¿Quién Será tu Influencia? | Estudios Bíblicos
Introducción
Desde el momento en que nacemos, somos influenciados por el mundo que nos rodea. Crecemos observando, imitando y absorbiendo las ideas, valores y comportamientos de nuestra familia, amigos, escuela, medios de comunicación y cultura. Pero la pregunta crucial es: ¿quién o qué está moldeando realmente nuestra vida?
La influencia es más poderosa de lo que imaginamos. En muchos casos, no nos damos cuenta de cuánto nos afecta lo que escuchamos, vemos y aceptamos como normal. El apóstol Pablo nos advierte en 1ª Corintios 15:33:
“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.”
Esta advertencia es clara. No podemos subestimar el impacto que las personas y las ideas a nuestro alrededor tienen en nuestra fe, nuestra moral y nuestras decisiones. En una sociedad donde los valores cristianos están constantemente bajo ataque, ¿cómo puede un creyente protegerse de la influencia negativa y, en cambio, ser una luz en medio de la oscuridad?
Vivimos en un tiempo donde las ideologías, las modas y las filosofías del mundo buscan desplazar la verdad de Dios. La cultura moderna predica tolerancia al pecado, relativismo moral y la eliminación de los principios bíblicos en nombre del progreso. Pero Jesús nos dejó un mandato claro en Mateo 5:13-14:
“Vosotros sois la sal de la tierra […] Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.”
Es imposible vivir una vida sin influencia. La única opción es elegir quién nos influenciará y a quién influiremos. ¿Será la cultura secular o la Palabra de Dios? ¿Serán las filosofías humanistas o la verdad eterna de Cristo?
En este estudio bíblico exploraremos:
- Qué significa ser influyente según la Biblia.
- El peligro de la influencia contraria al cristianismo en el mundo.
- Cómo puede el cristiano ser de influencia en la sociedad actual.
Nuestra vida es como un río en constante movimiento. O estamos siendo arrastrados por la corriente del mundo, o estamos nadando contra ella, guiados por la verdad de Dios.
La pregunta no es si estamos siendo influenciados, sino quién nos está influenciando.
I. ¿Qué es ser influyente según la Biblia?
Desde el momento en que nacemos, estamos rodeados de influencias que moldean nuestra manera de pensar, actuar y creer. Nadie es completamente independiente en su forma de vida; todos absorbemos valores, ideas y creencias del entorno que nos rodea. La verdadera pregunta es: ¿quién está influyendo en nosotros y cómo estamos influenciando a los demás?
La Biblia nos advierte que no hay neutralidad en la influencia. Jesús fue categórico al decir en Mateo 12:30:
“El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.”
Esta declaración nos enfrenta con una realidad innegable: o estamos siendo influencia para el Reino de Dios, o estamos siendo influenciados por el sistema de este mundo. No hay término medio. Como creyentes, debemos evaluar constantemente qué nos está moldeando: ¿nuestras amistades, la cultura, las redes sociales, los valores del mundo? ¿O es la Palabra de Dios la que dirige nuestra vida?
Ahora bien, ¿qué significa ser influyente según la Biblia? Para responder, exploraremos tres aspectos clave: el llamado divino, la influencia de la Palabra de Dios y la importancia del carácter en nuestra vida cristiana.
a. La influencia como un llamado divino
Dios no nos salvó solo para que disfrutemos de Sus bendiciones en lo individual, sino para que seamos agentes de Su reino en el mundo. La Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que fueron llamados no solo a seguir a Dios, sino a influenciar a otros hacia Su verdad.
Un claro ejemplo es Moisés. Cuando Dios lo llamó para guiar a Su pueblo fuera de la esclavitud en Egipto, su reacción inicial no fue de confianza, sino de inseguridad y temor. Él se veía incapaz, sin habilidades de liderazgo, y su respuesta a Dios fue la siguiente:
“¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.” (Éxodo 4:10)
Esta actitud no es extraña. ¿Cuántas veces Dios nos llama a hacer algo más grande que nosotros mismos, y nuestra primera reacción es dudar? Pero la influencia no depende de nuestras capacidades, sino de nuestra disposición a obedecer a Dios. Moisés aprendió que cuando Dios llama, Él también equipa.
