Antisemitismo: Un análisis impactante de la violencia global

José R. Hernández

Antisemitismo: Un análisis impactante de la violencia global

Antisemitismo: Un análisis impactante de la violencia global | Estudios Bíblicos

Tabla de contenido

Introducción

Estamos viviendo días que estremecen el alma. Las noticias parecen repetir una misma sinfonía: caos, odio, guerra, división, y un creciente antisemitismo que se propaga como un fuego sin control. Universidades que exaltaban la tolerancia hoy son escenario de discursos de odio. Comunidades judías en Europa y América enfrentan agresiones físicas y verbales. Grupos extremistas marchan impunemente, y las redes sociales amplifican la oscuridad en lugar de combatirla.

Pero esto va más allá de ideologías políticas o choques culturales. Lo que estamos viendo es espiritual. Es un conflicto que tiene raíces profundas, antiguas, y bíblicas.

Y no podemos ser ingenuos. La violencia no es solo una consecuencia del pecado humano; muchas veces es también un eco de advertencia. Algo que sacude a los que tienen oídos para oír. ¿Podría ser que lo que estamos viviendo no es solo un problema social, sino una señal profética?

Jesús mismo habló de esto. En Mateo 24:6-7, advirtió:

“Oiréis de guerras y rumores de guerras… se levantará nación contra nación, y reino contra reino…”

Hoy, esas palabras no suenan lejanas ni simbólicas. Suenan reales. Y lo que más preocupa no es solo lo que sucede, sino la velocidad con la que todo avanza. Lo que tomaba décadas en cambiar, ahora cambia en días. El odio no se oculta; se celebra. La violencia no se condena; se viraliza.

Frente a todo esto, la pregunta que arde en el corazón de muchos cristianos sinceros es clara: ¿Estamos presenciando las señales del fin de los tiempos? ¿Es este el cumplimiento de las profecías bíblicas? ¿Qué papel juega el pueblo judío en todo esto? ¿Y cómo debemos responder nosotros, como iglesia?

Este estudio bíblico no pretende alimentar el pánico, ni caer en especulación sensacionalista. Pretende algo más urgente y profundo: discernir los tiempos con la luz de la Palabra, y despertar al cuerpo de Cristo a una vida de vigilancia, oración y misión.

Porque si estas son las señales, entonces el mensaje es claro: ¡Cristo viene pronto, y debemos estar listos!

I. El antisemitismo como fenómeno histórico y espiritual

El antisemitismo no es simplemente un odio común. No es una opinión política ni un conflicto pasajero. Es un fenómeno espiritual, profundo, y antiguo. Nace de una oposición directa contra el propósito eterno de Dios y el papel profético del pueblo judío en la historia de la redención. Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia revela un patrón claro: el enemigo ha buscado una y otra vez destruir, silenciar o borrar a Israel. No por casualidad, sino porque Dios lo eligió para cosas grandes.

El aumento del antisemitismo hoy no es una sorpresa para quienes conocen la Escritura. Es parte de una batalla espiritual que se está intensificando en los últimos tiempos.

a. El origen espiritual del odio contra Israel

Todo comenzó con un pacto. En Génesis 12:2–3, Dios le dijo a Abraham:

“Haré de ti una nación grande… Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan, maldeciré.”

Este pacto no fue temporal. Fue eterno. Dios eligió a Abraham, y de él nació Israel. El pueblo judío fue escogido no por méritos, sino por gracia. A ellos Dios les confió Su Palabra, los profetas, y finalmente, el Mesías (Romanos 3:2).

Esto desató una guerra espiritual. El enemigo no puede detener a Dios, pero sí intenta atacar a aquellos que Él escoge. Por eso, el antisemitismo es más que odio humano: es una reacción demoníaca ante la elección divina.

No es casualidad que en momentos claves de la historia bíblica aparezcan intentos de exterminio del pueblo judío. El faraón ordenó matar a los varones hebreos en Egipto (Éxodo 1:16). Amán quiso acabar con los judíos en Persia (Ester 3:6). Herodes mandó a asesinar a los niños en Belén (Mateo 2:16). Cada ataque fue motivado por un deseo de frenar el plan de Dios.

b. Israel en el corazón del plan de redención

En Romanos 9:4-5 Pablo declara que Israel recibió la adopción, la gloria, los pactos, la Ley, el culto y las promesas. De ellos, según la carne, vino Cristo.

