El espíritu de Jezabel | Estudios Bíblicos
Estudios Bíblicos Base Bíblica: 1 Reyes 16–21; 2 Reyes 9
Introducción
Hablar del espíritu de Jezabel no es solo recordar a una reina del Antiguo Testamento. Es reconocer un patrón espiritual que, aunque nació en el corazón de una mujer corrupta, ha trascendido generaciones y hoy sigue operando con fuerza y sutileza dentro de la iglesia de hoy. No se trata de una figura mitológica ni de una exageración moral. Jezabel existió —fue reina de Israel, esposa del rey Acab— y su legado espiritual continúa afectando a comunidades, ministerios, e incluso a creyentes sinceros que no han aprendido a discernir su influencia.
La Escritura no menciona a Jezabel únicamente como una figura histórica. En Apocalipsis 2:20, siglos después de su muerte, el mismo Señor Jesús confronta a la iglesia de Tiatira por tolerar a “esa mujer Jezabel, que se dice profetisa”, y que enseñaba y seducía a los siervos de Dios a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Claramente, el espíritu de Jezabel no murió con ella. Este espíritu sigue activo, disfrazado de piedad, escondido en la estructura misma de la adoración, infiltrado en la doctrina, en la cultura, y hasta en el púlpito.
Pero, ¿qué es exactamente el espíritu de Jezabel? ¿Cuáles son sus estrategias, sus frutos y su verdadero propósito? ¿Por qué es tan atractivo y al mismo tiempo tan destructivo? ¿Y cómo es que se ha infiltrado silenciosamente en la iglesia de hoy sin ser confrontado?
Estas preguntas no son triviales. Son vitales. Porque el espíritu de Jezabel no solo busca controlar… busca destruir todo lo que representa la autoridad, la santidad, y el propósito de Dios. Es un espíritu que odia a los profetas, desprecia el arrepentimiento, y opera bajo una máscara de espiritualidad para corromper desde dentro.
Este estudio no pretende ser sensacionalista. Pretende ser bíblico. Profético. Instruccional. Vamos a examinar la historia de Jezabel con detenimiento —lo que hizo, cómo operó, y por qué fue tan peligrosa— para luego aplicar esas verdades a la iglesia de hoy, entendiendo que todo lo que fue escrito, fue escrito para nuestra enseñanza (Romanos 15:4).
Analizaremos sus raíces en el Antiguo Testamento, su mención en el Nuevo Testamento, y su manifestación actual. Abordaremos temas como la idolatría espiritual, la manipulación emocional, la corrupción doctrinal, y la destrucción de la autoridad espiritual legítima. Además, incorporaremos una perspectiva escatológica para entender cómo este espíritu se alinea con la gran apostasía de los últimos tiempos, una perspectiva cristológica para identificar cómo el Señor lidió y aún lidia con este tipo de oposición, y una visión litúrgica sobre cómo afecta la adoración y la pureza del altar.
Este será un camino confrontador… pero necesario. Porque como en los días de Elías, Dios sigue preguntando: “¿Hasta cuándo claudicaréis entre dos pensamientos?” (1 Reyes 18:21). Y hoy más que nunca, necesitamos levantar nuestra voz, derribar altares falsos, y restaurar la verdadera adoración.
I. ¿Qué es el espíritu de Jezabel?
Cuando hablamos del espíritu de Jezabel, no nos estamos refiriendo simplemente al carácter de una mujer del pasado. Estamos describiendo una influencia demoníaca, persistente y activa, que opera dentro del pueblo de Dios con el objetivo de corromper, desviar y destruir desde adentro. Este espíritu no tiene género. No se limita a una época. No necesita un trono físico para reinar. Lo que busca es corromper la verdad y suplantar la autoridad divina con una agenda sutil, pero devastadora.
