Llaves de la muerte y del Hades

José R. Hernández

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Llaves de la muerte y del Hades

Llaves de la muerte y del Hades | Estudios Bíblicos

Introducción

Cuando abrimos nuestras Biblias en Apocalipsis 1:18, nos encontramos con palabras que estremecen el alma. El Señor declara: “Y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.” Estas palabras no son un simple adorno poético. Son una proclamación de autoridad y victoria total sobre el enemigo más temido por todos: la muerte.

En tiempos antiguos, cuando alguien recibía la llave de una ciudad o de una prisión, eso significaba que esa persona tenía poder absoluto sobre quién entraba y quién salía. Ese detalle histórico nos ayuda a entender mejor la imagen que nuestro Señor está usando aquí. Si Él tiene las llaves de la muerte y del Hades, significa que tiene autoridad total sobre la vida, la muerte y lo que viene después.

Nosotros sabemos que, desde el principio, la muerte entró al mundo por el pecado. Génesis 2:17 nos dice que Dios advirtió a Adán: “Porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Desde ese momento, la muerte ha sido como una cadena que nos recuerda nuestra fragilidad. Sin embargo, en Apocalipsis 1:18, nuestro Señor nos muestra que Él tiene la llave que abre y cierra esa puerta. Él tiene el control absoluto.

Ahora, cuando hablamos del Hades, algunos tal vez se pregunten: ¿Es lo mismo que el infierno? ¿Es un lugar de tormento eterno? Aquí es donde conviene recordar que la palabra “Hades” es una palabra griega que se usa para describir el lugar de los muertos, una especie de cárcel temporal donde las almas esperan el juicio final. En Hechos 2:27, Pedro cita el Salmo 16:10 diciendo: “Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” Así que, el Hades no es exactamente el lago de fuego, sino un lugar de espera.

Lo que nos llena de esperanza es que nuestro Señor tiene las llaves. Eso significa que ni la muerte ni el Hades pueden retenernos si Él decide abrir esas puertas. Él es quien determina nuestro destino final. Sobre esta realidad, Charles Spurgeon —conocido mundialmente como el Príncipe de los Predicadores— escribió lo siguiente:

“So Christ has the keys of hell and death—that is to say, He is rightfully the Lord over those dark regions and rules them by indefeasible title of sovereignty.” Fuente: “Christ with the Keys of Death and Hell”, Sermón Nº 894, Charles Spurgeon

Traducción: Así que Cristo tiene las llaves del infierno y de la muerte; es decir, Él es legítimamente el Señor sobre esas oscuras regiones y las gobierna por un título de soberanía inalienable.

Esta verdad nos recuerda que la autoridad de nuestro Señor no es simbólica, ni limitada al cielo. Él es Señor también sobre la tumba y el reino de los muertos. Y Spurgeon continúa explicando cómo esta autoridad no es solo un derecho legal, sino también un dominio activo y real:

“So Christ is not only de jure (according to right), but de facto (according to fact), Lord over hell and death. He actually rules and manages in all the issues of the grave, and overrules all the councils of hell, restraining the mischievous devices of Satan, or turning them to subserve His own designs of good. Our Lord Jesus Christ still is supreme.” Fuente: “Christ with the Keys of Death and Hell”, Sermón Nº 894, Charles Spurgeon

Traducción: Así que Cristo no es solo Señor de jure (según derecho), sino también de facto (según el hecho), sobre el infierno y la muerte. Él gobierna y administra todos los asuntos relacionados con la tumba y supervisa todos los planes del infierno, restringiendo los planes perversos de Satanás o usándolos para servir a Sus propios propósitos de bien. Nuestro Señor Jesucristo sigue siendo supremo.

No sé si todos hemos pensado alguna vez en eso… pero es imposible leer estas palabras sin sentir una mezcla de temor santo y confianza absoluta. Temor, porque nadie puede escaparse de la autoridad de Cristo, ni en esta vida ni después de la muerte. Confianza, porque si Él es nuestro Salvador, entonces estamos seguros en Sus manos, tanto ahora como en la eternidad.

