7 Palabras de Jesús

Ricardo Hernández

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Poderosas 7 Palabras de Jesús en la Cruz

7 Palabras de Jesús en la Cruz | Predicas Cristianas

Introducción

Hay momentos en la historia que marcan un antes y un después. El Calvario fue uno de esos momentos. No solo cambió el rumbo de la humanidad, sino que también reveló el corazón de nuestro Dios de una manera que las palabras humanas apenas pueden describir. Y es allí, en medio del dolor más profundo, que escuchamos las poderosas 7 palabras de Jesús en la cruzpalabras de Jesús que siguen resonando hasta el día de hoy.

¿Alguna vez te has preguntado por qué esas palabras de Jesús fueron registradas en la Escritura con tanto detalle? ¿Qué significado tienen para nosotros, que vivimos a más de dos mil años de distancia de aquel Gólgota? No fueron palabras vacías ni frases para conmover. Fueron declaraciones cargadas de amor, verdad y propósito eterno. Cada una revela algo de la naturaleza divina del Salvador y, al mismo tiempo, habla a nuestras propias batallas diarias—al perdón, al dolor, a la esperanza, a la soledad. Estas enseñanzas de Jesús nos revelan el corazón mismo del Evangelio. Por eso, al meditar en las 7 palabras de Jesús en la cruz, no estamos recordando historia antigua; estamos escuchando la voz viva de Dios hablándonos hoy.

Contexto Histórico

Según el historiador Flavio Josefo, las crucifixiones romanas eran brutales y públicas, diseñadas para humillar y castigar. El condenado era despojado de toda dignidad. Sin embargo, nuestro Señor no gritó insultos, no maldijo, no buscó venganza. En lugar de eso, Jesús crucificado proclamó siete declaraciones eternas que han transformado vidas durante siglos. Este poderoso mensaje de la cruz no solo marcó un evento histórico, sino que hoy sigue siendo la base de nuestra fe, esperanza y redención.

La Palabra nos lo muestra así:

“Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena” (Mateo 27:45).

“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron” (Mateo 27:51).

¿Por qué sucedieron estas cosas? Porque el mismo Hijo de Dios estaba pagando el precio de nuestros pecados. No fue una tragedia inesperada; fue el cumplimiento de un plan eterno de redención. Ese momento donde Jesús crucificado entregó Su vida fue mucho más que sufrimiento; fue la revelación completa del amor de Dios. Y lo expresó con las 7 palabras de Jesús en la cruz, que siguen siendo el mensaje de la cruz que cambia corazones.

Este mensaje no es solo para los que estuvieron presentes ese día. Es para nosotros, aquí y ahora. Cada una de esas palabras de Jesús está viva. Nos habla de Su carácter, de Su misión, y de nuestra necesidad de reconciliación con Dios. Y al entenderlas, no solo con la mente sino con el corazón, recibimos una nueva perspectiva de nuestra fe.

Acompáñame en este recorrido por cada una de las 7 palabras de Jesús en la cruz. Vamos a detenernos, reflexionar, dejarnos confrontar y ser transformados. Porque lo que ocurrió en aquella cruz no fue simplemente el cierre de una vida… fue el principio de la nuestra. Fue el momento en que Jesús crucificado, con cada palabra, selló el cumplimiento de las más profundas enseñanzas de Jesús.

I. La Revelación del Carácter de Dios y Su Plan Redentor

Cuando Jesús pronunció las 7 palabras en la cruz, no estaba improvisando. Cada declaración fue un reflejo claro de lo que Él vino a hacer y de quién es Dios. No podemos entender el mensaje del Evangelio sin detenernos a mirar estas palabras de Jesús con atención. Lo que brotó de los labios del Salvador en el momento más oscuro de Su vida terrenal fue luz… luz para nosotros.

Cada palabra reveló algo profundo: el amor que no se cansa, la justicia que se cumple, la compasión que no se apaga. Desde la primera palabra hasta la última, vemos desplegarse ante nosotros el carácter glorioso de Dios y Su plan redentor. Un plan que comenzó en el Edén y que, en la cruz, llegó a su punto culminante. Este plan está resumido poderosamente en el mensaje de la cruz, y expresado de forma personal por Jesús crucificado.

a. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34)

Esta fue la primera palabra. Y qué impacto tiene. Jesús, ya clavado al madero, rodeado de burla, escarnio y dolor, no pide justicia… pide perdón. No maldice… intercede.

