Predicas Cristianas… Predicaciones Cristianas
Texto Principal: Hebreos 12:15
“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.”
INTRODUCCIÓN
¿Cuántas veces nos han herido el corazón? ¿Cuántas veces la persona que admirábamos y con quien contábamos nos defraudó? ¿Cuántas veces nuestro héroe nos decepcionó?
¡Bendita sea la persona que en todo lo que lleva de vida jamás le han herido o decepcionado!
Un refrán popular dice: “No me duele tanto la patada sino el burro quien me la dio” y esto hace referencia a dos cosas:
1) Golpes podemos recibir a diario. Heridas van y vienen de diferentes direcciones muchas de ellas no tienen como origen un lugar o persona conocidas, sino que se trata simplemente de accidentes, y debemos aprender a vivir con ello y aceptarlo por lo que es o de lo contrario, pasaremos una amarga vida de recolectar sinsabores y malos momentos.
2) Los golpes que en verdad duelen son aquellos que provienen de personas que nos importan o que impactan contra aquello que a nosotros nos importa.
EL PERDÓN FÁCIL
De lo anterior podemos decir que si alguien que no nos importa nos da un golpe, a lo sumo lo que podemos sentir contra esa persona es enojo o irritación pasajeras. La molestia nos durará exactamente lo mismo que nos dure el dolor físico o hasta que, recibamos un nuevo golpe que sustituya el dolor del anterior.
En esos casos, parece que perdonar es fácil. Porque nuestra mente está dispuesta a olvidar, ya sea el dolor o la ofensa y si lo que se golpea es aquello que no nos interesa entonces, no nos volvemos perdonadores sino indolentes. Ya que el dolor de nuestro prójimo nos resulta indiferente.
“Mientras no me afecte a mí” solemos decir cuando conocemos acerca de las calamidades que viven otras personas. Escuchamos anécdotas, vemos las noticias, leemos acerca de infortunios en un determinado lugar u ocurrido a cierta persona o grupo de personas y nos entra cierto alivio cuando consideramos que eso no lo estamos viviendo nosotros, así que, ni nos afecta ni tampoco tendría por qué quitarnos el sueño.
“Me ocuparé de eso cuando llegue el momento” pensamos con rapidez. Pero, ¿estamos obrando sabiamente? La palabra de Dios enseña en el libro de Romanos capítulo 12 verso 15: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.”
No se trata de un acto de hipocresía sino de solidaridad. En muchas oportunidades he escuchado decir a personas que se suben al transporte público pidiendo colaboraciones monetarias de cualquier índole que “hoy son ellos quienes tienen un pariente enfermo y necesitado en el hospital pero mañana, podría ser cualquiera de nosotros”, y tienen razón. La calamidad puede tocar la puerta de cualquier persona sin hacer ningún tipo de discriminación, así que si la muerte, la enfermedad o los accidentes no hacen acepción de personas, ¿por qué nosotros sí? Y si las desgracias no perdonan la vida de un infante cuando decide llevárselo, ¿por qué hemos nosotros de actuar igual que ella sin ningún tipo de compasión?
No somos mejores ni diferentes a lo que lastima si actuamos de la misma forma insensible. Una vez escuché decir que la verdad es fácil decirla cuando no nos afecta a nosotros. Asimismo, es fácil perdonar las ofensas cuando no se nos ha ofendido a nosotros.
El día que nos pongamos en el lugar del prójimo, ese día comenzáremos a entender su situación y también, perderemos la insana necesidad de juzgar y condenar las acciones de los demás.
EL PERDÓN DIFÍCIL
Debemos considerar dos escenarios en este caso:
• Ser heridos por alguien que nos importa. También puede ser alguien que amamos; de hecho, el nivel de dolor que se perciba dependerá directamente del nivel de interrelación que tengamos con esa otra persona.
Cuanto más involucrada sentimentalmente se encuentre, mayor el dolor que se generará en su interior si en retorno recibe o pierde algo significativamente valioso para ella. El libro de Génesis capítulo 6 verso 6 nos evidencia un pasaje bíblico nada común, que denota el carácter sensible de Dios y lo que puede llegar a lastimar su corazón: “Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”
Dios no hizo al ser humano porque estuviera aburrido. Cuando nos creó depositó tiempo, dedicación, pasión y amor en nosotros. Diseñó un mundo maravilloso donde pudiéramos vivir felices y seguros para siempre sin preocuparnos por nada.
Todo padre desea lo mismo para sus hijos. Ya sea que lo hubiese planificado o no, cuando ese pequeño ser está entre sus brazos desea ofrecerle lo mejor sin importar el qué; por eso, cuando ese ser por el que darías hasta la vida se vuelve en tu contra y destruye todo lo que creaste para hacerle feliz una y otra vez, haciéndote a un lado, no existe otro sentimiento que el dolor.
Dios es padre de la creación, y su dolor no fue indiferente de lo que el hombre hacía con ella. La maldad se multiplicó a un punto tal que ni Dios en su trono lo pudo ignorar. A diferencia de lo que la mayoría de la gente piensa, Dios no es insensible por el hecho de ser Dios y de estar sentado en un trono en el cielo. Dios tiene corazón y la maldad le duele, sobre todo cuando es generada por aquellos a quienes ama tanto.
El evangelio de Juan capítulo 3 verso 16 nos ratifica su amor por el mundo:
“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.”
Y otra vez escribe en su epístola 1 Juan capítulo 4 verso 10:
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.”
Un padre dará la vida por sus hijos porque los ama. Dios ya dio su vida por nosotros porque nos ama. ¿Por qué se sacrificó a ese punto siendo que le herimos, le lastimamos, le provocamos un dolor tan fuerte que atacó directo su corazón?