¿Qué hago? Dios me llama

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Predicas Cristianas - El te sigue llamando

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Suena el teléfono de nuestra casa, y sabemos que alguien desea comunicarse con nosotros, dicen nuestros nombres y sabemos que alguien nos llama, los padres oyen: “mamá” o “papá” y saben de inmediato que es la voz de sus hijos que le necesitan; sin embargo, en nuestra vida cristiana nuestro Creador suele llamarnos no sabemos lo que esto conllevará. Acompáñanos en este estudio titulado. ¿Qué hago? Dios me llama, porque si algo hemos visto a lo largo de las escrituras es que el llamado de Dios viene casi siempre con una promesa incorporada.

Son muchos los siervos de Dios que se logran ver en las sagradas escrituras, trataremos de estudiar algunos de ellos para que a través de su ejemplo podamos entender comprender como debemos actuar ante Su llamado y lo que esto implica.

Antes de comenzar vamos a analizar un texto que es clave para entender el llamado, es una especie de estándar, regla o parámetro con lo cual estableceremos lo que implica seguir a Dios, lo que debemos hacer; en base a este texto compararemos nuestros personajes y posteriormente extraeremos de ellos el cómo responder cuando Dios llama.

57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. 58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. 59 Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. 60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. 61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. 62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.” (Lucas 9:57-62 RVR 1960)

“El hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza”, Jesús advierte a este primer personaje de este relato, que antes que lo siga, entienda cual es la condición en la que Él vive, que no piense que al seguirlo se encontrará con comodidades, confort o como lo llamamos hoy en día: “estabilidad”, sino, todo lo contrario; allí encontramos como el Mesías vino, vivió y murió en este mundo, en humildad y sencillez, humillándose a sí mismo.

Primer parámetro: Si deseas seguir a Cristo entonces entiende lo que esto amerita antes de hacerlo. No se sabe con claridad lo que el segundo hombre se refería al pedir: “déjame que primero vaya y entierre a mi padre.”, podría ser que en verdad el padre estuviese hubiese fallecido o se trataba de cuidarlo durante su vejez.

Para aclarar esto citare lo que relata William Barclay en el Comentario al Nuevo Testamento, Tomo 4 “Un funcio¬nario inglés en el Este cuenta que a un joven árabe muy brillante se le ofreció una beca para estudiar en Oxford o Cambridge, y contestó: «La aceptaré cuando haya enterrado a mi padre.» Y su padre no tenía muchos más de cuarenta años, y sí buena salud.”

Con esto podríamos darle más peso a la hipótesis que el segundo personaje deseaba cuidar a su padre en la vejez; pero sea cual sea la razón este hombre estaba priorizando algo o a alguien antes que seguir a Jesús; nada más y nada menos le decía al autor de la vida era que la razón por la que no podía seguirlo era que tenía algo más importante que hacer, cuidar a su padre, Jesús de una manera fuerte (véase Lucas 9:60), le dijo: lo prioritario no es este mundo sino el reino de Dios, ese es nuestro segundo parámetro..

El tercera parámetro que encontramos en este pasaje se basa es una premisa certera y extraordinaria, “…Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios…” Esto en la actualidad es entendido en forma no muy clara puesto que la gran mayoría no tenemos arado.

Permítame explicarlo un poco mejor en el contexto agrícola de aquel entonces, imaginemos por un instante que estamos dos mil años atrás en los campos, arando la tierra con nuestro mejor buey y arado, nos han contratado para preparar 50 hectáreas de tierra, delante de nosotros tenemos ese trabajo, la única forma de ir derecho y hacer bien nuestro trabajo es mirando fijamente hacia adelante a un punto en le horizonte y caminar rectamente hacia allá con el objetivo entre ceja y ceja, sin voltear por un instante, pero cometemos el error de voltear para ver lo bonito nos está quedando o tal vez por cualquier otra razón.

Le aseguro que de esto suceder perderíamos nuestra rectitud y la línea imaginaria por la que andamos se esfumaría, dando como consecuencia que nuestro trabajo estará mal hecho, este ya no se podría volver a realizar ni tan siquiera remediar, seriamos objeto de escarnio y burla de nuestros colegas, y no obstante las huellas de nuestras mal trabajo estará a la vista de todos; no podemos mirar hacia atrás cuando se trata del reino de Dios, para seguir a Jesús tu mirada debe estar fija en la obra.

Antes de estudiar a los grandes siervos de Dios y sus llamado a través de las escrituras, primero aclararemos el significado de la palabra Seguir, proviene del griego Akoloouthein que aunque usted no lo crea significa seguir, parece no ser muy útil el significado como tal, pero lo que si nos ayudará es conocer el uso que se le daba a esta palabra, observémoslo en el siguiente texto:

  • (I) Es la palabra usual para describir a los soldados siguiendo a su comandante…
  • (II) Se usa corrientemente respecto del esclavo siguiendo o sirviendo a su amo…
  • (III) Se usa, también con mucha frecuencia, significando el hecho de seguir o aceptar el consejo u opinión de alguien..
  • (IV) Se usa comúnmente respecto de la obediencia a las leyes.
  • (V) También es muy común en el sentido de seguir el hilo o argumento de un discurso.
  • (VI) En los papiros, akolouthein se utiliza con mucha frecuencia significando pegarse a alguien hasta conseguir algún favor que se desea.” (Palabras Griegas del Nuevo Testamento, William Barclays, Pag. 33)

Comprendiendo un poco más el sentido de la palabra que desde el griego se ha traducido al español como “seguir”, nuestra forma de hacerlo (seguir a Cristo) se amplia, y veremos como lo que hasta ahora hemos estudiado y hablado se aplica en la vida de Abraham, Moisés, Pedro y Pablo, y seguramente entre muchos hermanos y siervos de Dios en las Escrituras.

