La Historia de Ana

Sebastian Romero

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La historia de Ana

Estudios Biblicos

Estudios Biblicos Predica de Hoy: La Historia de Ana

Predica Cristiana Lectura Biblica: 1 Samuel 1:27

Tema: Lecciones de Fe, Oración y Alabanza en Tiempos de Prueba

Introducción

La historia de Ana, madre del profeta Samuel, es una de las narraciones más conmovedoras y significativas del Antiguo Testamento. Su vida nos ofrece una perspectiva profunda sobre cómo enfrentar el dolor, cómo confiar en Dios en medio de la espera, y cómo responder con alabanza cuando Él finalmente responde.

En un contexto de angustia personal y desesperación, Ana nos enseña sobre la importancia de la oración ferviente, la fe inquebrantable y la fidelidad de Dios. Relatada en los primeros capítulos del libro de 1 Samuel, su historia no es solo un relato antiguo; es una lección eterna para todos nosotros sobre cómo enfrentar las pruebas y confiar en la soberanía de Dios en todas las circunstancias.

Contexto histórico

Para entender la historia de Ana, es crucial situarla en su contexto histórico. La historia de Ana se desarrolla durante el período de los jueces en Israel, una época de inestabilidad tanto política como espiritual.

Este período, que duró aproximadamente 300 años, fue marcado por un ciclo recurrente de apostasía, opresión, clamor a Dios, y liberación por medio de jueces que Dios levantaba. Israel carecía de un liderazgo centralizado, lo que llevó a una época de caos y desobediencia, donde “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25).

Fue en este tiempo de decadencia espiritual que la familia de Elcaná, esposo de Ana, aparece en la narrativa bíblica. Elcaná era un hombre piadoso que, aunque vivía en una sociedad espiritualmente decadente, mantenía la práctica de adorar y ofrecer sacrificios a Dios. La historia de Ana y su familia nos ofrece un contraste claro entre la infidelidad del pueblo de Israel en general y la fe persistente de un remanente que permanecía fiel a Dios.

En la cultura israelita antigua, la esterilidad era vista no solo como una tragedia personal, sino también como una indicación de desagrado divino. La capacidad de una mujer para tener hijos era considerada una bendición directa de Dios, y la falta de hijos a menudo resultaba en vergüenza social y angustia personal. Este era el dolor que Ana enfrentaba diariamente, un dolor que se agravaba por las provocaciones de Penina, la otra esposa de Elcaná, quien tenía hijos y no dudaba en hacer sentir a Ana su inferioridad.

I. El Dolor de Ana: La Angustia de la Espera

La historia de Ana comienza con un profundo dolor personal que refleja no solo su sufrimiento, sino también la lucha interna que muchos de nosotros enfrentamos cuando las circunstancias de la vida parecen estar en contra de nuestras esperanzas y sueños.

a. La Esterilidad como Fuente de Dolor

Las escrituras nos presenta a Ana como una mujer devota, amada por su esposo, pero profundamente afligida por su incapacidad para tener hijos. La esterilidad en la cultura israelita no solo era una fuente de tristeza personal, sino también una razón para ser socialmente marginada y espiritualmente incomprendida. En 1 Samuel 1:5-6, leemos: “Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos. Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos.

El dolor de Ana es comprensible desde una perspectiva humana. Ella se encontraba en una situación donde, a pesar del amor y la compasión de su esposo, nada parecía poder consolarla del dolor de no poder cumplir con lo que era considerado el papel principal de una mujer en su cultura: la maternidad. Esta situación se ve agravada por la actitud cruel de Penina, quien usaba la situación de Ana para provocarla y humillarla. La narrativa bíblica destaca el sufrimiento de Ana, no solo como una experiencia personal, sino como un reflejo de las pruebas y tribulaciones que todos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas.