En el Antiguo Testamento, Jezabel fue hija de Et-baal, rey de los sidonios y sacerdote de Astarté, diosa cananea de la fertilidad. Fue casada con el rey Acab de Israel, y su llegada al trono marcó uno de los periodos más oscuros de la historia del pueblo de Dios. Como lo leemos en 1 Reyes 16:31-33, Acab tomó por mujer a Jezabel y, bajo su influencia, “sirvió a Baal y lo adoró. E hizo también un altar a Baal en el templo de Baal que él edificó en Samaria… e hizo Acab más para provocar a ira a Jehová que todos los reyes de Israel que fueron antes de él.”
Este no fue un cambio casual o político. Fue una inversión espiritual en el alma del pueblo. Y como lo confirma la Palabra en 1 Reyes 21:25, “A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba.” Jezabel no solo acompañó el pecado de Acab. Lo impulsó, lo justificó, lo organizó, y lo llevó a institucionalizarlo.
a. Un espíritu de rebelión contra la autoridad legítima
Desde su aparición, Jezabel se opuso de manera frontal a todo lo que representaba la autoridad de Dios. Esto es algo que se nos dice claramente en 1 Reyes 18:4, donde leemos: “cuando Jezabel destruía a los profetas de Jehová, Abdías tomó a cien profetas y los escondió de cincuenta en cincuenta en cuevas, y los sustentó con pan y agua.” No solo era indiferencia; era persecución activa contra toda voz de verdad.
Este mismo espíritu opera hoy dentro de la iglesia de hoy. Rechaza el orden espiritual establecido, desprecia la corrección bíblica y busca manipular las decisiones bajo un disfraz de espiritualidad. En lugar de someterse a la autoridad de la Palabra y a los siervos que Dios ha levantado, el espíritu de Jezabel se alza contra ellos, promoviendo confusión y división.
No es un ataque visible siempre. A menudo se disfraza de “visión nueva”, de “discernimiento”, o incluso de “revelación”. Pero detrás de esas palabras hay un deseo de controlar, influenciar y desplazar la autoridad espiritual legítima.
Y sin embargo, la verdadera autoridad espiritual —la que viene de Dios— no se impone, sino que sirve. Como enseñó nuestro Señor en Mateo 20:26-28, “el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor.” Cualquier autoridad que no refleje este corazón, está operando en otra dirección.
b. Un espíritu de seducción espiritual e inmoralidad encubierta
El espíritu de Jezabel no solo confronta la autoridad espiritual. También seduce, corrompe y desvía el corazón del pueblo de Dios hacia una adoración contaminada. Esto lo vemos claramente en Apocalipsis 2:20, donde el Señor reprende a la iglesia de Tiatira por “tolerar a esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.”
Este patrón ya estaba presente en el Antiguo Testamento. En 1 Reyes 21, vemos a Jezabel ejecutando una de las acciones más viles de su reinado: urde una conspiración para asesinar a Nabot y quedarse con su viña. Falsifica documentos, manipula líderes, y ordena la muerte de un hombre justo solo para satisfacer el deseo de su esposo.
Este es un ejemplo claro del uso del poder para satisfacer la carne. Jezabel no solo representaba la inmoralidad sexual, sino también la corrupción institucional y el abuso de poder. Y hoy —aunque los métodos han cambiado— este mismo espíritu continúa presente en la iglesia de hoy, seduciendo con falsas doctrinas que minimizan el pecado, celebran la autoindulgencia, y disfrazan la rebeldía como “libertad en Cristo”.
La seducción no siempre es escandalosa. A veces viene acompañada de una sonrisa, una promesa, una enseñanza que suena piadosa. Pero lleva al pueblo a tolerar lo que Dios aborrece. Por eso, el Señor dice en 1 Pedro 1:16: “Sed santos, porque yo soy santo.” La santidad no es una opción… es la protección contra el espíritu de Jezabel.
c. Un espíritu que odia la verdad profética
Uno de los rasgos más peligrosos del espíritu de Jezabel es su odio sistemático contra la verdad profética. En 1 Reyes 18:13, el mismo Abdías recuerda: “¿No ha sido dicho a mi señor lo que hice cuando Jezabel mataba a los profetas de Jehová?” Ella no solo quería imponer su religión pagana. Quería eliminar toda voz que le hiciera frente.
