La Biblia: El Poder de un Libro | Reflexiones Cristianas
Devocional de hoy Lectura Bíblica: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Marcos 13:31
Introducción
La palabra del Señor permanece para siempre (1 Pedro 1:25)
Se estima que en el mundo se hablan actualmente más de 7,390 lenguas. Gracias al trabajo incansable de ministerios y sociedades bíblicas, la Biblia completa ha sido traducida a 743 idiomas, lo que permite que millones de personas tengan acceso a toda la Escritura en su lengua materna.
Además, el Nuevo Testamento se encuentra disponible en 1,682 idiomas, y porciones de la Biblia han sido traducidas a otros 1,261 idiomas. Esto significa que, en total, más de 3,750 idiomas cuentan hoy con al menos una parte de la Palabra de Dios.
En el año 2023, se completaron traducciones en 106 idiomas, incluyendo 72 primeras traducciones (entre ellas, 15 en lenguas de señas), beneficiando a más de 1,250 millones de personas. Si usted puede leer la Biblia en su propio idioma, es un privilegio que más de 3,700 comunidades lingüísticas aún no tienen.
En muchas partes donde este Libro ha sido leído se han producido efectos extraordinarios. La Biblia nos da a conocer los pensamientos y el amor de Dios; penetra en nosotros, forma nuestro corazón y espíritu, nos muestra cómo vivir conforme a la voluntad divina.
¿Ha oído alguna vez a alguien que dijese: «Yo era un bebedor, la vergüenza de mi familia y una plaga para la sociedad, pero me puse a estudiar las matemáticas, la botánica o un libro de moral y desde ese momento cambié completamente?».
Sin embargo podríamos hallar no una, ni diez, ni cien, sino miles de personas que le dirán: «Yo era un desdichado, vivía atormentado y sin esperanza hasta el día en que conocí el maravilloso poder de la Biblia. A través de él mi vida cambió, fui liberado de mis vicios, la paz entró en mi corazón y en mi hogar». Es un milagro que ese Libro hace diariamente.
¿Pensamos que los «progresos de la civilización» van a traer los mismos resultados? Aun si somos de aquellos a quienes se les llama «buena gente», todos somos pecadores ante Dios y necesitamos un Salvador.