Citando a Charles Spurgeon, un renombrado predicador bautista del siglo XIX, él dijo: “Las lágrimas son elocuentes oradores ante el trono de gracia.” Esta cita resuena con la experiencia de Ana, quien llevó su dolor y su angustia a Dios en oración, confiando en que Él escucharía su clamor. Ana no escondió su dolor; lo expresó abiertamente, reconociendo su debilidad ante Dios y buscando consuelo en Su presencia.

b. La Perseverancia en la Oración

Una de las lecciones más poderosas de la historia de Ana es su perseverancia en la oración. A pesar de su dolor y la aparente falta de respuesta por parte de Dios, Ana no permitió que la desesperanza la consumiera. En lugar de alejarse de Dios en su dolor, se acercó más a Él.

1 Samuel 1:10 nos dice: “Ella, con amargura de alma, oró a Jehová, y lloró abundantemente.” Esta oración no fue una simple petición; fue un derramamiento de su corazón ante Dios. La profundidad de su oración refleja una fe que no se rinde, una fe que busca a Dios con todo el corazón, incluso cuando las circunstancias parecen desesperadas.

La oración de Ana es un ejemplo de lo que significa orar con fervor y perseverancia. Jesús enseñó sobre la importancia de orar sin desmayar en Lucas 18:1-8, en la parábola de la viuda insistente. Al igual que la viuda en la parábola, Ana no permitió que el silencio de Dios la desanimara. Ella continuó orando, confiando en que Dios, en Su tiempo perfecto, respondería.

c. El Voto de Ana

En medio de su dolor y su oración ferviente, Ana hizo un voto solemne a Dios. Ella prometió que si Dios le concedía un hijo, lo dedicaría al servicio de Dios todos los días de su vida (1 Samuel 1:11). Este voto revela no solo el deseo profundo de Ana de tener un hijo, sino también su disposición a renunciar a él para cumplir la voluntad de Dios. Ana entendió que la bendición de Dios no era solo para su propio beneficio, sino para el propósito mayor de Dios.

El voto de Ana es un recordatorio poderoso de la importancia de hacer promesas a Dios con un corazón sincero y dispuesto a cumplirlas. Nuestro Señor nos enseñó sobre la seriedad de hacer votos en Mateo 5:33-37, advirtiéndonos que debemos cumplir nuestras promesas a Dios con integridad. El ejemplo de Ana nos desafía a evaluar nuestras propias oraciones y compromisos con Dios, asegurándonos de que estén alineados con Su voluntad y que estemos dispuestos a cumplirlos, sin importar el costo.

El dolor de Ana y su respuesta en oración nos enseñan la importancia de llevar nuestras cargas a Dios y confiar en Su tiempo. Ahora, veamos cómo Dios respondió a la oración de Ana y lo que esto nos enseña sobre Su fidelidad.

II. La Respuesta de Dios: La Fidelidad en la Promesa

Uno de los aspectos más hermosos de la historia de Ana es cómo Dios respondió a su oración de manera tan poderosa y específica. Esta parte de la historia nos revela no solo la fidelidad de Dios, sino también cómo Su respuesta puede superar nuestras expectativas más profundas.

a. La Respuesta de Dios a la Oración de Ana

Después de orar fervientemente en el templo, Ana encontró consuelo en las palabras del sacerdote Elí, quien, al observar su fervor, le dijo: “Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho” (1 Samuel 1:17). Estas palabras llenaron a Ana de una nueva esperanza. Aunque Elí no sabía exactamente qué había pedido Ana, sus palabras fueron un recordatorio de que Dios escucha a aquellos que se acercan a Él con fe y sinceridad.

La Escritura nos dice que “Ana se levantó, y después comió, y no estuvo más triste” (1 Samuel 1:18). Este cambio en la actitud de Ana, incluso antes de que se cumpliera su petición, es un poderoso testimonio de lo que significa confiar en Dios. Ana no esperó a ver la respuesta tangible para experimentar paz; ella confió en que Dios había escuchado su clamor y descansó en esa certeza. Este es un recordatorio para nosotros de que, cuando llevamos nuestras cargas a Dios en oración, podemos encontrar paz en Su promesa, incluso antes de ver la manifestación de Su respuesta.

