Conociendo a Dios… Predicas Cristianas

Predicas Cristianas… Predicaciones Cristianas

“…Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente,  ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar:  en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra;  porque estas cosas quiero, dice  Jehová…” Jeremías 9: 23-24

Hay once términos en el griego antiguo para definir el vocablo “conocer”, pero existen dos que resultan esclarecedores:

1. gr) Oída: significa ver, haber visto o percibido, donde el objeto o persona conocida no tiene relación con el que conoce [1]

2. (gr) Ginosko: habla de algo que se conoce a profundidad [1].

Es conocimiento que entraña una relación estrecha. Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón (Génesis 4:1).

Aquellos que conocen al Señor desde Su perspectiva no serán estériles y estarán llamados a concebir siempre algo nuevo del Rey. Esa es la característica principal de los que conocen a Dios conforme a los deseos de Su Corazón, siempre estarán incubando algo nuevo con lo que puedan dar gloria a su Rey.

Aunque el ejemplo al que hacemos referencia corresponde al periodo de la creación, es bueno señalar que en el hebreo entrañan la misma connotación e implican un pensamiento de relación o unión marital entre un hombre y una mujer [2].

¿Cómo conocer a Dios? Ha sido siempre el anhelo de nuestro Señor que el hombre se acerque a Él, le busque y le conozca. Ha sido el hombre quien a través de la historia ha tenido una actitud escurridiza, que para nada sorprende, pues fue iniciada en el Jardín del Edén desde el momento mismo de la caída.

¿Dónde estás tú?, sigue siendo la pregunta de Dios para un mundo que a más de dos mil años de efectuada la muerte expiatoria de Cristo para redimir a la humanidad, esta sigue escondiéndose de su creador el cual se ha dado a conocer de muchas formas, hallando su expresión máxima en la Persona de su Hijo Jesucristo.

La respuesta a la interrogante de cómo conocer a Dios debe comprender dos lineamientos fundamentales:

1. Conocimiento teórico

“…De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane…”  Mateo 13:14-15

a) La mayor fuente de conocimiento de Dios es Su Palabra, la Biblia.

El verso quince de la cita anterior, nos habla del propósito de Dios con Su Palabra:

  • Oir la Palabra de Dios (con los oídos)
  • Entenderla con el corazón (entenderla)
  • Se conviertan (aplicarla a la vida)
  • Conozcan a Dios (como consecuencia tener una revelación personal de Dios)

b) La experiencia de los que nos precedieron.

Esta idea obedece al legado histórico que nos han dejado hombres y mujeres de Dios. No nos circunscribimos solo a personajes bíblicos, sino a todos aquellos que a través de la historia del cristianismo han servido de inspiración a muchos.

2. Conocimiento práctico

El aspecto práctico está determinado por el nivel de fe, el grado de entrega y la intensidad con que nos dispongamos a cumplir las Escrituras. Este proceder explica el por qué la misma Palabra produce en unos un conocimiento al 30, en otros al 60, mientras en algunos al ciento por uno. Aunque escuchamos la misma Palabra el grado en que se aplica no siempre es el mismo.

Algo de suma importancia, y que es bueno puntualizar, es que el enemigo siempre batalla por robar, matar y destruir el conocimiento de Dios; siempre se querrán levantar argumentos humanos que se opongan al Gobierno absoluto del Señor. Solo aquellos que se levantan como guerreros han de constituir la estirpe que Él destinará para Sus fines más excelentes.

“…Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo…” 2 Corintios 10:4-5

Son esos guerreros, de los que venimos hablando, los Samuel de estos tiempos, y Dios los ha reservado para poner en sus labios la palabra profética que el momento necesita y, de seguro, a su tiempo serán levantados como lo fue Samuel (antes que la lámpara de Jehová se apague); porque el Señor está formando un ejército de hombres y mujeres íntegros que caminen bajo la luz de Su Candelero, y proclamen una palabra nueva en la que esté presente la semilla del reino, la única semilla que Satanás no puede arrebatar, porque solo esa semilla produce fruto al ciento por uno.

Ser fructíferos tiene una relación directa con el grado en que hayamos fusionado nuestra vida a la vida de quien es la Cabeza de este cuerpo llamado Iglesia. Entender este principio no solo nos permitirá hacer más y mejores cosas para la Viña del Señor, sino que cuanto hagamos dejará una impronta en la vida de las personas con quienes nos relacionamos, porque todo nuestro hacer estará impregnado del encanto que solo puede fluir de la misma persona del Hijo, Inspirador y Catalizador de todos nuestros actos.

He visto con dolor como muchas iglesias se comportan como Raquel en su afán por fructificar [viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob: Dame hijos, o si no me muero (Génesis 30:1)], mostrando con ello un marcado espíritu de matriarcado [3], manifestando una actitud competitiva y no me gustaría decir “emulativa” pero no halló mejor calificativo.

Dios le quitó la vida a Raquel, pues no supo valorar ningunas de las bendiciones que le había dado. Así Dios quitará el espíritu de Raquel de su verdadera Iglesia y tornará toda maldición en bendición, de la misma manera que el nombre Benoni (Hijo de mi aflicción) fue cambiado por Benjamín (Hijo de mi mano derecha).

La mayor falta de Raquel fue rechazar y manipular a aquel que la amaba, su hermana tenía hijos pero ella tenía el amor de su esposo. Ella usó a su esposo de la misma manera que este espíritu de matriarcado hoy trata de usar a Dios para justificar contiendas entre denominaciones, que solo responden a deseos personales de hombres desenfocados del sentir de Dios.

La Iglesia es esa madre que abre sus puertas para recibir a aquellos que llegan arrepentidos a los pies de nuestro Señor, pero el fin de esos nuevos hijos no es llenar los bancos del templo ni exhibirse como el símbolo de la fertilidad de la Iglesia, sino alegrar el corazón del Padre. Considerarlos solo como estadísticas que nos satisfacen hasta el límite de la embriaguez no puede ser en modo alguno el propósito supremo de la Iglesia, sino poner a los hijos bajo los cuidados del Padre.

Él es El Shaday [4] y solo Él puede dar a Sus hijos la adecuada alimentación, no hasta alcanzar el ministerio, como muchos se imaginan, sino hasta el día que el Rey de la Gloria venga por Su Novia para desposarla.

[1] Vine, Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento

[2] Vine, Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento

[3] Espíritu de matriarcado: entiéndase por ello aquella actitud de la Iglesia que asume como suyos a aquellos que vienen a los pies del Señor, sin entender que ella es la madre llamada a poner a los hijos en las manos de Dios.

[4] El Shaday: el Padre que amamanta entre otras acepciones

© Francisco Medina. Todos los derechos reservados.

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Francisco Medina

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