Predicas Cristianas Poderosas que Transforman

José R. Hernández

Predicas Cristianas que Transforman

Cómo Preparar Predicas Cristianas Poderosas que Honren a Dios

Hermanos, cuando nosotros hablamos de predicar, no hablamos de una actividad secundaria dentro del cuerpo de Cristo. Hablamos de uno de los llamados más sagrados que el Señor ha depositado en nuestras manos: ser portadores de Su Palabra viva y eterna.

Predicar no es simplemente dar un discurso, ni preparar un mensaje bonito que suene agradable a los oídos de la congregación. Predicar es entrar en el terreno de lo eterno, donde cada palabra que pronunciamos puede abrir el cielo sobre un alma, o, si somos negligentes, puede dejar corazones perdidos en la oscuridad.

Como iglesia, debemos entender que la predicación no es un espectáculo, ni un instrumento de popularidad. Es un acto de amor, de obediencia y de guerra espiritual. Cada vez que nosotros subimos a un púlpito, ya sea en una gran catedral o en una pequeña casa, estamos proclamando que Jesucristo es el Señor, y que solo a través de Él hay salvación y vida eterna.

El apóstol Pablo nos recuerda esta verdad con palabras firmes en 2 Corintios 4:5 donde leemos: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor; y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.”

Así que no se trata de nosotros. No se trata de nuestra elocuencia, ni de nuestra creatividad. Se trata de Cristo, y solo de Cristo.

Hoy vivimos en un mundo saturado de voces. Voces que claman atención, que ofrecen soluciones fáciles, que prometen prosperidad instantánea o felicidad sin cruz. Pero nosotros, como siervos del Altísimo, no hemos sido llamados a seguir esa corriente.

Hemos sido llamados a predicar la verdad, la verdad que transforma, la verdad que confronta, la verdad que salva. Hermanos, no olvidemos que cada predicación que entregamos tiene consecuencias eternas. Y esto no es algo que podamos tomar a la ligera, ni relegar al segundo plano. La predicación es vida o muerte. Y nosotros debemos ser fieles en proclamar el consejo completo de Dios, no solo lo que agrada a los hombres.

Hoy más que nunca, el mundo necesita escuchar predicas cristianas que transformen corazones, no que adormezcan conciencias. El pueblo necesita ser confrontado con la santidad de Dios, con la necesidad de arrepentimiento, y con la gloriosa esperanza del evangelio.

Así que ahora te invito, querido hermano, querida hermana, a que juntos volvamos a abrazar el llamado de predicar con pasión, con convicción y con verdad. Que cada mensaje que salga de nuestros labios sea como una flecha encendida, dirigida al corazón, para gloria de nuestro Señor Jesucristo.

Ese es el tipo de predicación que el mundo necesita hoy. Ese es el tipo de predicación que nosotros hemos sido llamados a entregar.

¿Qué significa predicar con impacto?

Más allá de un sermón bien preparado

¿Qué significa predicar con impacto?

Predicar con impacto

Hermanos, cuando hablamos de predicar con impacto, no estamos hablando de medir cuántos aplausos recibe un mensaje, ni de cuántas emociones se logran mover en un culto. Predicar con impacto es mucho más profundo, mucho más sagrado. Predicar con impacto significa que las palabras que salen de nuestros labios son usadas por el Espíritu Santo para penetrar el corazón, confrontar el pecado, levantar al caído y llevar almas a los pies de Cristo.

Como iglesia, nosotros debemos entender que un mensaje bien preparado no siempre es un mensaje que transforma. Hay predicaciones que pueden estar organizadas de manera impecable, con introducción, tres puntos y una conclusión emocionante, pero si el Espíritu Santo no está en ellas, si la verdad de Dios no está en su centro, son solo palabras vacías que no producen vida.

El apóstol Pablo, al escribir a los tesalonicenses, lo dijo de esta manera: “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre…” (1 Tesalonicenses 1:5).

Hermanos, nosotros no hemos sido llamados a predicar palabras solamente. Hemos sido llamados a predicar en el poder del Espíritu. Y ese poder no depende de nuestro talento humano, sino de nuestra comunión con Dios y de nuestra fidelidad a su Palabra.