Ana concibió

Poco después, Ana concibió y dio a luz a un hijo, a quien llamó Samuel, que significa “Dios ha escuchado” (1 Samuel 1:20). La respuesta de Dios no solo alivió el dolor de Ana, sino que también fue el comienzo de un cambio significativo en la historia de Israel. Samuel crecería para convertirse en uno de los grandes profetas de Israel, un líder que guiaría al pueblo en un tiempo de transición crucial. Este detalle subraya que cuando Dios responde a nuestras oraciones, Su respuesta no solo nos beneficia a nosotros, sino que también puede tener un impacto más amplio en Su plan para el mundo.

Citando a Dietrich Bonhoeffer, un teólogo luterano, él dijo: “Dios no siempre nos concede lo que pedimos, pero siempre nos da lo que necesitamos.” (Bonhoeffer, “La Carga de la Responsabilidad”, 1945). Esta cita nos recuerda que la respuesta de Dios a nuestras oraciones es siempre para nuestro bien y para Su gloria, incluso cuando no entendemos completamente Sus caminos. En el caso de Ana, Dios no solo le concedió un hijo, sino que también usó a ese hijo para cumplir Sus propósitos más grandes en Israel.

b. El Cumplimiento del Voto de Ana

Después de que Samuel nació, Ana cumplió fielmente el voto que había hecho a Dios. Una vez que Samuel fue destetado, lo llevó al templo y lo entregó al sacerdote Elí, dedicándolo al servicio de Dios (1 Samuel 1:24-28). Este acto de obediencia no fue fácil. Ana había esperado tanto tiempo por un hijo, y ahora estaba dispuesta a entregarlo para que viviera lejos de ella y sirviera en el templo. Sin embargo, Ana demostró su completa confianza en Dios al cumplir su voto. Su disposición a renunciar a su hijo muestra una fe y una devoción que trascienden el deseo personal.

El cumplimiento del voto de Ana es un recordatorio poderoso de la importancia de cumplir nuestras promesas a Dios. En Eclesiastés 5:4-5, se nos advierte sobre la seriedad de hacer promesas a Dios: “Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque Él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.” Ana no solo hizo una promesa, sino que la cumplió con integridad, sabiendo que su obediencia era parte del plan más grande de Dios.

c. La Bendición Continua

Dios, en Su infinita generosidad, no solo le dio a Ana a Samuel, sino que también la bendijo con otros hijos e hijas (1 Samuel 2:21). Este detalle en la historia de Ana nos muestra que Dios no es limitado en Su generosidad. Cuando confiamos en Él y le damos lo mejor de nosotros, Él nos bendice más allá de nuestras expectativas. Ana pudo experimentar la abundancia de la bendición de Dios, no solo a través de Samuel, sino también a través de los otros hijos que Dios le concedió.

Esta parte de la historia también nos enseña que Dios es fiel para bendecir a aquellos que confían en Él y obedecen Su voluntad. Jesús enseñó este principio en Lucas 6:38, diciendo: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.” La historia de Ana es un testimonio viviente de esta verdad, mostrando que cuando damos a Dios, Él siempre nos devuelve con creces.

La respuesta de Dios a Ana es un recordatorio poderoso de Su fidelidad y generosidad. Sin embargo, la historia no termina con la respuesta a su oración. Ana también nos deja un ejemplo de alabanza y gratitud hacia Dios, lo que nos lleva a nuestro siguiente punto.

III. El Cántico de Ana: Alabanza en la Victoria

Después de recibir la respuesta a su oración y cumplir con su voto, Ana no solo se conformó con agradecer a Dios en privado. En cambio, elevó una oración pública de alabanza que ha quedado registrada en las Escrituras como uno de los cánticos más poderosos y teológicamente ricos de la Biblia. Este cántico no solo celebra la fidelidad de Dios en la vida de Ana, sino que también ofrece profundas reflexiones sobre la naturaleza de Dios, Su soberanía, y Su justicia.

a. La Alabanza por la Fidelidad de Dios

El cántico de Ana, registrado en 1 Samuel 2:1-10, comienza con una poderosa declaración de regocijo en el Señor. Ana exclama: “Mi corazón se regocija en Jehová; mi poder se exalta en Jehová” (1 Samuel 2:1). Este no es un simple agradecimiento por la respuesta a su oración; es una proclamación exuberante de la grandeza de Dios. Ana reconoce que su victoria no es suya, sino de Dios. Su cántico nos enseña que cuando experimentamos la intervención de Dios en nuestras vidas, nuestra respuesta debe ser una alabanza que reconoce Su soberanía y Su gracia.

