“..¿No podré yo hacer con vosotros como este alfarero, casa de Israel?, dice Jehová. Como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mis manos, casa de Israel…”
(Jeremías 18:7)
Dios es soberano y ejerce su autoridad suprema con total independencia. En ocasiones leemos la Biblia en segmentos, como si se tratara de las historias de las vicisitudes de muchos hombres, de sus triunfos y de sus derrotas. Sin embargo, la Biblia es la historia de Dios, es una ventana para conocer al Único, Soberano, Eterno y Glorioso Dios. Todo lo que está contenido en ella nos habla de la extraordinaria personalidad de nuestro Creador.
Detrás de cada hombre está la mano de Dios y Su propósito eterno. Cuando pensemos en la «mano de Dios», recordemos que Isaías registra que Dios midió todas las aguas en el hueco de su mano, y con su palmo tomó la medida de los cielos (Is.40:12).
Cada día somos moldeados por las más excelsas manos que puedan existir, que indudablemente son las de nuestro Creador, quien trabaja en nuestros corazones con experiencias y situaciones que tienen propósitos eternos.
No necesariamente tenemos que comprender todo lo que nos ocurre. El viejo hombre quiere entender todo lo que le ocurre, pero cuando nuestra mente es renovada, sabemos que nuestros pensamientos no son los mismos pensamientos de Dios:
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Is. 55:9).
Pablo pasó por muchas situaciones difíciles, que desde la perspectiva humana podrían catalogarse de «crueles» y hasta «inhumanas». Quizá, ante estas aflicciones, cualquier persona hubiese reclamado a Dios, pero tenemos el ejemplo de Pablo quien fue encarcelado, azotado, naufragó, fue apedreado y perseguido, sin embargo, un hecho lo mantuvo siempre firme en su propósito de proclamar el evangelio.
Pablo había tenido un encuentro personal con Jesús (Hch. 9:3-6), y este hecho cambiaría diametralmente su perspectiva de vida y sus objetivos.
¿Cuál fue la actitud de Pablo ante las calamidades que vivía?
Fuertes vientos azotaban la nave que los dirigía a Roma, y antes de que naufragara, Pablo los exhortaba a tener ánimo, confiando en que aún en medio de esa inmensa tormenta, Dios estaría con ellos (Hch. 2:22).
Una oración que continuamente debería estar en nuestra boca es la de pedir al Espíritu Santo que abra nuestro entendimiento, para que podamos comprender que detrás de todas las situaciones que vivimos, Dios está trabajando en nosotros.
Así como un alfarero trabaja con confianza con la arcilla, Dios trabaja pacientemente con nosotros cada día. Somos como barro en las manos del Alfarero.
Pablo se dio cuenta de que muchos podían reclamar a Dios las circunstancias que vivían, queriendo hacer ver a Dios «injusto»; sin embargo, Pablo ante estas demandas les responde:
Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? (Ro. 9:20).
Somos comparados con un paso de barro, porque eso somos en las manos de Dios. Esta comprensión debería causar en nosotros un inmenso regocijo, independientemente de las aflicciones del tiempo presente. Recordemos que aun en la turbulencia, Dios está con nosotros. Pablo siempre estaba animado en medio de las tempestades porque sabía quién era Su Escudo fuerte y la fuerza de su corazón.
Día a día, Dios trabaja en nosotros como un Alfarero con el barro, aun cuando no comprendamos cada situación, hagamos como Pablo, despojémonos del pecado y del peso que nos asedia, corriendo con paciencia la carrera que tenemos por delante, y pongamos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe (Heb. 12:1-2).
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