El poderoso discernimiento espiritual

José R. Hernández

El discernimiento espiritual

El poderoso discernimiento espiritual | Estudios Bíblicos

Estudios Bíblicos Texto clave: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios…” 1 Juan 4:1

Tema: Cómo distinguir la voz de Dios en medio del ruido

Introducción

Hermanos, hoy quiero hablarles de algo urgente. Algo que, si no lo cultivamos, nos puede hacer mucho daño. Les estoy hablando del discernimiento espiritual.

Y no me refiero a algo místico, ni a un don reservado para unos pocos. Me refiero a esa capacidad que todo creyente necesita para poder distinguir la voz de Dios entre tantas voces que hoy se escuchan.

Porque si somos sinceros, hay mucho ruido allá afuera. Hay voces que suenan piadosas. Otras que suenan sabias. Y hay algunas que simplemente suenan como lo que queremos oír. Pero eso no quiere decir que vengan de Dios.

Hoy, cualquiera puede abrir la boca y decir: “Dios me mostró esto.” O: “Dios me dijo aquello.” Y muchos lo creen sin filtrar nada. Pero, ¿cómo sabemos que eso vino del Señor? ¿Cómo sabemos que no fue su propia emoción? ¿Cómo sabemos que no fue una manipulación? ¿Cómo sabemos que no fue un engaño?

Por eso necesitamos discernimiento espiritual. Porque si no aprendemos a reconocer la voz del Buen Pastor, vamos a terminar siguiendo cualquier silbido que se escuche bonito.

Escúchame bien, hermano. La Biblia no dice: “crean todo lo que suene bien.” Dice:

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios…”

¿Y sabes por qué? Porque el error no siempre se presenta como error. A veces viene disfrazado de luz. A veces viene con versículos, con aparente humildad, con lenguaje espiritual. Pero sigue siendo error.

Y si no tenemos cuidado, vamos a llamar “voz de Dios” a lo que solo fue la voz de nuestro ego. O peor aún, vamos a terminar guiados por voces que nos alejan de la verdad.

Por eso este estudio es importante. Porque el discernimiento espiritual no es opcional. Es vital. No es algo para estudiar en teoría. Es algo que necesitamos vivir, cada día, en cada decisión, en cada conversación, y en cada mensaje que escuchamos.

Ahora bien, la pregunta es: ¿cómo se desarrolla ese discernimiento? ¿Cómo podemos saber cuándo Dios está hablando? ¿Qué señales nos da la Biblia? ¿Y qué consecuencias sufrimos cuando escuchamos la voz equivocada?

Eso es lo que vamos a estudiar, y no desde ideas humanas, sino desde la Palabra. Porque si hay algo que nunca falla, es lo que Dios ya dijo. Así que abre tu Biblia, y pídele al Espíritu Santo que te enseñe a escuchar. No lo que tú quieres oír, sino lo que Él quiere decir.

I. ¿Qué es el discernimiento espiritual?

Antes de hablar sobre la voz de Dios, tenemos que tener claro qué es eso que la Biblia llama discernimiento espiritual. Porque no estamos hablando de presentimientos, ni de intuiciones. Y mucho menos de andar sospechando de todo. Sino que estamos hablando de una capacidad que todo hijo de Dios necesita si quiere caminar con firmeza en este mundo lleno de voces, ideas, emociones y engaños disfrazados.

Hoy más que nunca, necesitamos que nuestros sentidos espirituales estén despiertos. No podemos permitirnos vivir con una fe emocional, ni con una confianza ciega en lo que alguien dice “en el nombre del Señor”. Porque no todo lo que suena bonito viene del cielo. No todo lo que cita un versículo lleva la verdad, y no todo lo que emociona edifica.

Dicho eso, permíteme mostrarte tres cosas que la Palabra nos enseña acerca del discernimiento espiritual. No desde la teoría, sino desde la necesidad real que tú y yo tenemos cada día para poder distinguir lo que es de Dios, de lo que no lo es.

a. Discernimiento espiritual: una capacidad dada por Dios

Esto no es algo que uno aprende en la universidad, ni es un talento natural. Tampoco es una habilidad psicológica. El discernimiento espiritual es una gracia que viene de Dios, y que se forma en el creyente cuando se alimenta de la Palabra y se deja guiar por el Espíritu Santo.