Ana continúa diciendo: “No hay santo como Jehová; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el Dios nuestro” (1 Samuel 2:2). Este versículo resalta la singularidad de Dios, su santidad, y su capacidad para ser un refugio seguro para aquellos que confían en Él.

La alabanza de Ana no está centrada únicamente en el regalo que ha recibido (Samuel), sino en el Dador mismo. Esto es un recordatorio para nosotros de que nuestras alabanzas deben estar enfocadas en Dios y no solo en las bendiciones que recibimos. Al reconocer la santidad y la fidelidad de Dios, nos alineamos con una perspectiva correcta de quién es Él y de Su lugar en nuestras vidas.

b. La Humildad y la Soberanía de Dios

El cántico de Ana también destaca la soberanía de Dios en derribar a los orgullosos y exaltar a los humildes. Ella proclama: “Jehová empobrece, y él enriquece; abate, y enaltece” (1 Samuel 2:7). Este reconocimiento de la soberanía de Dios es un tema recurrente en las Escrituras, donde vemos a Dios actuando de acuerdo con Su justicia y Su propósito divino. Ana, quien fue humillada por su esterilidad, ahora es exaltada por Dios. Este contraste subraya que Dios es quien tiene el control sobre todas las circunstancias y que Su justicia se manifestará en Su tiempo perfecto.

En su cántico, Ana continúa describiendo cómo Dios levanta del polvo al pobre y del muladar exalta al menesteroso, para hacerlos sentarse con príncipes y heredar un trono de gloria (1 Samuel 2:8). Estas palabras resuenan con la enseñanza de Jesús en el Nuevo Testamento, donde Él dice: “Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 14:11). La historia de Ana y su cántico nos enseñan que Dios no se olvida de los humildes y que Él es capaz de cambiar las situaciones más desesperadas para Su gloria.

Citando a A.W. Tozer, un influyente teólogo evangélico, él escribió: “La verdadera adoración es reconocer a Dios por lo que Él es, no solo por lo que hace.” (Tozer, “La Búsqueda de Dios”, 1948). El cántico de Ana es un ejemplo perfecto de esta verdad, ya que ella alaba a Dios no solo por la respuesta a su oración, sino por Su carácter, Su santidad, y Su soberanía. Esto nos desafía a examinar la naturaleza de nuestra propia adoración. ¿Alabamos a Dios solo por lo que hace por nosotros, o lo adoramos por quién es Él?

c. La Aplicación del Cántico en Nuestra Vida

El cántico de Ana no es solo un registro de su gratitud; es un himno teológico que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de Dios y nuestra relación con Él. Al igual que Ana, debemos aprender a alabar a Dios en todas las circunstancias, no solo cuando recibimos lo que hemos pedido. La alabanza verdadera se basa en el reconocimiento de la soberanía y la justicia de Dios, sabiendo que Él siempre actúa para Su gloria y nuestro bien, incluso cuando no entendemos Sus caminos.

En tiempos modernos, donde la cultura a menudo valora el éxito material y la autoexaltación, el cántico de Ana nos ofrece un poderoso contraste. Nos recuerda que el verdadero éxito no está en lo que poseemos o logramos, sino en estar alineados con la voluntad de Dios y en confiar en Su justicia y misericordia. Este cántico nos desafía a adoptar una perspectiva humilde y a confiar en que Dios, en Su tiempo, exaltará a los humildes y derribará a los soberbios.