Predicar con impacto requiere que el predicador primero sea tocado por el mensaje que predica. Digo esto porque no podemos llevar a otros donde nosotros mismos no hemos ido; no podemos hablar de santidad si no estamos luchando por vivirla; no podemos hablar de gracia si no hemos experimentado el perdón profundo de Dios en nuestro propio corazón.

Todos nosotros, siervos de Dios, debemos recordar que la autoridad en la predicación no proviene de un diploma, ni de elocuencia, ni de una gran plataforma. La autoridad verdadera proviene de haber estado en la presencia de Dios.

Así como Moisés descendía del monte con su rostro resplandeciente porque había estado cara a cara con el Señor (Éxodo 34:29), así también nuestra predicación debe llevar el brillo inconfundible de haber estado a solas con Dios. Por eso, predicar con impacto no es un acto de actuación, sino que es un acto de rendición. En otras palabras, es morir a nosotros mismos para que Cristo viva a través de nosotros.

Cuando predicamos así, cuando predicamos la Palabra con fuego del cielo y lágrimas en los ojos, entonces no importa si somos escuchados por diez personas o por diez mil, porque la transformación no la produce nuestra voz, sino la voz del Espíritu obrando a través de la Palabra viva.

Por eso hoy te animo, como parte del cuerpo de Cristo, a que juntos busquemos más que preparar mensajes bonitos: busquemos ser portadores de mensajes eternos.

No predicamos para impresionar. Predicamos para que almas encuentren vida en Jesús.

¿Qué predicaban Jesús y los apóstoles?

Volviendo a la raíz

Hermanos, si de verdad deseamos predicar con impacto, no podemos inventar nuevos métodos ni modernizar el mensaje original. Debemos mirar con atención qué fue lo que nuestro Señor Jesucristo, y después sus apóstoles, predicaron desde el principio. Debemos volver a la raíz.

Cuando nosotros abrimos las Escrituras, vemos que el primer mensaje público de Jesús fue un llamado claro e innegociable: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 4:17)

Como podemos apreciar, aquí no vemos una invitación a la prosperidad. Esto no fue un discurso motivacional para mejorar la autoestima o lograr metas personales. Esto fue un llamado urgente y directo al arrepentimiento, a una transformación de vida real. Y este mismo clamor resonó en el ministerio de Juan el Bautista: “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 3:1-2) Y más tarde, fue el fundamento del poderoso mensaje de Pedro en Pentecostés: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados…” (Hechos 2:38)

Así que la urgencia del arrepentimiento no era un tema periférico ni circunstancial, sino que era el corazón mismo del evangelio proclamado por Cristo y por sus apóstoles.

Como predicadores, enfrentamos desafíos reales en nuestro tiempo.

Digo esto porque es fácil caer en la tentación de predicar lo que agrada a los oídos, en vez de proclamar lo que salva las almas.

Y es precisamente por eso que la palabra arrepentimiento ha desaparecido de muchos sermones. ¿Por qué? Porque esto es un tema que incomoda, que reta, que exige un cambio genuino. Es un tema que, en muchos casos, puede vaciar una iglesia donde se prioriza más la comodidad que la transformación.

Pero hermanos, la realidad es innegable: el arrepentimiento no es un mensaje opcional. El arrendamiento es el tema central de la Palabra de Dios, el eje sobre el cual gira la verdadera reconciliación del ser humano con nuestro Creador. Y es un tema que podemos verlo claramente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. ¿Por qué? Porque Dios no cambia, y Su llamado sigue siendo el mismo: “Conviértanse a mí de todo corazón.

Por ejemplo, fijémonos bien en lo que encontramos en Joel 2:12-13: “Por eso pues, ahora, dice el Señor, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.”

Como podemos apreciar, este es un llamado profundo a un cambio completo de corazón. En otras palabras, no se trata simplemente de actos externos o de remordimientos pasajeros. Dios demanda una transformación que brote de lo más profundo del ser: un giro genuino del corazón y de la voluntad.