¿Se puede ignorar a un pueblo con esa herencia espiritual? Absolutamente no.

En Romanos 11:1, Pablo pregunta:

“¿Ha desechado Dios a su pueblo?” Y responde con fuerza: “¡En ninguna manera!”

La teología del reemplazo, en otras palabras, la idea de que la Iglesia ha sustituido a Israel en el plan de Dios no solo es antibíblica, sino peligrosa. Ha sido base de siglos de odio, persecución y distorsión.

Pablo aclara en Romanos 11:28–29 que aunque Israel ha tropezado, sus dones y su llamamiento son irrevocables. La historia no ha terminado. Habrá una restauración, y la Iglesia tiene el deber de reconocer ese misterio con humildad (Romanos 11:25).

c. El antisemitismo a lo largo de la historia

Desde el exilio babilónico hasta el Holocausto, el antisemitismo ha adoptado diferentes rostros: esclavitud, expulsiones, conversiones forzadas, asesinatos en masa, teorías de conspiración.

Los romanos destruyeron Jerusalén en el año 70 d.C. y dispersaron al pueblo. Durante la Edad Media, se les culpó por plagas y crisis económicas. En la Alemania nazi, seis millones de judíos fueron asesinados sistemáticamente. Todo esto no fue casualidad: fue el reflejo de un odio que supera la lógica humana.

La Escritura lo había anticipado. En Deuteronomio 28:37, Dios dijo a Israel:

“Serás motivo de horror, de proverbio y de burla entre todos los pueblos a donde el Señor te lleve.”

Pero a pesar del rechazo, Dios nunca ha abandonado a Su pueblo. Y el cumplimiento de las profecías sobre su regreso a la tierra y su restauración espiritual aún están en proceso.

d. El antisemitismo moderno: el mismo veneno, nuevo envase

Hoy el antisemitismo ya no siempre se expresa con uniforme militar ni pancartas. Se infiltra en redes sociales, en discursos políticos, en universidades. Se esconde bajo el disfraz del “antisionismo”, pero el corazón sigue siendo el mismo: negar el derecho de Israel a existir, y culparlo de todos los males del mundo.

Un caso reciente lo ilustra con claridad. El 21 de mayo de 2025, un hombre armado asesinó a una pareja de empleados de la Embajada de Israel frente al Museo Judío Capital en Washington D.C., mientras gritaba “¡Free, free, Palestine!” Las víctimas, Yaron Lischinsky y Sarah Milgrim, fueron atacadas por su identidad. El sospechoso, Elias Rodriguez, fue detenido y el FBI lo investiga como crimen de odio. Fuente: BBC News Mundo

Este ataque no fue un hecho aislado. Desde los ataques a sinagogas en Pittsburgh, Nueva Jersey o París, hasta la quema de banderas de Israel en universidades norteamericanas, la sombra del antisemitismo se extiende de nuevo en pleno siglo XXI.

Y la Iglesia no puede mirar a otro lado. Zacarías 2:8 dice:

“El que los toca, toca a la niña de mis ojos.”

Cuando el mundo ataca a Israel, Dios lo toma como algo personal. Callar ante el odio no es neutralidad; es complicidad.

e. El llamado de la Iglesia: bendecir, no ignorar

La Iglesia está llamada a bendecir a Israel, no a reemplazarlo ni a olvidarlo. Eso no significa que aprobemos todo lo que haga el gobierno de Israel, pero sí implica un compromiso espiritual y bíblico de amor, oración, y defensa.

Salmo 122:6 nos dice:

“Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman.”

Esto no es una sugerencia. Es una orden. Si amamos a Dios, debemos amar lo que Él ama. Y Dios ama a Israel.

También debemos educar a nuestras congregaciones. Muchos creyentes desconocen el papel de Israel en la historia profética. Otros han adoptado ideas del mundo sin filtrarlas a través de la Palabra.

El antisemitismo no es una opinión válida. Es pecado. Y debe ser tratado como tal desde los púlpitos y los hogares.

Ahora bien, si el antisemitismo está aumentando, si la violencia se desborda y la oscuridad avanza… ¿qué dijo el Señor sobre esto? ¿Nos dejó señales para entender estos tiempos? La respuesta está en sus propias palabras. Y es ahí donde iremos a continuación.