La historia de Ana nos ha enseñado lecciones valiosas sobre la fe, la oración y la alabanza. Ahora, reflexionemos sobre cómo podemos aplicar estas enseñanzas en nuestra vida diaria, asegurándonos de que estamos viviendo de acuerdo con el ejemplo que Ana nos ha dejado.

Aplicación: Viviendo las Lecciones de Ana en Nuestra Vida

La historia de Ana no es simplemente un relato antiguo destinado a inspirar; es una lección viva que podemos aplicar en nuestras vidas hoy. Las pruebas, la perseverancia en la oración, la fe en la fidelidad de Dios, y la alabanza en medio de la victoria son elementos clave que podemos integrar en nuestra vida cristiana diaria. Aquí se presentan algunas maneras en las que podemos aplicar estas enseñanzas y vivir conforme al ejemplo de Ana.

a. Perseverar en la Oración

Una de las lecciones más claras de la historia de Ana es la importancia de la oración perseverante. A menudo, cuando enfrentamos desafíos y nuestras oraciones no reciben una respuesta inmediata, podemos sentirnos tentados a rendirnos. Sin embargo, Ana nos muestra que la perseverancia en la oración es esencial para mantener nuestra fe viva y fuerte. En lugar de alejarnos de Dios en momentos de dificultad, debemos seguir acercándonos a Él con confianza.

Jesús nos enseñó sobre la importancia de orar sin cesar en Lucas 18:1-8, en la parábola de la viuda persistente. Al igual que esta viuda, Ana no permitió que el silencio de Dios la desanimara. En lugar de perder la fe, continuó orando con fervor, confiando en que Dios escucharía su clamor en Su tiempo perfecto.

Citando a Oswald Chambers, un famoso teólogo cristiano, él dijo: “La oración no es preparación para la obra; es la obra en sí.” (Chambers, “En Pos de lo Supremo”, 1927). Esta cita refuerza la idea de que la oración no es solo un medio para lograr un fin, sino que es en sí misma un acto de fe y devoción. La historia de Ana nos desafía a ver la oración como una herramienta poderosa para conectarnos con Dios y expresar nuestra confianza en Su soberanía.

En nuestra vida diaria, esto significa establecer un hábito de oración constante, no solo cuando enfrentamos problemas, sino también en tiempos de paz y prosperidad. La oración debe ser una parte integral de nuestra vida, un reflejo de nuestra dependencia continua de Dios. Al igual que Ana, debemos aprender a derramar nuestras preocupaciones y deseos delante de Dios, sabiendo que Él escucha y responderá según Su voluntad.

b. Cumplir Nuestros Compromisos con Dios

Ana hizo un voto a Dios en medio de su desesperación, y cuando Dios respondió a su oración, ella fue fiel en cumplir su promesa. Esto nos enseña la importancia de ser personas de integridad, cumpliendo nuestras promesas a Dios con un corazón sincero.

En Eclesiastés 5:4-5, se nos advierte sobre la seriedad de hacer promesas a Dios: “Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque Él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.” Ana no solo hizo una promesa, sino que la cumplió con integridad, sabiendo que su obediencia era parte del plan más grande de Dios.

En nuestras vidas, esto significa ser conscientes de nuestras promesas y compromisos con Dios. Ya sea que hayamos prometido servir en un ministerio, dedicar más tiempo a la oración, o vivir de acuerdo con Sus mandamientos, debemos cumplir nuestras promesas con diligencia. La fidelidad de Ana nos desafía a ser fieles a Dios en nuestras acciones, no solo en nuestras palabras.

c. Alabar a Dios en Toda Circunstancia

El cántico de Ana es un ejemplo poderoso de lo que significa alabar a Dios en todas las circunstancias. No solo alabó a Dios después de recibir la respuesta a su oración, sino que también lo hizo con un corazón lleno de gratitud y reconocimiento de Su grandeza y soberanía.

La alabanza verdadera no depende de nuestras circunstancias. Debemos aprender a alabar a Dios no solo cuando todo va bien, sino también en medio de las pruebas y desafíos. Esto refleja una confianza profunda en que Dios es bueno y que Su plan para nuestras vidas es perfecto, incluso cuando no entendemos Su voluntad completamente.