Este patrón se repite en 1 Reyes 19:2, donde tras la poderosa victoria de Elías en el monte Carmelo, Jezabel reacciona con furia y lo amenaza de muerte. “Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos.” Ella odia la confrontación, desprecia la corrección, y responde a la verdad con amenaza y violencia.
En la iglesia de hoy, este espíritu se manifiesta en la intolerancia hacia la predicación firme, la presión para suavizar los mensajes, y la exaltación de la comodidad sobre la santidad. Todo lo que huela a confrontación es etiquetado como “religioso”, y todo lo que exija arrepentimiento es descartado como “legalismo”.
Pero la voz profética no puede ser silenciada. Aun cuando parezca estar sola, como Elías en la cueva, Dios sigue teniendo un remanente —una iglesia que no ha doblado su rodilla ante Baal (1 Reyes 19:18)— y que sigue levantando la voz con verdad y amor.
Y como advierte el mismo Señor en Apocalipsis 2:21-23, Él le ha dado tiempo a Jezabel para arrepentirse, “pero no quiere arrepentirse de su fornicación… a sus hijos heriré de muerte; y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón.”
II. ¿Cuáles son las características del espíritu de Jezabel?
Comprender al espíritu de Jezabel exige más que estudiar su historia; requiere discernir sus formas de operar. Este no es un enemigo que ataca de frente con violencia evidente —al menos no al principio—. Su poder reside en la sutileza. Se infiltra, se adapta, se disfraza de lo que parece bueno. Opera como la levadura que contamina toda la masa (Gálatas 5:9). Y es precisamente esa capacidad camaleónica la que lo convierte en uno de los ataques más letales contra la iglesia de hoy.
Lo más peligroso del espíritu de Jezabel no es solo lo que hace, sino lo que logra: que el pueblo de Dios se aleje de la verdad sin darse cuenta. Por eso, identificar sus características no es un ejercicio académico… es una herramienta espiritual para la supervivencia y la santidad del cuerpo de Cristo.
a. Promueve la idolatría disfrazada de adoración
La idolatría no comenzó con Jezabel, pero bajo su gobierno se normalizó. 1 Reyes 16:32-33 lo muestra con claridad: “Levantó un altar a Baal en el templo de Baal que él edificó en Samaria. Hizo también Acab una imagen de Asera; e hizo Acab más para provocar a ira a Jehová que todos los reyes de Israel que fueron antes de él.” Esta obra fue fruto de la influencia directa de Jezabel, quien trajo consigo la religión de su padre, el rey pagano de los sidonios.
Hoy, la iglesia de hoy no está edificando templos a Baal, pero sí ha permitido la entrada de formas modernas de idolatría: el culto al éxito ministerial, la adoración a líderes carismáticos, la búsqueda de experiencias emocionales por encima de la verdad, y la elevación de la “visión” por encima de la Palabra.
Todo lo que sustituye el señorío de Cristo en el corazón del creyente se convierte en idolatría. Y cuando el enfoque está en “lo que me hace sentir”, en lugar de “lo que Dios ha dicho”, el espíritu de Jezabel ya ha comenzado a operar. Porque este espíritu adorna el altar, pero lo dedica a un dios falso. Y en ese altar, se sacrifica la verdad.
Como bien lo resume el teólogo Matthew Henry en su comentario sobre 1 Reyes 21:
“Nothing but mischief is to be expected when Jezebel enters into the story—that cursed woman.”
Traducción:
“Nada más que maldad puede esperarse cuando Jezabel entra en escena —esa mujer maldita.”
b. Busca controlar por medio de la manipulación emocional y espiritual
Uno de los rasgos más claros del espíritu de Jezabel es su afán de controlar y manipular todo a su alrededor. No busca simplemente participar en la obra de Dios; quiere dominarla, definirla y usarla para sus propios fines.
Esto es evidente en el caso de Nabot. En 1 Reyes 21, cuando Acab desea la viña de Nabot y este se niega a vendérsela, Jezabel no solo interviene… toma el control. Falsifica cartas, usa el sello real y organiza un complot para acusar falsamente a Nabot y ejecutarlo. Ella manipula el sistema, distorsiona la justicia, y presenta su maldad como obediencia a la autoridad.