II. Señales de los tiempos en las palabras de Jesús

La Biblia no nos deja a oscuras, el Señor habló claro en cuanto a las señales. Él dijo cosas difíciles, pero necesarias, y nos advirtió que los tiempos antes de su regreso no serían suaves ni agradables. Serían duros, confusos, peligrosos. Y lo que está ocurriendo en nuestros días se parece mucho a lo que Él describió.

No hace falta ser experto en teología para notar que el mundo está ardiendo. Guerras. Odio. Engaño. Muerte. Divisiones profundas. Y una pregunta se levanta entre los creyentes sinceros: ¿Estamos viendo las señales del fin?

Jesús respondió esa pregunta hace más de 2,000 años. Y lo hizo con compasión, con autoridad, y con el deseo de que estemos despiertos, no dormidos.

a. Guerras, conflictos y un mundo en crisis

En Mateo 24, sus palabras son tan actuales que parecen escritas esta mañana. Él dijo:

“Y oiréis de guerras y rumores de guerras… se levantará nación contra nación, y reino contra reino.” (Mateo 24:6–7)

Y lo estamos viendo. En Ucrania. En Gaza. En África. En los discursos. En las calles. Aun dentro de las familias. La guerra ya no es solo entre países. También es cultural. Espiritual. Ideológica.

Ahora bien, deseo aclarar algo muy importante. El Señor no nos dio esta advertencia para asustarnos, sino que nos lo dijo para que no nos turbemos. Para que entendamos que cuando todo se sacude, Él sigue en control. Fíjense bien que Él dijo: “pero aún no es el fin”. Eso es importante. Estas cosas son señales, no la meta. Son el principio de algo más grande.

b. El odio hacia los creyentes y hacia el pueblo de Dios

El Señor no endulzó las cosas, y dijo lo siguiente en Lucas 21:17:

“Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre.”

Y así está pasando. No solo en países perseguidos. También en el mundo libre. En universidades, en medios, en redes sociales. Ser cristiano ya no es popular. En algunos lugares, es motivo de burla. En otros, de cárcel.

Y no solo los cristianos están siendo atacados. También el pueblo de Israel.

¿Te has dado cuenta de que el mundo tiene una obsesión con esa pequeña nación? ¿Que cuando hay conflicto, muchos culpan al judío, no importa el contexto? ¿Que incluso en lugares donde hay libertad, los judíos temen usar una estrella de David?

El Señor dijo que Jerusalén sería pisoteada hasta que se cumpla su tiempo (Lucas 21:24). Hoy esa ciudad es el centro del conflicto global. No por casualidad. Es una señal profética.

c. El amor se enfría… incluso entre creyentes

Una de las frases más tristes que el Señor dijo está en Mateo 24:12:

“Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.”

Ese verso me duele. Porque lo veo. Lo sentimos.

Las noticias están llenas de maldad. Pero también las relaciones. Hoy en día vemos personas que no sienten compasión, que solo piensan en sí mismas. Y más grave aún, vemos iglesias divididas, familias rotas, hermanos en Cristo que se ofenden por todo y no se hablan.

Eso no es normal. Eso no es del Espíritu. Eso es parte de la señal. El amor que antes era evidente entre nosotros, se está apagando. Y Jesús lo dijo. Lo vio venir.

Él no habló solo de terremotos o guerras. Habló del corazón. Dijo que la frialdad interna sería una de las marcas del tiempo final. ¡Y qué cierto es!

d. Señales que despiertan, no fechas que predicen

El Señor también dejó algo claro. En Mateo 24:36 dijo:

“Pero del día y la hora nadie sabe… sino solo mi Padre.”

Él nos dio señales, sí. Pero no para que juguemos a ser profetas con calendario. Nos las dio para que vigilemos. Para que vivamos despiertos. Para que no estemos distraídos.

Cada vez que vemos una nueva guerra, una nueva ola de odio, un nuevo ataque contra la fe o contra Israel no es momento para temer. Es momento para acercarnos más al Señor.

Velar no es mirar al cielo todo el día esperando, sino que es vivir en santidad. Es cuidar lo que amamos. Es hacer el bien con urgencia.

Y ahora que hemos visto que las señales que Jesús dio están ocurriendo ante nuestros ojos, hay una pregunta que se vuelve aún más urgente: ¿Qué está pasando con el pueblo judío? ¿Por qué tanto odio, tanta tensión, tanta atención sobre ellos?

Veamos ahora lo que está sucediendo con Israel en estos días, y cómo todo esto se conecta con lo que la Biblia ya nos había dicho.