Veamos al padre de la fe, Abraham, que para aquel entonces se llamaba Abram, poco sabemos de él antes de su llamado en Génesis 12, pero podemos inferir que era un hombre justo en comportamiento, pues de entre toda su parentela y aun estando en medio de una nación contaminada fuertemente con el pecado, Dios lo escogió y le hizo un llamado que para muchos seria brusco y quizás hubiésemos dudado en obedecer, veamos Génesis 12:1 “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.”(RVR 1960).

Tres cosas está pidiendo Dios a Abram,

  • 1) Deja tu país, pues esa tierra está llena de idolatría y pecaminosidad
  • 2) Deja tus pariente, quienes están totalmente contaminado con las costumbres de ese país
  • 3) Te iras a donde Yo te diga, confía en Mi que te guiare a mejor destino;

Estas tres son muy similar al texto de Lucas 9:57-62 de donde extrajimos los “parámetros” necesarios para seguir a Cristo, el llamado a Abram requiere que entienda lo que amerita salir de su tierra, entender que no es prioridad el estar con su familia ni en su entorno cotidiano sino obedecer la voz de Dios, y que su mirada debe estar fija en la obra, que una vez que saliese de allí a la tierra que Jehová Dios le indicaría, tomaría ese arado y no miraría para atrás.

Cuando Dios llama, lo hace para mejor, lo hace porque hay una promesa de Él en camino, y vemos posteriormente lo que Dios haría de este hombre, le prometió que de su descendencia nacería el Redentor de la humanidad, El Cristo.

La respuesta de Abram al llamado de Dios hizo que este se convirtiera en padre de una nación y a través de Cristo de muchas naciones, lo que Abram hizo lo hace merecedor de ser apodado el padre de la fe, veamos cual fue su actuar. “Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán. 5 Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron.” Gen 12:4-5 (RVR 1960). La Biblia relata el resto de la gran historia de este personaje, que si no lo ha leído, le invito que lea y sepa las formas en que fue probado y como aprobó, pero todo comenzó cuando Dios llamó y el respondió.

Ahora bien, estudiemos el caso de Moisés, es un gran hombre de Dios, llegó a ser gran profeta y líder de toda una nación, era un hombre extremadamente capacitado para gobernar dado a su crianza estudio y desarrollo como príncipe de la potencia mundial de la época (Egipto), en su encuentro cara a cara con Dios su respuesta no fue como en el caso de Abraham que obedeció inmediatamente.

Moisés venía de ser desterrado de la nación donde era príncipe, posible heredero al trono, esto por haber matado a un egipcio para defender a un hebreo, cosa que para aquel entonces era un absurdo y un crimen (no por el asesinato en sí, sino por haber preferido salvar a un hebreo antes que a un egipcio), el quiso defender a su pueblo por sus propios medios pero fracasó y como consecuencia fue llevado al exilio, donde consiguió esposa y paso a vivir con su suegro Jetro pastoreando.

Como nota curiosa veamos que los egipcios tenían por menos a los hebreos por dedicarse a ser pastores, tarea que para ellos era algo indigno y bajo, y Moisés pasó de Príncipe de lo egipcios a pastor en el desierto, siendo esto un proceso guiado por Dios para llenarlo de humildad, porque para servirle a Dios hay que ser humilde.

Estando pastoreando un día llegó al monte Horeb (llamado Monte de Dios), donde se encontró una zarza encendía en candela (esto era una manifestación del Ángel de Jehová que se le revelaba a Moisés), un fuego que ardía pero no consumía a un arbusto que era seco, y fácil de quemarse, al acercarse a ver esta visión el Señor habló: ¡Moisés! ¡Moisés! – Heme aquí – dijo Moisés. Éxodo 3:4; llama la atención el hecho que Dios se le presentara a Moisés indicando quien era, (vs 6), da a pensar que este no conocía a Dios, quizás había oído del Dios de sus antepasados, la fascinante historia de Abraham, pero para alguien que era príncipe de Egipto, una nación politeísta, quizás su concepción de Dios era la misma que podía tener de cualquiera de esos otros dioses, quizás por esa misma razón Dios le expone quien Es y cuál es Su plan para la nación israelita y el papel que este jugaría en todo esto.

Moisés venia de un fracaso, por tratar de liberar por sus medios a sus hermanos israelitas, protestó y argumentó en varias ocasiones con Jehová Dios con pretexto como estos: “¿Quién soy yo, para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” (Éxodo 3:11). Y luego argumentó “¡Ay Señor! yo no soy hombre de palabras de ayer ni de anteayer, ni aun desde que tú hablas á tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (Éxodo 4:10), entre otros; fue tanto que Jehová se enojó (Vs. 14), pero al final, después de tanto argumentos obedeció al llamado.

De este llamado aprendemos muchas cosas, y lo primero que debemos tener en cuenta es este verso bíblico: “¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto.” Job 40:2 (RVR 1960), no hay excusas validas ni argumentos que valgan cuando Dios llama a un hijo suyo a servirle, podemos evitarlo, podemos contender pero su propósito será cumplido.

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