En Hebreos 5:14 encontramos algo que no podemos pasar por alto:

“Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.”

¿Ves lo que dice ahí? No es una capacidad automática, ni tampoco es algo que viene con la edad. Sino que es el fruto de una práctica constante; la palabra clave aquí es “madurez“. Es decir, uno no aprende a discernir simplemente escuchando predicaciones. Se aprende ejercitando los sentidos espirituales, día tras día, en obediencia a la verdad.

Y para que no quede duda, veamos qué dice el texto original. Según Blue Letter Bible, el término griego para “discernimiento” en ese pasaje es diakrisis (Strong’s G1253), que se traduce como: “la facultad de distinguir, discriminar, juzgar correctamente.” Así que no estamos hablando de adivinar, ni de intuir. Estamos hablando de saber separar lo verdadero de lo falso, lo puro de lo contaminado, lo que es del Espíritu de lo que viene del error.

Así que si tú me preguntas, ¿quién puede tener discernimiento espiritual? Te respondo: todo creyente que se expone a la Palabra, que obedece la verdad, y que camina en comunión con Dios. Porque esa capacidad no nace en la carne. Dios la forma en los que le buscan.

b. El discernimiento se desarrolla con madurez

Aquí hay algo que pocos quieren escuchar, pero todos necesitamos. El discernimiento espiritual no crece en una vida descuidada. No se desarrolla en medio de la flojera espiritual, y definitivamente no se activa en corazones inmaduros. Quien quiere aprender a discernir, tiene que crecer. Tiene que avanzar, y tiene que dejar de ser niño.

¿Y cómo sabemos eso? Porque la misma Palabra lo dice. Efesios 4:14 advierte:

“Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina…”

El inmaduro es inestable. Cree una cosa hoy y otra mañana. Se deja llevar por lo que suena bonito, por lo que lo hace sentir bien, o por lo que alguien le dijo “en el nombre de Dios”. Pero el maduro no. El maduro filtra. El maduro compara. El maduro examina. El maduro dice: “Eso suena bien, pero… ¿lo dice la Escritura?”

Y eso, hermano, es lo que necesitamos hoy. Porque muchos no están discerniendo la voz de Dios, no por falta de sinceridad, sino por falta de madurez. Y si tú quieres crecer en esta área, necesitas más que emoción. Necesitas compromiso con la verdad. Necesitas profundidad. Y sobre todo, necesitas comunión constante con el Señor.

c. El discernimiento protege al creyente del engaño

Ahora bien, ¿por qué todo esto importa tanto? Porque el engaño no es cosa del pasado. No es algo que solo enfrentaron Adán y Eva. Hoy, sigue tan activo como siempre. Y viene disfrazado. Viene con sonrisa. Viene con versículos. Viene con supuesta unción. Y si no tienes discernimiento, puedes terminar siguiendo una voz que no es de Dios.

Esto es algo de lo que el Señor nos advirtió claramente: “Muchos vendrán en mi nombre…” (Mateo 24:5) Pablo también lo dijo: “Satanás se disfraza como ángel de luz.” (2 Corintios 11:14) Pedro habló de falsos maestros (2 Pedro 2:1). Judas habló de hombres que se infiltran encubiertamente (Judas 1:4). Hermanos, la Biblia está llena de advertencias. Pero muchos no las ven, porque no las quieren ver. Y otros no las pueden ver porque no tienen discernimiento.

Y ese es el peligro. Porque cuando uno no discierne, termina llamando “voz de Dios” a lo que solo fue emoción. O termina aceptando como palabra profética lo que fue manipulación. O peor aún, uno termina actuando creyendo que obedece a Dios, cuando en realidad se está alejando de Su voluntad.

Pero el que discierne, no se deja arrastrar. No se emociona con lo primero que oye. No se deslumbra con lo aparente. Sino que examina, pesa, y filtra. Como dice la Palabra:

“Examinadlo todo; retened lo bueno.” (1 Tesalonicenses 5:21)

Y esto nos lleva a lo próximo que tenemos que estudiar. Porque si bien el discernimiento espiritual es algo que se recibe y se desarrolla, también es algo que se activa frente a ciertas señales. Y la clave está en saber cómo suena la voz de Dios, y cómo identificarla en medio del ruido de este mundo.