¿Quién hace eso? Solo el Hijo de Dios. Esta palabra de Jesús nos revela que la misericordia es parte esencial del carácter divino. En el momento de mayor sufrimiento, Jesús crucificado nos mostró lo que hay en el corazón del Padre: perdón para los ignorantes, compasión para los crueles, oportunidad para los perdidos.

Charles Spurgeon, reconocido predicador del siglo XIX, lo expresó con fuerza en su sermón Christ’s Plea for Ignorant Sinners (No. 2263):

“Ah, dear friends, it was then that, instead of a cry or groan, this dear Son of God said, ‘Father, forgive them; for they know not what they do.’ They did not ask for forgiveness for themselves, Jesus asked forgiveness for them.”

Traducción:

“Ah, queridos amigos, fue entonces cuando, en lugar de un grito o un gemido, este amado Hijo de Dios dijo: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.’ Ellos no pidieron perdón por sí mismos, Jesús pidió perdón por ellos.”

En Mateo 6:14–15, Jesús nos había enseñado:

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará a vosotros.”

Pero ahora lo vemos en acción. Lo que predicó, lo vivió. ¿Y nosotros? ¿Estamos siguiendo ese ejemplo?

Perdonar no significa olvidar el dolor, pero sí significa soltar el derecho de vengarnos. Es entregar esa carga al único Juez justo. Tal vez hay alguien en tu vida que te ha herido profundamente. Y te entiendo, es difícil. Pero el Señor nos llama a algo más alto… a la libertad del perdón. Esta es una de las enseñanzas de Jesús más contraculturales… y más poderosas.

b. “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43)

Esta segunda declaración de las 7 palabras de Jesús en la cruz fue dicha a un hombre colgado junto a Él. Un ladrón. Un criminal. Uno que no tenía obras que mostrar, ni tiempo para rehacer su vida. Y sin embargo, al volverse a Jesús con fe, recibió la promesa más gloriosa que un alma puede escuchar:

“Hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Esta es la esencia del Evangelio. Salvación por gracia, no por méritos. El apóstol Pablo lo afirma claramente en Efesios 2:8–9:

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”

Aquí vemos que el plan redentor de Dios alcanza incluso en los últimos momentos, a quienes simplemente creen. Es una esperanza para los que piensan que ya es tarde. Nunca es tarde para volverse a Jesús crucificado.

Si hoy sientes que has fallado demasiado, que tu historia ya no tiene remedio, recuerda al ladrón. Él no fue salvado por lo que hizo… sino por a quién miró. Su mirada de fe encontró el perdón y la promesa eterna. Esta palabra resume el poder del mensaje de la cruz: gracia inmerecida ofrecida en el momento más oscuro.

c. “Mujer, he ahí tu hijo” (Juan 19:26–27)

Mientras Jesús agonizaba, notó la presencia de Su madre, María. Y también la de Juan, el discípulo amado. Y en medio del dolor, asegura que ella no quede desamparada.

¿No es conmovedor? Él estaba cumpliendo la misión más grande de la historia… y aun así, se preocupó por lo pequeño, por lo personal, por lo humano.

Este gesto nos revela que Dios no solo salva almas… también cuida corazones. Nuestro Señor no es frío ni lejano. Él es cercano. Se preocupa por nuestras familias, por nuestras relaciones, por nuestras heridas cotidianas.

En 1 Juan 3:18 leemos:

“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.”

Y eso fue exactamente lo que Jesús crucificado hizo: amó con hechos. El cuidado por María es un llamado a nosotros: ¿A quién estamos cuidando? ¿Cómo estamos sirviendo a los nuestros?

