Un segundo de vacilación

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Texto principal: Ester 4: 10–17

Un segundo de vacilación en el diario vivir de cualquier persona puede significar la diferencia entre la vida o la muerte, la victoria o la derrota, la ganancia o la quiebra.

La vacilación se caracteriza por arrebatar de nuestras manos la posibilidad de elegir y de tener el control sobre un determinado asunto, lo cual termina por convertirnos en esclavos de terceros o peor aún, en marionetas de la llamada Suerte o Destino.

Cuando se tiene un propósito que cumplir, el mismo no debe ser visto como una especie de augurio o predestinación esotérica que se deba llevar a cabo para completar “la misión”. Es necesario entender que las oportunidades se nos presentan a todos, cada día y sólo quienes las reconocen pueden aprovecharlas; y es en éste aprovechamiento donde la toma de decisiones juega un papel decisivo.

En tal sentido, la vacilación no tiene espacio para aflorar en medio de la certeza o la convicción. Ella necesita reproducirse en el mar de las dudas y alimentarse de nuestros miedos.

En el pasaje que relata el libro de Ester, encontramos a esta judía exiliada convertida luego en reina Persa, frente a un importante deber que cumplir y un enorme dilema: salvar a su pueblo del exterminio; y es que debido a su estatus en la realeza, tenía la oportunidad de hacer algo al respecto.

Ahora bien, al enterarse de lo que se planeaba en contra de su pueblo, Ester también comprendió de qué manera podía intervenir y las implicaciones de tipo negativas que repercutirían sobre ella si tomaba dichas acciones (entre otras perder su vida), haciendo que Ester se enfrentará a un momento de vacilación.

Fue su tío Mardoqueo, único pariente con vida y el responsable además de su crianza, quien le dio a conocer el edicto malévolo que yacía en contra del pueblo hebreo, y es que por extraño que parezca, al parecer en su posición de Reina, Ester no estaba informada del asunto o precisamente por el hecho de estar ocupada en los asuntos reales, no había echado de ver lo que ocurría más allá del palacio real.

Su primera reacción frente a la noticia dio la impresión de que quería zafarse de la responsabilidad de intervenir en defensa de sus compatriotas.

Quizás de la misma forma en que muchos optan por esconderse tras el velo de la ignorancia, para no tener que manejar el compromiso cuando éste se presenta; no obstante, el peso enérgico de las palabras de su tío Mardoqueo la hicieron recapacitar, esto lo podemos ver en los versos 13 y 14.

Una situación semejante es experimentada por quienes se paran en medio de una encrucijada. Dejan su mente divagar entre dos pensamientos que su vida o la de otros, puede estar pendiendo de un hilo y que ese momento de vacilación sería suficiente para perderlo todo.

Un alma, una familia, un matrimonio, un empleo, pueden estar al borde del abismo y sólo se requiere de alguien con decisión y valor que se interponga decididamente para impedir la caída. por el contrario, si se flaquea, si se da paso a la duda y al temor, entonces podríamos pasar en un segundo de ser “los salvadores” a “los verdugos”.

No se trata de gustos o preferencias. Ester no llegó al reinado de Persia por mera casualidad. Dios tenía un plan para salvar a su pueblo que la implicaba a ella como instrumento para lograrlo; y no fue su belleza exterior o su inteligencia las que le valieron de armas para completar la tarea. No señor. Hizo falta la unción divina. La misma que usó David siglos antes para enfrentarse a Goliat.

“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.” (1 Samuel 17: 45)

Huir de nuestras responsabilidades y deberes no hará que éstas desaparezcan ni que pierdan importancia. Tan sólo logrará que se compliquen aún más y mucho más, a sabiendas de que con esa falta de decisión y compromiso se perjudica a otros tanto como a nosotros mismos.

Es verdad que Dios puede levantar hijos de Abraham aún de entre las piedras tal y como lo dice en Su Palabra, el libro de Mateo en el capítulo 3 verso 9.

Pero, el peso de la perdición y la irresponsabilidad recaería por completo sobre nosotros si no atendemos al llamado que Dios nos hace o a la exhortación como en el caso de Ester cuando recibió el llamado de atención por parte de Mardoqueo, para extender la predicación de la palabra y salvar a los perdidos.

Escrito está en Números capítulo 14 verso 18: “Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable…”

También en los evangelios del nuevo testamento se refiere a la intervención aún de un pequeño gesto como algo meritorio de recompensa. Léase Mateo capítulo 10 verso 42.

Tener miedo es inevitable, pero vacilar ante él, sin tomar acción para vencerle, es firmar nuestra propia sentencia de muerte, fracaso o perdida. Por el contrario, si a pesar del miedo, usted toma la decisión de obedecer y servirle a Dios, el camino a la victoria y la ganancia serán el único destino posible.

Ten presente lo siguiente que está escrito en el libro de Romanos capítulo 8 verso 28: “y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.

Escucha el llamado. No vaciles. No dudes. Tú tiempo de actuar es ahora.

Dios te bendiga.

Redactado por: Emily Sánchez.

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