El poder de Jesús

El poder de Jesús

El poder de Jesús | Bosquejos Bíblicos

Texto Bíblico Principal: Marcos 1:40–45

Tema: El toque de Jesús restaura lo que el mundo rechaza

Introducción

En los tiempos de Jesús, la lepra era una de las enfermedades más temidas. No solo destruía el cuerpo lentamente, sino que también destruía vidas. El leproso era rechazado, aislado, humillado. No podía vivir con su familia, ni entrar en la ciudad, ni asistir al templo. Era considerado impuro (ver Levítico 13:2 y verss. 44–46), y quien lo tocara también quedaba impuro (ver Levítico 5:3). Era una vida de soledad absoluta.

En la India actual, muchos todavía sufren físicamente esta enfermedad. Pero espiritualmente, hay muchos más. Personas con el alma contaminada por el pecado, con el corazón cauterizado, con la conciencia adormecida. Viven en vergüenza, sintiéndose indignos, y muchos piensan: “Esto que vivo es un castigo de Dios.”

Pero el evangelio de Marcos nos muestra una verdad poderosa: el poder de Jesús no tiene miedo a la lepra, ni al rechazo, ni al pecado. Jesús toca lo que nadie quiere tocar.

I. Ven a Jesús con fe y humildad (ver. 40)

El leproso rompió reglas sociales y religiosas al acercarse a Jesús. Él no se escondió. No se resignó. No gritó “¡Inmundo!” como se esperaba. En lugar de eso, se postró, suplicó, y declaró fe:

“Si quieres, puedes limpiarme.”

  • Reconoció su miseria sin esconderla.
  • No pidió explicaciones ni exigió derechos.
  • No usó orgullo espiritual ni religión como escudo.
  • Su fe era activa, valiente y humilde.

Jesús nos invita de la misma manera hoy:

“El que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

Muchos hoy sufren en silencio, lejos de Dios, pensando que no pueden acercarse. Pero el primer paso para recibir sanidad espiritual es venir con humildad. Postrarse no solo físicamente, sino espiritualmente: rendirse al único que puede limpiarnos.

II. Jesús responde con compasión y poder (ver. 41)

Marcos nos dice que Jesús “tuvo misericordia de él, y extendiendo la mano, le tocó.” Esa frase es vital. Jesús no se limitó a dar una palabra. No lo sanó a distancia. Lo tocó.

  • Tocó lo que la Ley decía que era impuro.
  • Tocó lo que nadie quería ni mirar.
  • Tocó porque su compasión no es pasiva, es activa.

La palabra “misericordia” viene del latín misericordis: unir el dolor del otro con nuestro propio corazón. El poder de Jesús nace de un amor que se conmueve hasta actuar.

En ese toque hay algo más que ternura. Hay autoridad celestial. Poder de transformación. Eso mismo lo vemos reflejado en toda la Escritura:

“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3).

Cuando una persona viene quebrantada, Jesús no lo ignora. Él se acerca. Él toca. Él limpia. Aún hoy.

III. El toque de Jesús produce restauración total (verss. 42–45)

El milagro fue inmediato:

“Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.”

Pero lo que más impacta no es solo la sanidad física. Es lo que ese milagro representa:

  • El hombre puede volver a su hogar.
  • Ya no tiene que vivir marginado.
  • No tiene que gritar más “¡Inmundo!”
  • Ahora es digno ante los ojos de los hombres… y ante Dios.

El poder de Jesús restaura lo que el pecado había destruido. Su limpieza no es solo externa. Limpia el corazón, la historia, la identidad.

Y aunque Jesús le pidió que no dijera nada, el hombre no pudo contenerse. Su vida ya era un testimonio viviente. Por eso, dice el texto:

“Venían a Él de todas partes.”

Hoy pasa lo mismo. Cuando Cristo toca una vida, esa persona se convierte en una evidencia viva del evangelio. Otros son atraídos no por religión, sino por el poder real que transforma.

Conclusión

Deja que el poder de Jesús te toque hoy

Quizás tú no tienes lepra, pero llevas algo podrido por dentro:

  • Un pecado oculto
  • Una vergüenza vieja
  • Un dolor que te ha dejado aislado

Tal vez piensas que Dios ya no quiere saber de ti. Pero el mensaje de hoy es claro:

  • Jesús toca lo que otros rechazan.
  • Jesús limpia lo que otros descartan.
  • Jesús sana lo que nadie más puede sanar.

Ven a Él con fe. Postrado, sí. Quebrantado, también. Pero con la certeza de que su compasión es más grande que tu culpa. Y cuando Él te toque, no solo cambiará tu cuerpo. Cambiará tu alma, tu propósito, tu eternidad.

“El que se humilla será exaltado” (Lucas 14:11).

© Reenier Gonzalo Prado. Todos los derechos reservados.

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Reenier Gonzalo Prado
Autor
Reenier Gonzalo Prado
Siervo de Jesucristo, proclamando la palabra de Dios a través de mensajes cristianos.

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