Cuando nosotros tomamos el tiempo de sumergirnos en estudios bíblicos serios, pronto descubrimos que los profetas —Isaías, Jeremías, Ezequiel, Joel, Amós, Oseas, Miqueas, Nahúm, entre otros—, convergen en el mismo mensaje: volver a Dios. Y es importante que entendamos que cuando estos siervos de Dios exhortaban al pueblo a arrepentirse y cambiar, no estaban ofreciendo simplemente un consejo moral. Ellos estaban haciendo un llamado urgente a una conversión radical, a un cambio de dirección que implicaba abandonar completamente la vida de pecado y rendirse totalmente a la voluntad de Dios.

Los profetas clamaban tanto a la nación de Israel en su conjunto como a cada individuo en lo personal. Fue un llamado universal e ineludible: entrega total, obediencia absoluta, relación íntima con el Señor. Y la gran realidad, es que este tema no ha cambiado con el paso de los siglos. El mensaje sigue siendo el mismo.

Como les dije previamente, desde Juan el Bautista (Mateo 3:2) hasta Jesucristo (Mateo 4:17), el arrepentimiento no fue una sugerencia, fue una condición necesaria para entrar en el Reino de Dios. Sin embargo, a pesar de esta verdad tan clara en las Escrituras, vemos con dolor que el llamado al arrepentimiento ha desaparecido del vocabulario de muchos predicadores modernos.

Hoy, en demasiados púlpitos, los mensajes giran en torno a:

  • La prosperidad personal
  • La autorealización emocional
  • La adaptación superficial de principios bíblicos para la vida cotidiana

Así, sin darnos cuenta, se han propagado doctrinas que no conducen a Dios, sino que alejan al hombre de su necesidad real: reconciliarse con su Creador mediante un corazón arrepentido. Ahora debemos preguntarnos, con sinceridad delante de Dios: ¿Por qué estamos viendo esto suceder en tantas iglesias?

Yo creo que el apóstol Pablo nos da una respuesta clara y profética en 2 Timoteo 4:3-4 cuando escribió: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias.” Y hermanos, es evidente que ese tiempo ya está aquí.

Vivimos en una generación que prefiere escuchar mensajes cómodos, promesas de bienestar, palabras de motivación emocional, antes que aceptar el llamado al quebrantamiento y al abandono del pecado. La presión social, las tendencias culturales, y el deseo de ser aceptados por el mundo, están influyendo a muchos a cambiar la verdad de Dios por filosofías seculares y modas populares. Pero nosotros, como fieles creyentes y como verdadera iglesia de Jesucristo, no podemos ceder.

Como el verdadero cuerpo de Cristo, y fieles creyentes no podemos aceptar ni promover mensajes adulterados. No podemos abandonar el llamado al arrepentimiento para ganar popularidad o números en nuestros templos.

Confirmar todo con la Palabra de Dios

Confirmar todo con la Palabra de Dios

Debemos hacer lo que siempre hizo la verdadera iglesia: confirmar todo con la Palabra de Dios, escudriñando las Escrituras con reverencia y humildad. Hermanos, como iglesia y como verdaderos siervos del Señor, no podemos predicar lo que agrada a los oídos del pueblo. Debemos predicar la Palabra de Dios tal como es: pura, santa, viva, poderosa, confrontadora y salvadora.

Como he dicho a lo largo de mi ministerio: “Prefiero tener una iglesia de 10 personas salvas, que no una iglesia de 1,000 personas perdidas.” Ahora te invito a reflexionar, con honestidad y temor de Dios: ¿Qué tipo de predicas cristianas deseas tú predicar?

¿Serás un predicador que acomode el mensaje para agradar a los hombres, o serás un heraldo de la verdad que proclama la Palabra sin temor ni reservas?

Preparando predicas cristianas que transformen

Guía práctica y espiritual

Hermanos, todos nosotros que hemos sido llamados a predicar sabemos que el púlpito no es un lugar para improvisar ni para entretener. Cada vez que subimos al altar, estamos entrando en un terreno sagrado donde las almas son confrontadas con la verdad eterna de Dios.