III. El resurgimiento del odio contra los judíos en nuestros días

Una de las señales más evidentes de este tiempo es el aumento del odio hacia el pueblo judío. Ya no se trata solo de comentarios ofensivos o prejuicios escondidos. Hoy hablamos de ataques físicos, amenazas abiertas y asesinatos cometidos con motivaciones claramente antisemitas.

Y esto no ocurre en zonas remotas ni en regímenes totalitarios. Está ocurriendo en ciudades como Nueva York, Londres, Berlín, París y Washington D.C. Lugares donde se presume libertad, igualdad y respeto.

Lo que estamos presenciando no es una coincidencia cultural, ni un simple repunte social. Es una alarma profética. Es la repetición de un patrón espiritual que ha existido desde los días bíblicos, y que ahora se manifiesta con más fuerza.

a. Una ola de antisemitismo global

Los datos son inquietantes. En 2024, organizaciones como el Centro Simon Wiesenthal y Anti-Defamation League (ADL) reportaron el número más alto de ataques antisemitas en los Estados Unidos desde que se llevan registros.

  • Las agresiones físicas aumentaron.
  • Las amenazas a sinagogas crecieron.
  • Las pintadas con símbolos nazis reaparecieron.

Y lo más alarmante: muchas de estas acciones están siendo justificadas públicamente como “protestas políticas”.

Las redes sociales están llenas de mensajes de odio. Hashtags como “#FreePalestine” son usados, no para llamar a la paz, sino para incitar violencia. Cuentas con miles de seguidores comparten mentiras, teorías de conspiración y desinformación para alimentar el odio contra Israel y el pueblo judío.

Y lo que es más peligroso aún: hay una generación joven que está aprendiendo a odiar sin entender por qué. El antisemitismo ya no se enseña con panfletos ni libros ocultos. Se viraliza. Se normaliza.

b. Un ejemplo real: el ataque en Berlín

Lo que antes se creía imposible, hoy es una noticia más. otro ejemplo de esto fue lo que ocurrió el 21 de febrero de 2025, en Alemania. Un turista fue brutalmente apuñalado frente al Memorial del Holocausto en Berlín. Un lugar que fue levantado para recordar a los seis millones de judíos asesinados durante el régimen nazi. Y, sin embargo, en ese mismo sitio, otro acto de odio se llevó a cabo.

El atacante, un joven de 19 años, dijo que quería “matar judíos”. No lo conocía. No había un conflicto personal. Fue un acto motivado solo por odio. Por la influencia de una narrativa espiritual perversa que sigue viva. Fuente: Wikipedia – Berlin Holocaust Memorial stabbing

¿Puedes imaginarte esto? En pleno siglo XXI. En Alemania. En un sitio que representa memoria, dolor y arrepentimiento otro intento de borrar, de herir, de intimidar. Y no fue un hecho aislado, sino uno más de muchos. Digo esto porque desde 2023, Alemania ha visto un repunte alarmante de agresiones antisemitas:

  • Sinagogas atacadas
  • Personas golpeadas por usar kipás
  • Cementerios judíos profanados

Las autoridades reconocen el aumento. Pero el problema no es solo legal. Es espiritual. El Salmo 83:4 refleja el espíritu de este tipo de odio. Dice:

“Han dicho: Venid, y destruyámoslos para que no sean nación, y no haya más memoria del nombre de Israel.”

Ese es el objetivo del antisemitismo: borrar la memoria. Apagar el testimonio. Silenciar el pacto. Pero el Señor no lo permitirá. Porque Él guarda a Su pueblo. Porque el pacto no fue escrito en papel, sino en la eternidad.

Esta agresión en Berlín y las que les mencione de lo que sucedió en Washington solo hace un día nos sacude porque revela algo más profundo: el mundo no ha cambiado tanto como pensamos. El odio puede vestirse de modernidad, pero sigue siendo el mismo. Sigue saliendo del mismo pozo oscuro.

Y lo más peligroso es el silencio de los que dicen creer y no se pronuncian. Es la indiferencia de una iglesia que conoce la historia, pero ya no la recuerda. No podemos permitirlo.

c. El mismo espíritu, nuevas estrategias

El antisemitismo actual es más sofisticado, pero igual de venenoso que antes. Ya no se disfraza solo con uniformes militares. Ahora se presenta como causa social, como postura académica, y como activismo político.