Y si esto es cierto —y lo es—, entonces necesitamos entender a fondo qué significan esas llaves y qué nos revela la Palabra de Dios sobre la muerte y el Hades. No es solo curiosidad teológica. Es una verdad que cambia la forma en que vivimos y morimos.

I. La autoridad de Cristo sobre la muerte

No es posible hablar de las llaves de la muerte y del Hades sin detenernos a considerar lo que realmente es la muerte desde la perspectiva bíblica. Nosotros, como seres humanos, solemos pensar en la muerte como el momento en que nuestro corazón deja de latir.

Pero la muerte en la Palabra es mucho más que eso. Es una separación. Cuando Adán y Eva pecaron, no murieron físicamente ese mismo día, pero sí murieron espiritualmente, porque fueron separados de la presencia de Dios. Génesis 3:23 dice: “Y lo sacó Jehová del huerto de Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.”

Esa separación es la raíz de todas las otras muertes. Romanos 5:12 lo explica sin rodeos: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” En otras palabras, la muerte es la herencia directa de nuestra rebelión. Y no es solo la muerte física, sino también la muerte espiritual y, finalmente, la muerte eterna, que Apocalipsis 20:14 llama la muerte segunda.

Este panorama es oscuro y aterrador si lo vemos sin Cristo. Pero aquí es donde Apocalipsis 1:18 brilla como un rayo de esperanza en medio de esa oscuridad. Nuestro Señor dice claramente que Él tiene las llaves de la muerte. Eso significa que Él tiene autoridad absoluta sobre cada tipo de muerte: física, espiritual y eterna. Nadie muere fuera de Su voluntad. Nadie permanece muerto si Él decide darle vida. Nadie enfrenta la muerte eterna si Su sangre lo ha redimido.

a. La muerte entró por el pecado, pero no es eterna

El hecho de que la muerte tenga llave nos revela algo esencial: la muerte está encerrada. No es libre. No se manda sola. Alguien tiene la llave y esa persona es nuestro Señor. Desde Génesis, la muerte fue la consecuencia directa del pecado, pero no fue el plan eterno de Dios. En 1 Corintios 15:26 leemos algo asombroso: “Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.”

Esto es clave para nosotros. La muerte es un enemigo real, pero es un enemigo derrotado. Su poder es temporal. Su sentencia ya está escrita. Apocalipsis 20:14 lo confirma: “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego.” En otras palabras, la muerte misma morirá.

Y aquí es donde debemos detenernos… ¿Cómo afecta esto nuestra forma de vivir? Cuando nosotros enterramos a un ser amado, nos duele el alma. Pero si creemos en esta promesa, sabemos que la muerte no es el final. La tumba es temporal. Porque el que tiene las llaves de la muerte y del Hades ha prometido destruir a ese enemigo. Esa es nuestra esperanza.

b. La muerte está bajo la autoridad directa de Cristo

Uno de los errores más comunes entre creyentes es pensar que la muerte es un poder suelto, que el diablo la usa sin límites o que es un azar cósmico. Pero la Biblia enseña otra cosa. Deuteronomio 32:39 dice: “Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir, y yo hago vivir.” Salmo 139:16 añade: “Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.”

Si creemos esto —y debemos creerlo—, entonces cada aliento que tomamos es un regalo soberano. No vivimos ni un segundo más, ni uno menos, de lo que nuestro Señor permite. Cuando llega la hora de partir, la llave no está en manos del enemigo. Está en manos de Aquel que nos ama con amor eterno.

Y aquí conviene recordar un detalle histórico-cultural muy hermoso. En tiempos bíblicos, recibir la llave de una ciudad o de una casa era un acto de confianza y autoridad. No era un simple objeto. Era una señal pública de que la persona que recibía la llave era el administrador legítimo. Isaías 22:22 nos muestra esto cuando dice: “Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá.” Esta imagen profética apunta directamente a Cristo. Él no solo tiene las llaves porque las arrebató, las tiene porque son suyas por derecho eterno.

c. Cristo venció la muerte y abrió el camino a la vida eterna

Cuando Cristo resucitó, no solo escapó de la tumba. Tomó el control total de la muerte misma. En Juan 11:25, Él dice algo que cambia todo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”

Esa promesa no es un consuelo barato para momentos difíciles. Es un decreto divino, sellado con sangre y confirmado con la piedra removida. Y Hebreos 2:14 lo explica así: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, Él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo.”

