Predicas Cristianas
Prédica de Hoy: Los cristianos y el pecado
Predicas Cristianas.. Lectura Bíblica: 1 Juan 1:8-10
Introducción
Hay un concepto errado que se ha introducido en las iglesias, y es que los cristianos no tenemos pecado. No se puede quitar que muchos buscan la santidad con mucho celo y amor, buscan agradar al Señor, y le sirven genuinamente. Sin embargo, ¿por qué esto?
Se ha escuchado sobre cristianos que dicen que no son pecadores, porque Cristo los redimió. Para ellos, el hecho de haber creído en Cristo ya hace que la realidad del pecado desaparezca. Muchos otros no son tan osados, y evidentes como estos. Pero la falta constante de un reconocimiento de que pecan, y tienen problemas espirituales, son una demostración de que aun les falta entender esta verdad.
El apóstol Juan en su primera carta nos da enseñanza maravillosa sobre la concepción que los cristianos debemos tener de nosotros mismos, y cómo responder a esa realidad.
Desarrollo
I. Reconociendo el pecado, lo que somos y hacemos (verss. 8-10)
a. Reconocer el pecado, que somos pecadores.
El apóstol Juan nos introduce en una gran paradoja. Anteriormente, ha dicho que Dios es luz, y como tenemos comunión con Él, nosotros también andamos en luz. Y claramente ha dicho que en Él no hay tinieblas, es decir, mal o algún pecado. ¿Cómo, entonces, dice ahora que nosotros tenemos pecado?
Primero, hay que entender que aquí no hay contradicción. El punto de Juan no es que ya no pequemos, o no seamos pecadores, sino que, aún hay mal en nuestro corazón, y de allí surge el pecado. Nosotros no vivimos en pecado, pero aún tenemos la naturaleza pecaminosa viviendo en nosotros, cohabitando con la divina.
Ahora, aquí hay una diferencia con lo que dice el versículo 10. Es parecido, pero también diferente. Decir: “no tenemos pecado” es diferente a “no hemos pecado”. Tener pecado es una forma de decir a la raíz del mal que habita en todo nosotros, a esa naturaleza que habita en nuestros miembros que nos lleva a pecar, aunque muchas veces no queramos (Romanos 7:15-23).
Esto significa que los cristianos debemos admitir que somos pecadores, aun cuando también aceptamos la verdad de que hemos sido regenerados. ¿Y cuál es el problema con no aceptar que somos pecadores? Juan nos da dos razones.
La primera es que nos engañamos a nosotros mismos. ¿Por qué? Porque nuestra experiencia natural nos dice que estamos inclinados a hacer el mal. ¿Cuántos nos hemos esforzado en ser dulces con nuestras esposas, y terminamos siendo ásperos?
¿Cuánto nos hemos determinado en vencer un pecado, y volvemos a caer en tentación? La experiencia es conocida para todos. Escuchamos la predicación. Salimos decididos a obedecer a Dios. Pero al día siguiente nos sentimos inclinados a desobedecer y pecamos. Nuestra propia experiencia nos dice que somos pecadores. ¡No mayor mentiroso que aquel que diga no es pecador!
La otra razón que da Juan es que esto es una demostración de que la verdad no habita en nosotros. Es decir, que el evangelio no ha dado sus frutos en nosotros. Esto es porque la verdad de Dios nos lleva a reconocer que somos miserables. Quienes normalmente no aceptan que son pecadores son los mismos que no creen tener necesidad del evangelio de Cristo.
Allí está la imagen del Fariseo y el publicano (Lucas 18:10-14). El fariseo daba gracias a Dios por no ser tan pecador que el publicano. Mientras que el publicano reconocía su miseria, y buscaba perdón. No reconocer esta realidad inevitablemente nos conduce a la soberbia. Y la soberbia al rechazo a Cristo. Esto no es actuar conforme a la verdad.
b. El pecado – Reconocer que pecamos.
Ahora, el versículo 10 nos presenta algo similar pero distinto. Juan ahora no habla de la raíz del pecado, sino de pecados concretos, manifestaciones específicas de que desobedecemos a Dios.
Todos podemos reconocer que somos pecadores. Pero muy poco podemos ver cuáles pecados cometemos en nuestra vida. Una cosa es que digas que como pecadores estas expuesto a airarte, y una muy distintas que reconozcas: “me he airado injustamente, perdóname”. Por eso, Juan nos exhorta a que estemos consciente de que hacemos cosas muy específicas que desagradan a Dios.
Y da la razón por la cual debemos hacer esto. Y dice que sí no, hacemos mentirosos a Dios. En la razón anterior, Juan ha dicho que no reconocemos nuestra naturaleza malvada, los mentirosos somos nosotros. Pero en este caso especial, decimos que el mentiroso es Dios. ¿Por qué?
Bueno, basta leer toda su palabra para darse cuenta de esto. Los profetas denunciaron los pecados del pueblo constantemente. Jesús contradijo la forma pecaminosa de actuar de su época. Y las cartas del Nuevo Testamento fueron escritas por iglesias, llenas de cristianos que estaban cometiendo pecados.
¡Toda la Biblia nos anuncia que los cristianos seguimos pecando en esta vida! Por eso, hacemos mentiroso a Dios, cuando contradecimos sus testimonios. Y como consecuencia, su palabra no habita en nosotros.
II. Confesando nuestro pecado ante Dios
a. Confesar el pecado.
Ahora, esto no tiene como fin deprimirnos. Ni tampoco hacernos insensibles a la realidad del pecado. Esas personas que se entregan al pecado, bajo la justificación de que la carne es débil, no han terminado de entender lo que dice Juan.
El entendimiento de esta verdad no implica que vamos a pecar, sino que, habiéndolo reconocido, vamos acercarnos a Dios pidiendo perdón y restauración. ¿Recuerdan lo que dijo Juan al principio, de que Dios es luz, y no hay tinieblas en Él? Bueno, si podemos mantener la comunión con Dios, es porque el Señor nos ha perdonado, no porque tolera el pecado.
Y esta misericordia, entonces, debe hacer que nos acerquemos a Dios, confesando lo que somos y hacemos.
b. Porque Dios es fiel y justo.
En esto se demuestra la fidelidad y justicia de Dios. Fidelidad, porque teniendo pecado, no nos aparta de su presencia, sino que nos mantiene en comunión. Y es Justo, porque no quiere que permanezcamos en el pecado, sino que nos huyamos de Él, y andemos en luz.
c. Para perdonar y limpiarnos de la maldad.
Es por eso que Dios hace dos cosas. Nos perdona, y nos limpia de toda maldad. Por eso, cuando reconozcamos nuestra miserable condición y nuestras malas acciones debemos buscar ambas cosas. Primero, que Dios nos perdone, porque a Él lo desagrada lo que por naturaleza somos, y lo que hacemos. Y segundo, buscando que nos limpie del pecado, y nos haga más semejantes a su Hijo Jesucristo.
Conclusión
Así que si, los cristianos somos pecadores y cometemos pecado. ¡Y si que lo reconocemos! Pero no nos quedamos allí. Confesamos nuestros pecados, buscamos el perdón, y pedimos ser limpiados del mal. Y por eso, aunque vivimos con esta realidad, buscamos andar en luz porque Dios es luz.
© Ricardo Hernández. Todos los derechos reservados.