En Filipenses 4:4, Pablo nos exhorta: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” Esta actitud de gozo y alabanza constante debe ser la marca de cada creyente. El cántico de Ana nos enseña a elevar nuestra alabanza a Dios, no solo por lo que Él hace, sino por quién es Él. Alabar a Dios en todo momento es una expresión de nuestra fe en Su soberanía y amor inquebrantable.

Citando a Matthew Henry, un conocido comentarista bíblico, él escribió: “La alabanza es la ocupación eterna de los cielos y debería ser la constante ocupación de la tierra.” (Henry, “Comentario Completo de la Biblia”, 1708). Esta cita nos recuerda que la alabanza a Dios es central en la vida del creyente, tanto ahora como en la eternidad. La historia de Ana nos desafía a hacer de la alabanza una parte central de nuestra vida cristiana, reflejando un corazón agradecido y lleno de fe.

Conclusión

Una Vida Marcada por la Fe y la Fidelidad

La historia de Ana es un testimonio poderoso de lo que significa confiar en Dios completamente, incluso en medio del dolor y la incertidumbre. Su vida nos desafía a ser personas de oración, fe, y alabanza, confiando en que Dios es fiel para cumplir Sus promesas. A medida que aplicamos las lecciones de Ana en nuestra vida diaria, podemos experimentar la misma paz y victoria que ella experimentó, sabiendo que Dios es nuestro refugio y fortaleza en todo momento.

a. Confianza en la Soberanía de Dios

La vida de Ana es un recordatorio de que Dios está en control, incluso cuando las circunstancias parecen estar en nuestra contra. A veces, como en el caso de Ana, nuestras oraciones no reciben una respuesta inmediata, y podemos sentirnos tentados a pensar que Dios no escucha. Sin embargo, la historia de Ana nos muestra que Dios siempre está obrando detrás de escena, y que Su tiempo es perfecto.

Proverbios 3:5-6 nos exhorta a “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.” La confianza en Dios significa dejar de lado nuestras propias expectativas y confiar en que Él sabe lo que es mejor para nosotros. La historia de Ana nos desafía a confiar en la soberanía de Dios, sabiendo que Él tiene un plan y que Su plan es bueno.

b. Fe que Transforma la Vida

La fe de Ana no solo la llevó a recibir una respuesta a su oración, sino que también transformó su vida y la vida de aquellos que la rodeaban. Samuel, el hijo que Dios le dio, llegó a ser un líder clave en la historia de Israel, guiando al pueblo durante una época de transición crucial. Esto nos enseña que nuestra fe no solo afecta nuestra vida, sino que también puede tener un impacto duradero en la vida de otros.

Hebreos 11:1 define la fe como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Esta definición es evidente en la vida de Ana, quien creyó en la promesa de Dios incluso antes de ver el cumplimiento de esa promesa. Su fe no solo la sostuvo en tiempos de dificultad, sino que también le permitió ser un instrumento en las manos de Dios para Su propósito más grande.

c. Alabanza que Refleja un Corazón Agradecido

El cántico de Ana es un testimonio de un corazón lleno de gratitud y alabanza a Dios. Ana no permitió que su enfoque estuviera solo en la bendición recibida (Samuel), sino que dirigió su alabanza a Dios, reconociendo Su soberanía y justicia. Este es un desafío para nosotros a vivir una vida de alabanza continua, reconociendo a Dios en todas las áreas de nuestra vida y dándole la gloria por todo lo que hace.

En Efesios 5:19-20, Pablo nos anima a “hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” Esta actitud de gratitud y alabanza debe caracterizar nuestra vida diaria, reflejando un corazón que reconoce la bondad y la fidelidad de Dios.

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Sebastian Romero
Autor
Sebastian Romero
Soy un hombre cristiano comprometido y devoto. Criado en una familia cristiana, donde aprendi los principios y valores fundamentales que han guiado mi vida.

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