II. ¿Cómo reconocer la voz de Dios?

Una de las preguntas más importantes que todo creyente se hace es esta: ¿Cómo puedo saber si lo que estoy escuchando viene verdaderamente de Dios? Porque no todo pensamiento que se cruza por la mente es de origen divino. No toda emoción intensa es una señal del cielo. Y no toda palabra que alguien diga con firmeza debe ser recibida como palabra profética.

A lo largo de la historia bíblica, vemos que Dios habla. Él le habló a Adán, le habló a Abraham, le habló a Moisés, a Samuel, a los profetas, a los apóstoles. Y Él sigue hablando hoy. Pero en Su palabra se nos advierte claramente que otras voces intentan imitar la Suya. Voces engañosas, voces humanas, voces emocionales, voces diabólicas. Por eso, si no aprendemos a reconocer la voz de Dios, podemos ser fácilmente confundidos.

El mismo Jesús dijo en Juan 10:27:

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.”

Esa declaración no deja espacio a la ambigüedad. El verdadero creyente puede y tiene que aprender a reconocer la voz del Buen Pastor. No es un misterio reservado para unos pocos. Es una promesa para todos los que le pertenecen. Pero requiere atención, requiere práctica, y requiere relación.

Veamos ahora tres características claras que nos ayudan a distinguir la voz de Dios en medio de tantas otras.

a. La voz de Dios nunca contradice Su Palabra

Este es el filtro principal, el más seguro, y el más necesario. Si algo que tú escuchas, sientes, o alguien te dice “de parte de Dios” va en contra de lo que está escrito en la Biblia, entonces no viene del cielo. Punto.

El Espíritu Santo nunca se va a contradecir. Él inspiró las Escrituras, y no se va a contradecir a sí mismo. Por eso es vital conocer la Palabra. Porque hay quienes andan diciendo: “El Señor me dijo que hiciera esto…” cuando eso que “el Señor dijo” va en contra de lo que Él ya escribió.

Por ejemplo, Dios nunca te va a decir que guardes rencor, que te vengues (Levítico 19:18), que mientas (Éxodo 20:16), que te unas en yugo desigual (2 Corintios 6:14), o que hagas cosas fuera de la voluntad de Dios solo para salir del problema más rápido (Mateo 4:8-10). ¿Por qué? Porque ya dejó claro Su carácter en la Escritura, y Su voz siempre reflejará ese mismo carácter (Malaquías 3:6). Dile a la persona que tienes a tu lado: Dios no cambia.

Por eso, si no estás saturado de la Palabra, vas a ser vulnerable a cualquier emoción disfrazada de revelación. Pero cuando estás lleno de la verdad, la mentira no entra fácil.

b. La voz de Dios guía, no manipula

Dios no obliga, no chantajea, y no amenaza. Su voz guía al corazón obediente, pero nunca manipula la voluntad (Apocalipsis 3:20). Aun cuando reprende, lo hace con amor. Aun cuando corrige, lo hace con propósito. La voz del Padre no causa condenación ni confusión, sino dirección.

Romanos 8:14 nos recuerda:

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.”

Guiados, no forzados. El enemigo, en cambio, siempre presiona. Siempre quiere meter miedo. Siempre quiere urgencia, impulso, precipitación. Pero el Señor, cuando habla, lo hace con paz, aun en medio de la exhortación.

Por eso, si una “voz” te lleva al temor, a la desesperación, al caos interno, o a una decisión impulsiva, detente. Examina. Porque la voz de Dios no atropella. La voz de Dios convence, afirma y edifica.

c. La voz de Dios produce frutos espirituales

Toda voz deja un resultado. Y cuando la voz que escuchamos viene de Dios, eso se va a notar en el fruto. No solo en el momento, sino con el tiempo. El Espíritu Santo no solo habla verdad; también produce fruto que permanece.

Gálatas 5:22-23 nos muestra cuál es ese fruto:

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…”

Cuando Dios habla, esos frutos se activan en nosotros. Su voz no produce arrogancia, ni división, ni competencia espiritual. Su voz no hincha el ego, ni alimenta la carne. Produce quebranto, obediencia, humildad, reverencia, y una hambre más profunda por Su presencia.

