¿A quién acudir en medio de la desesperación?

Las playas suelen ser atrayentes, sobretodo en las mañanas cuando el sol camina perezoso hacia la cumbre y su calor comienza a bañar el cuerpo como una sábana ligera que sólo podemos percibir cuando nos cubre totalmente. Ryan Caskey tenía en mente disfrutar la jornada al vaivén de las olas que morían en la playa, y se dejó llevar por las ondulaciones de agua salada que poco a poco lo llevaron mar adentro.

Cerró sus ojos para mecerse con desgano. No recuerda en qué momento, pero cuando tomó conciencia del peligro, estaba a más de un kilómetro de la playa en la que las figuras de hombres y mujeres tenían la dimensión de manchas pequeñas que se confundían con la arena blanca. Comenzó a nadar, pero pronto perdió las fuerzas. Por momentos lo intentaba, pero el agua lo volvía a arrojar mar adentro. –Dios mío, ayúdame…—musitó cuando comprendió la gravedad de su situación. Para entonces se dejaba hundir. Por momentos quiso abandonarlo todo y perderse en la profundidad. Pero temía morir.

Ese miedo le llevó a intentar sobrevivir a como diera lugar sacando fuerzas de donde no las tenía. Ryan aguantó tres horas y media. Los minutos se le hicieron eternos. Fue rescatado por una patrulla aérea que lo izó a un helicóptero y le salvó la vida. Desde las alturas pudo dimensionar la enorme distancia que lo separaba de tierra firme. –Si Dios no me hubiese ayudado, sin duda me habría dejado morir…—explicó al equipo de paramédicos que le atendió minutos después.

En medio de la desesperación hay momentos en los que, al igual que Ryan, sentimos que todo está perdido y que no vale la pena intentarlo. Quisiéramos renunciar a todo. Las cosas van mal y cada nuevo esfuerzo termina la desesperanza. Nos quedan dos opciones: la primera, resignarnos a una situación de crisis permanente, en la que todas las corrientes están en contra de nosotros, y la segunda, depositar nuestra confianza en Dios quien nos lleva de victoria en victoria.

La clave es justamente esa: depositar en Él nuestra confianza. Probablemente se encuentra en medio de una situación difícil. Enfrenta problemas con su trabajo, con la familia o donde quiera que desenvuelva. El panorama luce desalentador. Probablemente se siente luchando contra la corriente, totalmente desesperanzada, como si Dios lo deja solo; sin embargo es hora de recobrar el ánimo. Dios está a su lado.

Al referirse al socorro de Dios, el salmista escribió: “Lo verán los oprimidos, y se gozarán. Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón. Porque Jehová oye a los menesterosos, y no menosprecia a sus prisioneros” (Salmo 69:32, 33).

En los momentos de mayor desespero, tal vez porque perdió el empleo, porque las deudas lo agobian, porque reinan los problemas en su hogar o tal vez porque ha roto la relación con sus hijos, es probable que miremos todo ensombrecido a nuestro alrededor. Pero no es hora de rendirnos. En la Biblia encontramos la promesa de que si buscamos al Señor, El nos ayudará a salir del laberinto.

No permita que lo embargue la angustia. Hay salida. Está en Dios. Búsquelo. El responderá a sus oraciones. Una barrera que solemos levantar en el momento de dirigirnos al Señor, se fundamenta en la convicción de que aún no tenemos una buena relación con Dios. Sin embargo es posible entrar en amistad con Dios, y más que eso, permitirle que guíe nuestros pasos. ¿De qué manera? Pidiéndole que entre a nuestro corazón.

Es fácil. Basta con una sencilla oración que puede hacer incluso frente a su computador, pidiéndole a Jesús que more en nuestro corazón. Puedo asegurarle que su vida será transformada. Hay dos recomendaciones finales. La primera, que haga de la oración un hábito diario para que en un diálogo sincero con Dios, pueda crecer.

El está a su lado, lo comprende y quiere ayudarle. No olvide que usted es Su hijo, por la obra redentora de Cristo. La segunda, que lea la Biblia. En la Palabra encontrará mensajes que alentarán su vida hacia el cambio y le mostrarán cómo caminar en el sendero del Señor.

¡Adelante, su vida no será la misma! 

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