El Origen y el Propósito de la Familia | Mensajes Cristianos
Mensajes Cristianos Texto bíblico principal: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla…” Génesis 1:27-28
Introducción
Hermana, vivimos en tiempos donde el significado de la familia se ha confundido. Muchos ya no saben de dónde viene ni para qué fue creada. Algunos piensan que la familia es una invención humana. Otros la ven como una carga. Pero si vamos a la Palabra, descubrimos algo poderoso: la familia nació en el corazón de Dios.
No fue idea de una cultura, ni de una época. Fue diseño divino desde el principio. En el Edén, antes de que existieran gobiernos, escuelas o templos, Dios formó una familia. Y no la creó al azar. Le dio un propósito, una misión, una bendición.
Por eso, cuando cuidamos nuestra familia, estamos honrando a Dios. Cuando restauramos un hogar, estamos participando en Su plan. Y cuando oramos por nuestros hijos, estamos construyendo algo que trasciende generaciones. El origen de la familia es divino, y su propósito es eterno.
I. La familia refleja la imagen de Dios
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” — Génesis 1:27
Desde el principio, Dios quiso reflejar Su imagen en la creación. Y lo hizo en la unidad entre el varón y la mujer. El ser humano, creado a Su imagen, fue hecho para vivir en relación. No en aislamiento. La familia es el primer espejo de esa imagen.
Dios no solo creó individuos. Creó comunión. Y esa comunión comenzó con una pareja. En Génesis 2:24 leemos: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” Esta unidad refleja el carácter de Dios: fidelidad, entrega, propósito.
La imagen de Dios no se refleja solo en lo físico. Se manifiesta en el amor, en la paciencia, en el perdón que fluye dentro del hogar. Cuando una familia vive con temor de Dios, se convierte en testimonio vivo de lo que Dios es: unidad, orden, y amor.
II. La familia fue bendecida para multiplicarse y gobernar con propósito
“Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla…” — Génesis 1:28
Dios no solo creó a la familia. La bendijo. Esa bendición no fue algo simbólico. Fue una habilitación. Les dio capacidad para fructificar, multiplicarse y ejercer dominio. Eso nos revela que la familia no es solo para convivir, sino para cumplir un llamado.
En Salmo 127:3 se declara: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.” Los hijos no son obstáculos. Son parte del plan. Criarlos en el temor de Dios es parte del propósito.
Cuando una familia entiende esto, ya no vive solo para sobrevivir. Vive para multiplicar la fe, el carácter, y los valores del Reino. El hogar se convierte en una extensión del cielo en la tierra. No es perfecto. Pero sí consagrado. No está libre de pruebas. Pero sí lleno de promesas.
III. La familia es un instrumento de redención y legado
Dios siempre ha usado familias para cumplir Sus planes. No llamó a Noé solo; salvó a su casa entera (ver Génesis 7:1). No eligió a Abraham por sus riquezas, sino porque “mandará a sus hijos y a su casa después de sí” — Génesis 18:19. La redención vino al mundo a través de una familia: José, María y Jesús.
Eso nos enseña que la familia no es un adorno. Es un instrumento poderoso en las manos de Dios. Cada madre que ora, cada padre que instruye, cada hijo que honra, está participando en una obra eterna.
Pablo escribió a Timoteo recordándole su herencia de fe: “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice” — 2 Timoteo 1:5. ¡Qué hermoso legado! Una familia que no solo vive junta, sino que transmite fe de generación en generación.
Conclusión
Hermana, tal vez tu hogar no ha sido perfecto. Tal vez hay heridas, vacíos o luchas. Pero hoy quiero recordarte algo: Dios sigue creyendo en la familia. Él fue quien la diseñó. Él fue quien la bendijo. Y Él puede restaurarla.
No importa cómo comenzó tu historia. Importa quién la escribe. Y si tú pones tu familia en las manos del Señor, Él puede darle nuevo propósito, nueva dirección, nuevo fruto. Porque donde habita el Espíritu de Dios, hay restauración.
La familia es más que un grupo de personas. Es una misión. Es un regalo. Es una plataforma para glorificar a Dios.
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes…” Josué 1:9
© Hilda T. Hernández. Todos los derechos reservados.