¿Lo ves? Con Su propia muerte, Cristo despojó al enemigo de su arma más fuerte. El diablo usaba la muerte como una espada contra nosotros, pero ahora esa espada tiene dueño nuevo. El que tiene las llaves de la muerte y del Hades es el mismo que dijo: “Consumado es.”

Y eso nos cambia la vida. Ya no vivimos con miedo a la muerte. Ya no nos aferramos a esta vida con desesperación. Ya no lloramos como los que no tienen esperanza. Nosotros sabemos que la llave está segura en las manos que fueron perforadas por amor. Y si esa llave está en manos de nuestro Salvador, entonces la muerte ya no es amenaza, sino puerta hacia Su presencia.

Y ahora que entendemos lo que significa que Cristo tiene las llaves de la muerte, tenemos que responder una pregunta más: ¿qué es el Hades? ¿Y por qué es tan importante que Él tenga también esa llave?

II. La autoridad de Cristo sobre el Hades

Cuando el Señor declara en Apocalipsis 1:18 que Él tiene las llaves de la muerte y del Hades, está revelando algo mucho más profundo de lo que algunos creen. No es una metáfora vacía, ni una simple figura de autoridad. Es una declaración absoluta de soberanía sobre un aspecto fundamental de la existencia humana: lo que sucede después de la muerte. Sin embargo, para entender la magnitud de esta declaración, es necesario que nosotros comprendamos qué es el Hades desde la perspectiva bíblica, y no desde las tradiciones humanas o ideas culturales.

a. El Hades no es el infierno, es un lugar temporal de espera

En el pensamiento popular, la palabra “Hades” ha sido malinterpretada como sinónimo de infierno. Sin embargo, la Biblia jamás enseña eso. Cuando el Nuevo Testamento usa la palabra “Hades”, se refiere a el lugar de los muertos, un lugar de espera temporal antes del juicio final. La idea errónea de que el Hades es el castigo eterno proviene de traducciones inexactas o doctrinas humanas, no de la revelación divina.

Para entender esto de manera responsable y bíblicamente precisa, es esencial recurrir a las herramientas originales de estudio, como el lexicón griego. Definir términos bíblicos directamente desde el idioma original nos protege de caer en errores de interpretación, y nos conecta con el sentido real que tenía la palabra cuando fue inspirada por el Espíritu Santo.

Según el lexicón de Blue Letter Bible, “Hades” (Strong’s G86 – ᾅδης, hádēs) se define como: “the nether world, the realm of the dead”, que significa: el mundo inferior, el reino de los muertos.

Este término se usa en el Nuevo Testamento para describir el lugar temporal donde las almas esperan el juicio final. No es el castigo eterno, sino el sitio de espera provisional entre la muerte física y la resurrección. Es paralelo al concepto hebreo del Sheol, que aparece en el Antiguo Testamento. Salmo 16:10 dice: “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” Cuando Pedro cita este versículo en Hechos 2:27, usa la palabra griega Hades.

Esto nos demuestra que Hades y Seol son la misma realidad expresada en dos idiomas distintos. El Seol era la forma hebrea de entender el mundo de los muertos, y el Hades es cómo se expresó ese mismo concepto en griego, especialmente en el contexto del judaísmo helenístico del primer siglo. Con esta aclaración lingüística, vemos que la Biblia es consistente desde Génesis hasta Apocalipsis.

Lucas 16:22-23 nos lo confirma en la historia del hombre rico y Lázaro. Ambos murieron. Ambos fueron al Hades. Pero uno fue llevado al seno de Abraham, y el otro a un lugar de tormento. Ambos lados eran parte del Hades, pero una gran sima los separaba. Esta estructura es clave para entender que el Hades no es el lago de fuego ni el infierno final (Gehenna), sino un lugar donde las almas esperan en conciencia plena hasta el juicio.