El amor verdadero se manifiesta en los detalles, no solo en los grandes gestos. Hoy, más que nunca, necesitamos volver a mirar a quienes nos rodean, a las personas que quizás hemos descuidado. Servir a otros no es opcional para el creyente… es evidencia de una fe viva. Esta es una de las enseñanzas de Jesús más prácticas: amor expresado en cuidado tangible, aún desde el dolor.

II. La Humanidad de Jesús y Su Conexión con Nosotros

Uno de los grandes misterios de nuestra fe es que Jesús es completamente Dios… pero también completamente hombre. Y en las 7 palabras que pronunció en la cruz, no solo vemos Su poder divino, sino también Su cercanía humana. Él no se limitó a observar nuestro dolor desde lejos. Lo vivió. Lo sintió. Lo cargó. Estas palabras de Jesús nos recuerdan que Él no fue indiferente a nuestras luchas; las compartió.

Esto cambia por completo la manera en que nos relacionamos con Dios. Ya no hablamos con alguien que no entiende nuestras luchas. Hablamos con un Salvador que lloró, que fue traicionado, que sintió el abandono y el dolor físico. Al meditar en Sus palabras, descubrimos que no estamos solos… Él nos comprende. Y ese consuelo nace de la cruz, del mismo centro del mensaje de la cruz.

a. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46)

Esta es, sin duda, una de las frases más impactantes de las 7 palabras de Jesús en la cruz. Jesús, el Hijo eterno, cita el Salmo 22 para expresar una angustia real, profunda y desgarradora. Por primera vez en la eternidad, experimenta lo que significa ser separado del Padre, porque en ese momento estaba cargando con el pecado de todos nosotros.

Pablo lo explica así en 2 Corintios 5:21:

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.”

Esa separación que tú y yo merecíamos… la sufrió Él en nuestro lugar. Ese clamor en la cruz no fue un grito de desesperación sin sentido. Fue el cumplimiento de justicia divina. El Santo cargando con la culpa de los culpables.

Ahora detengámonos un momento. ¿Te has sentido abandonado por Dios alguna vez? ¿En momentos de enfermedad, pérdida o soledad? Jesús sabe cómo se siente eso. Pero también sabe lo que hay al otro lado de esa experiencia. Porque aunque sintió el abandono, el Padre nunca dejó de amarle. Y esa es nuestra esperanza: aunque no siempre lo sintamos, Dios está con nosotros.

El Salmo 46:7 nos lo recuerda:

“Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob.”

Esta profunda declaración de Jesús crucificado nos invita a confiar en medio del silencio. Es parte de las más íntimas enseñanzas de Jesús: fe incluso cuando no sentimos nada.

b. “Tengo sed” (Juan 19:28)

En esta breve pero poderosa declaración, vemos algo que a menudo olvidamos: Jesús tenía un cuerpo como el nuestro. No era un espíritu flotando sin sentir. Tenía nervios, venas, músculos… y sed.

Después de horas de sufrimiento, pérdida de sangre y exposición al sol, Su cuerpo clamaba por agua. ¿Y por qué es esto importante? Porque nos muestra que Jesús realmente vivió como nosotros. Sintió hambre, sed, agotamiento, rechazo, dolor. Y al hacerlo, se convirtió en nuestro Sumo Sacerdote compasivo.

Hebreos 4:15 nos asegura:

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”

Hermano, hermana… ¿cómo estás hoy? ¿Te sientes cansado, sin fuerzas, emocionalmente drenado? Él entiende. Él no está lejos ni es indiferente. Puedes acudir a Él tal como estás. Y sabes qué… no solo te entiende, sino que te fortalece. Esta palabra de Jesús, aparentemente pequeña, nos recuerda que Jesús crucificado no solo murió por nosotros… también sufrió con nosotros.

c. “Consumado es” (Juan 19:30)

Esta es la palabra de la victoria. De la misión cumplida. De la deuda saldada. En el original griego, Jesús dijo Τετέλεσται “Tetelestai,” una palabra que usaban para marcar una cuenta como pagada en su totalidad. ¡Eso fue lo que proclamó desde la cruz!

Colosenses 2:13–14 lo resume así:

“Y a vosotros… os dio vida juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados… quitándola de en medio y clavándola en la cruz.”

