El Espíritu Santo conduce a la salvación

Iván Tapia

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Bosquejos Biblicos - Ser lleno del Espíritu Santo

Estudios Biblicos… Predicas Cristianas

NEUMATOLOGÍA

Lectura bíblica: “10 Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones. / 11 Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.” (Marcos 13:11)

Idea central: El Espíritu Santo conduce a la salvación.

Objetivos:

  • a) Comprender que el Espíritu Santo conduce al pecador a la salvación;
  • b) Comprender y valorar que el Espíritu Santo actúa como testigo de Jesucristo;
  • c) Comprender que el Espíritu Santo nos convence de pecado;
  • d) Comprender que el Espíritu Santo nos hace declarar a Jesucristo como nuestro Señor:
  • e) Estar conscientes de la Presencia y acción del Espíritu Santo cuando evangelizamos;
  • f) Apreciar el trabajo del Espíritu Santo dándole gracias a Dios por ello;
  • g) Orar cada vez que predicamos el mensaje del Evangelio, para que el Espíritu Santo ponga Sus Palabras en nuestra boca, convenza de pecado, guíe al arrepentimiento al pecador y conduzca a su salvación en Cristo.

Resumen: El Espíritu Santo, como Tercera Persona de la Trinidad, está muy interesado en la salvación de las almas y Su rol es conducirlas al Salvador y Señor Jesucristo, para lo cual actuará como Testigo de Jesucristo, le convencerá de pecado y llevará a reconocer a Jesucristo como Salvador y Señor.

El Espíritu Santo no es una “energía” irracional ni mágica, algún fluido de la naturaleza u otra fuerza cósmica. No, el Espíritu Santo es una Persona de la Santísima Trinidad. Como Persona, piensa, siente, actúa, tiene voluntad y todas las facultades de la persona desarrolladas a su grado máximo y en términos positivos.

Por ser parte de Dios actúa en consonancia con el Padre y el Hijo. Nada hace en contra de Ellos sino que les apoya y Su acción es acorde a los planes Divinos. Ninguna de las Tres Personas de la Trinidad procede en forma independiente ni contradictoria a los Otros, ya que conforman un solo Dios.

El Espíritu de Dios está tan interesado como el Padre y el Hijo, en la conversión de las almas, su salvación eterna y su santificación. Por tanto procurará hacer todo lo posible para que los pecadores incrédulos reconozcan su pobre condición, conozcan el destino horrible que les espera si no cambian de actitud, se arrepientan de sus pecados, conozcan la Persona de Jesucristo como Salvador y Señor, y entreguen sus vidas a Él. De tal modo que tomará al incrédulo y le conducirá a la salvación, utilizando la Palabra de Dios en boca de Sus ministros y fieles.

¿Por qué decimos que el Espíritu Santo nos conduce a la salvación?

Porque el Espíritu Santo actúa como testigo de Jesucristo.

26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.” (Juan 15:26)

El Maestro prometió un Espíritu al que llamó “el Consolador” pues traería consuelo a todo cristiano en las penas diarias, en la persecución, en la soledad, las burlas, el hambre, en fin toda circunstancia difícil, toda prueba. Dijo que ese Consolador lo enviaría cuando regresara con el Padre.

Tal Espíritu es verdadero, no es falso, es de Dios y transmite la Verdad de él. Este Espíritu Santo dará testimonio de Jesucristo. Testificar es declarar una cosa asegurando su veracidad por haber sido testigo de ello; también es probar algo mediante testigos o documentos auténticos. Como Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo atestigua la veracidad de Jesucristo y el Evangelio. Sin el testimonio del Espíritu no se nos revelaría Jesucristo.