Este patrón se repite constantemente en la iglesia de hoy: personas que usan la posición espiritual o emocional para controlar decisiones, influenciar a líderes, crear dependencia, e incluso sembrar división. Lo hacen con un lenguaje aparentemente piadoso, con frases como “Dios me mostró”, “tengo discernimiento” o “el Señor me reveló”, pero su motivación no es edificar… es gobernar.
El espíritu de Jezabel se resiste a la rendición. Rechaza la sujeción. Exige obediencia sin rendir cuentas. Y lo más grave es que muchas veces logra posicionarse en lugares de influencia porque no es confrontado. ¿Y por qué no lo es? Porque apela al temor, al sentimentalismo o al carisma… y mientras tanto, el control se apodera del altar.
c. Se esconde detrás de apariencias religiosas
El espíritu de Jezabel no siempre se manifiesta con gritos o confrontaciones. A menudo actúa desde las sombras, desde estructuras aparentemente inofensivas, desde formas religiosas que han perdido su esencia. Como escribe Pablo en 2 Timoteo 3:5, “tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella.”
Jezabel sabía usar el sistema religioso a su favor. Sabía cómo mover influencias, construir alianzas, aparentar rectitud. Hoy, este mismo patrón se ve en ministerios que mantienen la estructura pero han perdido la unción; en iglesias que siguen el calendario litúrgico pero no escuchan la voz del Espíritu; en líderes que predican la gracia pero no caminan en verdad.
Y esto no es accidental. El espíritu de Jezabel odia el fuego del altar verdadero, pero se siente cómodo en altares apagados. Se esconde detrás del ritual vacío, del protocolo institucionalizado, de la imagen intachable que en el fondo encubre un corazón dividido.
Por eso, el Señor confronta con fuerza en Apocalipsis 2. No es tolerancia lo que está pidiendo. Es arrepentimiento. Y si no hay arrepentimiento, el juicio es inevitable. Porque Jezabel puede esconderse por un tiempo… pero no puede resistir la presencia de Aquel que “escudriña la mente y el corazón.”
III. Desenmascarando al espíritu de Jezabel en la iglesia de hoy
Hablar del espíritu de Jezabel como una figura lejana del Antiguo Testamento es relativamente sencillo; pero exponer cómo este mismo espíritu opera hoy en la iglesia de hoy es otra cosa. Es incómodo. Es desafiante. Porque no se trata de atacar personas, sino de identificar estructuras, patrones, actitudes y doctrinas que, aunque llevan el nombre de Dios, niegan su poder con sus frutos.
El Señor, en su carta a la iglesia de Tiatira en Apocalipsis 2:20, no solo identifica la existencia de este espíritu en medio de la iglesia: lo denuncia con firmeza. “Tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar, y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.” Esta es una advertencia directa. No solo a Jezabel… sino a la iglesia que la tolera.
a. La tolerancia del pecado disfrazada de amor
Uno de los grandes triunfos del espíritu de Jezabel en este tiempo es haber convencido a muchos dentro del cuerpo de Cristo de que confrontar el pecado es falta de amor. Hoy, confrontar con la verdad es considerado legalismo, mientras que tolerar doctrinas erradas es visto como “compasión”.
Pero esto no es amor. El verdadero amor no oculta la verdad, la proclama. El mismo Jesús, que es la manifestación del amor de Dios, nunca evitó confrontar el pecado. Lo hizo con ternura a los quebrantados, pero con firmeza a los hipócritas. No hay tal cosa como gracia sin verdad.
El espíritu de Jezabel prospera en contextos donde el pecado es relativizado, donde se diluye la santidad para acomodar a la cultura, y donde se redefinen los mandamientos de Dios para no ofender a nadie. ¿El resultado? Una iglesia tibia, complaciente, sin poder transformador.
