Las 3 actitudes hacia mi prójimo | Predica Cristianas
RESUMEN MENSAJE ANTERIOR
La semana pasada terminamos la serie acerca de Buscar la Presencia de Dios. Entendimos varias cosas, que hemos tenido una porción de Su Presencia, pero que hay más de Él para nosotros. Que si queremos tener más de Dios, debemos morir a nuestro yo, a nuestro ego y sobre a todo morir a este egoísmo cristiano que solo le interesan las bendiciones de Dios, pero no quiere tener una relación de intimidad con Dios.
Que la manera como se busca su presciencia es clamando con quebrantamiento y arrepentimiento por su presencia, como el ciervo brama por las aguas. Que nadie debe huir de su presencia, sino que todo el pueblo está diseñado para acercarse a buscar su rostro y no solo los ministros y sacerdotes, porque de hecho Jesús nos hizo a todos sacerdotes para Dios. Que debemos reflexionar si estamos siendo pródigos con Él, que los bienes y bendiciones que Él nos ha dado son las que usamos para financiar nuestra jornada de alejamiento de buscar su rostro, porque “no nos da tiempo”, nos queda lejos, no tenemos fuerzas, etc.
Que debemos cuidar de no ser como Simón el fariseo que invitó a Jesús solo a su casa, solo para no honrarlo.
Aprendimos que una manera de entrar en busca de su presencia es arrodillarnos a derramar nuestro amor por él, desechar nuestra gloria personal para limpiar las inmundicias que tiramos a sus pies, aun con nuestras acciones justas y limpiarlas con nuestras lágrimas de amor por él.
Entendimos que buscar su presencia es cosa seria y que nuestra carne le estorba. Que su presencia debe ser transportada sobre los hombros de cada uno de nosotros y no sobre los carros nuevos y elegantes de los programas de nuestra iglesia.
Y la semana pasada entendimos que el propósito de tener su Presencia y su Gloria es predicar el evangelio a los perdidos, ayudar a las personas que tienen un corazón roto y lastimado, anunciar a los cautivos, que Jesús vino para liberarlos del pecado, del dolor, la culpa o el rechazo, por mencionar sólo algunos, que Jesús vino a liberarlos y sacar de las cárceles espirituales a los presos, liberándolos de demonios y sanando a los enfermos.
Y al final el Señor nos dio una promesa y nos dijo que si nosotros clamamos con llanto pidiendo perdón por los pecados tuyos, de tu familia, de tu iglesia, de tu ciudad y de tu nación, Él restituirá todo lo que hemos perdido, restaurará lo que se haya destruido, lo que esté secó reverdecerá y su pueblo nunca será avergonzado, según nos dio Joel 2:17 al 27.
La frase que nos acompañó todos estas semanas que fueron seis fue: “Cuando la presencia de Dios llega, los demonios huyen y los pecadores se arrepienten.” Y este es el origen de todos tus problemas: Pecadores sin arrepentimiento y demonios lastimando las relaciones personales.
INTRODUCCIÓN
Después de este extenso resumen, iniciemos una nueva serie de mensajes, acompáñeme a la Biblia.
Marcos 12:28-34 “Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? 29 Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. 31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. 32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; 33 y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. 34Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.”
El libro de Mateo dice lo mismo, pero agrega esto al final:
Mateo 22:40 “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.”
Nuestra serie pasada le dio honra al principal mandamiento de todos: Amar a Dios. Buscar su presencia como lo enseñamos, sólo es posible si amas a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo el entendimiento y con todas tus fuerzas.
En esta nueva serie vamos a darle honra al segundo mandamiento más importante, que completa todo lo que la Biblia enseña: El amor al prójimo, de aquí que la serie llevará por nombre: Aprendiendo a amar al prójimo.
Y el primer mensaje de la serie lleva por título: Las tres actitudes hacia el prójimo.
I. LAS TRES ACTITUDES QUE MUEVEN AL MUNDO
Hay tres actitudes que mueven al mundo, pero solo una es correcta y las vamos a conocer en este relato.
Lucas 10:25-29 “Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? 26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? 27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. 28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. 29Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?”
Esta es la pregunta que hoy Dios nos responderá en su Palabra.
Lucas 10:30-37 “Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.”
El pasaje tiene cuatro personajes: 1) Un ladrón o ladrones, 2) un hombre despojado, lastimado y herido, 3) un sacerdote y un levita, y por último, 4) un samaritano.
De aquí encontraremos las tres actitudes que mueven al mundo desde siempre.
a. Lo tuyo es mío.
La primera actitud es la que tuvieron los ladrones, esa actitud dice: Lo tuyo es mío, lo que tú tienes yo lo quiero. Esta actitud la provoca la codicia y la envidia.
Esta es una actitud de envidia, robo y despojo que hiere a otros y corrompe tu corazón. Esa actitud no solamente se ve en un ladrón, sino en cualquier ámbito, como en los negocios donde algunos compiten de forma desleal por quedarse con los clientes de otras empresas, difamando al competidor. Pero también sucede en las familias, en los matrimonios, cuando se quiere despojar al hermano al esposo o esposa.