Por eso, si nuestro anhelo es preparar predicas cristianas que transformen vidas y no simplemente llenen un espacio de tiempo, debemos abrazar un proceso de preparación profundamente espiritual y pastoral. No basta con tener buenas intenciones; necesitamos fundamentos sólidos y corazones rendidos. Acompáñame a reflexionar juntos en este proceso que cada predicador fiel debe seguir:

Buscar dirección divina en oración

Cultivar la Oración | Estudios Bíblicos

1. Buscar dirección divina en oración

Antes de abrir la Biblia, antes de pensar en un bosquejo, el primer paso es buscar la dirección del Espíritu Santo.
No somos nosotros los que debemos escoger el mensaje; es Dios quien debe revelarlo a nuestros corazones. Y es por eso el Señor nos exhorta diciéndonos: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3).

Hermanos, ¿cuántas veces caemos en la tentación de predicar lo que creemos conveniente, en vez de buscar lo que Dios quiere hablar a su pueblo? Y es pos eso que nosotros debemos recordar siempre que la voz que debe ser escuchada no es la nuestra, sino la de Dios. Por eso, todo mensaje poderoso comienza en el secreto de la oración, no en la planificación apresurada.

2. Escudriñar las Escrituras con reverencia

Una vez que sentimos la dirección del Señor, abrimos la Biblia no como quien busca apoyar sus propias ideas, sino como quien escucha atentamente lo que el Maestro tiene que decir. Y esto es algo que el apóstol Pablo instruyó sabiamente al escribir: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” (2 Timoteo 2:15)

Ahora bien, deseo que algo quede muy claro; escudriñar las escrituras no es simplemente leer. Es examinar, meditar, estudiar profundamente, comparar pasajes, entender el contexto histórico, cultural y teológico de cada palabra. Porque nosotros, como predicadores, no tenemos autoridad para inventar significados. Nuestra única autoridad es predicar fielmente lo que Dios ya ha revelado.

Además, hermanos, cuando escudriñamos la Palabra de Dios, es de gran ayuda consultar herramientas confiables que profundicen nuestra comprensión. El uso de diccionarios bíblicos serios, léxicos del griego y hebreo, y comentarios de reconocidos teólogos y estudiosos evangélicos puede iluminar aspectos históricos, culturales y lingüísticos que enriquecen y fortalecen nuestras predicas cristianas.

No recurrimos a ellos para reemplazar la autoridad de la Escritura, sino para ser siervos más responsables y fieles en el manejo de la Palabra de verdad.

Herramientas confiables:

  • Para consultar definiciones originales del griego y hebreo, puedes utilizar Blue Letter Bible.
  • Para estudiar comentarios de teólogos reconocidos como Charles H. Spurgeon, puedes acceder a Charles H. Spurgeon donde encontraras sermones expositivos individuales basados en textos bíblicos, y algunos “comentarios devocionales” sobre Salmos y otros pasajes.
  • Para investigaciones más profundas en contextos históricos y doctrinales, puedes explorar los recursos gratuitos disponibles en Bible Gateway donde encontraras acceso gratuito a múltiples versiones bíblicas y algunas herramientas de estudio en español.

Recordemos siempre, como nos enseña Proverbios 11:14: “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad.”

Nuestro objetivo final no es impresionar a la audiencia con conocimiento académico, sino interpretar correctamente la Palabra viva, de modo que la voz de Dios resuene con fidelidad, claridad y poder en cada una de nuestras predicas cristianas.

Y más aún, hermanos, no podemos simplemente elegir los pasajes que nos agradan. Debemos predicar todo el consejo de Dios, incluso cuando eso signifique confrontar al oyente y confrontarnos a nosotros mismos.

3. Preparar un bosquejo claro, guiado por el Espíritu

Un buen mensaje necesita una estructura sólida, pero no rígida. Un bosquejo bíblico bien preparado ayuda a que:

  • El mensaje fluya de manera lógica.
  • La audiencia pueda seguir el hilo del mensaje sin confusión.
  • El Espíritu Santo tenga espacio para obrar sin que nosotros nos perdamos en divagaciones.

Hermanos, un bosquejo no es un sustituto del mover de Dios, es una herramienta de fidelidad y claridad.

El mensaje debe tener:

  • Una introducción que capture el corazón y la mente.
  • Un desarrollo que exponga claramente la verdad de la Palabra.
  • Una conclusión que llame a una respuesta real y práctica.