El Hades es, por así decirlo, la prisión provisional de las almas antes de que sean trasladadas a su destino final: vida eterna o condenación eterna. Esta verdad destruye no solo las ideas de un infierno inmediato para todos, sino también la falsa creencia de un purgatorio, ya que el destino de cada alma queda sellado al morir, sin posibilidad de tránsito entre secciones ni alteración por rituales religiosos.

b. El Hades está bajo el control directo de Cristo y nadie puede alterarlo

En tiempos bíblicos, poseer una llave no solo significaba acceso, sino autoridad absoluta. Quien tenía la llave decidía quién entra y quién sale. Isaías 22:22 es un ejemplo perfecto: “Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá.” Esta imagen profética apunta directamente a Cristo, el único con la autoridad legítima sobre el acceso al Hades.

Esto tiene enormes implicaciones doctrinales. Si Cristo tiene las llaves, eso significa que:

  • Ningún alma entra al Hades sin Su decreto.
  • Ningún alma sale del Hades sin Su permiso.
  • Ninguna oración, misa o indulgencia puede modificar el destino de un alma después de la muerte.

Hebreos 9:27 lo deja claro: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.” Esto derriba completamente la doctrina del purgatorio, que enseña que las almas pueden ser liberadas por esfuerzos humanos. Esa enseñanza no solo es antibíblica, sino que niega la eficacia total de la obra de Cristo.

Aquí es vital recordar lo que enseñaste anteriormente: el Hades/Seol es un lugar dividido. Un lado es el paraíso, donde descansan los justos, y el otro es el lugar de tormento, donde sufren los injustos. No hay pasadizos entre ambos lados. Lucas 16:26 lo establece claramente: “una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros.”

Esa gran sima es el sello divino de la justicia de Dios. Nadie puede cruzar de un lado al otro, ni para aliviar el sufrimiento, ni para recibir otra oportunidad. Lo que fue sellado en vida, queda sellado en muerte.

c. El Hades es temporal, pero el lago de fuego es eterno

Algo que muchos no comprenden es que el Hades no es el destino final de nadie. Apocalipsis 20:13-14 lo dice con total claridad: “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego.”

El Hades es temporal, una especie de sala de espera judicial. El lago de fuego, en cambio, es el infierno eterno (Gehenna), donde los condenados sufrirán eternamente lejos de la presencia de Dios. Mateo 25:41 lo describe como “el fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.”

El hecho de que nuestro Señor tenga las llaves del Hades significa que Él controla ese proceso completo. Nadie será juzgado sin pasar primero por la puerta que Él abre. Y al final, Él mismo cerrará para siempre esa puerta, lanzando el Hades completo al lago de fuego.

Esta es una enseñanza fundamental para el creyente. Nos muestra que el destino de cada alma no está sujeto al azar ni al poder de Satanás. Está sujeto exclusivamente al poder soberano de nuestro Señor. Y esa verdad nos debe llenar de temor santo y de esperanza firme.

Si el Hades está bajo Su autoridad, y nosotros hemos creído en Él, entonces no tenemos que temer lo que viene después de la muerte. Nuestras almas no dependen de rituales religiosos, ni de sacrificios humanos, ni de plegarias de otros. Dependen exclusivamente de la obra terminada de Cristo y de Su palabra fiel, porque Él es el que tiene las llaves de la muerte y del Hades.

III. La victoria final de Cristo y el destino eterno del Hades

Si nuestro Señor declara en Apocalipsis 1:18 que Él tiene las llaves de la muerte y del Hades, eso no es una declaración poética. Es un anuncio de victoria cósmica sobre el enemigo más temido por la humanidad desde Génesis 3. Esa victoria no es parcial ni temporal; es absoluta y eterna. Pero para entender la magnitud de esta victoria, nosotros debemos ver cuál es el destino final del Hades y cómo ese destino se conecta con la esperanza gloriosa de los redimidos.

a. El Hades será vaciado y cada alma será juzgada

Desde el momento en que el primer ser humano murió, el Hades se ha estado llenando. No hay alma humana que haya escapado de ese tránsito. Todo ser humano, justo o injusto, ha pasado por las puertas del Hades al morir físicamente. Esto es crucial: no hay excepciones. Esta es la enseñanza que diste claramente en tu estudio previo sobre el Hades, y es exactamente lo que la Biblia enseña.