Si lo que tú recibiste como “voz de Dios” te llevó a depender más de ti mismo, a compararte con otros, o a imponerte sobre los demás, es probable que no haya sido Él. Porque donde Él habla, Él transforma. Y donde Él transforma, siempre hay fruto.

III. Obstáculos que entorpecen el discernimiento espiritual

Así como hay condiciones que favorecen el discernimiento, también existen factores que lo debilitan o lo apagan por completo. Muchos creyentes sinceros no logran distinguir la voz de Dios no porque Dios no hable, sino porque hay interferencias espirituales que nublan su oído y su entendimiento.

Y esto no es nuevo. El profeta Isaías ya lo había declarado cuando dijo: “vuestros pecados han hecho división entre vosotros y vuestro Dios” (Isaías 59:2). En otras palabras, no se trata de que el cielo esté cerrado. Muchas veces es el corazón el que está bloqueado. Y si no identificamos qué está causando ese estorbo, podemos pasar años escuchando todo menos al Señor.

Veamos tres de los obstáculos más comunes que entorpecen el discernimiento espiritual en la vida del creyente.

a. El ruido del alma: emociones desenfrenadas y pensamientos sin filtrar

Uno de los mayores enemigos del discernimiento no es el diablo, es la confusión interna. Cuando el alma está cargada de ansiedad, temor, deseo carnal, o emociones no procesadas, se hace muy difícil reconocer cuándo Dios está hablando.

Es como tratar de oír una voz suave en medio de una tormenta. Sabemos que está allí, pero no logramos distinguirla. Y muchas veces, sin darnos cuenta, terminamos interpretando nuestros propios pensamientos o emociones intensas como si fueran dirección divina.

Por eso el salmista oraba diciendo: “Alma mía, en Dios solamente reposa…” (Salmo 62:5). Porque el discernimiento requiere silencio interior. Y ese silencio no es la ausencia de problemas, sino la presencia de confianza. Cuando el corazón descansa en Dios, es mucho más fácil escuchar con claridad.

b. La falta de comunión constante con la Palabra

Un oído que no se ejercita, se debilita. Y un corazón que no se expone a la Palabra, se endurece. Muchos quieren oír la voz de Dios, pero no quieren abrir la Biblia. Quieren revelación nueva, pero descuidan la revelación escrita. Y ahí comienza el problema.

La Palabra no es un complemento, sino que es la base del discernimiento. Porque cuando la mente está llena de la palabra de Dios, el alma aprende a detectar lo falso con facilidad. Así como un experto en billetes reconoce una falsificación por conocer el original, el creyente que se alimenta de la Palabra podrá distinguir entre lo que es de Dios y lo que no lo es.

2 Timoteo 3:16 nos lo recuerda:

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia…”

Cuando ese alimento falta, el discernimiento se vuelve torpe, impreciso, emocional. Y lo peor es que, en esa condición, uno puede llegar a llamar bueno a lo malo, y malo a lo bueno.

c. El pecado no confesado

Quizás el obstáculo más grave de todos sea el pecado acariciado. No hablamos de una caída momentánea, sino de pecados que se esconden, que se justifican, que se alimentan en secreto. Porque el pecado habitual, no confrontado, endurece el corazón y enturbia la percepción espiritual.

Hebreos 3:13 nos advierte que el pecado “endurece” el corazón. Y un corazón endurecido ya no oye igual. Ya no percibe con claridad. Ya no responde con sensibilidad a la voz del Espíritu.

El problema es que, con el tiempo, la persona puede llegar a pensar que todavía escucha bien, cuando en realidad ya ha sido entregado a su propio juicio. Esa es la tragedia del autoengaño, como dijo el profeta Jeremías:

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Jeremías 17:9

Por eso, el creyente debe vivir con un espíritu quebrantado, no con culpa, sino con disposición constante a ser corregido, limpiado y restaurado. El discernimiento no crece donde el pecado gobierna. Crece donde hay arrepentimiento y obediencia sincera.

IV. Frutos del verdadero discernimiento espiritual

No basta con decir que tenemos discernimiento. El verdadero discernimiento deja huellas visibles. Tiene fruto, y produce evidencia. Y si no hay fruto, entonces no estamos hablando de discernimiento espiritual, sino de sospecha carnal, juicio apresurado, o mera intuición disfrazada.

