Pon a Dios en el Centro de la Familia | Mensajes Cristianos
Mensajes Cristianos Texto bíblico principal: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican…” Salmo 127:1
Introducción
Hermana, ¿alguna vez has sentido que, a pesar de todos tus esfuerzos, tu hogar no avanza como debería? Hay días en los que haces todo lo correcto, y aun así sientes que la paz se escapa. Es frustrante. Pero el salmista lo resume con claridad: “Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican.”
Este no es un mensaje para condenarte. Es un recordatorio con amor. Porque muchas veces, sin darnos cuenta, sacamos a Dios del centro. Ponemos primero el trabajo, los hijos, los estudios, las finanzas, las rutinas… y dejamos a Dios en un rincón.
Pero la familia fue diseñada por Dios, y solo cuando Él es el centro, puede haber fruto verdadero. No basta con que Él sea parte del hogar. Tiene que ser el centro. El corazón. El fundamento. De lo contrario, todo lo que hagamos —aunque sea con buenas intenciones— se convierte en esfuerzo vacío.
I. Cuando Dios no es el centro, el esfuerzo es en vano
“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican…” — Salmo 127:1
No se trata de cuánto construyas, sino quién dirige la obra. Muchas veces, como madres o esposas, nos sentimos responsables de todo. Queremos que todo salga bien. Queremos ser suficientes. Pero el texto es claro: el esfuerzo sin Dios no sostiene.
Eso no significa que no debamos trabajar o cuidar. Significa que nuestra fuerza tiene que estar sujeta a Su guía. Porque si lo hacemos por nosotras mismas, tarde o temprano nos cansaremos. Pero si lo hacemos desde Su dirección, veremos fruto.
“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.” — Salmo 91:1
No estamos llamadas a cargar el hogar solas. Estamos llamadas a edificar bajo la sombra de Su cobertura.
II. Los hijos no son un estorbo, sino parte de la bendición
“He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.” — Salmo 127:3
En un mundo que a veces ve a los hijos como una carga o como una “interrupción” de los planes, Dios nos recuerda que los hijos son herencia. No propiedad. No castigo. Herencia. Valor eterno.
Y esa herencia no se mide en comportamiento perfecto, ni en logros. Se mide en el privilegio de formar, corregir, amar, y sembrar en el corazón. El salmista sigue diciendo: “Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos.” — verso 5. En otras palabras, quien tiene hijos tiene oportunidades divinas para formar una generación que teme a Dios.
En Proverbios 22:6 también se nos recuerda: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Poner a Dios en el centro significa enseñar con el ejemplo, corregir con amor, orar con fe y confiar en el proceso.
III. La verdadera bendición del hogar viene de temer a Dios
“Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos.” — Salmo 128:1
Este salmo describe el resultado de una familia donde Dios está en el centro. Y no habla de lujos ni de metas humanas. Habla de bienaventuranza. De gozo que no depende de las circunstancias.
Dice: “Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien.” — verso 2
Es decir, cuando Dios está en medio, el trabajo tiene fruto, el pan tiene sabor, el descanso tiene sentido. No es solo sobrevivir; es vivir con plenitud.
Y luego añade algo hermoso: “Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.” — verso 3. ¿Lo ves? Esa es la imagen de una familia con Dios al centro: una vid fructífera, olivos en crecimiento, y una mesa con propósito.
Conclusión
Hermana, no importa cuánto hayas hecho por tu familia. Si Dios no está en el centro, todo se desordena. Pero si hoy decides ponerlo allí —no como un invitado, sino como el dueño del hogar— todo puede cambiar.
Dios no está buscando perfección. Está buscando entrega. Quiere ser tu socorro, tu guía, tu fuerza diaria. Y cuando Él toma el centro, todo lo demás toma su lugar.
No es tarde. No es imposible. Hoy puedes volver a decir: “Señor, esta casa es tuya. Esta familia es tuya. Tú eres el centro.” Y al hacerlo, empezarás a ver fruto. Paz. Dirección. Propósito. Porque si Jehová edifica, nada será en vano.
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes…” — Josué 1:9
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