De esa manera, no se está agrediendo físicamente a nadie, pero se comete pecado al buscar quedarse con lo que otros tienen, sin importar los medios para lograrlo.
La Biblia enseña que no debemos codiciar nada que sea de otros.
Éxodo 20:17 “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.”
Dice que no debemos codiciar cosa alguna de nuestro prójimo. Codiciar no es malo, lo malo es codiciar lo que otros tienen. La palabra codiciar en el original hebreo (חָמַד) significa: Desear apasionadamente, el diccionario la define como Ansiar, apetecer vehementemente una cosa.
Cantares 5:16 “Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable. Tal es mi amado, tal es mi amigo, Oh doncellas de Jerusalén.”
Está hablando del Esposo, Jesús debe ser codiciado por nosotros, su palabra debemos codiciarla como la cosa más valiosa que tenemos. Pero no debemos codiciar lo que otros tienen.
b. Lo mío es mío.
La segunda actitud la tuvieron el sacerdote y el levita al pasar delante de un hombre despojado y herido, con indiferencia, iban tan apurados pensando en sus propias actividades y compromisos eclesiásticos, que no tuvieron tiempo de detenerse a ayudar a este hombre, es es la actitud de Lo mío es mío.
Las personas con esta actitud piensan, “yo no lo provoqué,” “yo no tuve la culpa”, “no tengo tiempo de resolverlo”.
Esta es una actitud egoísta, que si bien no arrebata lo de otros, es terrible porque no comparte ni mueve a misericordia. Es una actitud de “si yo estoy bien, no importa cómo estén los demás”, “si yo no provoqué el problema, no tengo obligación de solucionarlo”.
Actuar así también es incorrecto porque revela una insensibilidad e indiferencia que no es propia de los hijos de Dios.
Es muy fácil criticar y preguntarse qué harán otros por mejorar la situación, pero lo importante es involucrarse y preguntar qué podemos hacer para contribuir con el cambio positivo.
Dejemos a un lado el egoísmo y asume el compromiso con el bien de quienes te rodean, porque no vivimos aislados, al contrario, todos somos responsables del bienestar de los demás.
c. Lo mío es tuyo.
La tercera actitud la tiene el samaritano, que dice la Escritura: fue movido a misericordia, es decir, “fue movido”, no a tener un sentimiento, sino a ponerse en acción.
Esta actitud dice: Lo mío es tuyo, es la actitud que refleja el amor al prójimo. Y le dijo algo, buscar la presencia de Dios es el origen de una actitud así.
Dice que curó las heridas, pero eran graves, y entonces detuvo sus propias actividades que el tenía, para dedicarse a este hombre necesitado.
Dice que lo llevó a un mesón, le dejó dos denarios al mesonero y le dijo: “Cuídalo y todo lo que te gastes yo te lo pagaré cuando regrese.”
Esto nos revela que para amar al prójimo es necesario gastar nuestro tiempo y dinero o bienes, especialmente en la gente que está necesitada.
El mundo está lleno de las dos primeras actitudes.
El mundo está lleno de las dos primeras actitudes, gente que codicia lo de otros y de ahí la corrupción, los secuestros, los robos, el adulterio y toda la maldad y gente indiferente que solo piensa en lo suyo, que si bien no roba ni despoja a nadie, tampoco hace nada por ayudar al prójimo y como no se siente parte del problema ni de la solución, solo le alcanza para juzgar y criticar.
II. NUESTRA NUEVA MANERA DE VIVIR
Este país va a salir a adelante cuando tengamos la tercera actitud, la actitud de “Lo mío es tuyo.” Cuando nos interesemos más en el prójimo de lo que lo hemos hecho hasta hoy.
Voltea a cada lado de tu banca, de tu casa, de tu colonia y vas a encontrar gente que necesita un abrazo, un consejo, unos oídos que le escuchen, un poco de dinero o una despensa.
Si hemos decidido seguir a Cristo y Él nos ha revestido para ser nuevas criaturas, esta debe ser nuestra nueva manera de vivir,
Efesios 4:22-28 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. 25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. 26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27 ni deis lugar al diablo. 28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.”
Aquí dice que hablemos verdad con el prójimo, que habrá cosas que nos van a enojar de nuestro prójimo, pero que no pequemos hablando contra ellos o devolviéndoles mal por mal, porque entonces, le estamos dando lugar al diablo en nuestro corazón, en nuestras vidas, en nuestra iglesia. Dice el que codiciaba lo de los demás y lo robaba, ya no lo haga, mejor trabaje honradamente, no solo para que tenga para suplir sus necesidades, sino que tenga para suplir las necesidades de los demás.
La iglesia primera, la que vivió con Jesús y comenzó a predicar el evangelio hacia todo el mundo nos confirma que así se debe vivir, pensando y sabiendo que lo nuestro es de otros, de los que sufren alguna necesidad.
Hechos 2:44-47 “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; 45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
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