Un principio similar lo vemos en la vida de David, quien pasó de ser un simple pastor de ovejas a convertirse en el rey más influyente de Israel. Su vida demuestra que la influencia del justo no es inmediata, sino un proceso de crecimiento. Como lo expresa Proverbios 4:18:
“Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.”
Nuestra influencia no proviene de nuestras habilidades naturales, sino de nuestra obediencia a Dios y Su propósito. Pero para que nuestra influencia sea verdaderamente sólida y duradera, necesitamos estar cimentados en algo más firme que nuestras emociones o pensamientos. La única base inquebrantable es la Palabra de Dios.
b. La Palabra de Dios como la mayor fuente de influencia
Hoy en día, estamos expuestos a innumerables fuentes de influencia: medios de comunicación, cultura popular, filosofías del mundo y opiniones humanas que constantemente redefinen lo que es correcto o incorrecto. En medio de esta confusión, solamente la Palabra de Dios es una fuente de verdad inmutable y eterna.
El Salmo 1:1-3 nos muestra dos caminos de influencia:
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.”
Aquí encontramos una gran verdad espiritual: la persona que fundamenta su vida en la Palabra de Dios no es arrastrada por la corriente del mundo. En cambio, su vida se fortalece, crece y se convierte en una fuente de bendición para otros.
El versículo siguiente lo refuerza con una imagen poderosa:
“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.”
Cuando estamos arraigados en la Escritura, nuestra vida espiritual florece y nuestra influencia crece con el tiempo. Pero si nuestra fe se fundamenta en tendencias pasajeras o en lo que el mundo considera aceptable, seremos como una hoja llevada por el viento.
Aquí es donde debemos hacernos una pregunta crítica: ¿qué tipo de influencia estamos ejerciendo sobre los demás? Nuestra influencia no se define únicamente por lo que decimos, sino por cómo vivimos.
c. El carácter como base de una influencia duradera
Las palabras pueden inspirar momentáneamente, pero solo el carácter sostiene una influencia real y duradera. Jesús no solo enseñó la verdad con Sus palabras, sino con Su ejemplo de vida. Las personas no solo escuchaban a Jesús, sino que veían en Él un modelo de santidad y amor.
El apóstol Pablo entendió esto y por eso le escribió a Timoteo:
“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” (1 Timoteo 4:12)
Este versículo nos enseña que el verdadero impacto espiritual no se basa en la edad, el conocimiento o la posición social, sino en la manera en que vivimos nuestra fe. Un cristiano cuya vida no refleja el carácter de Cristo pierde credibilidad y su influencia se desvanece.
Este principio fue enfatizado por Charles Spurgeon, quien escribió en su sermón #640 “The Power of the Gospel in the Christian’s Life“:
“It is impossible to preach the gospel without preaching the person, the work, the offices, the character of Christ.”
Traducción:
“Es imposible predicar el evangelio sin predicar la persona, la obra, los oficios y el carácter de Cristo.”
Aquí vemos una verdad poderosa: el evangelio no es solo palabras, sino vida transformada. Si nuestra vida no refleja a Cristo, nuestras palabras no tendrán peso. No podemos influenciar a otros hacia Dios si nuestra vida misma no es un reflejo de Su gloria.
Pero, ¿qué sucede cuando la cultura, las filosofías del mundo y la presión social comienzan a moldearnos más de lo que nosotros influenciamos a otros?
Hemos visto que la verdadera influencia proviene de Dios, se nutre de Su Palabra y se refleja en nuestro carácter. Sin embargo, no podemos ignorar que el mundo constantemente busca moldearnos conforme a su sistema.
Esto nos lleva a una pregunta urgente: ¿qué ocurre cuando permitimos que el mundo influya en nuestra vida en lugar de nosotros influenciarlo a él?
En la siguiente sección, exploraremos el peligro de las influencias contrarias al cristianismo y cómo podemos resistirlas con firmeza en la fe.
II. El peligro de la influencia en contra del cristianismo en el mundo
Desde el principio de los tiempos, ha existido una lucha constante entre la verdad de Dios y la corrupción del mundo. La sociedad, las ideologías y hasta ciertas religiones han sido influenciadas por fuerzas que buscan apartar a las personas del camino de la fe. No es casualidad que la cultura moderna, en su mayoría, se oponga a los principios del cristianismo. Vivimos en un mundo que promueve valores contrarios a la voluntad de Dios, distorsiona la verdad y ridiculiza a quienes defienden la fe.