¿Lo ves? La obra está terminada. No hay nada que podamos agregar. No necesitamos ganar el favor de Dios con esfuerzos humanos. Solo debemos creer, rendirnos y vivir con gratitud.

Pero cuidado: vivir como redimidos no es pasividad. No es conformismo espiritual. Es levantarnos cada día con la conciencia de que hemos sido comprados con sangre. Es vivir con propósito, con humildad, con gozo. Es compartir con otros esa victoria que Jesús crucificado ganó en la cruz. Este es el clímax del mensaje de la cruz: todo fue cumplido.

d. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46)

Con esta última palabra, Jesús crucificado expresa una confianza total. No un grito de derrota, sino una entrega absoluta al Padre. Él no muere como víctima, sino como vencedor que confía en las manos del Todopoderoso. Esta frase cierra el círculo perfecto del sacrificio: comenzó con perdón y termina con fe.

En el Salmo 31:5 leemos:

“En tu mano encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad.”

Jesús no improvisó. Él citó las Escrituras incluso en su último aliento. Nos enseña que la fe no es solo para los días buenos, sino también para el momento final. Su confianza en el Padre, incluso en la muerte, nos anima a vivir y morir con esa misma esperanza.

Esta séptima de las 7 palabras de Jesús en la cruz corona Su entrega perfecta. Es una de las más profundas enseñanzas de Jesús: rendirse en paz, porque estamos seguros en las manos del Padre.

III. Lecciones Prácticas para la Vida Cristiana

Podemos estudiar la historia. Podemos admirar el sacrificio. Podemos conmovernos con lo que ocurrió en el Gólgota. Pero si las 7 palabras de Jesús en la cruz no transforman nuestra manera de vivir, nos hemos perdido lo más importante. Jesús no habló desde la cruz para informarnos… habló para transformarnos.

Cada palabra es una invitación. Un llamado. Un espejo que nos muestra cómo debemos caminar como discípulos. No es solo lo que Él dijo… es cómo lo vivió. Y ahora, nosotros somos llamados a vivir en ese mismo espíritu. Este es el corazón del mensaje de la cruz: una vida redimida, activa, rendida, obediente.

a. Perdonar como Él nos perdonó

“Padre, perdónalos…” no fue solo una oración… fue una demostración. Y esa demostración rompe con la lógica humana. La mayoría de las personas perdonan cuando el otro se disculpa. Pero Jesús crucificado perdonó sin que se lo pidieran. Perdona mientras aún lo estaban crucificando.

Efesios 4:32 nos instruye así:

“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”

¿Y nosotros? ¿Cuántas veces hemos retenido el perdón? Tal vez justificándonos con frases como: “Es que no me han pedido perdón,” o “No se lo merecen.” Pero esta enseñanza de Jesús nos muestra otra forma. Él perdonó por amor… no por conveniencia.

Perdonar no es excusar la ofensa, es liberar el alma. Es dejar de cargar con el veneno del rencor. Es permitir que la paz de Dios llene ese espacio que antes estaba contaminado.

Tal vez hay alguien que necesitas perdonar hoy. No lo hagas por esa persona. Hazlo porque tú ya has sido perdonado. Hazlo porque Cristo lo hizo primero. Hazlo porque las palabras de Jesús te invitan a vivir como Él vivió.

b. Vivir con esperanza eterna

El ladrón en la cruz no tenía nada que ofrecer. Su vida había sido un desastre. Pero en un solo momento de fe, recibió la promesa del paraíso. ¿No es eso increíble?

Filipenses 3:20 lo declara con claridad:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”

A veces vivimos como si todo dependiera de lo que tenemos aquí. El trabajo, el dinero, la salud, la estabilidad… Y cuando algo de eso falla, nos sentimos perdidos.

Pero Jesús nos recuerda que hay un lugar preparado para nosotros. Que esta vida es temporal, pero el cielo es eterno. Vivir con esperanza eterna es mirar cada situación a la luz de la eternidad. Es saber que el sufrimiento tiene fin, pero la gloria que viene no tendrá fin. Esto es lo que grita el mensaje de la cruz: hay vida después de la muerte, esperanza más allá del dolor.