En otras palabras, el discernimiento que viene de Dios no se queda en lo teórico. Se manifiesta en decisiones sabias, en corazones humildes, en vidas alineadas con la verdad. Se nota cuando alguien ha aprendido a escuchar la voz de Dios, porque su andar refleja claridad, seguridad y madurez espiritual.

Veamos ahora tres frutos concretos que acompañan a una vida marcada por el verdadero discernimiento espiritual.

a. Capacidad para identificar el error sin perder el amor

El creyente con discernimiento no anda señalando por orgullo, ni corrigiendo por impulso. Tampoco se deja llevar por una actitud crítica o legalista. El verdadero discernimiento permite identificar el error, pero también permite hacerlo con un espíritu de mansedumbre y verdad.

Gálatas 6:1 nos dice:

“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre…”

Esto es clave. Digo esto porque el discernimiento no hace que el creyente se endurezca, ni lo vuelve insensible. Al contrario, lo hace más parecido a Cristo: lleno de verdad, pero también lleno de gracia. No compromete la verdad, pero tampoco pierde la compasión. No cierra los ojos ante el error, pero tampoco cierra el corazón ante el que ha caído.

Y eso es lo que hace falta hoy en muchos círculos cristianos: personas que sepan distinguir, pero también sepan restaurar.

b. Vida guiada por principios, no por emociones

Uno de los frutos más evidentes del discernimiento espiritual es una vida estable, no dominada por las circunstancias ni por los impulsos. Cuando una persona ha aprendido a escuchar la voz de Dios, su caminar ya no depende de cómo se siente, sino de lo que Dios ha dicho.

Salmo 119:105 lo expresa así:

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.”

Esa es la imagen perfecta de alguien con discernimiento: camina con luz. No tropieza con facilidad. No corre detrás de cada nueva tendencia. No se deja seducir por lo aparente. Sabe esperar. Sabe decidir. Sabe decir “no” cuando muchos dicen “sí.”

Y todo eso es resultado de una mente renovada por la Palabra y de un corazón afinado por la comunión con el Espíritu Santo.

c. Sensibilidad a la corrección y humildad para aprender

El discernimiento no hace que el creyente se vuelva orgulloso o autosuficiente. Todo lo contrario. Mientras más discernimiento espiritual se tiene, más se reconoce la necesidad de depender de Dios y de ser corregido por Él.

Proverbios 9:8-9 dice:

“Corrige al sabio, y te amará. Da al sabio, y será más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber.”

Una persona con discernimiento espiritual no se ofende cuando Dios le muestra que se ha equivocado. Tampoco rechaza el consejo sano. Porque entiende que el verdadero crecimiento no viene de tener siempre la razón, sino de tener siempre un corazón enseñable.

Y esa humildad es precisamente uno de los frutos más hermosos de una vida sensible a la voz del Señor. Porque donde hay discernimiento, hay también quebranto, docilidad y deseo genuino de ser transformado.

V. Señales de una falsa voz espiritual

Hasta este punto, hemos hablado del valor del discernimiento, de sus obstáculos y de los frutos que produce. Pero ahora debemos ir un paso más allá. Porque si queremos reconocer la voz de Dios, también debemos aprender a identificar lo que no es de Él.

Y esto es sumamente importante, porque el enemigo no siempre viene con cuernos y cola como muchos se imaginan. A veces viene con Biblia en mano, con apariencia de piedad, con palabras bonitas que apelan a la carne. Y esto es algo que el Señor lo advirtió con claridad:

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.” Mateo 7:15

Así que debemos estar alerta, porque no toda voz espiritual es voz divina. No todo lo que se dice en nombre de Dios realmente proviene de Él. Y si no sabemos distinguirlo, podemos terminar siendo guiados por un espíritu falso, aunque sinceramente creamos que estamos siguiendo al Señor.

Veamos ahora tres señales claras que nos ayudan a identificar una voz falsa.

a. Distorsiona o contradice la Palabra escrita

Este es siempre el primer filtro. Si lo que alguien dice contradice la palabra de Dios, esa voz no viene de Dios. Así de sencillo. Como les dije anteriormente, Dios no se contradice, Dios no cambia de opinión. Lo que ya reveló en Su Palabra es el estándar final de juicio.