La Biblia nos advierte sobre este peligro. En 1 Corintios 15:33, Pablo escribió con firmeza:
“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.”
Esta advertencia no solo se refiere a la conducta personal, sino a la influencia que el mundo ejerce sobre nuestra manera de pensar. Cuando aceptamos ideas que contradicen la Escritura o permitimos que la cultura defina nuestra moralidad, nuestra relación con Dios se ve comprometida.
Pero ¿por qué el mundo se opone tanto a la verdad de Dios? ¿Por qué la fe cristiana es constantemente atacada, distorsionada o despreciada? Para entenderlo, debemos reconocer que el problema no es solo social o cultural, sino profundamente espiritual.
a. Un mundo diseñado para alejarse de Dios
Desde la caída del hombre en el Edén, la humanidad ha estado en una constante rebelión contra Dios. La historia bíblica nos muestra que el pecado no solo separó al ser humano de su Creador, sino que también estableció un sistema que opera bajo principios contrarios a la voluntad divina.
En 1 Juan 2:15-16, el apóstol Juan describe la esencia de este sistema, dejando claro que el mundo y sus valores están en oposición directa a Dios:
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.”
Aquí, la Escritura revela tres fuerzas principales que caracterizan la influencia negativa del mundo:
El deseo de la carne nos arrastra hacia el pecado, haciendo que los placeres temporales tomen prioridad sobre la santidad. La codicia y el materialismo, descritos como los deseos de los ojos, generan insatisfacción y una vida centrada en lo superficial. Finalmente, la vanagloria de la vida impulsa a las personas a vivir para su propio reconocimiento, buscando éxito y poder en lugar de humildad y servicio a Dios.
Estos elementos no son meras características de la sociedad moderna, sino parte de un sistema diseñado para alejar a las personas de la verdad de Dios. No es casualidad que las filosofías actuales promuevan una vida sin restricciones morales, donde la verdad es relativa y la autonomía del ser humano es exaltada por encima de la obediencia a Dios.
Sin embargo, la pregunta crucial es: ¿de dónde proviene esta oposición constante a la verdad divina?
b. El enemigo detrás de la influencia mundana
El mundo no está en este estado de corrupción por accidente. La Escritura revela que existe una fuerza espiritual operando detrás de los sistemas del mundo, cuyo propósito es engañar, confundir y apartar a las personas de Dios.
En 2 Corintios 4:4, Pablo expone con claridad quién está detrás de esta ceguera espiritual:
“En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.”
Satanás ha establecido un sistema de influencia global que busca mantener a las personas alejadas de la verdad del Evangelio. Jesús mismo lo llamó el padre de la mentira en Juan 8:44:
“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.”
Desde los tiempos bíblicos hasta la actualidad, las mentiras del enemigo han sido disfrazadas como ideologías progresistas, religiones falsas y filosofías humanistas que buscan reemplazar a Dios. La exaltación del placer, la redefinición de la verdad y la eliminación de los valores cristianos en la sociedad no son simples cambios culturales, sino una estrategia espiritual que apunta a debilitar la fe y alejar a las personas de la salvación.
El problema es que muchos creyentes no reconocen estas influencias peligrosas hasta que su fe ya ha sido comprometida. Poco a poco, comienzan a aceptar pensamientos que contradicen la Escritura, justificando su comportamiento con la idea de que “los tiempos han cambiado” o que “Dios es amor y no juzgaría ciertas acciones.” Pero la verdad es que Dios no cambia, Su Palabra sigue siendo la misma y la santidad sigue siendo un mandato para Su pueblo.
A pesar de que el enemigo tiene una gran influencia en este mundo, la Biblia nos enseña que los creyentes no estamos indefensos. Dios nos ha dado herramientas para resistir y vencer las estrategias del enemigo.
c. Cómo resistir la influencia del mundo
Dios no nos ha llamado a vivir aislados del mundo, sino a ser luz en medio de la oscuridad sin contaminarnos por las influencias negativas. Sin embargo, esto solo es posible si tomamos una posición firme en la fe y decidimos renovar nuestra mente con la verdad de Dios.
