Rescatados por un alto precio

Esta es una deuda que se paga con la muerte. Por eso, Cristo tuvo que derramar su sangre en la cruz. Porque al hacerlo, pagó la deuda que teníamos delante de Dios. Tomó la culpa de nuestros pecados sobre sí, recibió la ira de Dios y nuestro lugar, y así pagó lo que nosotros debíamos. Y ahora, gracias a Él, tenemos saldo a nuestro favor delante de Dios.

III. ¿Qué valor tiene el precio de nuestro rescate?

A. No con oro ni con plata.

El pasaje hace un gran énfasis en el valor del pago que Cristo hizo por nosotros. Pedro hace una comparación entre los materiales más preciosas y las monedas más valor de la época y la sangre de Cristo.

Y muestra que ciertamente la plata y el oro tienen un gran valor. Si nosotros tuviéramos millones de monedas de oro o de plata seríamos ricos. Pudiéramos comprar lo que queramos, viajar a donde más nos gusta, y darnos una gran cantidad de lujos. Verdaderamente, estas piedras preciosas tienen un gran valor entre nosotros.

Sin embargo, los tesoros terrenales pueden obtener cualquier cosa, menos la salvación del hombre. Como dijo el mismo Pedro a Simón el mago, nadie puede obtener el don de Dios con dinero (Hechos 8:20).

B. Con la sangre del Cordero sin mancha.

Según el texto, la salvación del hombre requería el derramamiento de sangre de un Cordero sin mancha. Esto nos recuerda a los sacrificios del Antiguo Testamento. Allí se pedía que corderos fueran sacrificados para hacer expiación por los pecados. El Cordero no debía tener ninguna imperfección: debía ser completamente blanco, sin ninguna enfermedad, o deformidad física. Es decir, debía ser perfecto.

Sin embargo, los sacrificios del Antiguo Testamento no cumplieron con estos requisitos. Porque era necesario algo mayor. No debía ser un animal, sino que debía ser un hombre, como nosotros. Debía ser completamente Dios para poder soportar la ira de Dios, y salir con vida. Y debía ser perfecto, sin las manchas del pecado. Puro en todos sus sentidos.

Si nosotros buscamos estas características, no las encontraremos en más nadie, que Jesucristo. Ningún ser humano puede cumplir con tales requisitos. Pero Jesucristo los cumplió completamente. Él es Dios y hombre al mismo tiempo, 100% en ambas naturalezas. “Aunque no conoció pecado, fue hecho pecado por nosotros” (2 Corintios 5:21). Nunca se encontró engaño en su boca (1 Pedro 2:22-24).

Así que, Cristo es el Cordero sin mancha, su sangre es el precio precioso que nadie más podía pagar.

Conclusión

Por tanto, debemos vivir valorando lo que Cristo ha hecho por nosotros. Cualquier pecado tiene su raíz en que no valoramos el precio con que se pagó nuestro rescate.

Vivamos en santidad, porque Cristo nos ha rescatado del pecado con su preciosa sangre.

© Francisco Hernández. Todos los derechos reservados.

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