Pero las señales son claras:

  • Universidades en Europa y América donde los estudiantes judíos son acosados por expresar su fe o cultura.
  • Proyectos de ley que buscan limitar el derecho de Israel a defenderse, mientras ignoran el terrorismo de sus enemigos.
  • Iglesias que adoptan posturas ambiguas, que prefieren la “neutralidad política” a la verdad bíblica.

Y mientras tanto, el odio crece. Silencioso para algunos, escandaloso para otros. Pero real. Y, sobre todo, proféticamente significativo.

d. El plan profético en acción

Nada de esto toma por sorpresa a Dios. Zacarías 12:2-3 dice:

“He aquí, yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar a todos los pueblos… En aquel día, pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos…”

Este pasaje es impresionante. Describe a Jerusalén como el centro del conflicto global. Todos los pueblos, dice el texto, se levantarán contra ella. Y eso es exactamente lo que vemos hoy.

Israel es una nación pequeña en territorio, pero gigante en influencia espiritual. Y por eso el mundo la odia. Porque el corazón rebelde del ser humano no quiere que se cumpla el plan de Dios.

También el apóstol Pablo dijo en 2 Tesalonicenses 2:3 que antes del regreso del Señor habría una gran rebelión. Y parte de esa rebelión es la guerra contra todo lo que representa a Dios, incluyendo a su pueblo original.

e. La iglesia frente al antisemitismo moderno

No podemos permanecer en silencio. El silencio de la iglesia durante el Holocausto fue una mancha histórica. Hoy, la iglesia tiene una oportunidad de redención. Podemos ser luz, verdad y voz profética.

No se trata de idolatrar a Israel ni de justificar todo lo que su gobierno haga. Se trata de reconocer que Dios aún ama a Su pueblo. Que su llamado no ha sido anulado. Que la Biblia no ha cambiado.

Romanos 11:28–29 lo dice claro:

“En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.”

La iglesia tiene el deber de bendecir a Israel. Orar por Israel (Salmo 122:6). Defender la verdad bíblica. Denunciar el odio. Y enseñar a la nueva generación que el antisemitismo no es una opinión aceptable, es pecado.

Y si todo esto está ocurriendo —si el odio se extiende, si las naciones se alinean contra Israel, si las profecías se están cumpliendo ante nuestros ojos— entonces debemos volver la mirada a las Escrituras para entender cuál es el papel de Israel en el plan profético del fin. Porque la Biblia no termina con el rechazo de Israel… sino con su restauración.

IV. El lugar de Israel en la escatología bíblica

No se puede hablar del fin de los tiempos sin hablar de Israel. De hecho, no se puede entender la profecía sin reconocer el papel central que esta nación ocupa en el plan eterno de Dios. Israel no es un país más. Es el reloj profético del cielo, una de las señales bíblicas más claras del retorno del Señor.

Algunos creyentes creen que la Iglesia ha reemplazado a Israel. Pero eso no es lo que enseña la Biblia. Israel no ha sido desplazado. Ha sido preservado. Y todo lo que estamos viendo en medio de la violencia global no es casualidad. Es parte del cumplimiento del plan profético.

a. El milagro del regreso a la tierra

Después de casi dos mil años de dispersión, el pueblo judío regresó a su tierra. Eso no fue una coincidencia política. Fue cumplimiento profético.

Ezequiel 37 describe un valle lleno de huesos secos. Dios dijo:

“He aquí, yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío… y os traeré a la tierra de Israel.” (Ezequiel 37:12)

Eso ocurrió en 1948. Después del Holocausto. Después del exilio. Israel resurgió como nación. No fue una decisión de hombres. Fue una de las señales bíblicas más contundentes del fin de los tiempos.

Y no solo regresaron: florecieron. Han hecho reverdecer el desierto, han restaurado su idioma, y se han levantado como una nación fuerte, tal como lo predijo Isaías 35:1.

b. Jerusalén: promesa en disputa

Jerusalén es mucho más que una capital política. Es el lugar que el Señor escogió para manifestar su gloria. El conflicto por su control es una expresión directa del conflicto espiritual global.

En lugar de repetir lo dicho, miremos otra profecía poderosa. Isaías 62:1–2 declara:

“Por amor de Sion no callaré… hasta que salga como resplandor su justicia… Entonces verán las naciones tu justicia, y todos los reyes tu gloria…”

El mundo quiere dividirla, Pero el cielo la quiere exaltar. Las naciones disputan su soberanía, pero Dios ha puesto su nombre allí. Por eso Jerusalén es una línea profética que divide la historia.