Jesús fue claro en Apocalipsis 3:15-16 cuando dijo a la iglesia de Laodicea: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio… te vomitaré de mi boca.” Esta tibieza es precisamente el ambiente ideal donde Jezabel se oculta y prospera.
b. La distorsión de la autoridad espiritual
Otra estrategia del espíritu de Jezabel es infiltrar los sistemas de liderazgo con motivaciones impuras. Se presentan líderes que no sirven, sino que se enseñorean; que no guían, sino que manipulan; que no edifican, sino que se aprovechan del rebaño.
Esto puede verse tanto en la exaltación del liderazgo carismático sin rendición de cuentas, como en la proliferación de “ministerios personales” donde no hay estructura ni corrección. Jezabel no necesariamente busca estar en el púlpito… le basta con influenciar desde la segunda fila, guiando desde la sombra, sembrando deslealtad, o intoxicando el liderazgo con halagos o presión emocional.
El apóstol Pedro, consciente del peligro de este tipo de corrupción, exhortó en 1 Pedro 5:2-3: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente… no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.”
Cuando esa exhortación se ignora, Jezabel toma lugar. Cuando el liderazgo se vuelve intocable, no transparente, y se rodea solo de quienes aprueban sus decisiones sin discernimiento bíblico, el altar ya ha sido contaminado. Y desde allí, se forman iglesias donde la sumisión es exigida, pero no practicada.
c. La falsa revelación espiritual y el desprecio por la sana doctrina
El último frente donde el espíritu de Jezabel suele operar con fuerza es en el ámbito de las “revelaciones espirituales”. No son pocos los que hoy se proclaman profetas, apóstoles, o mensajeros con visiones divinas… pero cuyas palabras contradicen las Escrituras.
Jezabel en Apocalipsis 2:20 “se decía profetisa”, y usaba ese título para enseñar y seducir. Lo que la hace peligrosa no es solo su mensaje, sino su pretensión de autoridad divina. Esa es la trampa más astuta del espíritu de Jezabel: usar la voz de Dios como pretexto para imponer su propia voluntad.
El resultado es devastador. Se reemplaza la predicación bíblica con “palabras rema” que exaltan emociones. Se desprecia el estudio doctrinal por considerarlo “letra muerta”, cuando en realidad es la fuente de nuestra vida espiritual. Y se idolatra a los “ungidos” más que a Cristo mismo.
Pablo advierte con dolor en 2 Timoteo 4:3-4: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina… y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” Ese tiempo ya llegó. Y si no discernimos, terminaremos creyendo lo que suena espiritual, pero es absolutamente antibíblico.
Es por esto que desenmascarar al espíritu de Jezabel no es un acto de juicio… es un acto de amor. Es proteger el rebaño. Es volver al altar de Dios con temor reverente. Es decir como Elías en el monte Carmelo: “Si Jehová es Dios, seguidle.” (1 Reyes 18:21)
Conclusión
No estamos hablando de una historia antigua sin relevancia para nuestro tiempo. El espíritu de Jezabel no es simplemente una figura oscura del pasado; es una realidad espiritual activa que continúa buscando espacio dentro del pueblo de Dios. Y lo más preocupante es que ya no solo opera desde los palacios del mundo, sino desde los púlpitos, los ministerios, y las estructuras que dicen representar el nombre del Señor.
Jezabel no busca adoración abierta como Baal… busca tolerancia encubierta. Se acomoda en doctrinas suaves, en liderazgos sin rendición de cuentas, en comunidades que ya no lloran por el pecado. Donde no hay arrepentimiento, allí hay un trono preparado para este espíritu. Y donde no hay discernimiento bíblico, allí se establece con más rapidez de lo que nos imaginamos.
Pero este no es un mensaje de desesperanza. Es un llamado urgente al arrepentimiento, a la restauración y al retorno a la verdad. El Señor Jesús sigue hablando a Su iglesia como lo hizo a Tiatira: “Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación” (Apocalipsis 2:21). Aún hay oportunidad. Aún hay tiempo. Pero no será para siempre.
