Cultivar la amabilidad para mostrar a Cristo

Bosquejos Biblicos

Bosquejos para Predicar Texto Biblico:Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.” (Filipenses 4:5)

 Introducción

Hay un refrán que dice: “Se atraen más moscas con una gota de miel que con tres barriles de vinagre”. Con esto se quiere afirmar que la amabilidad y la dulzura son atrayentes, muchísimo más que las palabras duras y la hosquedad. Esto es muy importante si queremos llevar a Cristo a los demás. Porque de la manera en que nos comportamos con los demás es cómo verán el ser discípulo de Jesús.

Por eso, debemos cultivar la amabilidad. No es algo accesorio. Muchos pueden decir, “si hago las cosas bien no necesito ser amable, sino cumplir con mi deber y nada más”. Esto no es así. Debemos mostrar el dulce rostro de Cristo. Si a nosotros nos gusta ser tratados amablemente y de hecho nos atraen las personas que son amables, ¿por qué no lo practicamos? (Colosenses 3:12)

a. En el fondo, puede ser una falta de amor.

Porque seguramente a las personas que amamos las tratamos amablemente. Si nuestra esposa/o, hijos o amigos se acercan a nosotros, seguramente recibirán una sonrisa. Debemos empezar a practicar esto también con los que no son nuestra familia. Porque por la fe, todos somos hermanos en Cristo, de un modo más fuerte que el de la sangre.

Si creemos realmente que el bautismo nos hace hijos de Dios, y que todos los hombres están llamados a la salvación, tenemos que ser más amables. Porque estamos tratando con una persona por la que Cristo entregó su sangre. Si Él dio su vida por salvarlo, nosotros debemos como mínimo tratarlo con respeto y amabilidad.

b. El amor del Señor es nuestro modelo

Pensemos en cómo Jesús trataba a los demás. ¡Cuánta dulzura sintió la mujer adúltera en medio de la hostilidad de los judíos! Debemos decidir en qué parte estaremos nosotros. Podemos ser imitadores de Cristo y buscar la salvación de los demás, no su condenación. O podemos ser como los fariseos que se consideraban justos y dignos de aplicar la justicia en nombre de Dios.

La amabilidad, como decíamos, nace del amor que se tiene al prójimo. Pero además, también del amor que tenemos a Dios. Porque si estamos en amistad con Él, y experimentamos las maravillas que hace en nuestras vidas, ¿por qué trataríamos mal a los demás? Significaría que no somos felices, porque la felicidad se nota en el rostro y en el trato. (Proverbios 16:24)

c. Jesús con su amabilidad atrajo a mucha gente hacia Dios.

Con su amabilidad mostró el rostro de la misericordia, que no conocíamos hasta que nos lo hizo patente con su vida. Así debemos ser nosotros para con los demás. Una muestra del amor de Dios en la tierra, para conducirlos a que conozcan el dulce rostro del Padre que los ama.

d. Dos tipos de amabilidad

Exploremos nuestro interior y observemos nuestra relación con los demás y con Dios. ¿Estamos realmente entregando nuestro amor al que se cruza con nosotros? La respuesta indicará cuánta amabilidad perciben los que nos tratan. Pero hablamos de la amabilidad verdadera, la que nace de la búsqueda constante de mostrar el rostro de Cristo. (Gálatas 6:10)

Existe otro tipo de amabilidad que debemos rechazar. Me refiero a la amabilidad que nace del interés. Muchas veces somos muy amables cuando esperamos un beneficio de la persona que estamos tratando. No debe ser nunca nuestro caso. El cristiano no debe ser interesado o buscar un provecho de la relación con alguien. El único interés que debe movernos es el amor a la salvación de las almas por las que Cristo dio su vida.

Conclusión

El cristiano debe ser amable en su trato con los demás. Porque debemos tener en cuenta que de eso puede depender que la otra persona se acerque o se aleje de Cristo. Cuando alguien tiene trato con nosotros, debe ver a una persona feliz a causa de su fe. De tal modo que se intrigue y se pregunte por qué somos tan felices, ¿será por el amor de Dios? (Colosenses 4:5-6)

Por eso, tenemos que cultivar la amabilidad. Y sobre todo, distinguir la amabilidad que nace del amor por los hombres que redimió Cristo, de la que nace del interés. Ése nunca debe ser el origen de nuestro buen trato. Los demás merecen un buen trato de parte nuestra porque son hijos de un mismo Padre.

© Miguel Angel Robles. Todos los derechos reservados.

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