Y cuando entendemos eso, la ansiedad se calma, la fe se fortalece y la gratitud crece. No estamos caminando hacia el olvido… estamos caminando hacia el hogar. Esa es la promesa que está contenida en las 7 palabras de Jesús en la cruz.

c. Servir a los demás en amor

Jesús, aun en la cruz, se preocupó por el bienestar de Su madre. Y ese acto nos habla a todos nosotros. ¿Qué hacemos cuando estamos cansados, dolidos, abrumados? Muchas veces, nos cerramos. Nos enfocamos en nuestro dolor.

Pero Jesús crucificado nos muestra otra manera. Servir, aún en medio de nuestras cargas. Amar, aún en medio del sufrimiento. Es una de las más claras y desafiantes enseñanzas de Jesús: amar activamente cuando menos fuerzas tenemos.

Gálatas 5:13 nos exhorta:

“Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados… servíos por amor los unos a los otros.”

El amor cristiano no es solo un sentimiento. Es acción. Es movimiento. Es mirar al que sufre, al que está solo, al que tiene hambre… y hacer algo.

¿A quién estás sirviendo hoy? ¿Quién necesita una llamada, un gesto, una oración? No esperes a tenerlo todo resuelto para empezar a servir. Sirve desde tu quebranto. Ama desde tu debilidad. Así fue como Jesús crucificado lo hizo.

Las palabras de Jesús en la cruz no son poesía. Son un manual para vivir. Son la evidencia de un amor que lo da todo. Y cuando las tomamos en serio, nuestra vida cambia. Cambia la manera en que tratamos a otros, la forma en que enfrentamos el dolor y la manera en que vemos el futuro.

Ahora que hemos caminado palabra por palabra, enseñanza por enseñanza, solo queda una pregunta: ¿Qué vas a hacer con lo que has escuchado?

Conclusión

A lo largo de este mensaje hemos escuchado no solo palabras… sino el corazón del cielo hablando desde una cruz. Las 7 palabras de Jesús en la cruz no fueron pronunciadas por casualidad, ni quedaron registradas solo para que las admiremos. Fueron pronunciadas para que vivamos a la luz de ellas. Para que perdonemos como Él perdonó, para que confiemos como Él confió y para que amemos como Él amó hasta el final.

Cada palabra es una llama que nos enciende por dentro. Una chispa divina que toca nuestras heridas, despierta nuestra fe y nos impulsa a vivir con propósito. No podemos seguir igual después de haberlas escuchado. No debemos.

Ahora es tu momento.

  • Tal vez has estado cargando con rencor… y hoy necesitas perdonar.
  • Tal vez te has sentido indigno… y hoy el Señor te recuerda que Su gracia es suficiente.
  • Tal vez has dejado de servir… y hoy entiendes que aún con tus limitaciones, puedes ser instrumento de amor.

Hermano, hermana… no ignores este llamado. No pospongas la decisión de rendir tu vida completamente al Señor. Lo que Jesús crucificado hizo en la cruz fue por ti. Y Sus palabras te están llamando hoy, aquí, en este lugar.

Ríndete a Su amor. Abre tu corazón. Camina con Él.

No fue una historia trágica. Fue una victoria eterna. Y ahora esa victoria puede ser tuya. Que las 7 palabras de Jesús en la cruz no se queden en un mensaje de Semana Santa, sino que se conviertan en un estilo de vida, una brújula diaria, una declaración constante de que vivimos para Aquel que dio todo por nosotros.

Amén.

© Ricardo Hernández. Todos los derechos reservados.

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Ricardo Hernández
Soy Ricardo Hernández, un apasionado estudiante de la Palabra que busca inspirar a otros a renovar su mente en Cristo. En un mundo que nos impulsa a conformarnos a sus valores, siento el llamado de guiar a mis hermanos y hermanas a una transformación profunda, basada en la verdad de Dios.

2 comentarios en «7 Palabras de Jesús»

  1. Muchas gracias por la reflexión. Considera puntos muy importantes si las pensamos desde el dolor y sufrimiento de Cristo en ese momento.
    Bendiciones y agradecida.

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