Cuando el Señor regrese, no lo hará a París ni a Roma. Volverá a Jerusalén. Sus pies se posarán sobre el Monte de los Olivos (Zacarías 14:4). Allí comenzó la redención y allí será coronado.

c. Tribulación y despertar nacional

La Biblia advierte que Israel pasará por una gran tribulación. Jeremías 30:7 lo llama “tiempo de angustia para Jacob”. Daniel 12:1 lo confirma. No será solo juicio. Será también despertar.

Zacarías 12:10 anticipa ese momento:

“Derramaré sobre la casa de David… espíritu de gracia… y mirarán a mí, a quien traspasaron…”

El remanente verá. Se quebrantará. Reconocerá a su Mesías. Y esa revelación no será parcial. Será nacional. Será una de las señales más gloriosas del fin de los tiempos.

Romanos 11:25-26 lo confirma:

“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; 26 y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad.”

d. El reinado del Mesías en Jerusalén

El regreso del Señor no será simbólico. Será literal. Él volverá a reinar desde Jerusalén.

Isaías 2:3 declara:

“De Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor.”

Apocalipsis 19 lo muestra regresando en poder. Apocalipsis 20 revela su reino milenial. Miqueas 4:1–2 profetiza que las naciones subirán a Jerusalén para recibir instrucción.

El trono no estará en Nueva York. Estará en Sion. Y el pueblo que fue dispersado será honrado. El pacto que muchos creyeron anulado, será visible. El mundo entero sabrá que el Dios de Israel reina.

Y si ya estamos viendo estas cosas —el regreso de Israel, el conflicto por Jerusalén, el despertar del remanente—
¿serán estas las señales finales, o solo el principio de los dolores? La respuesta está en las Escrituras. Veámosla en la siguiente sección.

V. ¿Estamos viendo señales del fin o dolores de parto?

Cada generación se ha preguntado si está viviendo el fin de los tiempos. Pero lo que diferencia a nuestro presente no es solo la cantidad de eventos que ocurren, sino la forma en que estos coinciden con las señales bíblicas descritas hace miles de años.

Vivimos en un mundo marcado por la violencia global, el desorden moral, el odio religioso y una creciente rebelión contra todo lo que representa a Dios. Y en medio de ese caos, muchos se preguntan: ¿Estamos ante el final… o es esto solo el principio?

a. Las palabras del Señor sobre los dolores de parto

Nuestro Señor habló con claridad. En Mateo 24:8, después de mencionar guerras, hambres, pestes y terremotos, dijo:

“Todo esto será principio de dolores.”

La expresión que usa es profundamente significativa. Se refiere a los dolores de parto, es decir, dolores que anuncian que algo se aproxima, no que todo ha terminado. Son progresivos, reales, e intensos, pero todavía no son el nacimiento.

Así también, las señales bíblicas que estamos viendo —el odio creciente, el antisemitismo, la agitación mundial, la apostasía en la iglesiano son el fin, pero lo anuncian. Nos advierten. Nos despiertan. Nos preparan.

b. Señales visibles, no simbólicas

Hay quienes espiritualizan las profecías, diciendo que todo lo que ocurre es figurado o solo aplicable al pasado. Pero eso contradice la evidencia bíblica y la realidad actual.

  • El regreso de Israel fue literal
  • El odio global contra los judíos es real
  • La división de naciones, guerras, pestes y hambre están a la vista de todos

Estas no son ideas simbólicas. Son acontecimientos históricos en desarrollo. Y cada uno de ellos está conectado con la narrativa profética que apunta al regreso del Rey.

El apóstol Pablo lo dijo así:

“Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina…” (1 Tesalonicenses 5:3)

El mundo está buscando paz, pero no tiene base para sostenerla. Porque la ha construido sobre el rechazo de Dios.

c. Lo que marca la diferencia: discernimiento espiritual

El Señor nos mandó a discernir los tiempos. En Lucas 12:56, Él reprendió a los que sabían interpretar el clima, pero no los tiempos espirituales. Dijo:

“¿Cómo no sabéis discernir este tiempo?”

No se trata de vivir con miedo, sino con entendimiento. No se trata de hacer calendarios, sino de caminar en santidad. El discernimiento es la clave.