Para el justo, la sección de consuelo (el seno de Abraham) lo recibe. Para el injusto, la sección de tormento lo encierra. Ambas secciones son parte de ese reino invisible de los muertos, llamado Hades en el Nuevo Testamento, y Seol en el Antiguo Testamento.

Apocalipsis 20:13 confirma esta verdad al decir: “Y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.” Eso significa que, al final de la historia humana, el Hades entero será vaciado. Ningún alma quedará allí de forma permanente. No es una morada eterna, sino una sala de espera bajo llave.

¿Por qué es importante que Cristo tenga esa llave? Porque el juicio final es administrado por Él (Juan 5:22). El Señor mismo abrirá la puerta del Hades, llamará a cada alma a rendir cuentas y luego determinará su destino eterno. Esta es la razón por la cual el Hades no tiene poder independiente. No es un dominio autónomo de Satanás, ni un lugar donde las almas vagan perdidas. Es un espacio estrictamente bajo la soberanía de Cristo.

b. El Hades será destruido, junto con la muerte misma

Cuando el último alma haya sido juzgada, el propósito del Hades llegará a su fin. Ya no habrá más necesidad de un lugar temporal de espera, porque la eternidad habrá comenzado. Por eso Apocalipsis 20:14 dice: “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego.”

Aquí hay algo glorioso que a menudo no meditamos lo suficiente. La muerte y el Hades son consecuencias directas del pecado (Romanos 5:12). No existían en el plan original de Dios antes de la caída. Pero cuando el pecado entró al mundo, la muerte entró con él. Y cuando la muerte llegó, se abrió la puerta al Hades, porque las almas necesitaban un lugar donde esperar el juicio.

Cuando Cristo haya completado la restauración de todas las cosas, la muerte y el Hades serán eliminados para siempre. Es decir, la raíz misma de nuestra tragedia humana será extirpada. La muerte dejará de existir, y el Hades será arrojado al lago de fuego como un acto de justicia final.

Pablo anticipa esto en 1 Corintios 15:26: “Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.” El Hades es la morada de la muerte, por lo tanto, al destruir la muerte, el Hades se vuelve innecesario. En términos sencillos: Cristo no solo cierra la puerta—Él destruye la puerta misma.

c. El destino de los redimidos: descanso, resurrección y gloria eterna

Si el Hades es el lugar donde todas las almas esperan el juicio, ¿qué sucede específicamente con los redimidos? Aquí es donde la doctrina bíblica es fuente de gran consuelo. Al morir, el alma del creyente pasa directamente al lado de consuelo dentro del Hades, conocido como el seno de Abraham o el paraíso (Lucas 16:22; Lucas 23:43).

El creyente fiel no experimenta tormento, ni incertidumbre, ni temor. Pasa bajo la custodia amorosa de Cristo, al lugar preparado para los justos que murieron antes de la resurrección final. Es importante recordar esto porque aclara una de las confusiones más comunes. Cuando decimos que el creyente va “con Cristo”, no significa que asciende directamente al cielo final, sino que pasa al paraíso dentro del Hades. Allí, descansa y espera la resurrección gloriosa.

Cuando ocurra el arrebatamiento y la resurrección de los muertos en Cristo, esa sección de consuelo será vaciada, y el alma y cuerpo del creyente serán glorificados juntos (1 Tesalonicenses 4:16-17). Entonces, y solo entonces, los redimidos entrarán al cielo eterno, a los cielos nuevos y la tierra nueva (Apocalipsis 21:1-4).

Este proceso es clave para no caer en errores doctrinales:

  • No hay purgatorio, porque el Hades es un lugar de espera pasiva, no de purificación activa.
  • No hay reencarnación ni segundas oportunidades.
  • No hay limbo, porque cada alma es consciente y está en uno de los dos lados del Hades.

Este entendimiento completo conecta con la escatología gloriosa de Apocalipsis 21:4, donde leemos: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte.” La razón por la cual no habrá muerte es porque la muerte y el Hades habrán sido destruidos. La cadena de tragedia que comenzó en Génesis 3 habrá sido rota para siempre.