Pablo nos da una instrucción crucial en Romanos 12:2:
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
La única forma de resistir la influencia del mundo es permitiendo que la Palabra de Dios transforme nuestra manera de pensar. Si nuestra mente está alineada con la Escritura, no seremos fácilmente arrastrados por las tendencias de la cultura.
Además, la Biblia nos dice que debemos usar la armadura de Dios para poder resistir en el día malo. En Efesios 6:11, se nos exhorta:
“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.”
Esta armadura incluye la verdad, la justicia, la fe, la salvación y la Palabra de Dios como espada del Espíritu. No se trata solo de defendernos, sino de estar preparados para enfrentar las mentiras del enemigo con la verdad absoluta de la Escritura.
Jesús nos dejó una misión clara en Mateo 5:14-16:
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. […] Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
Nuestra tarea no es simplemente evitar la corrupción del mundo, sino ejercer una influencia piadosa en la sociedad. No podemos escondernos ni temer el rechazo. Como embajadores de Cristo, estamos llamados a llevar Su verdad con valentía y amor.
Sin embargo, esto plantea una pregunta fundamental: ¿cómo podemos ser una verdadera influencia cristiana en una sociedad que rechaza los valores bíblicos?
Hasta ahora, hemos visto que el mundo busca alejarnos de Dios y que el enemigo está detrás de este sistema corrupto. Pero también sabemos que Dios nos ha llamado a resistir con firmeza y a ser luz en medio de la oscuridad.
Esto nos lleva al siguiente punto crucial: ¿cómo podemos ser de influencia en la sociedad actual sin comprometer nuestra fe?
En la siguiente sección, exploraremos el llamado de Dios a influenciar a otros con la verdad, el amor y la autoridad del Evangelio.
III. ¿Cómo puede el cristiano ser de influencia en la sociedad actual?
El mundo de hoy está saturado de voces que intentan definir lo que es correcto y lo que no. Las ideologías cambian, los valores se redefinen y las costumbres evolucionan constantemente. En medio de este caos, el cristiano se enfrenta a una lucha diaria: ¿cómo mantenerse firme en la verdad y, al mismo tiempo, ser una influencia positiva en la sociedad?
La respuesta no está en la adaptación ni en la confrontación agresiva, sino en vivir conforme a la verdad del Evangelio. Jesús dejó claro que Su pueblo está en el mundo, pero no pertenece a él. Nuestra misión no es ocultarnos ni mezclarnos con las filosofías del mundo, sino ser luz en medio de las tinieblas.
El Señor lo dijo de manera directa en Mateo 5:13-14:
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.”
Jesús no solo nos dice lo que somos, sino lo que pasa cuando dejamos de cumplir nuestro propósito. Si la sal pierde su sabor, se vuelve inútil. Si la luz es apagada, deja de alumbrar. Esto nos lleva a una pregunta esencial: ¿cómo podemos ser una verdadera influencia cristiana en una sociedad que rechaza la fe?
a. Ser testigos vivos del Evangelio
El Evangelio no es solo un mensaje que se predica, sino una verdad que se vive. Las personas pueden ignorar nuestros argumentos, pero no pueden ignorar el impacto de una vida transformada.
Pablo enfatizó esta verdad al escribir en Filipenses 2:15:
“Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.”
La palabra “luminares” usada en este pasaje nos recuerda la función de las estrellas en la oscuridad de la noche. Por muy densa que sea la oscuridad, una luz siempre se nota. Así también, un creyente que vive conforme a la voluntad de Dios es un testimonio visible en un mundo que ha perdido el rumbo.
Sin embargo, no basta con una vida de rectitud. El testimonio debe ir acompañado de la proclamación de la verdad. En Romanos 1:16, Pablo declaró con valentía:
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.”
El mundo necesita cristianos que no solo vivan con integridad, sino que hablen con claridad. La fe cristiana no es solo algo interno, es un mensaje que debe ser compartido con audacia y amor.
Pero, ¿qué es lo que realmente da peso a nuestras palabras y nuestro testimonio?
b. Modelar un carácter cristiano firme
La verdadera influencia cristiana no se mide por la cantidad de conocimiento teológico que tengamos, sino por nuestra coherencia entre lo que creemos y cómo vivimos.