Hoy, cada creyente, cada iglesia local, y cada líder espiritual debe hacerse esta pregunta: ¿hemos tolerado a Jezabel? ¿Hemos ignorado su susurro disfrazado de consejo? ¿Hemos cedido el altar a su agenda manipuladora y emocional? Porque si la respuesta es sí —aunque sea en parte— entonces es hora de alinear nuestros corazones con la voluntad de Dios, no con la conveniencia de la cultura.
El espíritu de Jezabel puede ser sutil, pero la autoridad de Cristo es absoluta. Su victoria no está en duda. Él es el que tiene los ojos como llama de fuego y los pies como bronce bruñido (Apocalipsis 2:18). Él es el que conoce nuestras obras, nuestras intenciones y nuestros pensamientos más ocultos. Y Él es también quien ha prometido: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Apocalipsis 2:26).
Esto es escatológicamente significativo. El que hoy resiste a Jezabel, el que hoy se mantiene firme en la verdad, el que hoy elige la pureza en lugar de la popularidad —ese será recompensado en la manifestación plena del Reino. Porque la batalla que enfrentamos no es simplemente eclesiástica… es eterna.
Y si alguna vez te has sentido débil, confundido o intimidado ante la fuerza de este espíritu, recuerda esto: Jezabel puede rugir, pero ya ha sido derrotada. El mismo Jesús que la confrontó en Tiatira es el que viene a reinar. Y los que caminen en verdad, los que no se hayan contaminado con su doctrina (Apocalipsis 2:24), serán preservados y coronados.
Así que no calles cuando debas hablar. No toleres lo que el Señor aborrece. No disimules cuando el altar está siendo profanado. Desenmascarar a Jezabel es amar a la iglesia, es proteger la adoración, es preparar el camino del Señor.
Porque muy pronto, Aquel que viene —fiel y verdadero— traerá recompensa, juicio y gloria. Y en ese día, no habrá lugar para el espíritu de Jezabel, solo para aquellos que han sido hallados fieles.
Oración final
Señor,
Hoy venimos delante de Ti con un corazón humilde y quebrantado. Hemos visto, a través de Tu Palabra, cuán real, astuto y destructivo es el espíritu de Jezabel, y reconocemos que muchas veces lo hemos tolerado —consciente o inconscientemente— en nuestras vidas, en nuestras iglesias, en nuestras decisiones. Te pedimos perdón, Señor.
Perdónanos por haber cambiado la verdad por comodidad, por haber callado cuando debimos hablar, por haber aceptado enseñanzas suaves que halagan la carne pero matan el espíritu. Perdónanos si en algún momento nuestra adoración ha sido una fachada y no un altar encendido.
Hoy, como iglesia, como cuerpo de Cristo, renunciamos a toda influencia de Jezabel. Rechazamos la manipulación disfrazada de espiritualidad. Cerramos la puerta a toda forma de control emocional, a toda enseñanza sin fundamento bíblico, a toda idolatría moderna que quiera robarte la gloria que solo a Ti te pertenece.
Espíritu Santo, danos discernimiento. Abre nuestros ojos para ver lo que no siempre es evidente. Despierta nuestras conciencias para no tolerar lo que contamina. Danos valor para confrontar con gracia, para amar con verdad, y para mantenernos firmes cuando el mundo nos diga que cedamos.
Señor Jesús, queremos ser una iglesia pura, preparada como una novia sin mancha ni arruga, lista para el día de Tu regreso. Te pedimos que limpies Tu casa, que purifiques el altar, que restaures a los líderes que han caído, y que levantes una generación que no se doblegue ante Baal.
No queremos más apariencias de piedad… queremos poder del cielo. No queremos más compromisos con el pecado… queremos santidad. No queremos movernos por emociones… queremos Tu Palabra como ancla y guía.
Y cuando el enemigo se levante con fuerza, cuando Jezabel vuelva a susurrar con dulzura venenosa, cuando la presión del mundo quiera callar nuestra voz, recuérdanos quiénes somos: Tus hijos, Tu iglesia, Tus testigos.
En Tu nombre hay poder. En Tu cruz hay victoria. En Tu verdad hay libertad.
Te lo pedimos, Padre, en el nombre glorioso y victorioso de nuestro Rey Jesucristo.
Amén.
© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.