En esta poderosa predica cristiana, descubre cómo establecer las prioridades de la vida cristiana según Mateo 4:1-11. Aprende a poner a Dios en primer lugar y a vivir alineado con Su voluntad para experimentar una vida plena y transformada. ¡Descubre el verdadero camino hacia una vida cristiana victoriosa y fiel!
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Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Prioridades de la vida cristiana
Predica Cristiana Lectura Bíblica: Mateo 4:1-11
Introducción
Prioridades de la vida cristiana es lo que debemos establecer en nuestras acciones para llevar adelante nuestra vida en Cristo, dando lugar en primer término a las más importantes.
Buscando en un diccionario, veremos que “prioridad” significa: Anterioridad de una cosa respecto de otra.
Leamos Mateo 4:1-11 “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noche, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso en el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti. En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. Y Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. El diablo le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían”.
Prioridades de la vida cristiana
La elección de los temas que rodean la vida de una persona es difícil porque a menudo se choca con intenciones o estructuras mentales que se originaron a través del tiempo y de la vida misma que llevamos inmersa en el sistema del mundo.
El solo hecho de pensar en el ordenamiento, en el orden, en la claridad o en ponernos a cuentas con el Señor engendra una serie de temores, inquietudes o tal vez inseguridades; éstas resultarían lógicas si consideramos las viejas estructuras mentales y espirituales de las cuales hablamos anteriormente.
El aspecto principal de ése temor nace o se genera en nuestra muy escasa o ninguna voluntad para entregar el primer lugar de todas nuestras cosas al Señor como consecuencia de la rebeldía que traemos estructurada en nuestra mente a raíz de la vida pecaminosa a la que Satanás nos tenía sometidos.
Debemos dejar que sea Él realmente quien ocupe ese lugar de prioridad, ese lugar de privilegio en nuestras vidas, debemos dejar que en todas nuestras decisiones y en cada cosa que hagamos Él pueda ir delante nuestro guiando nuestras acciones.
La otra parte que genera el temor o la inseguridad es el hecho de no saber cómo hacer los cambios necesarios en nuestras vidas, en cómo realizar el cambio en nuestras acciones, en nuestras decisiones y aún en nuestros pensamientos, de manera tal que el Señor ocupe el lugar primero, prioritario y preponderante que solamente Él debe ocupar, el lugar que solamente Él puede ocupar.
Si creamos el hábito en nosotros de leer la Palabra del Señor, cosa que en realidad deberíamos tener todos nosotros como una prioritaria y buena costumbre, como la obligación que ella misma nos plantea al decirnos que debemos escudriñar las Escrituras. Bueno, si esto es un hecho en nuestra vida, ya tenemos la respuesta a nuestra inquietud y podremos comenzar a darnos algunas prioridades en nuestra vida cristiana.
Primera prioridad: Prioridades de la vida cristiana
En primer lugar ubicaremos a Mateo 6:33 “Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia”.
Al leer todo el capítulo 6 de Mateo o al igual que al leer el sermón del monte, nos enfrentamos a una indicación clara de contracultura espiritual, nos encontramos con un modo de vida, con una forma totalmente distinta de conducirnos con respecto al mundo que nos rodea, respecto de sus prácticas y de sus pensamientos.
Allí es donde deberemos luchar en contra de todas esas fortalezas mentales que el mundo mismo nos generó desde nuestro nacimiento, en nuestro paso por las aulas escolares y también las generadas en nuestra vida laboral, social y familiar fuera de la vida que Cristo desea para nosotros.
En éste capítulo de Mateo vemos involucrada una serie de personajes donde cada uno de ellos debe luchar con sus propios pensamientos, sus propios problemas y sus propias fortalezas mentales.
Aún desde el capítulo 5 vemos que el espíritu del hombre malo debe luchar consigo mismo puesto que la enseñanza del Señor resulta diametralmente opuesta a su accionar cotidiano y sobre el final le indica, “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen…”.
Los hipócritas luchan con su jactancia en los versos 2 al 7 y 16 al 18 pues en ellos vemos que la indicación es no tocar trompetas cuando se hace lo bueno para ser reconocido, sino que se debe esperar el reconocimiento supremo que proviene de Dios, solamente Él nos recompensará, solamente Él nos galardonará, y además lo hará en público.
Así los materialistas con los tesoros y riquezas materiales en los versos 19 al 24 y la gente con sus afanes de la vida en los versos 25 al 32.
En todos estos casos las personas han puesto otras cosas, otros valores, otras prioridades en el primer lugar de sus vidas y por esto perdieron su rumbo; ellos perdieron el rumbo que Dios tenía para ellos, comenzaron a transitar por caminos equivocados para perderse en el mundo, para perderse en sus propios pensamientos entenebrecidos por el pecado o encarcelados en sus propias fortalezas pecaminosas.