Si entendemos todo esto, entonces nuestra perspectiva de la vida, la muerte y la eternidad cambia completamente. Sabemos que la muerte es real, pero es temporal. Sabemos que el Hades es real, pero está bajo llave. Y sabemos que Cristo tiene la llave. Si nuestra confianza está en Él, entonces el Hades no es un enemigo que temer, sino un pasillo vigilado por las manos perforadas del Salvador.

Para el creyente, la muerte es la puerta al consuelo. Para el incrédulo, es la puerta al tormento. Pero para ambos, es solo un paso previo, porque el destino final se decidirá cuando la llave sea girada una última vez, y cada alma pase de la espera a la eternidad definitiva.

Conclusión

Cuando el Señor dice: “Yo soy el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades,” (Apocalipsis 1:18), Él no está hablando solo como el Salvador resucitado, sino como el Rey soberano que controla el destino eterno de cada alma. Nadie entra al Hades sin Su permiso. Nadie es llamado al juicio sin Su decreto. Nadie escapa de Su autoridad… y esa es una noticia gloriosa para los que le pertenecemos.

Este estudio nos ha llevado a recorrer el panorama completo: desde el momento de la muerte física, hasta el destino final de cada alma; desde la división interna del Hades, hasta su vaciado y destrucción en el lago de fuego. Hemos visto que el Hades no es eterno, sino un lugar temporal bajo el control absoluto de Cristo. El infierno final, el lago de fuego, es la verdadera condenación eterna, preparada para Satanás y sus ángeles, y donde también serán lanzados los que rechazaron la salvación (Mateo 25:41).

Pero hay algo más. Al entender que el Hades es temporal, comprendemos que la muerte misma es temporal para los redimidos. Romanos 8:11 nos recuerda: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” Ese es nuestro destino final: no el Hades, sino la resurrección gloriosa y la vida eterna en la presencia de nuestro Dios.

Para el incrédulo, la realidad es otra. Si muere sin Cristo, su alma entrará directamente a la sección de tormento en el Hades, donde esperará el juicio ante el gran trono blanco. Y después de ese juicio, será lanzado al lago de fuego, junto con la muerte y el Hades mismo (Apocalipsis 20:14-15). Esta es la muerte segunda, el destino más terrible imaginable, porque es la separación eterna de Dios.

En este punto, es imposible no detenernos a reflexionar… ¿qué significa todo esto para nosotros hoy? Si el destino eterno es una realidad tan absoluta, ¿no deberíamos asegurarnos de que estamos preparados? Y si conocemos la verdad, ¿no es nuestra responsabilidad compartirla con los que aún no la saben? Hebreos 3:15 nos dice: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.” Ese hoy es ahora mismo.

Este no es un tema para debatir teología sin aplicación práctica. No estamos hablando de simples conceptos doctrinales o argumentos exegéticos. Estamos hablando de el destino eterno de cada alma, incluyendo la nuestra. Por eso, la invitación queda en el aire, suave pero urgente… ¿estamos viviendo cada día conscientes de esta realidad? ¿Estamos listos para cruzar la puerta de la muerte, sabiendo quién tiene la llave?

El Señor mismo nos advierte: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21). Con esto aquí el Señor hos hace una advertencia muy clara: no se trata de religiosidad, ni de tradiciones heredadas. Se trata de una fe viva y obediente, basada únicamente en la obra redentora de Cristo, el único que tiene las llaves de la muerte y del Hades.

Por lo tanto, el mensaje es claro. Cada uno de nosotros está a un aliento de la eternidad. Puede ser esta noche, o dentro de cincuenta años. Lo único seguro es que ese momento llegará. La pregunta es: cuando el Señor gire la llave y nos llame a presentarnos ante Él, ¿abrirá la puerta al consuelo eterno o al juicio eterno?

Mientras haya vida, hay esperanza. No pongamos nuestra confianza en obras, ni en religión, ni en buenas intenciones. Pongamos nuestra confianza en Cristo, el que vive, el que murió y resucitó, el que tiene las llaves… y el que nos ama con amor eterno.

Ese es el mensaje central de este estudio, y es el mensaje que cada alma necesita escuchar.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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José R. Hernández
Autor
José R. Hernández
Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto, en Hialeah, FL. Graduado de Summit Bible College. Licenciatura en Estudios Pastorales, y Maestría en Teología.

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