Decimos que el Espíritu Santo nos conduce a la salvación porque el Espíritu Santo actúa como testigo de Jesucristo. Al creer en el testimonio de Jesús, que dio Su vida por la Humanidad, que es el Hijo de Dios y que en Él tenemos salvación, comenzamos a conocer y creer en Jesús como el Salvador “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16)

Cuando alguien escucha el mensaje del Evangelio, de inmediato el Espíritu Santo se pone en acción y habla al corazón de esa persona, toca su entendimiento, sensibiliza su alma al mensaje de Dios; actúa como Testigo de Jesucristo.

El Espíritu Santo estuvo desde el principio de los tiempos: estuvo en la creación del mundo; estuvo en los cielos cuando se determinó que el Hijo vendría a redimir a la Humanidad; estuvo cuando fue concebido Jesús en el vientre de María; estuvo cuando Jesús fue bautizado; fue Testigo de la muerte y resurrección de Jesús, como lo asegura el apóstol Juan: “6 Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. / 7 Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. / 8 Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan” (1 Juan 5:6-8)

El verso 7 fue agregado por algún copista de los siglos XV o XVI y correspondió a una interpretación al margen. Aún así, podemos decir que el Espíritu sí es un Testigo celestial, como Persona de la Trinidad. Pero también es un Testigo terrenal, en el sentido que Él estuvo presente en cada uno de los actos de Jesús.

El Espíritu Santo, el agua y la sangre que brotaron del costado de Jesús al ser atravesado por la lanza del soldado, dan testimonio del acto redentor de Jesucristo: “33 Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. / 34 Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. / 35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis.” (Juan 19:33-35)

Porque el Espíritu Santo nos convence de pecado.

7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. / 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Juan 16:7,8)

Jesús explicó a Sus discípulos que era conveniente que Él les dejara, pues así sería posible que el Espíritu Consolador viniera a ellos. En ese tiempo el Espíritu les hablaba por medio de Jesús, de un modo externo; cuando viniese a ellos, sería Jesús mismo habitando dentro de ellos. Les dijo que cuando el Espíritu Santo viniera les convencería de pecado, de justicia y de juicio.

El Espíritu Santo nos da a conocer que somos pecadores. Si Él no cumpliera esa función, nuestro orgullo y vanidad nos impediría ver y reconocer nuestra condición de pecadores.

El Espíritu Santo muestra la justicia de Dios para con el ser humano. Jesucristo murió por el Hombre para que la justicia de Dios fuera cumplida: el pecado del ser humano debía recibir el justo castigo de Dios. Jesucristo tomó sobre Sí ese castigo, cumpliendo la justicia que requeríamos: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Corintios 5:21)

El Espíritu Santo convence al humano sobre el juicio que recae sobre el hombre por su pecado. Debemos diferenciar “pecado” en singular, de “pecados” en plural; el primero es la raíz de todos nuestros males, el pecado inicial, que es la desobediencia y rebelión contra Dios.

Este pecado encierra en sí mismo la incredulidad para con Dios. La raíz de todos los “pecados” es la desobediencia al Señor. Pecados como el adulterio, la ira, la mentira, el robo, el asesinato, el odio, etc. tienen su origen y son sólo expresión del “pecado” original: el desprecio por la voluntad de Dios, la desobediencia.

Decimos que el Espíritu Santo nos conduce a la salvación porque el Espíritu Santo nos convence de pecado. Al ser convencidos por el Espíritu que somos pecadores, nos sentimos tristes y avergonzados por haber ofendido a Dios.

Cuando una persona escucha el mensaje del Evangelio, el Espíritu trabaja con la Palabra de Dios en la conciencia de éste y le da argumentos que le convencen que él es un pecador, que debe arrepentirse de sus pecados, pedir perdón y volverse a Dios.

Iván Tapia Contardo
Autor
Iván Tapia
Pastor de Iglesia Cristiana Discípulos de Jesucristo. No funcionamos en un templo sino en el hogar de nuestros pastores. Cada domingo, a las 17 horas, nos reunimos en la capilla de la casa-iglesia para celebrar el culto a Dios.

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