El apóstol Pablo le escribió a Timoteo una instrucción clave en 1 Timoteo 4:12:
“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.”
Cada aspecto mencionado aquí es fundamental. El testimonio cristiano no solo depende de lo que decimos, sino de cómo actuamos, cómo amamos, qué creemos y cómo nos conducimos en pureza.
Si un cristiano habla de santidad, pero su vida está marcada por hipocresía, su influencia es destruida. Si dice que confía en Dios, pero actúa con temor y desesperación en las crisis, su testimonio se debilita. La coherencia es lo que da autoridad moral y espiritual.
Sin embargo, desarrollar un carácter sólido no ocurre de la noche a la mañana. Es el resultado de una relación profunda con Dios, de la meditación constante en Su Palabra y de la obediencia diaria a Su voluntad.
Pero el carácter cristiano no solo es importante para nuestro crecimiento personal, sino también para nuestro impacto en el mundo. Si queremos influenciar la sociedad sin comprometer nuestra fe, debemos tener convicciones inquebrantables.
c. Impactar la sociedad sin comprometer la fe
Uno de los mayores desafíos para los creyentes de hoy es encontrar el equilibrio entre influenciar al mundo y no ser influenciados por él. Muchos cristianos han caído en la trampa de suavizar su mensaje o comprometer sus valores para ser aceptados. Pero la Biblia nos llama a influenciar sin diluir la verdad.
Pablo lo expresa de manera contundente en Romanos 12:2:
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
Ser cristiano en un mundo que se opone a Dios no es fácil. La tentación de adaptarse es real, pero la respuesta no es ceder, sino renovar nuestra mente con la verdad de la Palabra de Dios.
Jesús mismo oró por nosotros en Juan 17:15-16, dejando en claro cuál es nuestra misión en el mundo:
“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”
El Señor no nos llamó a aislarnos, sino a ser testigos activos en la sociedad sin ser contaminados por su pecado. Esto significa que no debemos buscar aprobación del mundo ni tratar de hacer el cristianismo más “aceptable”. La verdad sigue siendo la verdad, aunque el mundo la rechace.
Pero, ¿cómo logramos esto en la práctica? Manteniéndonos firmes en la Escritura, fortaleciendo nuestra comunión con Dios en oración y rodeándonos de una comunidad de fe que nos ayude a perseverar.
Si bien el rechazo del mundo es inevitable, también es un testimonio de que estamos haciendo la diferencia. Jesús nunca comprometió la verdad para ser aceptado, y tampoco nosotros debemos hacerlo.
A lo largo de este estudio, hemos visto que la influencia es un arma de doble filo. Podemos usarla para edificar el Reino de Dios, o podemos perderla al comprometernos con los valores del mundo. Dios nos ha llamado a ser sal y luz, a vivir con integridad y a proclamar Su verdad con valentía.
Esto nos lleva a la pregunta final: ¿cómo podemos fortalecer nuestra fe y asegurarnos de que nuestra influencia siempre esté alineada con la voluntad de Dios?
En la siguiente sección, exploraremos las disciplinas espirituales que nos ayudan a mantenernos firmes en la fe y a continuar siendo una influencia transformadora en el mundo.
IV. Fortaleciendo nuestra fe para ser una influencia firme
Si queremos ser una influencia transformadora en la sociedad, debemos asegurarnos de que nuestra fe esté sólidamente fundamentada en Cristo. No podemos dar lo que no tenemos. Un creyente con una relación débil con Dios, sin convicciones firmes y sin disciplina espiritual, será fácilmente arrastrado por las influencias del mundo.
Jesús comparó la vida del creyente con dos tipos de casas en Mateo 7:24-27:
“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.”
Esta parábola nos deja una verdad innegable: si nuestra fe no está edificada sobre Cristo y Su Palabra, tarde o temprano caeremos. La sociedad actual nos somete a tormentas constantes de ideologías contrarias a la Escritura, de presión social para abandonar nuestros valores y de distracciones que buscan enfriar nuestro amor por Dios.