Hay creyentes que miran las noticias y se turban. Otros miran las Escrituras y se despiertan. La diferencia no es la información, sino que es la iluminación. Los que conocen la Palabra, entienden lo que están viendo.

Y lo que estamos viendo no es casualidad. Es cumplimiento. Es lo que el Señor nos dijo que ocurriría. Son señales bíblicas que apuntan, una tras otra, a una sola conclusión: el tiempo es corto.

d. ¿Cómo debe responder la Iglesia?

El Señor nos dejó instrucciones claras:

  • Velad, pues (Mateo 24:42)
  • Orad en todo tiempo (Lucas 21:36)
  • No os turbéis (Mateo 24:6)
  • Predicad el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15)

Nuestra tarea no es adivinar la fecha. Es vivir preparados.

El apóstol Pedro dijo que en los últimos días habría burladores, diciendo que nada ha cambiado. Pero luego afirma:

“El Señor no retarda su promesa… sino que es paciente, no queriendo que ninguno perezca…” (2 Pedro 3:9)

Dios está dando tiempo. Tiempo para que la Iglesia despierte. Para que los corazones se arrepientan. Para que el evangelio se predique antes de que venga el final.

Entonces, ¿qué significa todo esto para ti y para mí? ¿Cómo debemos vivir mientras estas señales se intensifican?
La respuesta está en el llamado urgente del Señor: volvernos a Él con todo el corazón, y ser hallados fieles cuando regrese.

VI. Un llamado a la vigilancia, la santidad y la esperanza

Frente al antisemitismo creciente, el avance de la violencia global y el cumplimiento visible de muchas señales bíblicas, no podemos permanecer pasivos. El conocimiento sin acción es negligencia. La revelación sin respuesta es desobediencia.

El Señor no nos mostró el camino profético para que vivamos confundidos o paralizados por el temor, sino para que despertemos. Este es el tiempo de vivir con propósito, con urgencia y con esperanza.

a. Vigilancia: una Iglesia que no duerme

El apóstol Pablo exhortó a la Iglesia en Tesalónica con palabras que hoy suenan más actuales que nunca:

“Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas… así que no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.” (1 Tesalonicenses 5:4–6)

Y deseo reiterar que vigilar no es adivinar la fecha del regreso. La palabra griega usada aquí “velemos”, es γρηγορέω (grēgoreō) que se define como: “prestar estricta atención a, ser cauteloso, activo”. Así que repito, no es adivinar la fecha, sino es estar preparados para ese día.

La Iglesia debe ser como las vírgenes prudentes de Mateo 25: con sus lámparas encendidas, con aceite en reserva, listas para recibir al Esposo en cualquier momento. Pero ¿estamos verdaderamente despiertos? ¿O el entretenimiento, la rutina y el miedo nos han anestesiado?

Hoy, mientras las noticias nos muestran cómo la violencia global crece —desde guerras internacionales hasta atentados motivados por odio religioso—, el llamado es claro: ¡Velad! Porque no sabéis el día ni la hora.

b. Santidad: apartados para la verdad en un mundo de engaño

Como les he dicho, vivimos días en que lo malo se celebra y lo santo se desprecia. Las líneas morales se han desdibujado. Muchas iglesias han bajado el estándar en nombre de la inclusión. Pero Dios no ha cambiado su llamado:

“Sed santos, porque yo soy santo.” (1 Pedro 1:16)

En este tiempo donde la confusión domina, y muchos son arrastrados por ideologías contrarias a la Palabra, la santidad es nuestra señal de identidad. No seremos relevantes si nos parecemos al mundo. Seremos relevantes si reflejamos a Cristo.

Y esto incluye cómo reaccionamos al antisemitismo. No basta con rechazarlo en silencio. Debemos vivir con una convicción santa que ama, defiende y ora por el pueblo que Dios aún llama suyo. Porque cuando guardamos la Palabra, Dios guarda nuestra integridad.

c. Esperanza: una fe firme en medio del colapso mundial

Lamentablemente hoy en día hay oscuridad, hay odio, y el mundo parece desmoronarse. Pero para los hijos de Dios, el fin de los tiempos no es una amenaza, es una promesa.

El apóstol Pablo lo expresó así:

“Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.” (Tito 2:13)

Esa es nuestra esperanza: que nuestro Señor regresa. Y lo hace con justicia. Con gloria. Con poder. No para destruir a los suyos, sino para rescatarlos. No para condenar al justo, sino para coronarlo.