Y esto es algo que el Salmo 119:89 lo afirma con claridad:

“Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos.”

Una falsa voz, tarde o temprano, comenzará a justificar lo que Dios condena, o a suavizar lo que Dios exige. Quizás cite versículos, pero los tuerce. Quizás use lenguaje bíblico, pero con intenciones humanas. Por eso, todo lo que escuchamos debe ser examinado a la luz del contexto completo de la Escritura.

Y aquí debemos tener mucho cuidado. Porque una distorsión no siempre es descarada. A veces basta con omitir una parte. A veces basta con poner énfasis donde la Biblia no lo pone. Pero si al final produce confusión o tolerancia al pecado, no viene del Señor.

b. Exalta al mensajero por encima del mensaje

Otra señal de una falsa voz espiritual es que siempre termina apuntando al hombre, y no a Dios. En vez de traer gloria al Creador, se enfoca en engrandecer al portavoz, al líder, al “profeta”, al “apóstol”. Y eso jamás será obra del Espíritu Santo.

Esto es algo que Juan el Bautista entendía muy bien cuando dijo:

“Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” Juan 3:30

Cuando una voz comienza a exigir obediencia absoluta, a demandar honra desmedida, a poner su experiencia personal por encima de la autoridad bíblica, es momento de encender todas las alarmas. Porque el Espíritu de Dios no habla para elevar al hombre, sino para glorificar a Cristo.

Y escúchame bien: muchos han sido atrapados por manipulación espiritual disfrazada de autoridad divina. Personas heridas, controladas, desviadas, no por el error en sí, sino por no haber probado los espíritus como manda la Escritura.

c. Produce dependencia emocional, no transformación espiritual

Una última señal que debemos observar es el tipo de fruto que produce esa voz. La voz de Dios trae convicción, no manipulación. Trae libertad, no esclavitud emocional. Produce arrepentimiento, no adicción a nuevas revelaciones.

2 Corintios 3:17 dice:

“Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.”

Una falsa voz espiritual alimenta la emoción, pero no cambia el carácter. Se enfoca en lo espectacular, pero descuida lo esencial. Habla de portentos, de promesas, de promociones, pero no habla del pecado, ni del quebranto, ni de la cruz.

Y el resultado es gente que busca una voz cada semana, pero que nunca aprende a vivir bajo la voz permanente de la Palabra. Gente que depende del “profeta”, pero no conoce al Pastor. Y esa dependencia emocional es peligrosa, porque mantiene al alma entretenida, pero no la santifica.

VI. Cómo desarrollar una vida guiada por el discernimiento espiritual

Hermanos, el discernimiento espiritual no se adquiere por accidente, ni se activa solo por asistir fielmente a una iglesia. Tampoco es fruto automático del tiempo ni de la experiencia. Es algo que se cultiva, se afina, se persigue con intención. Porque si de verdad queremos distinguir la voz de Dios entre tantas voces que nos rodean, no podemos vivir espiritualmente distraídos.

Y repito: esto no es algo místico, ni reservado para los “más espirituales”. Es una responsabilidad para todos los que dicen que siguen a Cristo. Por eso, hoy vamos a ver cómo se forma, se preserva y se profundiza una vida donde el discernimiento espiritual no sea algo ocasional, sino una constante.

a. Cultivar una comunión íntima y constante con el Señor

No podemos discernir la voz de alguien con quien no hablamos, es así de sencillo. El discernimiento espiritual nace de la relación, no de la emoción. Nace de la comunión, no de la teoría. Y esa comunión no es un evento. Es una vida.

Como afirmó el Señor cuando dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27). Y esto no es una imagen nueva en este estudio, pero sí lo es su aplicación directa aquí: el discernimiento nace de conocerle, no de desear señales. No se trata de buscar experiencias, sino de caminar con el Pastor.

El que solo ora cuando tiene problemas no puede esperar tener claridad cuando hay confusión. El que solo busca a Dios cuando necesita respuestas no ha aprendido a reconocer Su voz cuando Él simplemente quiere hablar. Muchos quieren discernir, pero no conocen al Dios que desean escuchar.