¿Cómo podemos fortalecer nuestra fe para resistir estas influencias y ser una luz constante para los demás? Existen tres disciplinas fundamentales que todo creyente debe practicar para crecer espiritualmente y mantenerse firme en la verdad.
a. Permanecer en la Palabra de Dios
No hay influencia más poderosa en la vida de un creyente que la Escritura. La Biblia no es solo un libro de enseñanzas, sino el alimento espiritual que fortalece nuestra fe y nos permite discernir entre la verdad y la mentira.
El salmista expresó su amor por la Palabra de Dios en Salmo 119:105:
“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.”
Sin la Biblia, estamos espiritualmente ciegos y sin dirección. Es imposible ser una influencia firme en la sociedad si no conocemos lo que Dios dice sobre los temas fundamentales de la vida.
Jesús enfatizó esto en Juan 8:31-32:
“Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Aquí el Señor nos da una clave esencial: permanecer en Su Palabra no es solo leerla ocasionalmente, sino vivir en ella, meditar en ella y aplicarla a cada área de nuestra vida.
En un mundo donde las opiniones cambian constantemente, solo la verdad de Dios permanece inmutable. Si queremos ser creyentes con una fe firme, debemos sumergirnos diariamente en la Escritura, estudiarla con profundidad y permitir que transforme nuestra manera de pensar.
Pero estudiar la Palabra no es suficiente si no tenemos una comunión activa con Dios.
b. Mantener una vida de oración constante
La oración no es solo una práctica religiosa, sino la clave para mantener una relación viva con Dios. Es el medio por el cual nos fortalecemos espiritualmente, recibimos dirección y permanecemos firmes en la fe.
Jesús mismo enseñó sobre la necesidad de orar en Mateo 26:41:
“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”
Aquí vemos que sin oración, somos vulnerables a la tentación y a la influencia del mundo. No es suficiente tener buenas intenciones; necesitamos depender de Dios en oración diariamente.
Pablo también nos exhorta en 1 Tesalonicenses 5:17 con una instrucción breve pero poderosa:
“Orad sin cesar.”
Este mandato no significa que debamos estar de rodillas las 24 horas del día, sino que la oración debe ser un hábito constante en nuestra vida. Debemos acudir a Dios en todo momento, presentarle nuestras cargas, pedir dirección y agradecer por Su fidelidad.
Un cristiano que ora con regularidad es un cristiano que se mantiene fuerte ante la adversidad y resistente a las influencias negativas del mundo. Pero nuestra vida espiritual no solo se fortalece en lo individual, sino también en comunidad.
c. Congregarse y vivir en comunión con otros creyentes
Dios nunca diseñó la vida cristiana para ser vivida en aislamiento. La iglesia es el cuerpo de Cristo, y cada miembro necesita del otro para crecer, ser fortalecido y perseverar en la fe.
El autor de Hebreos lo expresa claramente en Hebreos 10:24-25:
“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”
Cuando nos aislamos, nos volvemos más vulnerables a las influencias del mundo. La comunión con otros creyentes nos ayuda a mantenernos enfocados en Dios, a recibir consejo sabio y a ser animados en la fe.
Además, la iglesia no es solo un lugar para recibir enseñanza, sino un espacio donde podemos servir y edificar a otros. Como creyentes, no solo necesitamos ser influenciados por el cuerpo de Cristo, sino también ser una influencia para nuestros hermanos en la fe.
Vivir en comunión con la iglesia no significa simplemente asistir a un servicio dominical, sino involucrarnos activamente en la vida espiritual de la comunidad, en el discipulado y en el servicio al prójimo.
Cuando combinamos el estudio de la Palabra, una vida de oración y la comunión con otros creyentes, nuestra fe se fortalece y nuestra influencia en el mundo se vuelve inquebrantable.
A lo largo de este estudio, hemos visto que la influencia es un poder que puede ser usado para bien o para mal. Como creyentes, estamos llamados a ser luz en medio de las tinieblas, a resistir la influencia del mundo y a impactar la sociedad con la verdad del Evangelio.
Pero esto solo será posible si nuestra fe está sólidamente edificada en Cristo. Un cristiano sin raíces profundas será fácilmente arrastrado por los vientos de la cultura.
Esto nos lleva a una reflexión final: ¿cómo podemos asegurarnos de que nuestra vida realmente refleje la luz de Cristo en todo momento?
Conclusión
¿Quién será tu influencia?
