramas o se estrelle en ellos para generar un sonido que sirva de canto para Dios. Al pararse bajo la sombra de un árbol, es posible escuchar al viento remolinear en su copa, batiendo sus ramas en cada temporada, brindándole a Dios su renovación, que es su modo de expresarle un Cántico Nuevo.

• Los animales, las bestias, los pájaros y los reptiles siguen en el orden de la creación para que alaben. Ellos pueden correr, saltar, rugir (en el caso de los leones), cantar (todas las aves), cambiar de color y mudar de piel (del modo en que lo hacen los camaleones y las serpientes, respectivamente), para presentarse ante Dios siempre con una Alabanza Renovada.

Los pájaros cantan, pero no pueden aplaudir ni danzar. Los reptiles ofrecen cántico nuevo en su cambio de piel, pero no cantan ni danzan; los animales pueden correr, saltar y algunos si se les enseña hasta pueden danzar, pero no cantan ni tocan instrumentos musicales.

• Finalmente, el hombre. La obra maestra de Dios; a quien el libro de Génesis capítulo 1 verso 27 lo define así: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”

Nótese que se refiere tanto al hombre como a la mujer, lo que significa que TODOS sin excepción debemos alabar a Dios y más que eso, todos los seres humanos podemos alabarle. Cuando el verso 26 del mismo capítulo hace mención a la semejanza, lo hace con el propósito de mostrar que el hombre tenía de Dios no sólo su imagen, sino también sus derechos y deberes, y éste era el primer deber: ALABAR.

Para lo cual, constituyó al ser humano de todos y cada uno de los dones que ya había proporcionado a los demás integrantes de la creación, pues si Dios ya tenía entre sus planes manifestarse en carne al mundo, entonces como el Primogénito de toda la Creación debía ser el primero que diese el ejemplo del conglomerado de virtudes que se requerían para la alabanza.

En tal sentido, le permitió al ser humano cantar como las aves del cielo, correr como los animales del campo, girar sobre su propio eje como el planeta, presentar alabanza espontánea igual que la tierra cuando se renueva o los reptiles cuando mudan piel, batir palmas como los árboles, elevar la voz como el viento cuando sopla recio o el mar cuando brama en su plenitud, sacrificar alabanza igual que los elementos cuando se combinan.

Pero si esto, no es suficiente, es el único ser de toda la creación que tiene el conocimiento y la habilidad de extender sus dotes corporales y hacer uso de la que tienen los demás seres creados para concentrarlas en lo que nosotros tenemos a bien llamar Instrumentos Musicales.

Porque al igual que los elementos de la Tierra, el hombre tiene la capacidad de fungirse con otros para presentar ante Dios alabanza.

No es bueno que el hombre esté solo, dijo Dios, sin embargo, esto no hacía alusión únicamente a la mujer, o al acto del matrimonio; también se refería a que el hombre fuese un conector con otros seres de la creación para rendirle adoración. El hombre debía buscar a otros como él, que se uniesen en su propósito de alabar a Dios, convidar a otros a esa fiesta, participar de la alegría y el gozo de la alabanza.

Esto lo entendió David y por ello, edificó el tabernáculo. Para que fuese la expresión más representativa del sentir divino de la alabanza en el ser humano. David echó mano de todos los dones dados a la creación para alabar con ellos a Dios y al mismo tiempo. Cantaba, danzaba, saltaba, giraba sobre su propio eje (o remolineaba), sacrificaba alabanza y, tocaba instrumentos. Todo para Dios, todo a la vez.

Más aún, David fue el fiel ejemplo de cuánta capacidad tiene el ser humano para alabar a Su Creador. Mientras los demás seres de la creación, disponen de un único modo de alabarle, el ser humano se inventa nuevas formas. David por ejemplo, inventó instrumentos de música que no habían sido usados antes, pero que fueron destinados para hacer más sonora la alabanza.

Por esta razón, no es conveniente desestimar ningún tipo de instrumento musical o género musical; porque la habilidad de reinventarse para alabar a Dios es una cualidad netamente humana.

Si los animales o los vientos, o la Tierra tuviesen otra habilidad para alabar a Dios, con toda seguridad también la usarían y, si David hubiese conocido la luz eléctrica, extraño no sería que también hubiese sido el responsable del teclado o la guitarra eléctrica. Tal vez, su versión moderna estaría tocando el bajo en nuestras iglesias.

Podemos concluir diciendo lo que expresa el libro de Salmos en el capítulo 150 verso 6:

“Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya.”

Dios le bendiga.

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