Recordemos que la claridad en el mensaje es una muestra de amor hacia quienes nos escuchan. Y que no predicamos para impresionar a otros, o impresionarnos a nosotros mismos, predicamos para que Cristo sea formado en cada oyente.

4. Orar nuevamente por la entrega del mensaje

Una vez que el bosquejo está listo, no podemos confiar en nuestra preparación humana. Recordemos siempre que la obra no es nuestra. El poder no está en nuestro bosquejo, ni en nuestra voz, ni en nuestra experiencia. Y es por eso que antes de presentar predicas cristianas debemos volver al lugar de la oración y clamar:

“Señor, no permitas que mi voz sea escuchada más que la tuya. No permitas que mi presencia opaque la tuya. Que tu Espíritu hable a través de mí. Que tu Palabra sea sembrada en corazones fértiles.”

En otras palabras, como bien nos recuerda el apóstol Pablo en 2 Corintios 3:5: “No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios.” Hermanos, el predicador que ora antes de predicar, que ora mientras predica, y que ora después de predicar, es un predicador que entiende que el resultado eterno depende únicamente de Dios.

Reflexión final sobre la preparación

Cada sermón que preparamos es una oportunidad de participar en el milagro más grande que existe: ver a un pecador arrepentirse, ver a un creyente fortalecerse, ver a una vida ser transformada por el poder del evangelio.

  • No tomemos este llamado a la ligera.
  • No confiemos en técnicas humanas.
  • Confiemos en la Palabra viva de Dios, en la guía del Espíritu Santo y en la fidelidad de Aquel que nos llamó.

Preparar predicas cristianas que transformen requiere más que conocimiento: requiere pasión, santidad, oración, y una profunda dependencia de Dios. Y es mi oración que ese sea siempre el camino que nosotros, como iglesia fiel, decidamos recorrer.

Cómo predicar el arrepentimiento con amor, verdad y poder

Cómo predicar

Cómo predicar

Hermanos, después de todo lo que hemos reflexionado sobre la importancia de mantenernos fieles a la verdad del evangelio, es fundamental que ahora nos preguntemos: ¿cómo debemos predicar el arrepentimiento de una manera que honre a Dios y edifique al pueblo?

Porque no se trata solamente de anunciar que el arrepentimiento es necesario, sino también de cómo lo presentamos, de la actitud del corazón con la que proclamamos esa verdad eterna. Nosotros somos llamados a predicar el arrepentimiento, sí, pero no con dureza farisaica ni con espíritu de condenación. Debemos predicarlo con el mismo amor, la misma verdad y el mismo poder con que Cristo lo predicó.

Predicar el arrepentimiento con amor

Cuando nosotros predicamos acerca del arrepentimiento, no podemos olvidar que estamos hablando a seres humanos quebrantados, necesitados de gracia, como alguna vez lo estuvimos nosotros. Y es por eso que nunca podemos olvidar las palabras de nuestro Señor en Juan 3:17 cuando dijo: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.”

¿Que les estoy tratando de decir con esto? Lo que les estoy diciendo es que el amor tiene que ser el motor de nuestras predicas cristianas. Si no predicamos motivados por un amor profundo hacia las almas, corremos el peligro de convertirnos en acusadores en lugar de ser instrumentos de reconciliación. El arrepentimiento que nosotros predicamos debe ser presentado como una puerta abierta a la misericordia, no como una sentencia de condenación inevitable.

Cuando predicamos desde el amor de Cristo:

  • Mostramos que el arrepentimiento es el camino a la restauración, no a la humillación.
  • Atraemos al pecador hacia la cruz, en lugar de alejarlo con juicios duros.
  • Reflejamos el corazón del Padre que corre al encuentro del hijo pródigo (Lucas 15:20).

Como iglesia, debemos clamar por corazones tiernos, compasivos y llenos de gracia al anunciar esta verdad vital.