El Reino de Dios significa lisa y llanamente la soberanía de Dios en nosotros, darle la prioridad a Él en cada cosa de nuestras vidas como bien dice la Escritura “Porque el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”.
Debemos aprender a discernir entre los tesoros espirituales de los cielos y las tentaciones o placeres del mundo que nada producen para nuestro caminar cristiano. Recordemos el pasaje: “Todo me es lícito, mas no todo me conviene”. Nuestra alma nunca está satisfecha, siempre está en búsqueda de su creador, por ello se mantiene en constante y permanente búsqueda, “…y el que busca halla”.
Si no ponemos a Dios y su justicia en primer lugar, si no entronamos a nuestro Señor Jesucristo en lo mas alto de nuestro corazón, también perderemos el rumbo y por supuesto las consecuencias serán desastrosas puesto que perderemos todos sus beneficios.
La justicia que Cristo nos propone es la santidad y la pureza en la vida instalada en medio del corazón, señoreándose Él sobre cada acción que realicemos o pensamiento que tengamos; la justicia de Mateo 5:20 “Porque os digo que si vuestra justicia no fuese mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.
Segunda prioridad: Prioridades de la vida cristiana
Una segunda prioridad en nuestra vida cristiana la hallamos en Colosenses 3:1 “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”.
Esta búsqueda de las cosas de lo alto es la consecuencia de nuestra nueva vida junto a Cristo, resulta imposible desde todo punto de vista profesar o animar una vida con Dios, es imposible ser un buen cristiano en tanto que nos alimentamos con las cosas del mundo, en tanto que continuamos viviendo las cosas del mundo.
“Buscar las cosas de arriba”
Es contender, es luchar hasta las últimas consecuencias por buscar las cosas divinas, es luchar sin desfallecer por todo aquello que alimenta nuestra alma y nuestro espíritu, fomentando dentro nuestro el amor del que habla la Escritura “Si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor” (1 Corintios 13:3-5), que es el perfecto amor de Dios.
Todas estas cosas, todo este amor perfecto se manifiesta en la edificación que obra el Espíritu Santo en nuestra vida, se manifiesta en nuestro crecimiento o madurez espiritual y así debe ser nuestro anhelo de dones espirituales a fin de que en la abundancia de ellos contribuyamos a la edificación del cuerpo de Cristo; es en definitiva la totalidad de cosas que tienen su arraigo en Nuestro Señor Jesucristo.
Orden de prioridades
El método único y eficaz de lograr este orden de prioridades lo encontramos en 1 Pedro 3:11 “Apártese del mal y haga el bien, busque la paz, y sígala”. Este pasaje, que resume la recomendación del Salmo 34 (que de paso sería muy saludable lo leamos seguido o lo que sería mejor le tuviéramos en la memoria para recordarlo en nuestras angustias y aflicciones).
Esta recomendación tiene una importancia fundamental en éstos tiempos en que la violencia nos azota cada día y flagela nuestra sociedad en su totalidad, a tal punto que la paz se nos presenta como algo empírico, una utopía inalcanzable, una mera fórmula pero que en la práctica resulta imposible de lograr, o una meta establecida a la cual no podremos llegar nunca.
Esta paz, que en el principio es un don de Dios como nos dice Romanos 5:1 “Tenemos paz para con Dios por medio de Nuestro Señor Jesucristo”. Esta paz que Satanás quiere arrebatarnos a través de su incitación a hacer lo malo y es para esto que nos crea, produce en nuestras vidas o inserta en nuestra mente las fortalezas originadas en los recuerdos de la vida superflua y pecaminosa que mantuvimos en la vieja vida en el mundo, alejados de los caminos de Cristo.
Pero con la vida del espíritu, la paz se fomenta, se robustece e incrementa cada día en que perseveramos en la doctrina del Señor; seguir la paz es entonces rogar al Señor que nos acompañe siempre, que no aparte de nosotros su Santo Espíritu como le pedía David cada día.
Conclusión
Cada instante de nuestra existencia debe estar lleno del Señor y de su Palabra a fin de combatir de una manera eficaz a Satanás y su ejército de maldad quienes tratarán de sacarnos del plan y de la voluntad de Dios para hacernos volver a los caminos del mundo.
Con ésta paz vivimos el evangelio de Jesucristo en unidad de espíritu con toda la iglesia del Señor, protegidos por sus aprestos (Efesios 6:15-17) y lo proclamamos al mundo entero presentando la imagen de Nuestro Señor Jesucristo, cumpliendo la Gran Comisión que nos fuera dejada por Él.
© Luis Alberto Coria. Todos los derechos reservados.
Excelente excelente predica pastor Coria pedimos más de sus prédicas por favor yo y mucho pueblo acá donde vivo por favor suba más usted es nuestro pastor