Por eso, si deseas crecer en discernimiento, comienza por renovar tu vida devocional. Haz de la comunión con Dios tu prioridad y no tu recurso de emergencia. Porque el que camina cerca del Señor, difícilmente será engañado por voces extrañas.

b. Permanecer en la Palabra hasta que transforme la mente

Hay quienes conocen muchos versículos, pero no han sido transformados por ellos. Otros escuchan la Palabra, pero siguen razonando como el mundo. La Escritura no fue dada solo para informarnos, sino para formarnos.

Pablo lo dijo claramente:

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…” Romanos 12:2

Y eso no sucede de manera automática. Requiere exposición constante. Requiere humildad para ser corregido. Requiere deseo de ser guiado por lo que Dios ya dijo, no por lo que uno quiere oír.

El discernimiento se fortalece cuando la Biblia se convierte en nuestro filtro, en nuestro estándar, en nuestro marco de referencia. Cuando lo que pensamos, sentimos o decidimos es evaluado a la luz de la verdad revelada. Porque si la mente no es renovada por la Palabra, el corazón seguirá interpretando las cosas desde sus propios deseos.

Y si hay confusión, que no sea por falta de acceso a la verdad, sino por falta de hambre de ella. Porque Dios ha hablado. La pregunta es: ¿estamos escuchando?

c. Obedecer sin reservas lo que el Espíritu revela

Uno de los grandes obstáculos para el discernimiento no es la falta de conocimiento, sino la falta de obediencia. Muchos saben lo que Dios demanda, pero no están dispuestos a soltar lo que les gusta. Y cuando el corazón resiste lo que el Espíritu revela, el discernimiento se entorpece.

La claridad espiritual no es privilegio de los que oyen más, sino de los que obedecen más. El Señor mismo dijo:

“El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios…” Juan 7:17

Es decir, la obediencia abre el entendimiento. El deseo de agradar a Dios activa la luz. El corazón rendido discierne con mayor precisión.

Y eso es lo que distingue al maduro del inmaduro: el maduro no negocia con la voz de Dios, responde. No debate lo que entiende, lo pone en práctica. Y eso, precisamente eso, es lo que le da aún más claridad.

VII. Discernimiento espiritual en tiempos de confusión doctrinal

Vivimos en una era donde la confusión doctrinal no solo es común, sino celebrada en muchos círculos religiosos. El relativismo se ha infiltrado en el púlpito, la emocionalidad reemplaza la exégesis, y la cultura determina lo que se predica. Y es aquí donde el discernimiento espiritual se vuelve más urgente que nunca. Porque el creyente que no discierne, se convierte en presa fácil de doctrinas contaminadas que, aunque populares, son peligrosas para el alma.

a. La confusión doctrinal nace donde se abandona la Escritura

Cada vez que la iglesia se ha apartado de la Palabra, ha caído en error. No hay excepción. El patrón se repite desde Génesis hasta Apocalipsis. La serpiente no tentó a Eva negando directamente a Dios, sino cuestionando Su palabra: “¿Conque Dios os ha dicho…?” (Génesis 3:1). Desde el principio, el enemigo ha sembrado duda, confusión y reinterpretación de lo que Dios ya habló claramente.

Y esto es lo que estamos viendo hoy. Gente con Biblia en mano, pero sin la Palabra en el corazón. Mensajes repletos de versículos, pero sin fidelidad al contexto. Sermones que emocionan, pero no transforman, que entretienen, pero no confrontan, que exaltan al oyente, pero no glorifican al Señor.

Isaías 8:20 establece un principio eterno:

“¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.”

Donde se descarta la Escritura como autoridad final, reina la tiniebla espiritual. Por eso, el discernimiento no es un lujo. Es un escudo contra el error doctrinal que se disfraza de revelación fresca.

b. El discernimiento protege contra el engaño disfrazado de verdad

Una de las estrategias más sutiles del enemigo es mezclar lo verdadero con lo falso. Y eso es precisamente lo que hace tan peligrosa la confusión doctrinal moderna. No se presenta como herejía, sino como “otra perspectiva.” No niega abiertamente la verdad, simplemente la diluye. No llama al pecado por su nombre, lo redefine con términos más cómodos.

2 Pedro 2:1 lo profetizó con claridad:

“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras…”

Fíjate en esa palabra: encubiertamente. El error doctrinal moderno no entra gritando, entra susurrando. Entra citando. Entra con carisma, con música de fondo, con palabras que acarician los oídos, pero que corrompen el alma. Y el creyente que no está ejercitado en discernimiento espiritual, termina tragando veneno disfrazado de pan.