Predicar el arrepentimiento con verdad

Aunque el amor es esencial, el amor verdadero jamás compromete la verdad. Nosotros no podemos —ni debemos— suavizar o disfrazar la gravedad del pecado. No podemos predicar el arrepentimiento como si fuera una opción secundaria o un consejo opcional. La verdad de Dios debe ser proclamada tal como es: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados…” (Hechos 3:19)

Predicar el arrepentimiento implica:

  • Nombrar el pecado por su nombre.
  • Advertir de las consecuencias eternas de rechazar a Cristo.
  • Llamar a una ruptura real y total con la vieja vida.

Pero, hermanos, esta verdad debe ser presentada con lágrimas en los ojos, no con un dedo acusador. Debemos llorar por las almas que se pierden, no alegrarnos de su condenación. Recordemos que Jesús mismo, al ver a Jerusalén, lloró por ella (Lucas 19:41). Así también nosotros, predicadores de su evangelio, debemos predicar la verdad con un corazón quebrantado.

Predicar el arrepentimiento con poder

Finalmente, nuestras predicas cristianas deben ser proclamadas en el poder del Espíritu Santo, no en la fuerza de la elocuencia humana. Hermanos, ningún corazón se convierte verdaderamente por la lógica de un sermón bien estructurado. La conversión es un milagro sobrenatural que solo el Espíritu Santo puede producir.

Como dice Zacarías 4:6: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.”

Predicar con poder significa:

  • Haber pasado tiempo en oración, buscando la unción de Dios.
  • Predicar dependiendo absolutamente de Él, no de nuestras habilidades.
  • Permitir que la Palabra hable, que el Espíritu convenza, y que Dios transforme.

Recordemos, hermanos, que el poder no está en el predicador, está en el mensaje fielmente predicado bajo la unción del Espíritu. Cuando nosotros predicamos con amor, con verdad y con poder, el arrepentimiento no se convierte en una carga insoportable, sino en un acto glorioso de liberación. Los corazones son quebrantados, las vidas son restauradas, y el nombre de Cristo es exaltado.

Reflexión final

Querido hermano, querida hermana, si deseas preparar predicas cristianas que honren a Dios y transformen vidas, no temas predicar el arrepentimiento.

Predícalo:

  • Con el amor de Cristo que abraza al pecador.
  • Con la verdad de Dios que ilumina el pecado.
  • Con el poder del Espíritu Santo que regenera el corazón.

No olvides que el llamado a predicar el arrepentimiento no es una opción para el predicador fiel, es una obligación santa. Que el Señor nos conceda ser fieles hasta el fin, proclamando su verdad con compasión, con valor, y con la confianza de que su Palabra jamás volverá vacía.

“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” (Isaías 55:11)

Prediquemos con amor. Prediquemos con verdad. Prediquemos con poder. Para la gloria de nuestro Rey eterno.

Conclusión

Prediquemos con fidelidad y propósito

Hermanos, al recorrer todo este camino juntos, hemos recordado verdades que nunca debemos perder de vista.
Predicar no es un arte para entretener ni una plataforma para exaltar al hombre. Predicar es ser mensajeros del cielo, embajadores de la gracia, heraldos de la verdad que salva y transforma.

Cada vez que nosotros subimos a un púlpito, sostenemos en nuestras manos algo de peso eterno.
Cada palabra pronunciada, cada exhortación ofrecida, cada llamado al arrepentimiento que emitimos con amor, se convierte en semilla sembrada en corazones que Dios está trabajando.

No estamos solos en esta misión.

El mismo Dios que nos llamó nos capacita, nos sostiene, y promete usar nuestras vidas para su gloria eterna.
Por eso, no temamos predicar la verdad. No temamos confrontar con amor. No temamos ser fieles a nuestro llamado. Hoy más que nunca, el mundo necesita escuchar predicas cristianas que sean vivas, profundas, y ancladas en el corazón de las Escrituras.

Así que, querido hermano, querida hermana, permanezcamos firmes. Prediquemos la cruz. Prediquemos el arrepentimiento. Prediquemos el incomparable amor de Cristo. Y confiemos en que nuestro trabajo en el Señor jamás será en vano.

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© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

José R. Hernández
Autor
José R. Hernández
Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto, en Hialeah, FL. Graduado de Summit Bible College. Licenciatura en Estudios Pastorales, y Maestría en Teología.

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