Cada una de las señales bíblicas que vemos —el regreso de Israel, el aumento del odio, la apostasía global, el levantamiento de naciones contra Jerusalén— no son casualidades. Son confirmaciones.

La esperanza cristiana no es un deseo vago. Es una certeza sólida. Y esa certeza nos llama a vivir con urgencia. A compartir el evangelio. A consolar al afligido. A fortalecer a los débiles. A preparar el camino.

d. La Iglesia: Atalaya y voz profética

Dios no quiere una Iglesia escondida, Él quiere una Iglesia activa, visible, y llena del Espíritu. En Apocalipsis 3:2 dice:

“Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir…”

Este es un llamado para nosotros. Para ti. Para tu congregación. Mientras otros niegan el cumplimiento profético, tú debes proclamarlo. Mientras el mundo se alinea contra el pueblo de Dios, tú debes interceder por ellos. Mientras la oscuridad avanza, tú debes brillar más. No fuiste llamado a entretener. Fuiste llamado a interceder. A discernir. A testificar.

La Iglesia no puede ser eco del mundo, sino voz del cielo. La iglesia no puede ser neutral cuando el espíritu del mundo ataca a Israel, a los creyentes, y a la verdad revelada. Sino que debemos ser la trompeta que suena clara en los últimos días.

No podemos permitir que las señales del cielo sean ignoradas por una iglesia que vive como si el Señor no regresara. Él viene. Y su galardón viene con Él.

Hermanos, La historia avanza, las señales son claras, y las advertencias están sobre la mesa. Así que ahora solo queda una pregunta real: ¿Qué estás haciendo tú con todo esto? ¿Te estás preparando o entreteniendo? ¿Estás velando o durmiendo?

Para concluir

Hay momentos en la historia en los que el cielo no susurra, sino que grita. Momentos donde las palabras de los profetas resuenan con mayor claridad que cualquier discurso moderno. Estamos viviendo uno de esos momentos.

Las señales bíblicas no están ocultas entre símbolos oscuros. Están en los titulares, en las marchas, en las universidades, en las leyes que se promueven y en los silencios que se guardan. La violencia global ya no es solo una realidad geopolítica; es el reflejo del rechazo a la verdad. Y el antisemitismo no es un resabio del pasado, sino una señal activa de rebelión espiritual contra el plan eterno de Dios.

No podemos mirar todo esto con ojos humanos. Debemos verlo con discernimiento espiritual. Porque el que tiene ojos para ver, entiende que el fin de los tiempos no es un tema para debates sensacionalistas, sino una convocatoria divina a vivir con propósito eterno.

A lo largo de este estudio hemos visto que la historia no está al azar. Dios sigue gobernando. Y cada crisis, cada ataque, cada ola de odio no es el final, sino que es una señal. Es una advertencia. Es una oportunidad para que la Iglesia vuelva a su primer amor y recupere su voz profética. Hermanos, no se nos ha dado este conocimiento para especular, sino para despertar. No se nos ha revelado la verdad para esconderla, sino para proclamarla.

Hoy más que nunca, necesitamos una Iglesia que interceda por Israel, que se levante contra el antisemitismo, que hable con claridad cuando otros callan, y que ame con convicción cuando el mundo odia con pasión. No podemos ser cómplices por indiferencia. No podemos ser testigos mudos mientras el reloj profético avanza.

El Señor está viniendo. Y viene por una Iglesia despierta. Una Iglesia sin mancha, sin miedo, sin doblez. Una Iglesia que entiende los tiempos y camina con lámparas encendidas. Así que no es tiempo de entretenerse. Es tiempo de actuar. No es tiempo de agradar al mundo. Es tiempo de agradar al cielo.

La pregunta ya no es si estamos en los últimos tiempos. La pregunta ahora es: ¿Cómo estás viviendo tú en medio de estas señales? ¿Estás discerniendo? ¿Estás orando? ¿Estás velando? ¿Estás predicando?

Es mi oración que el Señor nos encuentre fieles. Que nos halle intercediendo. Que nos encuentre con los ojos abiertos y el corazón encendido. Porque las señales no se pueden ignorar. Y el que ha prometido vendrá.

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José R. Hernández
Autor
José R. Hernández
Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto, en Hialeah, FL. Graduado de Summit Bible College. Licenciatura en Estudios Pastorales, y Maestría en Teología.

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