A lo largo de este estudio, hemos visto que la influencia es una realidad que afecta cada aspecto de nuestra vida. Nadie es inmune a ser influenciado, y a la vez, todos ejercemos influencia sobre los demás. La gran pregunta que debemos responder es: ¿quién o qué está ejerciendo la mayor influencia sobre nosotros?
El mundo está lleno de voces que buscan moldear nuestra manera de pensar, vivir y creer. Algunas de estas influencias parecen inofensivas, pero si no están alineadas con la verdad de Dios, tarde o temprano nos apartarán de Su voluntad. Es por eso que nunca podemos olvidarnos de las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 15:33:
“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.”
Esta advertencia nos recuerda que lo que permitimos que influya en nuestra vida tiene el poder de fortalecernos o destruirnos espiritualmente. Pero Dios no nos ha dejado sin dirección. A lo largo de Su Palabra, nos ha mostrado cómo resistir las influencias destructivas y cómo ser una influencia firme y piadosa en el mundo.
El cristiano no fue llamado a adaptarse a las corrientes de la sociedad, sino a ser sal y luz en medio de las tinieblas. Por eso, nuestro Señor nos dejó una enseñanza que jamás debemos olvidar:
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. […] Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:14-16)
Aquí no hay margen de duda: si no ejercemos nuestra influencia cristiana, el mundo continuará su camino de oscuridad sin resistencia. No podemos callarnos, ni vivir con miedo, ni diluir la verdad para agradar a otros. Nuestra fe debe ser visible y firme.
Pero para lograr esto, debemos asegurarnos de que nuestra fe esté edificada sobre un fundamento sólido. No podemos influenciar espiritualmente a otros si nosotros mismos no estamos arraigados en la verdad. Esto nos lleva a una última pregunta crucial: ¿cómo podemos garantizar que nuestra vida refleje la luz de Cristo en todo momento?
El llamado a vivir con propósito y convicción
Jesús nunca llamó a Sus seguidores a ser espectadores pasivos de la fe. Cada cristiano ha sido llamado a vivir con propósito, con convicción y con una misión clara. En un mundo que está en crisis moral y espiritual, la iglesia debe levantarse con valentía y ser un faro de verdad.
Sin embargo, esto solo será posible si permanecemos firmes en la Palabra, cultivamos una vida de oración constante y nos rodeamos de una comunidad de fe que nos fortalezca. El enemigo tratará de debilitar nuestra influencia con distracciones, miedo y compromisos con el mundo, pero Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para vencer.
No podemos olvidar la oración de Jesús en Juan 17:15-16:
“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”
Esto significa que Dios no nos llamó a escondernos ni a alejarnos del mundo, sino a vivir en medio de él con una fe firme e inquebrantable. Cada día es una oportunidad para reflejar Su amor, proclamar Su verdad y ser una influencia que glorifique Su nombre.
Ahora, la decisión está en nuestras manos. ¿Permitiremos que el mundo nos moldee o dejaremos que la verdad de Dios transforme nuestra vida para ser una influencia genuina en la sociedad?
Si hemos visto que hay áreas donde hemos permitido que la cultura, el miedo o la comodidad definan nuestra forma de vivir la fe, hoy es el momento de volvernos a Dios y renovar nuestro compromiso con Él.
No podemos seguir siendo cristianos a medias. El mundo necesita creyentes que vivan con autenticidad, que no comprometan la verdad y que estén dispuestos a ser instrumentos en las manos de Dios.
Oración Final
Padre celestial,
Hoy venimos ante Ti con un corazón humilde, reconociendo que muchas veces hemos permitido que el mundo influencie nuestra manera de pensar y vivir. Perdónanos por las veces en que hemos buscado encajar, en lugar de mantenernos firmes en la verdad de Tu Palabra.
Señor, queremos ser una influencia que glorifique Tu nombre. Queremos reflejar Tu luz en medio de la oscuridad, vivir con convicción y proclamar Tu verdad sin temor.
Fortalece nuestra fe, llénanos de Tu Espíritu y guíanos en cada paso que demos. Ayúdanos a permanecer en Tu Palabra, a buscarte en oración y a rodearnos de una comunidad de fe que nos edifique.
Te entregamos nuestra vida y declaramos que Tú serás la mayor influencia en nuestro corazón.
En el nombre de Jesús, amén.
© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.