Lo más evidente aquí de observar, es que estos versículos incluyen una gran explicación en relación a una vida de pecado. Pero algo de suma importancia a considerar es que estos versículos no le están hablando al mundo.
Estos versículos no están destinados a aquellos que aún no se percatan de la verdad y están siendo conducidos por esa corriente de maldad que arrastra al mundo. Estos versículos son una advertencia a la iglesia, son una advertencia a todos los creyentes. Pero ¿por qué esta advertencia?
Esta advertencia es encontrada porque lo que ha ocurrido desde el comienzo, es que el pueblo de Dios se ha ajustado en la razón de que Dios perdona nuestros pecados.
Esto ha conducido a muchos a habituarse de tal manera que en muchas ocasiones pecan intencionalmente, pecan conscientemente, y se dicen así mismos que existe el tiempo de pedirle perdón al Padre, y que como Dios es misericordioso Dios les perdonara.
No alce la mano nadie, pero ¿le suena esto conocido? La razón por la que muchos se acoplan en esta forma de pensar es porque en muchos momentos, tal como el simio cayó en la engaño de la golosina, el creyente cae en la trampa del pecado.
Digo esto porque uno de los muchos métodos que emplea nuestro enemigo es el árbol de la tentación que florece con la fruta de la satisfacción.
En otras palabras, lo que ocurre constantemente es que los creyentes son atrapados en la prisión del pecado a causa del placer; a causa de no poder soltar esas cosas del mundo que nos pueden traer un deleite o satisfacción pasajero.
No querer soltar el pecado
Observemos lo que le ocurrió al simio a causa de no soltar la naranja, a causa de no preferir abrir su mano y permitir la fruta caer, y observemos si lo que les digo no tiene lógica. El no soltar la naranja contribuyó su futuro y su destino de gran manera.
Menciono esto porque al no soltar la naranja ocasionó que su futuro, que su destino, pasara de vivir en la selva libre y contento a ser un prisionero en un zoológico. Este simio jamás más correría por los pastos y la selva; por el resto de su vida natural este simio ahora estaría encerrado en una prisión de cemento y barras de acero.
Sin duda alguna todos podemos suponer que su porvenir fue respaldado gravemente por su maniobra, ¿verdad? Hermanos, si no tomamos bien en serio el consejo contenido aquí en estos versículos, por lo tanto se nos hará muy fácil el quedar aprisionados igual que el mono.
Esto es algo que queda bien manifestado en Proverbios 11:6 cuando leemos “La justicia de los rectos los librará; Mas los pecadores serán atrapados en su pecado.”
Si no tomamos bien en serio la advertencia contenida aquí en estos versículos, entonces le será muy sencillo al enemigo atraparnos y encerrarnos en la prisión de la perdición, en la prisión del placer de la carne, y todas las otras incontables prisiones que existen en su posesión.
Le será muy fácil al enemigo el lanzar su trampa y atraparnos en una prisión de sufrimiento, en una prisión de dolor, en una prisión de tristeza y desolación. Dios no envió a su hijo unigénito, no envió a nuestro Rey y Salvador para que viviéramos atrapados en una prisión. Dios no mandó a su hijo unigénito para que siguiéramos bajo la esclavitud del pecado.
Fíjense bien como lo dijo Pablo en Gálatas 5:1 “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.” Hermanos, Dios no envió a nuestro Señor a morir por nuestros pecados para que siguiéramos pecando.