Aquí es donde debemos detenernos y preguntarnos: ¿estamos filtrando todo lo que escuchamos? ¿Estamos confrontando cada doctrina con el testimonio completo de la Escritura? ¿O estamos asumiendo que todo lo que suena bonito viene de Dios?

c. El creyente con discernimiento se mantiene firme en medio del error

No hay lugar para la neutralidad en tiempos de confusión. El que no discierne, se desliza. Pero el que ha sido formado por la Palabra y afinado por el Espíritu, permanece firme, aunque todos a su alrededor vacilen. Y esa firmeza no nace del orgullo, sino de una convicción profunda en lo que Dios ha dicho.

Efesios 4:14 nos da un retrato perfecto de esta madurez:

“Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina…”

El creyente maduro no es llevado por emociones, ni por la fama del predicador, ni por la viralidad del mensaje. Es llevado por la verdad. Y esa verdad, cuando es discernida correctamente, sostiene en medio de la confusión.

Escúchame bien: hoy más que nunca, necesitamos creyentes que no solo conozcan doctrina, sino que la disciernan. Que no solo repitan lo que oyen, sino que examinen todo a la luz de la Escritura. Que no se dejen seducir por lo nuevo, ni se avergüencen de lo eterno. Porque la fidelidad a la verdad no siempre será popular, pero siempre será recompensada por el Dios que no cambia.

Conclusión

Una Iglesia sin discernimiento es una Iglesia vulnerable

Para concluir, quiero que medites conmigo en algo muy serio: una Iglesia sin discernimiento no es simplemente una Iglesia confundida, es una Iglesia expuesta, frágil y fácilmente manipulable.

Vivimos en tiempos donde la mentira ya no se esconde. Se predica desde púlpitos. Se viraliza en redes. Se mezcla con verdades parciales para parecer más aceptable. Y lo más grave es que muchos lo reciben con alegría, sin siquiera hacer una pausa para preguntar: “¿Es esto bíblico? ¿Es esto de Dios? ¿Es esto lo que el Espíritu está diciendo a la Iglesia?”

Hermano, hermana, no podemos seguir viviendo como si esto fuera un juego. No podemos seguir creyendo que todo lo que suena bonito, todo lo que emociona, o todo lo que lleva una etiqueta cristiana viene del cielo. Dios nos ha dado ojos para ver, oídos para oír y Espíritu para discernir. Pero si no usamos esas herramientas, seremos como ovejas sin pastor, vulnerables a cualquier voz que se levante con carisma y convicción.

Y si tú has llegado hasta aquí en este estudio, ya no puedes decir que no sabías. Porque ahora entiendes lo que es el discernimiento espiritual. Has visto su base bíblica, sus frutos, sus enemigos, y el costo de ignorarlo. Has sido confrontado por la Palabra. Has sido expuesto a la verdad. Y la verdad, cuando se recibe con fe, no solo informa sino que transforma.

Por eso, mi llamado final es claro: no sigas jugando con tu oído espiritual. No sigas ignorando las señales. No sigas dejando para mañana lo que Dios te está exigiendo hoy. Pídele al Señor que despierte tu sensibilidad. Que te haga vigilante. Que te dé una sed profunda por Su verdad.

Porque discernir no es solo para evitar el error. Es para caminar con certeza. Es para vivir con convicción. Es para escuchar con claridad la voz de Aquel que aún sigue hablando a los que tienen oídos para oír.

Como dijo El Señor a la Iglesia en Apocalipsis 2:29:

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

No apagues esa voz. No te acostumbres al ruido. No te acomodes a lo cómodo. Pide discernimiento, afírmate en la Palabra, y sé un creyente que no solo oye, sino que distingue. Que no solo recibe, sino que filtra. Que no solo camina, sino que camina con luz.

Porque los tiempos son peligrosos, pero nuestro Dios sigue hablando.

Mi pregunta final: ¿Estás escuchando?

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José R. Hernández
Autor
José R. Hernández
Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto, en Hialeah, FL. Graduado de Summit Bible College. Licenciatura en Estudios Pastorales, y Maestría en Teología.

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